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Escrito por: Arcadia:

«Soy de ideas fijas. Vivo en la meseta norte española. Llegaré muy pronto a la cuarentena, así que me voy resignando. Estoy felizmente casada, después de muchos años de vida en común, y que vaya tan felizmente como hasta ahora. Me encanta el cine (sobre todo el clásico), la buena literatura y las historias bien contadas.»

Amanece una nueva jornada en nuestro hospital televisivo favorito. La comidilla del día es quién va a ocupar la dirección vacante y todas las sospechas recaen sobre el desagradable Jacobo. El personal ve con temor tal posibilidad porque el sujeto tiene fama de vengativo y mala leche, así que todo el que le haya llevado alguna vez la contraria ya se puede ir preparando. Por su parte, el director-in-pectore se comporta como si ya estuviera nombrado, desplegando todo ese encantador autoritarismo despótico que le permite atesorar cada día más amigos y gozar de su gran popularidad.

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Héctor intenta convencer a Esther de que no se reincorpore al trabajo todavía, porque aún no está bien del todo. Nuestra enfermera, adornada aún con varios apósitos, se empeña en reanudar su actividad laboral y le ruega que no le diga a Maca lo sensato que sería que se quedara un poquito ingresada. Héctor parece ceder pero, en cuanto divisa a la pediatra, le sale el responsable médico que lleva dentro de sí y aconseja reposo en hogar, arguyendo que Esther tiene una contractura cervical.

Maca intenta por todos los medios que su rebelde esposa entre en razón. Y como no quedaría bien amenazarla directamente con el divorcio si sigue empecinada en no cuidar nada de su salud, inicia una maniobra envolvente que consiste en hacerle ver lo urgente e imprescindible de que se encargue de las tareas domésticas. Los Trabajos de Esther (cual los de Hércules) comprenden: ir a buscar a Pedrito a la escuela, comprar los chuches, la tarta de cumpleaños, etc, etc. Jimeno interviene de inmediato: ya de paso que le pasee a Greta (su perra), le recoja las heces y también que las analice. ¡Maca, tus intenciones son impecables, pero has preparado el planazo perfecto para una convalecencia!

Así que como la estrategia ha sido mal planteada, lógicamente pierde la batalla en la primera escaramuza. Esther se queda porque se establece como hecho probado que estaría más atareada en casa que en el hospital. Así que, irónicamente, resulta que trabajando trabaja menos.

Nos hemos olvidado de que estamos en la habitación de Claudia. Y como nadie le hace caso, la paciente se impacienta y reclama sus atenciones. Mucha compañía pero poco interés, parece decir Claudia. Jimeno intenta tranquilizarla pero esta vez no le vale el método general de bromear sin descanso sobre todo. Ya estaría difícil con una persona normalmente dotada de alguna forma de inteligencia, pero menos con un médico. Y Claudia lo es. Así que la vampírica excusa de que hacerle otra analítica es “porque esto es un hospital y aquí le sacamos sangre a todo el mundo” no cuela y la paciente se queda preocupada. Como preocupadas están también Maca y Esther, que interrogan al bromista doctor en el pasillo. Jimeno explica que ha leído un artículo que le ha hecho pensar y repensar, pero que de momento no hay problema. A ver si es verdad.

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Volvemos al problema estructural del hospital, que urge resolver. Todo el mundo está convencido de que en el propio Apocalipsis se dijo algo del día en que Jacobo llegaría a gobernar el centro, y que las siete plagas de Egipto comprometerán incluso los cimientos arquitectónicos del hospital. Cómo será la cosa que la mismísima Maca se presta a rogar diplomáticamente a Sotomayor que no deje vacante el sillón, para que Jacobo no sea el próximo en sentarse en él. Javier se sorprende (no es para menos) de que sea nada menos la Dra. Wilson quien le pida el favor (él la destituyó como Jefa de Urgencias hace tiempo). A todo esto, a mí se me había olvidado que Maca se apellida Wilson (Fernández Wilson), así que tuve mi breve segundo de desconcierto.

Sotomayor declina el ofrecimiento e intenta emplumarle a Vilches el marrón. Vilches también se escaquea sin reparos y nuestra Maca se bate en retirada tras no haber podido completar su misión. Pero la rendición no es palabra que entre en su vocabulario y vuelve a la carga con Fernando y luego con Héctor. Nada. Parece mentira que nadie quiera sentarse en el trono y meter más pasta todos los meses en la cuenta corriente. Qué desinteresados son los médicos de este hospital ideal.

