Muy buenas una semana más al año 1957. Las cosas andan muy moviditas con Ana y Teresa porque Rocío se ha empeñado en desenmascarar a las chicas y poder hacerles chantaje con esa relación amoroso oculta para todos.

Héctor, el marido de Teresa, está indignado ya no puede creer que su mujer se vaya a quedar más tiempo en Madrid, como él mismo dice, no soporta verlas felices porque le hace sentir un fracasado. Mientras, las chicas siguen su vida con el aparentar, ya que Teresa por las mañanas tiene que deshacer su cama para cuando el servicio vaya a su habitación parezca que ha dormido en ella, recordemos que se alojan en un hotel. Además, la García se molesta con su amor porque no para de cerrar negocios y ella solo quiere volver a Santander y cada día lo ve más lejano.

La discusión prosigue, Teresa le recrimina que pareciera como si no quisiera estar con su hijo y con ella en Santander, que solo le interesa el dinero y los negocios, pero obviamente eso no es así. Y todo termina peor cuando Ana le dice que tiene que ir a la revista a revisar el contenido de la próxima semana, y la García le responde que todas las semanas habrá un nuevo número en la revista y si siempre lo tendrá que revisar no se irán nunca, solo quiere volver a su casa a lo que Ana solo puede responderle con un “pronto”.

Un poco más tarde Ana le pide perdón y consigue que su amor se ablande, pero solo le dura un par de segundos, porque Teresa empieza a decirle que a ella no se le hace fácil estar ahí, y no es la única que lo pasa mal, sino también Héctor. Al mencionar el nombre, Ana parece que le molesta que lo tenga tan en cuenta y termina yéndose a un recado un tanto molesta. Después Teresa habla con su sobrino por teléfono y recupera un poco la sonrisa, además la niñera le dice que ha desaparecido una foto de su casa…

Después nuestra García llega a los antiguos almacenes Rivas y recuerda sus primeros momentos con Ana, se encuentra con Asunción, una chica que trabaja en la revista y entre nosotras, creo que será la persona con la que acabará Héctor, en realidad es una chica muy parecida a la Teresa de hace unos años. Hablando las dos se encuentran con el galán y este le advierte que tenga cuidado con lo que le dice porque puede aparecer en la portada, pero nada, esta chica no tiene maldad, pero se trae un tira y afloja con el detective y de ahí su comentario.

Por la noche cuando llega Ana al hotel se encuentra Teresa llorando, cuando le pregunta el porqué, está le responde que recordaba a su familia, ya que estuvo dando un paseo por la tarde y recordó muchas cosas. Le pide perdón porque ha sido egoísta al pedir que se vayan de allí. Pero ahora es la otra la que le responde que es la García la que tiene razón, estas señoras no se ponen de acuerdo ni para pedir disculpas. Por lo que la Rivas le dice que vaya haciendo las maletas porque en dos días parten a casa.

Ana le dice que lo siente y que se ha volcado en el trabajo porque era como una manera de honrar a su padre, pero que esa no es su vida, que son ella y su hijo. Después la pareja ya en albornoz hablan de su vida en Santander, Teresa está emocionada y no para de hacer planes mientras que Ana empieza a llorar diciéndole que ha estropeado todo y que espera que la perdone, pero la García le responde que ya lo hizo y no entiende muy bien que le pasa. Y claro, la razón que esté así es porque cuando fue a la revista a hablar con la bruja, ella le enseñó la siguiente foto (que es la que le han robado de su casa en Santander).

Y sí, la señora tiene una prueba que muestra que las cuñadas son algo más, así que cuando Ana quiere hacer cambios en la revista ella le para los pies, y a base de chantaje tiene el poder absoluto sobre la Rivas. Lo primero y único que quiere es comprar el 51% de las acciones que Ana compró por el valor de una peseta, o sea, por nada. Cuando se lo dice a Teresa, ella quiere denunciarla, pero Ana le recuerda que no pueden porque su relación también es delito y se paga con la cárcel. Por lo que le dice que pensará bien las cosas porque aún no le ha dado una respuesta, todo esto ante la indignación de su cuñada.

Siguen dándole vueltas al tema, Ana dice que lo mejor es que le venda las acciones y volver a Santander, pero ahora es la García la que no quiere, prefiere plantarle cara, pero su amor sabe que el contexto social no es el más ideal para ello por lo que lo mejor que pueden hacer es retirarse, pero la otra insiste en que tienen que enfrentarla, porque su amor es verdadero y no le hacen daño a nadie y por lo tanto, no se merecen ese trato.

Al día siguiente van a ver a Héctor, pero con ideas muy distintas, mientras que Teresa quiere contarle todo lo ocurrido y que les ayude para hacer frente a Rocío, Ana entra como un torbellino y ni la deja hablar, solo se despide del detective, diciéndole que vuelven a Santander y le agradece por toda la ayuda. Cuando salen del despacho, la García está hecha una furia, no comprende como se ha despedido sin darle la opción a que las ayude, pero Ana piensa que le pueden hacer daño si le enseñan la foto del chantaje y si salen a la luz, todos terminarán heridos, por lo que la Rivas piensa que lo mejor es que se retiren discretamente.

Una vez en el hotel Ana le cuenta que hasta ahora no se ha dado cuenta del peligro que corren con su relación y que pueden terminar en la cárcel si saliera a la luz. Y piensa en todas esas personas que están pasando lo mismo que ellas o incluso mucho peor.

