Correteé por toda la habitación detrás de mi corazón, haciendo aspavientos con los brazos para asustarlo. Saltó por todas partes, sobre mi colcha, los libros de mi estantería y algunos apuntes que dejé en el escritorio. Pensé que podría colarse por la ventana y entonces estaría perdida sin él.

“Me alquilo para el 14 de febrero” es un libro de relatos. Concretamente 19. No son predecibles, ni simplemente interesantes o curiosos. Estamos ante algo fuera de lo normal, que introduce una forma de escribir radicalmente original, estudiada y trabajada.

Luego me extenderé un poco más para explicar por qué me parece un buen libro. Ahora vamos a esbozar unos trazos de los diferentes relatos, para dar una idea de qué puede ir la cosa… y abriros el apetito.

En “Instrucciones para querer a Ammy Gibson” la protagonista realiza una confesión de su vida, concentrada y completa. A partir sólo del timbrazo de un teléfono, conoceremos lo más íntimo de su existencia. Una llamada que ella no sabe si responder, porque ignora quién está al otro lado de la línea. Y durante ese lapso de duda, mientras el teléfono suena y suena, nuestra protagonista elucubra sobre su posible interlocutor y en ese repaso nos desvela su vida entera, lo cual es una estrategia muy hábil: cómo desarrollar toda una historia a partir de que un teléfono suene insistentemente. Con menos se han hecho grandes guiones.

Nada en común con “Y vas y me dejas”, un recorrido por diferentes formas de ruptura para personalidades diferentes. La policía debe intervenir en caso de robo, estaremos de acuerdo; pero, ¿qué ocurre cuando se roba un corazón? ¿Es correcta la intervención policial en ciertos delitos «especiales»? Lo descubriremos en “Vencejos a punto de llorar”.

“Quimera”, un sueño que se hace realidad porque, de puro sueño que es, ese es su destino; muy diferente a “Si pongo mi dedo sobre la esfera del mundo”, una historia con una española (sevillana, por más señas) como protagonista. Ella vive en Shanghai, acosada por el desarraigo y la nostalgia, aunque con novia local.

Tomamos té, le cuento que por las noches me siento desconsolada cuando observo desde mi habitación el rascacielos de enfrente, lleno de oficinas. Cientos de ventanas minúsculas, que se encienden y apagan, como si el edificio tuviese un corazón, que palpita y se ilumina, parpadeante, atrapado en su interior.

Y, como una de las virtudes del libro es precisamente la variedad, “¿Y cómo digo esto sin que suene mal?” es por completo distinto a lo anterior: un relato bastante caliente, centrado en el noble arte de hacer el amor a distancia.

Pensé en sus manos, esas manos retirándose una de sus faldas de vuelo sin escalas, y percibí un conocido dolor entre mis piernas, como el que se produce cuando prendemos una cerilla.

“Las Consecuencias” es uno de mis preferidos. Tal vez porque transpira por sus cuatro costados cierto aire simbolista, al que aludiré después. Es la historia de un amor…basado en la escritura. Y hasta ahí puedo leer. Una metáfora hecha máquina de escribir.

Cambiamos de tercio: con “El Último Beso” nos sumergimos en una descripción rotunda y exacta de la muerte de un amor. La etiología de la dolencia que condujo al fatal deceso es la falta de cuidados, motivada a su vez por la prepotencia y la insensibilidad del otro.

He buscado, con desesperación, en el congelador el sentimiento que me ataba a ti, e intenté recalentarlo, aunque no volvieron a saltar las palomitas en mi estómago.

Un amor puede nacer en el colegio, como en “Un nosotras ahora”, y su crecimiento años más tarde también puede ser interesante. Sobre todo con todas las circunstancias circundantes, que repercuten irremisiblemente en su desarrollo.

Nos cuidábamos mutuamente, lo cual barruntaba el nacimiento de un enorme afecto que crecía como un monstruo a la vista de todos.

Un beso programado para ser dado en el metro, el primero entre dos mujeres que llevan algún tiempo deseándolo: “El beso azul eléctrico” plantea una sinestesia interesante: siempre he pensado que los sentimientos, las percepciones de los sentidos no visuales, tienen un color concreto.

Respecto al relato que da nombre al conjunto, “Me alquilo para el 14 de febrero”, varias notas encontradas con este mensaje proponen, claramente una cita. La protagonista vive una relación algo turbia con su amante Léa, quien no es soltera y –en consecuencia- es infiel. Los mensajes se suceden siempre con el mismo texto, repetidamente. El dilema está en si aceptar o no la cita, porque aunque parezca absurda, ¿quién acaba por resistirse a la curiosidad? De una solicitud tan misteriosa, tan insistente y tan reiterada, sólo puede salir un encuentro inesperado y revelador.

“André Gide” comienza con la visión de una chica, sentada sobre la taza del wáter en los servicios de un bar de ambiente, leyendo un libro del autor que cita el propio título. Fascinante.

En cuanto a “La escritora de cartas de amor por encargo”, es sin duda una de las más bellas profesiones que se pueden ejercer. Ayudar a que una persona conecte con su amada/o, servir de expresión a quien no alcanza a decir lo que siente….o no puede, o no se atreve. O su expresión no está a la altura de lo que quiere expresar. Sacar los sentimientos de otro para poner su corazón en un papel. Es de imaginar que nada de eso tiene precio, sobre todo cuanto ella misma puede verse involucrada. Curioso: una de las pocas veces en que puede decirse que es bueno mezclar el trabajo con la vida personal.

