cortar con tu novio

El Puto Horizonte

“The Nose” impone.

Su perfil es enorme y poderoso. De lejos parece una gigantesca nariz. Una tocha infinita. La montaña más lisa, preciosa y peligrosa que he visto. Como tú. Con tu pelo liso, también eres preciosa. Y peligrosa. Como la montaña.

A solas en la explanada, decidimos tumbarnos sobre el césped. Frondoso. Mullido. Me hace recordar partes del cuerpo que no vienen a cuento.

Te miro de reojo. Tienes la vista alzada al cielo. Hacia el horizonte. El puto horizonte que tanto te gusta. Es tan eterno… el puto horizonte.

Quiero empezar la escalada, pero tu hipnótica figura me impide despegar los ojos de ti. Entonces, te giras y me besas. No me lo esperaba, a veces me desconciertas. Nos besamos. Sólo existen nuestros labios, y el deseo de ambas lenguas juguetonas. Toco tu camiseta turquesa, pensando que estarías mejor sin ella, queriendo de repente escalar tu peligrosidad en vez de la de la montaña. “The Nose”, con su roca lisa, infinita hasta el puto horizonte, ha desaparecido.

Sin esperarlo, te separas y corres con los pantalones llenos de raquíticas briznas de hierba, a ponerte tu material, dispuesta a comenzar la ascensión. Tu impulsividad me deja perpleja. Una vez más. Te observo con la boca abierta, con cara de tonta. Delante de mí, el azul de tu camiseta. Arriba, el azul del puto horizonte. Y tú, con el paisaje, si te desnudaras formarías el conjunto ideal para que Reverón te incluyera en su período azul.

Corres muy rápido. Saltas, vuelas, con esa encantadora forma de mirar al cielo con los brazos abiertos.

Adoro pillarte mirando el puto horizonte.

Soñé con ella

SOÑÉ CON ELLA

Herido diario:

Anoche soñé con ella.

Soñé que volvía sin avisarme. No me molestaba, sólo verla borra todo lo demás. Soñé que me daba un pico juguetón. Y yo, sí y no, lo esquivaba porque tengo novia…; pero lo quería. Soñé que la recordaba cuando fuimos al teatro. Ella me decía “a veces sacan a alguien”. Yo la miraba paralizada y se reía, diciéndome que era broma.

Soñé que, por fin, dejaba de ser una niña para ser una mujer, hablándole a la cara. Soñé que la acompañaba al garaje a por el coche y me confesaba haberse vuelto a enganchar al tabaco; fumaba cada dos horas.Soñé que, en el garaje, entonces la besaba yo, me decía que lo había hecho mal, y daba media vuelta con intención de irse. Le preguntaba “¿quieres que lo haga bien?” Agarraba su mano y la traía de vuelta. La besaba de nuevo, sin miedo en la lengua.

Soñé que me sonreía y yo era feliz por sentirla otra vez.

Herido diario, soñé que me encantaría hacer el amor con ella, en el coche mismo; pero que tampoco me corría prisa si no le apetecía. Soñé que comprendía que no hay en el mundo una mujer más maravillosa que ella.

Soñé con su tacto junto a mí, y me acordaba de mi novia. Porque su tacto no es el de ella. Porque su manera de besar no me pone igual que la de ella. Porque no es “ella”, al fin y al cabo.

Soñé con que no me hiciera falta soñarla más.

Qué pena me ha dado despertar y ver que la mujer de mi cama no era ella. Ahora sufro insomnio por su culpa. Por una mujer que, como cruel casualidad, me hace soñar.

Ha sido maravilloso volver a estar con ella, aunque sólo haya sido en sueños.

Hablas Mucho

No entiendo por qué prefiero estar contigo que con mi novia.

Cuando te despides, me sostienes la mirada. Caminas observando otros detalles y, antes de doblar la esquina, echas un último vistazo, buscándome. Te quiero guiñar un ojo, como a veces me haces. Pero me traicionan los nervios y cierro los dos, poniendo una mueca patosa, muy propia de mí, que te enciende una sonrisa antes de desaparecer.

Nunca creí esa suerte para mí. Y me encantas por ello. Me encantas en secreto. En medio de este juego absurdo que nos traemos. Espero que no sea demasiado tarde para decirte cuánto me encantas.

Si coincide que caminamos juntas hasta el metro, tengo que hacer un esfuerzo por preguntarte cuáles son tus hobbies o qué música te gusta, después de que tú me lo hayas preguntado.

A pesar de que hablas mucho, a veces te callas para coger aire. Y es en ese momento cuando más me apetece guardar silencio. Para regodearme con el eco que tu voz ha ido dejando en cada rincón, a nuestro paso.

Mi cerebro tiene que hacer horas extras para no quedarse mudo. Porque me es más fácil aguantarme la lengua en la boca y escucharte, que hablar yo para que trabajen tus oídos.

Tú hablas y hablas, saltando de un asunto a otro, sin acabar ninguno. Agotas los temas. Me vuelves loca… en varios sentidos. Asiento, porque solo quiero seguir escuchando tu monólogo. Y te miro la boca, olvidándome de lo que dice, olvidándome de todo. Me hablas y hablas, pero no de lo que yo quiero oír. Y sonríes entre medias. Sonríes tanto que tú sola podrías envenenar a la tristeza.

Me encantas. Y me encantaría verte despertar alguna vez, para ser testigo de cómo la luz del día te amanece cuando abres los ojos. Sería el mejor amanecer que una mujer puede tener.

Porque adoro, me encanta, me anima, disfruto, me pone, quiero, deseo seguir escuchando tu voz risueña, de la que tú eres dueña, con la que cualquiera sueña, tan tierna como una caricia. Eso ha sido una cursilada. La gente que se encoña con otra persona se vuelve cursi y un poco estúpida.

Quiero arriesgarme, dar el paso, y hacerte muecas patosas todos los días.