La-niña-de-mamá-libro-lésbico

A Olivia se le acaba de morir su madre. Ha sido una muerte repentina, sorprendente, de esas que dejan sin aliento, que inundan el corazón no sólo con la inmensa tristeza de una pérdida tan enorme, sino también con un tremendo shock. Olivia lleva el luto encima, y además el peso de una ausencia aún más difícil de aceptar por lo que tiene de incomprensible; en el fondo sabe que cuando acabe de digerirla comenzará el verdadero dolor.

En este estado de cosas, la única salida es ponerse en manos de un/a terapeuta hábil y competente, en vez de sostenerse en fortalezas fingidas creyendo que se puede con todo. Esta es la sabia decisión que toma nuestra protagonista, pasados cuatro meses del fallecimiento de su madre. Ha tardado un poco y está hecha polvo, pero al menos se ha decidido por fin.

En el camino de recuperación del sosiego y la alegría de vivir perdida, Olivia no está sola o, al menos, no cree estarlo. Para algo tiene a su hermana, a su padre y a su novia.

Su hermana tiene su propia familia y está centrada en ella; el padre vive un difícil proceso de adaptación a la viudedad: le ha dado por buscar pareja en internet porque la soledad se le desploma encima. La relación de ambos con Olivia es buena, fluida, se ayudan mutuamente en lo que pueden. Pero cada uno soporta su propio calvario. Ahora bien, con todo lo importante que puede ser la familia en estos trances, resulta indudable que el papel de la pareja es mucho más decisivo. Así que lo lógico sería que Olivia se apoyara en su novia, que se llama Eugenia y vive en la otra punta del país.

Puede parecer que el problema está en esa lejanía geográfica. No obstante, sabemos bien que muchas parejas viven separadas por imperativos diversos y que sin embargo se ayudan y funcionan porque se quieren (a fin de cuentas, eso es lo más decisivo y lo que importa de verdad). Olivia se sostiene como puede hablando compulsivamente por el móvil con su novia: necesita oírla, sentirse acompañada.

Hasta aquí todo normal, si no fuera porque Eugenia dista mucho de ser una novia ejemplar. Lo lógico es pensar que en las situaciones difíciles cuentas con la persona que te quiere, que eres lo primero para ella; y aún con más motivo en las circunstancias tan dramáticas que Olivia está soportando.

Pues no. Si espera que su novia la ayude, que esté ahí para ella, ya puede ir esperando sentada. Porque Eugenia es una egoísta: no del tipo egoísta que todas podemos ser de vez en cuando, qué va, ella es una profesional del egoísmo. A tal característica suma una egolatría profunda y un egocentrismo de manual. Junto a estos tres ego-adornos que conforman el tronco del árbol de su personalidad, podemos colgar de las ramitas varias perlas más: vanidosa, violenta, impaciente, borde como ella sola…vamos, que la niña es una joya de colección. Como ejemplo para hacernos idea, veamos una señal de su engreimiento supino:

Eugenia estaba convencida de que se volvía el centro de sus miradas en cuanto aparecía en escena. Aún no se había inventado nada mejor para llamar la atención de la libido que una rubia de aspecto elegante y reservado como ella.

Pero lo peor de todo viene ahora: Eugenia es, además, una cobarde. No tiene lo que hay que tener para apechugar con una relación lésbica. Se asusta, se compunge, se desola, se estigmatiza a sí misma, pero siempre procurando sacar de todo ello un punto de heroísmo romántico que la enaltezca en su miseria de gallina cobardica.

¡Y el colmo es que no sólo justifica su falta total de valentía, sino que además defiende que ese es el comportamiento normal! En otras palabras, señoras, hay que avergonzarse, sentirse culpable, traicionar si se tercia a tu pareja y luego ir feliz por la vida diciendo que la pobre víctima eres tú (en realidad la verdadera verduga del cuento). ¡Cómo disfruta viéndose sufrir como si verdaderamente sufriera! ¡Toda una actriz entregada al personaje de sí misma!

