Un peldaño más

La vida de Selena Ryan no puede ser más rotundamente emocionante y excitante. Es ¡productora en Hollywood! ¿Cabe mayor glamour y más emoción en un oficio? Imaginad: los rodajes, las estrellas, las alfombras rojas de estrenos y entregas de premios….En fin, una vida de película (en el más estricto sentido de la palabra).

Pero esta existencia llena de lentejuelas y eventos espectaculares no es, ni de lejos, lo que da a una persona la felicidad. Al menos, no lo parece. Ya sabemos que a los pobres suelen decirnos a cada momento eso de que poseer toneladas de pasta, tener al alcance todo tipo de privilegios e influencias y rebosar fama por los cuatro costados no hace la felicidad. Eso se resume en la conocida frase «los ricos también lloran». Bien, puede ser, aunque también hay quien apostilla que tener mucho dinero no garantiza la dicha, pero ayuda a conseguirla.

En el caso personal de Selena, la creencia popular antes aludida (lo de que la riqueza es un rollo) se confirma de forma abrumante. Está muy ocupada, trabaja mucho -cobra mucho también-, su estrés es considerable –sin embargo tiene dinero para irse a un spa a relajarse-, etc, etc. O sea, que es una pobre ejecutiva atareada e infeliz.

Hacer películas era algo que tenía que ver con la fantasía y con la magia…¡se suponía que era divertido! Pero también hacía aflorar en demasiada gente lo peor que llevaba dentro, su lado más malvado, manipulador y egoísta, y a la mayor parte de ellos les daba igual a quién herían. Pensaban que lo único importante era lo que acababa quedando a la vista del público.

Ella pensará que es su medio laboral lo que no la colma, pero en gran medida esa falta de satisfacción radica en que es una desafortunada en amores. Su última novia, actriz de éxito y descomunal belleza, le hizo una igualmente descomunal trastada y la dejó tirada cual trapo mojado en mitad de callejón. La tal actriz se llama Jennifer Lamont y es una pedazo de zorra malvada de las que dejan huella. Una huella que la ha marcado a la hora de desconfiar de todas y cada una de las chicas que se dediquen al mundo de la actuación. Selena huye de las actrices como de la misma peste bubónica.

Jennifer era una farsante. Llevaba la mentira escrita en su ADN, y las actrices son unas mentirosas particularmente dotadas. Mentirosas profesionales. Selena podría trabajar con ellas debido al contrato que todos tenían que cumplir, pero nunca más volvería a salir con ninguna. Nunca.

Por su indiscreción calculada y malintencionada, el romance entre las dos salió a la luz de la prensa amarilla y Selena ha visto peligrar su bien ganada reputación de seria y decente productora cinematográfica. Además de estar muy buena y de ser una “bitch” monumental, Jennifer ostenta aficiones que no casan bien con el modo de pensar de Selena.

A Selena no le molestaba la desnudez, pero sí el que utilizasen el vientre plano de una mujer en posición supina para esnifar rayas de coca.

Todo ha terminado entre ellas. Ambas se odian mucho y ya está. Pero las cosas no acaban ahí. Selena está preparando una nueva película, algo especial: con estilo, con prestigio, con guión. Se llamará «Barcelona» y para ella quiere contar con el mejor equipo posible.

En este momento debo señalar que la visión que de la ciudad española tiene la autora es un tanto esquemática, propia de quien ve cualquier localidad europea como una especie de paraíso antiguo y exótico: es decir, el típico punto de vista de una escritora norteamericana. De hecho, cree que el clima mediterráneo es poco más o menos como estar en el Sáhara. Vale que en Barcelona haga calor en ciertas épocas del año, pero convendréis conmigo en que lo que sigue es un tanto extremado:

…estaban atrapados en un horno en el que se podrían cocinar palomitas.

Y no me queda más remedio que hacer un comentario similar para lo siguiente:

Los hospitales españoles se parecen mucho a los de Iowa, pensó Gail. La mitad de las cosas estaban rotuladas en latín…

¿En latín? A no ser que confunda el español o el catalán (lenguas romances, derivadas del latín por consiguiente) con el propio latín, esto no tiene ningún sentido. Y que conste que lo que me produce más perturbación es pensar que en los hospitales de Iowa los rótulos están en latín: Presuponiendo con bastante lógica que los habitantes de Iowa no sabrán latín (cuestión más que probable), ¡entonces los usuarios de los hospitales de Iowa no entienden los rótulos!, ¡qué caos el de los hospitales de Iowa!

La nueva producción aspirará a llevarse algún galardón importante y puede ser un buen camino para aquellos actores que, presas del éxito como divos de tiroteos, aparquen su carrera encasillada y consigan hacer por fin un papel de prestigio. Es el caso de Hyde Butler, apuesto y amable galán con personalidad, pero nula experiencia como actor de carácter. Hyde es un buen tipo, aunque como actor no ha pasado de ser un bonito trozo de carne varonil con la que aúllan las féminas heterosexuales (y los hombres gays) cada vez que asoma su atractiva jeta en la pantalla. Selena le convence para que participe en la película. Ya tenemos protagonista masculino.

La habilidad de Selena para rodearse de los mejores pronto se manifiesta en todo su esplendor. Técnicos, actores, músicos, etc, van siendo reclutados a toda velocidad. Y, por supuesto, la productora consigue lo más importante: dinero para el proyecto.

Quedan aún algunos flecos. La protagonista principal y la “Supporting Actress”.