La siguiente, «La chica de la bicicleta que hacía piruetas en el aire» plantea cómo dos personas absolutamente desconocidas pueden sufrir una metamorfosis emocional y llegar a enamorarse en menos de tres horas.

“El amor hablado” es mi historia favorita, lo confieso. Pequeñita, original…una joyita. ¿Qué puede decirse de las letras? ¿Que con sangre entran? ¿Que a veces seguimos instrucciones a su pie? ¿Qué sienten las letras? Son importantes. Sin ellas no leeríamos, ni escribiríamos, ahora mismo yo no estaría diciendo nada, ni vosotras “escuchando”.

Vamos ahora un poco más lejos: ¿Tienen las letras sentimientos? ¿Pueden enamorarse? Seguro que sí: ellas transportan sentimientos, puede que también los filtren, los elaboren un poco en el camino entre el cerebro y el bolígrafo/teclado. ¿Cómo, entonces, van a ser insensibles? Las letras, decididamente, tienen que tener corazón. Esta es una historia de letras enamoradas, pero de letras diferentes: una Times New Roman puede juntarse con otra de su misma naturaleza. Pero, ¿qué pasa si siente amor por una Arial o por una cursiva? Pues ya sabemos lo que ocurre cuando se subvierte la norma (en este caso de las fuentes ortográficas): es un amor prohibido, como tantos. Pero no hay que sufrir, porque son letras valientes. Ellas lucharán desde el texto, porque juntas hacen Poesía (con mayúscula, claro).

Por contraste, “Se Alquila” habla de lo engañoso de las apariencias, de lo oculto y de las vecinas ancianitas encantadoras e inquietantes. Nada que ver con “Cuando no supe decirte nada porque te ibas”, una historia de amores de oficina, difíciles de confesar por temor a no ser correspondidos.

«El Sofá rojo» es un relato plagado de trazas surrealistas. Quizá la más acentuada sea la lluvia de letras, que ya sabemos por otra de las historias lo importantes que son. Una misteriosa mujer vaga por la ciudad. La protagonista, incapaz de resistirse, la sigue.

A mí me pareció hermosa. Como las noches limpias y azules. Y triste, como la ternura agredida. Probablemente tenga el alma comida de cardenales. Pero nada le estaba belleza.

Y, por último, «De mí, cuando nosotras», la crónica de una ruptura civilizada y respetuosa, llena de amor. Quizá sean las rupturas que más dolor causan, porque el regusto que deja este relato es de total desolación: la tristeza de saber que no puede ser aunque se quiera, de lo injusto del destino (hay una especie de «fatum» planeando, la certeza de que nada puede cambiar lo irremediable).

Cogí la bicicleta. Pedaleé con rabia. Lloré desconsoladamente en el semáforo en rojo, como lo hacen los niños perdidos.

El libro está prologado por Emma Mars, a quien ya conocemos por estos lares (“101 razones para odiarla” y “Políticamente Incorrectas”). Subraya –y estoy muy de acuerdo con ella- la sensibilidad del estilo y la veracidad que impregna a todas las mujeres que desfilan por sus páginas. Creo que da en el clavo absolutamente cuando dice que son “relatos llenos de luz”.

Porque lo más sobresaliente de este racimo de historias es su capacidad de transportarnos a la magia de un mundo real, pero visto desde una óptica no habitual: a través de unas gafas más sensibles, lúcidas y poéticas. Probablemente por eso consigue que experimentemos la sensación de estar en una realidad distanciada, algo extraña, dado que no tenemos costumbre de ver lo normal elevado a poesía.

El efecto es bastante turbador, no deja lugar a la indiferencia: ese punto de vista, lejos de lo acostumbrado, mueve nuestra mente y estimula un modo distinto de percibir.

Esto lleva casi por fuerza a lograr un ambiente general de extrañamiento de la realidad muy interesante. Es observar las cosas con los sentidos programados de otra manera, y mirar al otro lado de una frontera invisible, descubriendo el color y la luz. En suma… se crea una atmósfera poética. Todo un viaje a lo mágico de la vida. Encontrar un estilo unívoco presenta bastantes dificultades, pero orientativamente yo diría que por entre los diferentes relatos corre un viento simbolista teñido de un fuerte surrealismo en la mayoría de ellos. La búsqueda de la palabra que evoque significados distintos a los que habitualmente se esperan es un denominador común. Y esto es simbolismo en estado puro. Respecto al surrealismo, encontramos indicios claros en la subversión de la percepción común, e incluso en la entrada en la realidad de lo semi-subconsciente.

También es una aventura sensorial. Se construye mayoritariamente a base de frases breves, exactas, lapidarias. Como ya habréis visto por las citas, la forma de expresión es una delicatesen.

Respecto a los personajes, llegan a ser fascinantes. Las mujeres que pueblan los relatos son introspectivas, reflexivas, con un mundo interior denso, más o menos impenetrable. De hecho, se siente cierta sensación de privilegio: alguien ha abierto un ventanuco por donde nos deja mirar dentro de sus vidas. Y sus historias son un viaje al corazón, a veces a las tinieblas. Son personajes llenos de existencia, con un alma compleja y profunda que pide a gritos ser descubierta.

Por todo ello sólo queda recomendar la lectura del libro. Creedme, se trata de toda una experiencia de la que no deberíais privaros.

Que lo disfrutéis, si os apetece.

Edición que cito: LAGO, H. Me alquilo para el 14 de febrero. Ebook. Edición Kindle, 2015.