plantas39

Escrito por: Arcadia:

«Soy de ideas fijas. Vivo en la meseta norte española. Llegaré muy pronto a la cuarentena, así que me voy resignando. Estoy felizmente casada, después de muchos años de vida en común, y que vaya tan felizmente como hasta ahora. Me encanta el cine (sobre todo el clásico), la buena literatura y las historias bien contadas.»

Señoras, sean pero que muy bienvenidas a la Decimoctava Temporada de la serie más longeva de la televisión española. Tras el estado angustioso que nos han hecho padecer durante meses, pensando en si nuestra Esther (medio-cítrico de nuestra Maca) se había escorromoñao contra el suelo o no, es justo que ahora podamos dormir por las noches, libres al fin de nuestra duda.

Y con tal drama de por medio, el deber me obliga a hacer una seria advertencia: El Servicio Lesbicanario de Salud informa de que este primer capítulo no es en absoluto apto para espíritus sanitario-sensibles. Una, que es curtida guerrera en lides hospitalarias, reconoce haberse conmovido entre los sufrimientos que produce una buena patología clínica en nuestra Esther y personajes adyacentes. Porque, admitámoslo, se les acaba cogiendo cariño a las chicas y compadeciéndose de sus problemones de salud. Ya advierto además de que hay fallecimientos y eso deprime mucho.

Y como la Tragicomedia no ha sido nunca un género fácil de manejar, aviso que en este resumen probablemente se filtren más lágrimas que carcajadas. Aunque algo habrá, porque tengo un sentido del humor un poco raro (y no se quejen, que sé que en el fondo les gusta).

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Esther y Bea cruzan la puerta de Urgencias sobre sus camillas prácticamente a la vez y a toda pastilla. Ambas se han metido el mismo porrazo monumental pero, como la diosa Fortuna no otorga sus dones por igual, las consecuencias del aterrizaje en sus cuerpos no son idénticas aunque en ambos casos revistan muchísima gravedad.

Enumeremos los daños:

Esther: Pupilas isocóricas y normoreactivas (esto es bueno, aunque no lo parezca). Traumatismo craneoencefálico+hematoma epidural.

Bea: Traumatismo cervical+shock medular.

Uffff. Qué feo parece todo y qué traumatizante. Las dos van derechitas al quirófano a practicar reparación profunda de carrocería (o, mejor dicho, del andamiaje-esquelético). Mientras arreglan las piezas de Esther, Maca observa con todos sus ojos y toda su alma la operación en que tal vez su querida enfermera abandone parcial o totalmente este mundito si algo va mal.

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Pero como en este hospital hay unos cirujanos que valen su peso en piedras preciosas, Esther acaba saliendo del quirófano más o menos en condiciones. ¿Habrá tenido algo que ver en la positiva evolución de la paciente las miradas amoroso-preocupadas con que la acarició su pareja durante la intervención? Dejo esta valoración al juicio y criterio más o menos romántico de cada lectora. Pero no olviden que hasta las plantas notan el cariño y crecen mejor si las hablan. Cuando la inconsciente e intubada Esther llega al box, su enamorada pareja le dirige palabras tranquilizadoras mientras acaricia un poco el apósito que le sujeta el tubo del respirador.

El Dr. Vilches ha regresado. Lo primero que hace nada más llegar es meterse con Jacobo (ahí me empezó a robar el corazón) y conseguir que Maca salga un poco a tomar el aire, que está la pobre hecha polvo de la angustia y del no dormir.

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Vayamos ahora a ver qué tal se encuentra la suicida-homicida. Está despierta y, mientras Jacobo le practica exploración neurológica, no cesa de preguntar por Esther. A buenas horas, mangas verdes, Bea, si tanto te preocupaba tu exnovia no haberla tirado por la ventana.

¡¡¡¡Esther está despertando!!!! Abre el ojito y lo primero que ve es a su Maca y a Claudia que la observan expectantes. La paciente se encuentra desorientada y no se acuerda ni del vuelo libre y posterior estrellamiento contra el suelo, ni de las circunstancias que rodearon el suceso. Claudia se apresura a tranquilizarla, es normal que no recuerde nada tras tamaño castañazo.