Eugenia no perdía detalle de su congoja, encuadrada en un magnífico primer plano sobre el espejo. De esa manera la estuvo retroalimentando durante un tiempo largo. El desconsuelo se prolongó hasta la hora de cerrar. Tras una traca final de gimoteos, rendida, dejó de estrujar la esponja que, de inmediato, se precipitó al suelo.

En este tipo de personalidades el problema es una falta de madurez extrema, que impulsa a la sujeta a intentar representar su propia vida como si fuera un guión teatral, para darle toda la emoción, el morbo y la excitación que le gustaría que tuviera y que no tiene. En ese mundo de fantasía, los demás actores y las demás actrices pueden irse preparando porque acabarán damnificados/as a costa del guión principal (que únicamente respeta a la protagonista-guionista puesto, como es lógico, está sólo al servicio de sus ego-fantasías). Eugenia es dañina y destructiva. Y Olivia tendrá que aprender a ver la verdad y a dejar atrás lo que le hiere y no le aporta nada bueno.

Ahora bien, Eugenia no es una mala esquemática. Ella tiene sus razones para ser así, aunque no sean aplaudibles. Básicamente lo que le sucede es que tiene mucho miedo y poco coraje. Son defectos humanos, y por tanto comprensibles. Aunque sería muy deseable que los corrigiera, porque le llevan a hacer las cosas que hace y que no debería hacer.

Eugenia anhelaba su antiguo papel, volver a formar parte de la sociedad sencilla y tradicional que conocía y a la que pertenecía. Aunque había intentado mantenerse fuera del redil, junto a Olivia, durante meses, no había sido capaz de habituarse a aquella intemperie y echaba de menos el calor de la manada.

Pero no sólo conoceremos a Eugenia y su peculiar forma de llevar una relación amorosa con Olivia. La novela es muy introspectiva y la acción está íntimamente ligada a los procesos internos de todos los actores de la trama. Es su evolución mental y espiritual lo que dirige la narración: todo pivota en torno al proceso de recuperación frente a la pérdida de un ser querido, ya que las reacciones son personales e intransferibles y la gestión del duelo es distinta para cada persona. Dentro del análisis de esos procesos, el eje principal es Olivia. Asistiremos a su camino terapéutico, a cómo su espíritu va sanando a pesar de las dificultades, aunque parezca que todo se le pone cuesta arriba.

A la orfandad, se le había unido, en apenas un par de días, el desempleo y una lesión que le iba a dejar demasiado tiempo para entristecerse, y le iba a incapacitar para correr y desfogar sus lamentaciones…¡Todo se estaba poniendo de lo más dickensiano!.

Perder a un ser querido es una experiencia muy amarga pero, por desgracia, algo que todos acabamos conociendo tarde o temprano. Esto lo hace un libro muy cercano, porque presenta una realidad reconocible y para nada alejada de la vida real. Además se encuentran reflexiones muy interesantes y de contenido práctico desde el punto de vista psicológico. Por ejemplo, ¿sabéis cuáles son los tres secretos de la felicidad? Pues, según la sabia terapeuta de Olivia, los siguientes: la relajación, el sentido del humor y el modo de encajar la frustración.

Pero no esperéis una historia triste o sobrecargada de reflexiones. Es ágil, se lee con fluidez y nunca pierde una cierta perspectiva humorística, algo que le quite dramatismo. Incluso hay partes realmente divertidas: confieso haber disfrutado como enana en las sesiones de psicoterapia de Eugenia. La terapeuta, que no tiene un pelo de tonta, la torea a placer. Son situaciones llenas de ironía, sin llegar al sarcasmo; de las que arrancan sonrisas y a veces incluso carcajadas. Que la disfrutéis, si os apetece.

Edición citada: Ensaya, C. La niña de mamá. Ebook, edición Kindle, 2015.