secretos-de-un-recuerdo-libro-lesbico

Un banco, bajo un olmo, a orillas del río Elba. Caly, cumpliendo su última voluntad, en ese mismo lugar, arrojó las cenizas de su abuela a la corriente.

De hierro forjado, descolorido y en el medio, esculpidas sobre el frío respaldo –sobresaliendo de él-, dos rosas con los tallos entrelazados yerguen su postura buscando la luz.

Así comienza esta aventura: un viaje a la vida pasada de Alicia, abuela de Caly “con funciones de madre”. Caly Winston es una saxofonista que toca en los garitos de Charleston (Estados Unidos); su abuela, Alicia, ya nonagenaria, vive en una residencia geriátrica cercana. Un buen día, Caly recibe una inesperada visita: la figura seria y trajeada de un forastero. Marc es un abogado belga, portador de una misión inusual. Busca a Rebecca Bloon Dötzel, violinista de éxito muchos años atrás, judía en el Berlín de la Alemania nazi; y necesita encontrarla para que declare en un proceso judicial. La persona que busca se llama ahora Alicia.

De padre judío y madre alemana, Rebecca omitió su primer apellido para ocultar un origen poco conveniente en la Alemania del año 1940. Después tuvo que cambiarse hasta el nombre de pila para poder huir. Ahora, el pasado reclama su testimonio como testigo en el juicio que se sigue contra la persona de Elena Von Schuller, también conocida entre los prisioneros por el apodo de “la tétrica Elena”.

La procesada murió hace tiempo. Pero su hijo Gael ha removido Roma con Santiago para encontrar testigos de lo sucedido en los días aciagos en que Elena moraba en la terrible fortaleza de Dresden, atestada de prisioneros esclavizados. El comandante en jefe de tan sombrío lugar era su marido, el capitán Von Schuller. Gael ha sido el artífice de la búsqueda de Rebecca. Pero, ¿será su testimonio favorable a Elena o corroborará lo manifestado por los demás testigos?

Rebecca Dötzel tocaba en la mismísima Filarmónica de Berlín, cosechando éxitos junto con su inseparable violín (al que llamaba Eliot). Era una música de gran talento, hasta que su suerte se truncó, merced a la delación de un compañero. Inmediatamente fue capturada por las SS y empujada dentro de un vagón de tren con destino a Auschwitz. Allí hubiera terminado sus días con toda seguridad, de no ser porque en la selección de prisioneros alguien decidió apartarla de los demás infelices presos. Ese alguien fue Elena.

Y así, sin más compañía que la de su inseparable Eliot, Rebecca aterrizó en otra cárcel. Ciertamente era mejor destino que un campo de exterminio, pero la fortaleza de Dresden resultó una prisión dura y peligrosa. Su vida sólo se diferenciaba de la de los demás judíos en un pequeño detalle: tocaba su violín para Elena. En las sesiones musicales participaba también Alina, otra prisionera, de quien Frau Von Schuller tomaba clases de piano.

Estos pequeños conciertos proporcionaban algunas ventajas a las dos músicas. Por ejemplo, la posibilidad de comer, al finalizar su actuación, los bollitos y pastas dispuestos generosamente en una fuente “ad hoc”, tras la marcha de su anfitriona. Ellas llenaban los bolsos con todo lo que podían de estos alimentos y los compartían con sus famélicos compañeros. La posibilidad de comer un poco marcaba la diferencia entre la muerte y la vida.

Aunque, si para las dos prisioneras las sesiones musicales eran provechosas, para Elena suponían un verdadero oasis en su vida diaria. Elena no amaba a su marido; de hecho, ese matrimonio había sido impuesto por el propio Führer, que veía en ambos cónyuges los perfectos representantes de la raza “superior” que debían aparearse para procrear vástagos igualmente perfectos. Porque Elena tenía una belleza dentro del canon ario más puro y el capitán Von Schuller era el típico y fornido muchacho de auténtica raza teutona. Así que se casaron, sin más. Pero, lógicamente, Elena no era feliz.

