Un buen salteado libro lésbico

Compartir piso puede ser toda una aventura. Por eso es conveniente leer con sumo cuidado el cartel donde se anuncia y procurar sustraer de él toda la información posible, a fin de evitar sorpresas. Cuando Maria (sin acento en la i) llegó a Dublín con el noble propósito de empezar su primer curso en la universidad, se encontró con el siguiente anuncio:

2? buscan compañera de piso. Habitación propia ¡increíble! Carcas y retrógradas abstenerse.

Con 17 añitos y una ingenuidad a prueba de bomba, Maria no dedujo que ella misma podría no estar preparada para ciertas situaciones “de convivencia”. Sobre todo cuando ni de lejos se imaginaba que el piso en cuestión estaba habitado por una pareja de mujeres. Ojo, cuando digo “pareja” no me refiero a dos compañeras de piso sin más (que es lo que esperaba encontrarse Maria), sino a una pareja “de verdad” de mujeres.

Son Ruth y Jael. Sus caracteres no pueden ser más dispares, pero tienen una relación duradera, aunque nada convencional. Discuten blanda, pero constantemente; se tiran pullas, se dejan bastante “espacio” para llevar cada una a cabo actividades que para nada interesan a la otra…en fin, no parecen tener mucho en común, pero se quieren y están juntas.

Jael (con nombre de heroína bíblica: ella misma comenta que su tocaya fue famosa –Libro de los Jueces- por matar a un general enemigo clavándole, ayudada por un martillo, la estaca de una tienda en la cabeza) es de armas tomar. Ingeniosa, aunque a veces ofensiva, está dotada de una gran personalidad. Hay que saberla tratar, porque no es de trato fácil.

Ruth es casi su cara opuesta: dulce, tranquila y paciente. Apasionada en sus ideas e intensamente comprometida con el activismo feminista. Tolera el intenso carácter de Jael y parece estar dispuesta a pasarle todos los tropiezos.

Forman, pues, una pareja algo extraña. Pero son unas excelentes compañeras de piso. Maria no había visto una lesbiana de cerca en su vida (o, más bien, no había sido consciente de haberla visto, que es lo que suele sucederles a los/as heteros). Por eso, cuando descubre la relación que une a esas dos chicas que le habían parecido tan majas y óptimas para compartir la vivienda, se ve sumergida en un tremendo desconcierto.

No fue culpa de ella. No estaba espiando, en absoluto. No pudo evitar ver la forma que dibujaban. Trató de desenmarañar con los ojos sus elementos: Ruth, sentada con las piernas cruzadas sobre la mesa, con la espalda curvada como una coma, y Jael, apoyada en ella, besándola. No había pasión salvaje, tal vez eso no la habría turbado tanto. Sólo el lento trueque de besos encima de la desvencijada mesa donde Ruth majaba ajo todas las noches. (Pág. 95)

Maria (cuyo nombre rima con “paria”, como Jael apuntó con gamberro regocijo) no tarda en desarrollar sentimientos muy contradictorios y cambiantes: primero se enfada consigo misma por no haberse percatado de la situación; después culpa a sus compañeras de piso por no haberla advertido; y, para rematar, acaba entrando en un proceso de adaptación a su nueva vida con sus bollocompañeras. A fin de cuentas, se lleva con ellas estupendamente. Son, de lejos, las mejores amigas que tiene en el frío Dublín al que ha ido a estudiar Arte.

La verdad es que ellas la tratan con un inmenso cariño y procuran ayudarla a socializarse. Puede que incluso demasiado.

En una historia así hay que tener en cuenta también la otra cara de la moneda: no sólo la sorpresa de la “nueva”, también la preocupación de la pareja por la posible incomprensión de esta compañera. Y en este punto cabe preguntarse: ¿cuáles son las razones que impulsan a una pareja a compartir piso y dar entrada en su intimidad a una extraña? Primera respuesta razonable: la economía. No es eso: Jael cuenta con una renta suficiente y amplia y puede pagar ella solita el piso entero. Segunda respuesta razonable: ¿? No la encuentro, al menos en la situación que se describe. Lo único que parece ajustado es pensar que la relación de Jael y Ruth requiere tener una persona en medio para que las peleas sigan siendo más o menos simpático-sarcásticas y no francamente agresivas. ¿Necesitan convivir con alguien más para mantener la compostura y no tirarse los trastos a la cabeza? Quizá.

Este libro lésbico se llama “Un Buen Salteado” y se estructura como tal: una receta con ocho pasos que son a su vez los ocho capítulos en que está construida. Seleccionar, mezclar, ración doble, cortar, poner al fuego, esperar, remover y servir. Las etapas del procedimiento culinario tienen cierta relación con lo que está aconteciendo. Por ejemplo, “ración doble” es el capítulo en el que, por si Maria no había tenido bastante con la primera escena que hemos citado antes, se encuentra con lo siguiente:

A medida que sus ojos se iban acostumbrando a la oscuridad, vio cómo la luz de las ascuas iba dibujando una maraña de brazos y piernas. Titiló sobre la espalda, larga y morena, de Jael arqueada sobre Ruth, cuyos brazos eran como las ramas entrelazadas y oscuras de un seto. Ruth no dejaba de moverse, retorciendo su cuerpo delgado bajo el peso de su amante. Maria tuvo que aguzar el oído para percibir la respiración brusca, las palabras ininteligibles. (Pág. 133)

Por otra parte, se establece una conexión muy estrecha entre el título y la acción a través de la relación que forman Ruth y Maria y que se acrecienta y fortalece en la cocina. Maria ayuda a Ruth a cocinar (Jael no da palo al agua en las labores domésticas) y mientras una enseña y la otra aprende y colabora, ambas hablan e intiman.

Maria no sólo aprende cocina, también recorre un camino de maduración propia. Tras su reacción inicial, convive con la situación normalmente y a la vez también comienza a buscar sus propias relaciones personales-amorosas. Empieza a conocerse. Y sus compañeras de piso ayudan en este proceso. De hecho, y con sorpresa final (que conste), Maria termina evolucionando y sabiendo de sí misma cosas que jamás habría sospechado.

La novela es muy entretenida, con una acción que avanza con agilidad. Lo que describe no es en absoluto una situación típica o manida, hay una historia diferente: la de una estudiante que se encuentra con lo que no esperaba y descubre que las lesbianas existen, son reales y hasta se puede convivir con ellas…, aunque no lo parezca. 😉

Por tanto, recomendada. No os va a aburrir. Disfrutadla. Sólo si os apetece, por supuesto.

Edición citada: Donoghue, Emma: Un Buen Salteado. Ed. Egales. Barcelona-Madrid, 2003.