Libro Lésbico Secretos  del pasado

La afición por las subastas no es común entre la mayoría de los mortales. Aunque sin duda ha de ser un hobby excitante para quien pueda permitírselo, o se dedique a ello por razones comerciales.

Kate Brennan sufre de la primera de las motivaciones señalada: es una niña de buena familia y, por tanto, rica hasta el aspaviento (un lugar común en los libros lésbicos de corte romántico). No obstante, su abundancia de dinero en cuenta no significa que tenga el cerebro deshabitado de neuronas: ejerce brillantemente como abogada en un bufete de gran reputación. Cierto es que a ella no le fascina el Derecho societario, pero se maneja bien. ¿Por qué, si no lo necesita para vivir, ha declinado en su vocación por otras especialidades más afines a su gusto? Pues porque ejercía como letrada más “social” (Derecho de familia), pero en eso metía más corazón y al final terminaba con el citado órgano hecho cisco la mayoría de las veces. Así que Kate ha cambiado pasión por tranquilidad, en el terreno profesional. Y como se aburre, le da por comprar muebles antiguos en las subastas. Ahí es donde encuentra su vía de escape.

Y ahí es también donde su mundo emocional comienza a cambiar. Kate lleva una temporada en estado de interés recurrente hacia una mujer misteriosa que, misteriosamente también, acaba siendo su contrincante en todas las pujas. Y algunas veces consigue levantarle la codiciada mercancía, dicho sea de paso.

Si mi rival hubiera podido captar los pensamientos que le dirigía, habría advertido que la estaba retando a subir la puja. Sabía que yo acabaría ofreciendo más. Casi siempre lo hacía. La mujer dirigió un discreto gesto de asentimiento al subastador y acto seguido clavó sus claros ojos grises en los míos, devolviéndome el desafío. (Pág. 11)

Curiosa y oportunamente, Kate conoce a la misteriosa dama unos días después. Su nombre es Annie Walsh y posee una tienda de antigüedades llamada “Secretos del Pasado”. Lo que mueve a Annie a acudir a las subastas es, pues, la necesidad de surtir a su establecimiento de mobiliario especial y apetitoso para la clientela.

Desde el momento en que la conoce, Kate percibe que su interés hacia Annie no es simple curiosidad por descubrir la identidad de su eterna rival en las pujas. Le gusta la anticuaria, y mucho. Resta saber si existe un sentimiento recíproco de la misma naturaleza, o similar. En realidad, Kate ignora incluso si su objetivo amoroso es o no heterosexual (lo cual, obviamente, menguaría mucho sus posibilidades de éxito).

De nuevo con motivo de una puja, ambos personajes vuelven a tener contacto. Nuestra abogada adquiere una estantería y una librería magníficas. Las quiere meter en su despacho, pero no tiene sitio porque el espacio estaba ya ocupado. La solución: quitar los muebles anteriores. Pero, ¿qué hacer con ellos? Tirarlos no, son de calidad (caoba, nada menos). ¿Guardarlos provisionalmente hasta encontrarles nueva ubicación? ¿Venderlos? Exacto, esas pueden ser buenas soluciones. Kate se pregunta si la anticuaria accedería a tenerlos en depósito en su tienda por un tiempo o si le interesaría comprárselos. Además, con esta excusa podrá hablar con ella otra vez.

La abogada se planta en la tienda y Annie no sólo acepta encantada la propuesta, también –y este es un gesto muy esperanzador- pide ir a ver los tales muebles. Eso significa una cita en casa de Kate. Allí, se ofrece a decorarle la vivienda, algo que necesita la abogada urgentemente, por ser un desastre en el tema de decoración de interiores. Así que con el asunto decorativo, la asistencia de Annie a la casa de Kate empieza a hacerse habitual (para deleite de ambas). Lógicamente, terminan por iniciar una relación.

Apoyé la mano izquierda en su mano y poco a poco me la llevé a los labios mientras pasaba la otra mano por detrás de su cintura. No tuve que insistir para acercarla a mí, porque Annie enseguida estuvo entre mis brazos, con su boca suave y húmeda buscando la mía. Si me hubiera muerto en aquel instante, me habría ido directa al paraíso. (Pág. 115)

Pero, ¿qué sería de las novelas sin un buen conflicto? Kate Brennan recibe un encargo especial: llevar un caso de divorcio. Como ya hemos señalado, ella ya no se encarga de ese tipo de asuntos legales. Pero se lo pide su jefe. Y ya se sabe que lo de discutir con el jefe no suele ser buen negocio. Por tanto, y a regañadientes, acepta. Dado que el ejercicio de la abogacía es divertidísimo (sólo en la ficción novelística, debo asegurar), nuestra protagonista se ve lanzada a la aventura. Este caso, amén de ocultar aspectos turbios y secretos, acarreará muchos problemas a Kate. Cuando la letrada descubre la verdad que se esconde tras la apariencia, todo se pondrá mucho más difícil.

Es una novela de lectura sencilla, la acción transcurre con cierta rapidez y sabe mantener la tensión narrativa. Yo tuve un problema: no sé por qué, pero la verdad es que me figuré por dónde iban los tiros hacia la mitad de la novela. No quiere decirse que no haya intriga, simplemente yo intuí cuál era la solución del “misterio” y claro, sin suspense, no es lo mismo. Pero supongo que eso no tiene por qué pasaros a vosotras. De hecho, no creo que haya pistas suficientes como para ver el final. Que disfrutéis de la novela…si os apetece.

Edición citada: Hill, Linda: Secretos del Pasado Ed. Egales. Barcelona-Madrid, 2003.