El día en que Rebecca descubrió que la terrible Elena Von Schuller estaba interesada por ella (desde un punto de vista más allá de lo meramente musical), sufrió algún tipo de shock. Se le juntaron los prejuicios sobre las relaciones entre personas del mismo sexo con lo insólito de la situación: cómo asimilar que su altiva y fría carcelera la deseaba. Además estaba su certeza de que la malvada nazi sólo quería satisfacer sus instintos más primarios, eligiéndola a ella como filete a degustar (un filete bastante delgadito debido a las privaciones, todo hay que decirlo). Así que, en principio, Rebecca oyó la llamada de la supervivencia y decidió aprovechar la fascinación sexual que ejercía sobre su opresora. Lo que importaba era evitar la muerte a toda costa.

Por su parte, Elena vivía desconcertada. La pasión que había nacido en ella no tenía explicación: cómo entender lo que sentía por aquella judía, a la que miraba embelesada mientras interpretaba para ella, aferrada a su violín. Con el temor ya instalado en sí, se dio cuenta de lo indiscutible: amaba a aquella muchacha con todo su corazón. Pero no podía obligarla a que correspondiera a tan peligroso sentimiento.

Luego algunos sucesos desviaron el transcurrir normal de los acontecimientos. El destino camina siempre por senderos incontrolables y, debido a múltiples circunstancias, el amor fructificó en Rebecca y se afianzó en Elena.

Éramos jóvenes, bellas y alocadamente enamoradas.

Sin embargo, la guerra seguía fuera y marcaba sus imperativos. Y así, nuestras músicas, Rebecca y Alina, se vieron de nuevo en peligro. Cierto espíritu indómito habita siempre en quienes están sujetos a la opresión, impulsándolos a rebelarse. Todo cambió para peor. Y en Rebecca comenzó a germinar la terrible sospecha de que su hasta ahora amada Elena no era trigo limpio, y que realmente fue responsable de la represión y asesinato de los prisioneros de la temible fortaleza.

Para saber la verdad tendremos que esperar al testimonio final de la propia Rebecca, un montón de años después, bajo la atenta mirada de un tribunal en Bruselas.

…como dijo el filósofo, la verdad siempre se hace evidente.

¿Desmentirá Rebecca los crímenes de Elena? ¿Manifestará, por el contrario, que Elena fue el amor de su vida, pero también una asesina que sólo a ella perdonó la vida? Porque si algo resulta indiscutible es que Elena fue el amor de su vida. Y tantos años después, ya convertida en Alicia y a salvo del horror nazi, nunca pudo dejar de reconocerlo.

…tengo la sensación de que mi larga vida se desarrolló por completo en esa fortaleza, en ese corto espacio de tiempo que duró nuestro secreto.

Es esta una novela de temática singular, por más que el entorno haya sido reproducido muchas veces. Quiero decir que los relatos sobre la represión nazi han tenido un eco múltiple en el cine, en el teatro, en la literatura, etc. Pero, desde luego, no es tan común ver una historia de amor entre mujeres dentro de dicho contexto. Sólo por eso ya sería interesante.

Pero además tiene otros alicientes: es una narración altamente adictiva, sobre todo de la mitad para adelante. La intriga que mueve toda la trama es descubrir qué pasó realmente, qué papel jugaba Elena en todo el asunto y cómo Rebecca consiguió salvarse (sin olvidar a Alina, que también tenía un rol importante en todo el desarrollo de los acontecimientos).

La técnica de entrelazar las visiones de los protagonistas con la declaración testifical de Rebecca y entrecruzarlo con el tiempo actual, resulta muy eficaz. Las distintas versiones se van sucediendo, dando pistas y puntos de vista diferentes que van descubriendo de forma paulatina lo que, en realidad, es el objetivo final de la narración: desvelar los secretos del pasado.

Por todo ello, que disfrutéis de esta novela, si os apetece.

Edición citada: Golden, A. Los secretos de un recuerdo. Edición Kindle, 2016.