Un día de esos tontos que tiene cualquiera, Selena acude al local donde habitualmente va a comer hamburguesas, llena de mal humor, frustración y ganas de pegarse un tiro. Para terminar de estropear su ya maltrecho estado de ánimo, una patosa camarera le tira encima la bandeja, poniéndola perdida de hamburguesa, tomate, mayonesa y demás sustancias pegajosas. Selena se va cabreada. No sabe que acaba de conocer a la que será la segunda actriz de su película: Gail Welles.

Gail es una inocente golondrina que se ha posado en Los Ángeles, procedente de Iowa. El motivo de haber emprendido el vuelo hacia Hollywood es, cómo no, acabar triunfando en la industria del cine hollywoodiense: ser una actriz de éxito, una estrella del celuloide. Hasta el momento, su éxito en los castings ha sido bastante limitado. Pero, como ya podéis figuraros, su suerte va a cambiar.

Ver trabajar a Gail era sencillamente una dicha. El querer que le dedicase aquella sonrisa era sencillamente una necesidad. Sencillamente se moría porque la energía y la dulzura de Gail la envolviesen como una cálida manta. Había jurado no volver a enamorarse de una actriz y, no obstante, cada vez que la miraba una voz interior le susurraba: “De ella puedes fiarte. Tranquila, de ella puedes fiarte».

Chicas, ya que no podemos librarnos de los clichés del género, disfrutemos de lo que hace original cada novela. Cierto es que en esta nos encontramos una vez más con la consabida ricachona exitosa pero infeliz que conoce a inocente pieza de caza que se presta a ser capturada. Aunque a cambio tenemos un escenario interesante, el mundo de las producciones cinematográficas.

La ambientación en este sentido es generosa, incluyendo ciertos detalles que ayudan a que nos encontremos en el centro mismo del rodaje. Por ejemplo, respecto a la prohibición del bronceado de los actores:

Si os cambia el tono de piel, a los de continuidad les dará un ataque y los de maquillaje organizarán un escándalo.

O ciertas diferencias entre los rodajes de las películas de acción y las que cuentan una historia medianamente interesante:

Nada de efectos digitales ni de poses delante de una pantalla verde. Además, como va rápido y no sufrimos enormes retrasos para preparar la pirotecnia, estamos trabajando a diario. Así pues, nada de fiestas hasta la madrugada porque no hay otra cosa que hacer.

Asimismo, hay numerosas alusiones al mundo del cine desde el punto de vista fílmico. Sin ir más lejos, observad cómo el galán Hyde Butler pide a Selena que propicie su contratación, en contra de lo que opina su agente:

«Ayúdame, Obi-Wan Kenobi –le rogó él¬-. Eres mi única esperanza”. Sí, es la frase que suelta la princesa Leila en “Star Wars”, mensaje que oculta en R2D2 como si fuera una botella que tira al mar.

“Imaginó que sus estúpidas, infantiles y locas esperanzas eran Janet Leigh, y a continuación las metió en las duchas del Bates Motel”. ¡Ahhhhh, placer! ¡Esto es “Psicosis”, de Alfred Hitchcock!

El propio protagonista masculino de la película tiene un parecido más que regular en su caracterización con Clark Gable, y de hecho se apellida Butler (tal como Rett Butler, galán absoluto de “Lo que el Viento se Llevó”). No voy a comentar la curiosa coincidencia de que todos los apellidos de los personajes de la novela tengan algo que ver con algún personaje relevante de la historia del Cine, pero así es.

A ver, creo que a estas alturas para nadie será un misterio que este es el típico libro lésbico de corte romántico-norteamericano. Chica con pasta conoce a actriz sin un duro (en este caso, sin un dólar USA o centavo); chica con pasta es poderosa, pero no quiere que nadie piense que enchufa a la “chica sin pasta-pero-con-grandísimo-talento”-. Ahí está el centro del conflicto, junto con otros elementos que adornan la trama alrededor: la ex de la forrada, Jennifer que, como ya he señalado, es una zorrupia con galones – por poner un ejemplo.

Entre capítulo y capítulo aparece un pequeño inserto de cotillerías que se están publicando en ese momento de la acción y que por un lado apoyan la verosimilitud de los temores de la pobre Selena (menuda panda de vampiros la rodean a ella y a toda la producción), y por otro ilustran sobre lo pobre, mezquino e inexacto de los tales rumores lanzados al viento.

Lo que suelo decir cuando llego a este punto es que, al menos, hay sexo a raudales. Pues no, en este caso no me queda más remedio que señalar que hay sexo, pero no abundante. De vez en cuando surge alguna frase divertida, cierto.

Prácticamente se le había caído la baba ante aquella mujer. De repente, su cuerpo se estaba obsesionando con el hecho de que llevaba demasiado tiempo sin acostarse con nadie. Decididamente, ciertas zonas estaban despertando y diciéndole “¿Te acuerdas de mí?”.

Pero que nadie espere encontrar sexo a espuertas, porque hay algún polvo pero se reserva para el final. Lo que salva la novela es que la trama es entretenida con todo el rollo del cine: resulta divertido ir “cazando” referencias. Además acaba llevándonos al huerto con la “intriga” de si estas dos llegarán a terminar juntas a pesar de que a ninguna les conviene para sus respectivas carreras.

Se puede leer porque es entretenida. Pero no esperéis delirar de la emoción. Disfrutada si os apetece, que ya íbais queriendo algo más liviano. 😉

Edición citada: KALLMAKER, K. Un peldaño más Ed. Egales. Edición Kindle. Editorial Egales. Madrid/Barcelona, 2012.