Ana: ¿Por qué nos verán enfermos o pervertidos? ¿Por qué se empeñan en castigar el amor?
Teresa: Nosotras por lo menos lo hemos reconocido y podemos vivirlo.

Pues ellas mismas lo han dicho…Lo que no se imaginan es que 50 años después, en la actualidad, en algunos lugares por desgracia, no ha mejorado mucho la situación.

Lo siguiente que vemos es a las chicas comprando el billete de tren para volver a casa pasado mañana. Pero nuestra Teresa está molesta con la situación porque no le gusta esa sensación, en la que parecen que están huyendo, pero la otra le responde que eso es lo que quiere evitar, que tengan que salir corriendo porque su relación se haga pública, su cuñada sabe que tiene razón y le pide perdón.

Pero la Rivas está paranoica, no quiere que nadie más sospeche y hasta le pide a Teresa que duerma ese día en su habitación, por lo que la García se molesta y de nada sirve que su cuñada le diga que solo es hasta que vuelvan y allí tendrán esa libertad de la que carecen.

Teresa: ¿Libertad? ¿Le llamas libertad a los disimulos que tenemos que hacer delante de Emilia? (la niñera), ¿A que no te pueda coger de la mano por la calle? ¿A que no te pueda dar un beso sino estamos a solas? ¿A eso le llamas libertad? Y lo peor de todo es que va a ser así toda nuestra vida, hasta que nos muramos.
Ana: Pues yo prefiero eso que renunciar a ti. A mí me compensa con tal de estar a tu lado.
Teresa: Ana, cada día me cuesta más estar en secreto, escondiéndonos, mintiéndoles a los amigos…Hay que ser muy fuerte para soportar eso sin desfallecer. ¿Y sabes que te digo? Para vivir así sería mejor no vivir…

Nuestra Rivas se queda pensativa en el sofá. Al día siguiente, por la mañana, Teresa vuelve a la habitación de Ana y tienen el típico momento de “te he echado de menos toda la noche, pues yo te he echado de menos en el desayuno…” y terminan con un fuerte abrazo.

Después la Rivas le dice que le queda una última gestión, cerrar el asunto con la bruja de Rocío, aunque la García quiere ir, su cuñada prefiere que no, porque no será agradable, ya que tendrá que pedirle que no haga nada con las fotos y no quiere que la vea rebajada ante la otra. Así que Teresa termina diciéndole que la esperara en el hotel. Así que cuando habla con Rocío no le queda otra que venderle todas las acciones que le compró a cambio de las fotos. Ambas se despiden con la esperanza de no volver a verse nunca más. Y Rocío cumple con su parte, porque hace llamar al periodista encargado del “caso” y le pide que rompa todo el material de nuestras chicas que tiene en una carpeta, y que lo haga con ella delante, para que nunca lo pueda utilizar. Èl lo hace a regañadientes pero no entiende el cambio de comportamiento de su jefa, que además le dice que nunca más publicarán de la familia Rivas en la revista. No le queda otro remedio que acatar órdenes, pero eso sí, siempre quedándose con una copia que tenía en su cajón de su escritorio de las chicas, ¿La llegará a utilizar en algún momento? Quien sabe…

Pues a continuación vemos a nuestras chicas haciendo la maleta. Teresa le dice que no se preocupe más con lo de sus padres, que ellos solo querían que fuera feliz. Le quita de las manos a su cuñada las fotos del chantaje y bromea, insinuándole que ella sale bien en todas las fotos.

Teresa: ¿Qué sentido tiene que un amor como el nuestro este prohibido?
Ana: Ninguno, como hoy en día otras cosas prohibidas en España.
Teresa: Odio tener que esconderlas, me encantaría tenerlas encima del piano o la chimenea como todas las parejas.

Su cuñada le responde que en Santander todo estará tranquilo, pero la García lo duda, porque sabe que a Ana le encanta su trabajo y no quiere que renuncie a eso por ella, pero la Rivas le responde que solo estar con ella le importa, que el trabajo es pasajero pero lo de ellas es para siempre.

Y ya solo les queda una cosa a la pareja antes de partir, despedirse de Héctor. A Teresa siempre le queda una culpabilidad enorme porque sabe que él aún está enamorado de ella y además como no pueden divorciarse, él nunca podrá rehacer su vida y casarse. Así que cuando van a verlo, Ana le vuelve a agradecer todo y se va para que el matrimonio pueda despedirse. Una vez a sola, Teresa le dice que sabe que ha arruinado su vida y lo que más desea es que encuentre a una mujer que quiera estar con él aunque no se puede casar y sea muy feliz. Éste le da las gracias por enseñarle a luchar por lo que se quiere con todas las fuerzas.

Y tras despedirse de sus amigos, nuestras cuñadas más famosas ponen rumbo a Santander para encontrarse con el pequeño Alejandro y poder vivir su amor en paz, lejos de todos. Las lesbicanarias lo deseamos enormemente. ¿Qué les ha parecido la historia? ¿Estará completamente cerrada? O… ¿saldrá a la luz algún día esa foto? Quién sabe, mientras, quedémonos con ese futuro que les espera juntas a nuestra Ana y Teresa. ¡Hasta la próxima!