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Además de intentar resolver las intrigas palaciegas, Maca tiene además que trabajar. Y el quebradero principal de su cabeza y de la de Jimeno es el embarazo de Claudia, que no acaba de entonarse. Cuando casi le dan el alta porque la ecografía salía bien, llegan los resultados de laboratorio que reflejan un desplome total de fibrinógenos en el bebé. Esto, unido a las molestias que sufre la paciente, hace pensar que el feto muerto está provocando trombos en el vivo. Ojalá no fuera cierto, pero los malos pronósticos se confirman y el bebé vivo sufre un infarto cerebral.

Es pequeño, más bien un infartito, pero se puede repetir y eso ya serían palabras mayores. A la pobre Claudia le tocan todos los números de la rifa en este episodio: ahora tiene que decidir si sacar al bebé y arriesgarse a que salga con secuelas neurológicas indeterminadas, o dejarlo dentro de su barriguita y que nazca con parálisis cerebral.

¡Lo que es la vida! Justo cuando Maca descansa en sus esfuerzos por sabotear el ascenso inmerecido de Jacobo, la propia Justicia baja del sitio doquiera que more y comienza a administrarse ella solita. ¿Recuerdan la política que Jacobo trató médica y sexualmente en la temporada pasada, movido por sus ansias de trepar? Pues la dolencia que la aquejaba (Parálisis Supranuclear) sigue en su organismo y se manifiesta en forma de desmayo al volante. La Consejera en cuestión (llamada Martina) sufre una crisis convulsiva, pierde el conocimiento mientras conduce y atropella a un señor. Llevada al hospital, cae en las manos de Vilches y Sotomayor, que se vuelven locos buscando la historia clínica de esta señora. Al no hallarla, comienzan a sospechar la verdad: Jacobo ha ocultado la enfermedad de la importante personalidad y destruido cualquier rastro del diagnóstico haciendo desaparecer el historial.

La ocasión la pintan calva: rápidamente persuaden a la paciente de que encubrir al corrupto galeno no es buena idea para conservar su carrera política. Privado de la complicidad de Martina, Jacobo recibe una dosis alta de su propia medicina: el chantaje. Y se ve obligado a dimitir y largarse del hospital, a cambio de que no le echen a patadas del ejercicio de la Medicina.

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Pero como estas alimañas trepadoras siempre caen de pie, en el fondo Jacobo encuentra lo que buscaba: ascender a un puesto burocrático-político superior para no ver más enfermos, mandar mucho, cobrar mucho también y fiscalizar a los compañeros desde lo alto. Y así se confirma que el diagnóstico que hicimos en la temporada anterior fue correcto: es un absoluto “Lameculus Trepationis”. Lo malo de su marcha es que en el mismo lote se va su mujer (Leire), asqueada de todo, y a mí esta chica ya me caía bien y además me hubiera gustado que se enrollara con Fernando. Se despide sólo de Esther, explicando que lo deja todo porque lleva toda la vida dejando que los demás decidan por ella y la impongan qué vida tiene que llevar. Leire, por tanto, abandona el hospital por razones de independencia y autoafirmación.

Maca no gana para estrés laboral: Claudia decide por fin coger el toro por los cuernos y hala, a practicarle una cesárea en un desesperado intento de salvar al bebé. Es la mejor decisión porque el niño dentro del útero no estaba ya nada cómodo. La operación sale bien y todos quedamos contentos. A punto de finalizar la jornada, Maca y Esther se reúnen en el pasillo. Pero a nuestra doctora la llaman por el móvil y resulta que es su padre avisando de que están en Urgencias.

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Maca (hablando por teléfono): Vale, papá, tú no te preocupes que en cuanto pueda bajo a veros… Bien, los niños están bien. Venga, luego te llamo, un besito.
Esther: Pero, ¿Qué ha pasado?
Maca: Pues que mi madre está enferma. Y le están haciendo pruebas pero no saben lo que tiene. Esther: ¿Y cómo no te han avisado antes?
Maca: Pues porque ya sabes cómo son. Voy a tener que bajar a verla. ¿Qué vamos a hacer con los niños, y contigo así?
Esther: Tranquila. Yo estoy bien.
Maca: ¿Seguro?
Esther (asintiendo): Alguien me ha hecho ver la suerte que tengo.

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Se refiere nuestra convaleciente enfermera a la conversación que ha mantenido con Leire. La desdicha de esta pobre mujer le empuja a valorar mucho más lo que tiene en su vida. Pero no iban a durarnos las alegrías: Vaya por las diosas, ahora la que está malita es la mamá de Maca. ¿Pero es que en esta familia tiene que estar siempre alguien de guardia en enfermedad? El caso es no dejar vivir tranquila a nuestra parejita lesbicanaria.

Y finalizado el capítulo, terminado mi trabajo. Ahora es el turno de ustedes: Comenten, comenten, que es muy bueno para la piel y se ponen guapísimas cuando participan.