Libros Lésbicos

Atención, porque podemos estar ante una auténtica curiosidad de la Naturaleza. En los libros lésbicos de corte romántico-sexy lo normal es que domine el esquema chica-conoce-chica al comienzo. Después ya el asunto se desarrolla para que acaben juntas (o no), tras sufrir (o gozar) avatares variados. Y suele haber polvo final que remata la faena gloriosamente (aunque se dé a lo largo de la novela alguna otra aventura polvorienta más).

Pues bien, aquí viene a ser al revés. Es como la diferencia entre un cocido madrileño y uno maragato: se empieza por la sopa o se termina con ella. Este sería el maragato, porque el polvo glorioso está al principio. Y luego llegan los líos, que en el “tema-cocido” vendrían a ser la chicha y los garbanzos. Sorprendente, ¿no? La noche de verano a que alude el título se refiere a una velada en que, tras un partido de soft-ball, nuestras dos protagonistas se acostaron. Fue un acostón a lo tonto, no porque no fuera placentero, sino porque tuvo una nula planificación.

Johanna –Jo, para las amigas- es profe de Lengua (quietas, no nos tiremos en plancha hacia el chiste fácil, que resulta demasiado obvio) en una de esas universidades que son legión en USA. Ha sufrido un desengaño amoroso, consistente en que su novia le plantificó una cornamenta digna de ser expuesta en un concurso de caza del ciervo gigante. Ella ahora desconfía de todas las féminas, sin excepción. Pero además a las que tienen cierta fama de conquistadoras, las ha cogido una manía descomunal.

Johanna, tras su experiencia negativa como especie cinegética de florida cornamenta, se ha refugiado en su casa. De allí sólo se mueve para trabajar y para visitar a un familiar muy querido. Sus amigas (bollo todas, claro está) presionan día tras día para que salga a tomar el aire, al menos. Un buen día, esos titánicos esfuerzos se ven recompensados y Johanna…¡Oh, milagro!, se decide a salir de su agujero y asistir a un evento social. Es un partido de Softball (para quien no sea una experta en deporte universal, será de aclaración como lo fue para mí que se trata de una versión del Baseball). Participa una tal Kelly, que es la mejor jugadora que jamás ha visto Johanna y que marca todos y cada uno de los puntos. Finalmente, como es de recibo, su equipo gana por goleada –o como se diga en ese deporte- total.

Johanna queda fascinada por Kelly. Sus movimientos, sus desplazamientos, su aspecto, su sonrisa, su correr por la pista, su marcar tantos, su todo…. En fin, que termina embobada completamente. Y esa noche, que era una noche de verano, resulta ser la noche de autos. En esa nochecita, Johanna y Kelly consuman. El calorcito, las birras, la cena, el baile…el polvo, en definitiva.

Vale y ahora, ¿qué? En principio la historia quedaría conclusa, nuestras protagonistas ya están juntas, ya han intimado. Faltaría solamente anunciar las campanas de boda y sanseacabó. Claro, listillas, pero entonces tendríamos 20 escasas páginas de novela y eso ni es novela ni es ná. Así que hay que currelar un poco más el asunto.

Resulta que la cornamenta de Johanna ha afectado seriamente su cerebro (será porque además de salir hacia fuera, alguna excrecencia le ha germinado interiormente). El caso es que, en vez de colarse del todo por Kelly, agradecer sus buenos oficios sexuales y caer en sus brazos con harta felicidad, Johanna se raja.

De repente, no quiere tener nada que ver con Kelly, su apasionada amante de la fructuosa noche anterior. ¿Por qué? –preguntaréis ansiosas por descubrir tan espeluznante misterio, y lo haréis con toda razón, porque la explicación no está a la vista de una mente equilibrada. Pues porque una amiga injuriosa y dada al innoble deporte de la difamación, ha vertido el veneno en los oídos de Johanna (en plan Hamlet). La muy insidiosa difunde por ahí que Kelly es una picaflor que salta de catre en catre, coleccionando trofeos sexuales. Johanna teme ser víctima de tal sinrazón y entuerto. Consecuentemente, decide alejarse todo lo posible de su atractiva recién conocida y así decir adiós –qué pena- a las delicias que descubrió en «Una noche de verano» .

Kelly le hacía el amor de tal forma que no dejaba dudas sobre sus sentimientos. Jo seguía negando tercamente los sentimientos que se agolpaban en su propio corazón. No quería que aquella mujer la amara. Deseaba que su relación permaneciese tal como era: física, sexual, pero no afectiva. No podía asimilarlo. No permitiría que Kelly entrase en su corazón. No podía permitirlo. (Pág. 222)

Pero Kelly, además de guapa a rabiar, es tenaz. Y testaruda. Y cabezota. Así que se dedicará a la persecución discreta de la escurridiza Johanna.

El reto está claro: conseguir derribar las defensas de la estúpida fortaleza que Johanna ha construido en torno a sí, para evitar que otra traidora vuelva a coronarla con su infidelidad. ¿Conseguirá Kelly su objetivo? ¿Habrá más polvos que el inicial?

La novela se deja leer, es divertida. Aunque no tiene mucho peso específico, para despreocuparse un poco del mundo y relajarse, está bien. Así que disfrutadla…si os apetece.

Edición citada: Hill, Gerri. Una noche de verano . Ed. Egales. Madrid-Barcelona, 2006.