libros lésbicos

Este libro lésbico puede leerse independientemente, pero dado que es la segunda parte de “Una Isla para Dos”, podría ser muy recomendable leerlo tras éste.

Dejamos a Danielle y a Andy embarcadas en una relación marcada por la falta de simetría: la primera es una mujer de negocios rica y de éxito y la segunda una adolescente a punto de presentarse a los exámenes de Selectividad. La jovencita está declaradamente prendada de la ejecutiva, pero las dudas sobre la reciprocidad con que Danielle responde a sus sentimientos planean como una nube perpetua entre ambas. Andy, debido a cómo empezaron el romance, cree que su amante sólo quiere de ella sexo y más sexo. Y, por si fuera poco, se empeña en pagar por el tal sexo. Eso a Andy la trae por el camino de la amargura: siente que presta servicios sexuales a cambio de dinero; es decir, piensa que se está prostituyendo.

Ahora, en “El Contrato”, seguimos poco más o menos en el mismo punto. Con la diferencia de que han intimado más, que la mamá de Andy conoce (de vista y fugazmente a la novia de su hija) y que salen de cuando en cuando a cenar. Pero, quitadas estas salvedades, volvemos a partir de una situación parecida: Danielle propone a Andy irse a pasar otras vacaciones. En la presente ocasión esquiar en Aspen. Como puede verse, el presupuesto del ocio de esta mujer es bastante elevado. No sé qué hago en mi trabajo, habida cuenta de que también me gustaría ser multimillonaria; decididamente debería optar por cambiar a publicista o…fontanera (meten unas facturas de infarto).

La joven estudiante accede encantada, aunque perseguida por sus fantasmas de siempre (que si me paga por acostarme con ella, que si no… en fin, ¡criaturita!). No obstante, ella ha percibido un cambio mayúsculo en la actitud de Danielle. Es más tierna, más cariñosa, más atenta. A veces, incluso, parece que está enamorada.

No era el témpano que aparentaba ser. Pero yo evitaba reaccionar ante lo que me decían sus ojos. Por el momento ya era suficiente para mí, porque era más de lo que yo podía pedir en un principio. Ella precisaba tiempo y yo se lo iba a dar. Quería ofrecerle todo el tiempo del mundo y pasar con ella el resto de mis días. Ella era mi mundo.

Las vacaciones son esplendorosas. Se lo pasan absolutamente genial. Y, por supuesto, el sexo corre a raudales como si alguien hubiera abierto el grifo del manantial de los polvos.

Sus dedos aletearon por mi cuerpo como pájaros nerviosos que no encontraban sitio en el que posarse.

Pero, paulatinamente, Andy comienza a ver otra vez algo raro en el comportamiento de Danielle. A veces es dulce, encantadora; otras veces vuelve a ser la tirana gruñona de siempre. Pero lo que más alarma a la perpleja estudiante es la aparición de una nueva y extraña actitud:

-No me dejes sola- dijo, con voz ahogada.
Nunca la había visto así. Nunca se había mostrado tan vulnerable. Por regla general, lo ocultaba.
-Claro que no, Danielle- dije, algo asustada ante el tono infantil de su voz-. Nunca te voy a dejar sola. NO debes tener miedo.
Se acurrucó sobre mi hombro. Le eché una colcha por encima mientras la miraba, pensativa. Sentí una extraña sensación.

Cuando todo parecía ir más o menos bien, de repente, Danielle desaparece dejando un contrato que Andy debe firmar. Es, en realidad, la confirmación de sus peores predicciones: tras darse el piro, la deja “bien colocada”, como una amante que se ha portado muy bien… O eso podría parecer.

Sin embargo, aunque digan que el amor es tonto en cuanto que ciego, Andy tiene suficiente sesera como para darse cuenta de que lo que allí está pasando no es normal. Por supuesto calibra cuidadosamente la posibilidad de que la haya abandonado por otro trozo de carne fresquita, por supuesto que lo pone en común con su mejor amiga (recién estrenada como amistad y lesbiana también, por más señas), y también acaba enterándose su pobre madre. Digo “pobre” puesto que, lógicamente, cuando se entera de ciertos detalles de la relación, pone el grito en el cielo pensando que su hija ha sido víctima de la peor de las seducciones.

Pero Andy erre que erre. No se quedará tranquila hasta que no encuentre la clave y la llave de la súbita partida de su amada. Porque por eso está tan terca: porque la ama y no va a dejar que se libre tan fácilmente de su compañía.

Y aquí está la aventura y el suspense: ¿Se ha fugado Danielle en plan traición, cansada de Andy una vez la ha exprimido sexualmente? ¿Amó Danielle a Andy alguna vez (en la primera o en la segunda parte del libro), o es lo que parecía en un principio sin más? De no ser así, ¿qué poderosa razón ha impulsado a Danielle a desvanecerse de la faz del planeta?

Los interrogantes no quedan aquí porque, dejando de un lado las motivaciones o no motivaciones de la desaparecida… ¿dónde ha ido a parar?

Andy, movida por sus sentimientos inasequibles al desaliento amoroso, emprenderá una investigación que merece la pena seguir. Emocionante.

En comparación con “Una Isla para Dos”, hay que reconocer que existen elementos que mejoran mucho. Para empezar, el argumento está mejor trabado; la historia es más elaborada, tiene más intriga, sorprende más. Y, aunque la solución final podría calificarse de un tanto ilusoria o fantásticamente ideal (no me tiréis de la lengua, no pienso spoilear), no por esto hay que decir que el desarrollo de la trama no consigue tirar de nuestra lectura hasta el final. Para mí, es mucho mejor que la primera parte, a pesar de que no deja de ser también una novela ligera.

Como en la obra precedente, además del suspense añadido en esta segunda parte, encontraremos igualmente el aliciente sexual continuado. Es, como la primera, una novela lésbica de marcado tinte erótico. Y, además, también romántico.

Era como si la tierra entera hubiera desaparecido para nosotras y nos encontráramos en el cielo, mejor dicho, en el Olimpo. Los labios de Danielle sabían como la ambrosía, el alimento de los dioses, y su piel era suave al tacto, como la de los mismos dioses cuando se despojan de sus aterciopelados ropajes. Sus pezones eran como uvas, oscuras y dulces. Los chupé, los absorbí con mi boca, los dejé crecer en ella, intenté probar el dulzor de aquella fruta.

Que la disfrutéis, si os apetece.

Edición citada: GOGOLL, R. El contrato (“Una Isla para Dos”, Segunda Parte). Edición Kindle. Editorial Egales (Colección Salir del Armario). Barcelona/Madrid, 2012.