Hace unas cuantas semanas, Jud se aburria porque está de vacaciones y aparentemente no hay suficientes cosas que hacer, así que se le ocurrió que queria pintar la casa. La señorita Genix y yo nos miramos con caras de «ais madre que esta nos pinta media pared se cansa y nos toca a nosotras pintar todo» y eludimos las indirectas durante un tiempo respetable, pero al final terminamos cayendo y le compramos los botes de pintura.

El caso es que efectivamente Jud empezó a pintar y ayudada de sus happy friends que se apuntaron de inmediato empezó con la pintadera de la casa. El problema es que a la señorita Genix le gusta la perfección en cuanto a cosas del hogar así que ellos hacían el grueso del trabajo y luego nosotros teníamos que repasarlo todo y nuestro cuarto por supuesto lo pintamos nosotras porque no permito que nadie se acerque a medio metro de mi colección de consolas y gadgets sin permiso 😛 (na esto último es broma…creo…a medias…ejem sí soy geek)

En fin que durante una semana estuvimos moviendo muebles y pintando cuarto por cuarto de color blanco. Eso no hubiera sido tan traumático si no fuera porque antes estaba pintada de tonos salmón, lila, y naranja suave y no saben lo que costó sacar ese color de nuestras sacrosantas paredes. Tuvimos que pintar cada pared por lo menos 3 veces con el consiguiente cansacio y no quiero ni hablar del techo que por alguna extraña y misteriosa razón tendía a descarapelarse cuando intentabas pintarlo.

El caso es que ya con paredes totalmente pintadas (por cierto descubrí que soy un hacha con la masilla, eso de rellenar huecos se me da de maravilla…huy…que perver pudo sonar eso…menos mal que ustedes son tan inocentes como yo :P), decidimos que algunos muebles ya se veían bastante mal. Así que hicimos cambios y pasamos uno del cuarto al salón y empezamos a repintarlos todos. Yo me ocupe de quitarle un cajón al que utilizaba para apoyar la televisón y las consolas porque tenía una nueva y ya no me cabían así que le hice una modificación y luego pinte ese y unos cuantos más de negro. La señorita Genix cuya habilidad con una brocha te deja con la boca abierta, se dedicó a decorarlos para que parecieran iguales a los que estaban en la sala y los dejó como si hubieran salido de la misma fábrica.

Las dos estábamos muy contentas pero entonces decidimos que ya que habíamos pintado todo deberíamos aprovechar para cambiar el sillón del salón. Y ya que comprabamos ese de una vez también hacerlo con el sillón cama de la televisón. Y así lo hicimos (eso de bajar sillones de un septimo no es la tarea más agradable de este universo).

Y cuando los sillones estuvieron puestos y los muebles acomodados nos dimos cuenta de que el cuadro de electricidad se había quedado en un lugar donde no lo queríamos así que teníamos que ir a la ferretería a comprar un taladro porque teníamos que hacer huecos nuevos en la pared para transaladarlo. Varios metros de cable y un taladro después nos dedicamos a la electricidad sin ninguna baja (que como nunca lo habíamos hecho nos daba un poco de miedo) y ya de paso compramos también pintura para las puertas y las pintamos ese fin de semana. Y ya que teníamos el taladro lo aprovechamos para crearnos una mesa a medida para mi nueva orquídea y para volver a instalar las puertas de un closet que estaban flojas.

Fuimos a IKEA (que por cierto nos encantan los perritos calientes de ahí) en búsqueda de un mueble para mi porque el sillón nuevo ocupaba más espacio que el anterior y el que yo solía usar ya no funcionaba así que nos lanzamos a comprarlo y ya de paso nos gustó un mueble nuevo de espejo para el baño y ¿adivinen qué? sí, lo compramos y la imagen que acompaña este post es la de mi cara al sacar las instrucciones. Pero que conste que al final no resultó tan dificil armarlo, todo hay que decirlo.

En fin que la casa nos ha quedado de miedo pero hemos terminado muertas. ¿Y qué moraleja le encontramos a todo esto? Pues que nunca se les ocurra pintar la casa señoras, que van a terminar haciendo reformas en todas partes y hechas polvo.