Hace unos cuantos añitos, estaba yo en la fiesta de cumpleaños de uno de mis primos. Tenía como 8 años y estaba triste porque mi tío David (que tan solo es cuatro años más grande que yo) me había dicho que no quería quedarse porque «le aburrían esas cosas». Mi mamá me explico que a los niños grandes ya no les gustaban las piñatas ni jugar a lo de antes y recuerdo de manera super vívida que en ese momento pensé: «A mi jamás van a dejar de gustarme las fiestas de niños, no voy a ser como los adultos. Siempre voy a querer darle a la piñata y recoger los dulces y jugar un montón».

La realidad es que con el paso de los años las fiestas de niños me hacen menos ilusión y cuando me dí cuenta pensé: «demonios me he fallado a mí misma y me convertí en una adulta». No es una experiencia que me haya pasado solo una vez.

Cuando tenía 14 me desperté tarde un fin de semana y a pesar de que mi madre me había pedido que le lavara los trastes me quede viendo televisión y haciendo el pato toda la mañana. Por la noche ella tuvo que lavarlos cuando llegó de trabajar y mi padre se enfado conmigo (obvio) y yo pensé: «es fin de semana y quiere que trabaje, que pesado yo nunca voy a ser así con mis hijos». El caso es que de ser una chica living la vida loca a quien le hacían la comida todos los días (bua extraño esos días) me convertí en una madre y esposa que tenía que hacer la comida todos los días. Y aunque me gusta mucho la cocina y me divierto mucho haciendo muffins y demás cosas, han habido muchos días en los que llego totalmente hecha polvo del trabajo y tengo que hacer de comer y me encuentro con Judith dormida y una pila de trastes del tamaño del universo y entonces pienso en mi madre.

Cuando se lo conté a Genix se me salieron las lágrimas, (ejem a veces soy demasiado sensible) porque ahora me da no sé que pensar en cuando ella llegaba cansada y tenía que hacer lo mismo y yo viviendo mi vida loca. Pero que conste que intento redimirme y ahora cada vez que estoy de vacaciones les lavo los trastes a ella y a mi abuela todas las veces que puedo.

Cuando tenía como 17 años, mi tía Gloria conoció a un príncipe azul, se casó con él y se fue a vivir a EEUU. Y cada año volvía a casa y a mi me encantaba verla porque la extrañaba muchísimo (eramos muy apegadas). Pero con el paso del tiempo la mujer ya no podía venir tan seguido y cuando me mude a España yo pensé: «A mi no me va a pasar eso, nunca voy a dejar de ir a México ningún año». La realidad es que este año decidí quedarme en España porque quería pasar unas vacaciones con mi familia las tres juntas y eso no era posible si me iba.

El caso es que con el tiempo la manía de decir nunca se me está empezando a quitar porque constantemente me encuentro con ejemplos que me hacen darme cuenta de que las cosas cambian inevitablemente. En fin que les he compartido 3 cosas pero tengo muchas más en el bolsillo. ¿Alguna vez han dicho nunca y se han encontrado con que la realidad es distinta como yo?

Por cierto acabo de pensar que la señorita Genix me dijo hace unos cuantos meses que nunca se tiraría de un bungee conmigo, prometo traer fotos si le pasa lo que a mi 😛 (nunca perderé la esperanza LOL)

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