Ellas por Mari Ropero

Supongo que trabajar en la prostitución no es sencillo. Y menos aún para tu pareja. Digamos lo que digamos, lo de imaginar las actividades laborales de tu novia tiene que ser como para tirarse por un balcón boca abajo.

Ahora bien, cuando a tu novia la has conocido en plena faena, siendo tú una clienta, tampoco es lógico que te vayas quejando de su profesión. Porque, entre otras cuestiones, está claro que si ella no trabajara en lo que trabaja, jamás la habrías conocido.

Este es el dilema al que se enfrenta Lourdes, ejecutiva de éxito residente en Londres. En una de sus escapadas a Madrid, cedió a la tentación de contratar a una “escort” (digo yo que por qué no se siguen llamando con la terminología de siempre, que tenemos que ponerle nombres raros a todo para que parezca más “chic”, con la abundancia de términos existentes en castellano para denominar a dichas profesionales). La tal tentación fue instantánea y fugaz, pues en el momento en que la meretriz entró por la puerta de su habitación, ya había Lourdes abandonado sus lúbricos propósitos. Como se sentía algo culpable y también algo ridícula por haber hecho ir a la chica en cuestión (quien dijo llamarse María) sin necesidad –qué más dará si la va a pagar lo mismo: mejor para ella, cobrar sin trabajar- decide invitarla a la cena. Charlan y charlan. Tras la conversación Lourdes descubre que la tal María es algo más que un cuerpo apetitoso. Le gusta de verdad.

La hetaira queda a su vez subyugada por su clienta. Pronto confiesa su verdadero nombre: Carmen. ”María” es su pseudónimo de guerra (en ciertos trabajos hay que guardar la discreción en estos aspectos). Y como el destino es el destino y no perdona, Lourdes y Carmen se enfrascan en una bonita relación, dado que están enamoradas la una de la otra hasta las cachas.

Con estos ingredientes todo debería ir bien, pero vais listas si queréis tener calma. Poco a poco crece en Lourdes el veneno de los celos (cuasi-profesionales en este caso, puesto que se refieren a la actividad laboral de Carmen). En vez de irla informando de sus cuitas y sufrimientos, espera –cual olla exprés- a explotar. Justo el día en que Carmen la invita a su casa, haciéndola partícipe de su esfera más íntima, personal y hogareña, Lourdes decide plantificarle en toda la cara sus últimas condiciones: o deja el trabajo o Lourdes la deja a ella. Carmen, sorprendida, intenta dialogar. Explica que no puede dejar colgada a la empresa que una vez la contrató y donde la han tratado bastante bien. No puede despedirse a la francesa.

Lourdes, presa de sus propios hervores emocionales, no atiende a razones de lealtad profesional. Piensa en ese momento que si Carmen no renuncia “ipso facto” porque ella se lo pide, es porque elige ser puta por encima de estar con ella. Así que se encabrona y se va. A Londres.

Solo me salió abrazarla, abrazarla fuerte, muy fuerte. Para que supiera que no podría estar sin ella. No quería dejar de sentir ni por un segundo su cuerpo, su aliento, su piel. Pasamos así un buen rato. Abrazadas y llorando. Como dos niñas pequeñas que se sienten abandonadas en su primer día de colegio. Un llanto sin consuelo, casi desesperado. (Pág. 53).

A partir de ahí se inicia un movimiento alternante que, como dice la presentación de la contraportada del libro, resulta un auténtico zig-zag en donde ambas huyen, luego intentan volver, etc. Son actuaciones basadas en el intenso deseo y mutuo deseo de acercarse, pero frenadas y a veces repelidas por múltiples malentendidos o cobardías por ambas partes (aunque debo decir que probablemente el punto a la cobardía se lo lleve más Lourdes que Carmen). Todo ello se desarrolla con circunstancias cambiantes, con nuevas decisiones, nuevos domicilios…En fin, que estas dos están condenadas a entenderse y a juntarse.

La narración se construye en primeras personas alternantes, y esto permite dar la versión de las dos protagonistas. Estamos ante una novela entretenida, con una prosa amena, sin artificios. Es una historia con conflictos interesantes y también con un movimiento de la acción que permite leerla con fluidez. Perfecta para quienes busquen una historia de amor sencilla, con momentos emocionantes y fácil de leer.

Edición citada: Ropero, M. Ellas. E-dítaloContigo. Madrid, 2013.