Pero poco dura esta feliz estancia en la inopia. Pronto Esther comienza a recibir destellos de recuerdo y tales imágenes fragmentarias producen un alboroto en su espíritu que le agudizan la cefalea. Aunque tener la cabeza como un bombo entra dentro de lo normal en la patología de Esther, Maca prefiere avisar a Claudia (nuestra neuróloga favorita) por si las moscas. Esther protesta porque no quiere quedarse sola, pero de nada le sirve porque su atribulada pareja opina juiciosamente que lo primero es descartar problemas neurológicos y luego ya vendrán los mimitos.

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Claudia acude e interroga a la paciente, que refiere dolor de cabeza desde que despertó que va aumentando en intensidad. En medio del examen, Esther comienza a vomitar y a tener leves convulsiones. Maca sale despavorida a pedir un TAC urgentísimo.

Entretanto, el marido de Bea está ocupándose de ella (según nuestras informaciones, la pareja se estaba separando pero que sepamos el divorcio no llegó a consumarse, por lo que técnicamente el tal Luis sigue siendo su marido). El estado de salud de Bea es bastante desastroso: tiene la columna vertebral hecha puré del fino y una sección completa de médula espinal. Si sobrevive, será con una tetraplejia.

Este pronóstico no desanima a su devoto cónyuge (que la cuida con total solicitud), pero ella empieza a olerse la tostada cuando nota que no se puede mover y que su sensibilidad motriz es inexistente. Lógicamente entra en depresión desesperanzada y llora temiendo la muerte.

Lo que sí hace perder la paciencia del marido es que entre su dolorido llanto todavía pregunta por Esther. Esta chica la quiere de verdad, es cierto y lo sabíamos, pero está muy mal de la cabeza y con amores como ese,¡Virgencita, que no me quieran más!

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Ya colocada para realizar el TAC, Esther empieza a convulsionar bruscamente. Ay, chicas, esto pinta mal. Tras una buena dosis de Diazepam, consiguen finalizar la prueba y la meten corriendo en un quirófano a operarla. Con tan mala suerte que justo entonces explota un coche en el muelle del hospital y el sistema eléctrico empieza a fallar de modo estrepitoso.

Pero en el Hospital Central los cirujanos son de primera división y lo mismo valen para un roto que para un descosido (igual da operar un corazón, un hombro, un bazo o practicar microneurocirugía). Así que, a pesar de todas las dificultades, el Dr. Jimeno halla en alguna parte del encéfalo de Esther el agente culpable de tanto trastorno neurológico. Se trata de un rebelde vasito que se ha roto y anda por ahí provocando hemorragias pequeñitas pero matonas. El Dr. Jimeno lo cauteriza en un pis-pas mientras tararea una cancioncilla (trarirariaaaaaro, taríiiiroríiiiiiro) y ¡Voilá!, ya está Esther reparada de momento.

La paciente despierta un poco desconcertada y con la memoria hecha un cacharro. “Maca, nosotras estamos juntas, ¿verdad?”, pregunta. Y acto seguido, una vez sacada del error, sigue con las cuestiones: “¿Y Bea?”. Bea está en las últimas. Da tres fuertes suspiritos y sufre una parada cardiaca. “Hora de la muerte, dieciocho cero cinco”, sentencia Jacobo tras cerrarle los párpados. Su marido explota en desconsolado llanto. Pobrecilla, la verdad es que ya ha pagado bien la obsesión patológica que se pilló con Esther.

Lo malo es que ahora su cónyuge, presa de la desesperación y el sufrimiento, aborda a Maca en el pasillo y le dice que comunique a Esther lo siguiente: “Dile que lo consiguió. Que Bea ya está muerta. Que ha mandado a la mierda mi vida y la de su hijo. ¡Muchas gracias a las dos!”. Tenemos que perdonar la inapelable injusticia de su discurso atendiendo a que el pobre hombre está destrozado y el dolor es quien guía sus palabras. Maca se queda también hecha polvo y disuelve su llanto en el hombro de Claudia, que ya está más que experimentada en labores de consuelo.

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Lo que no ha podido evitarse es que Esther haya oído algo de las imprecaciones del desolado cónyuge de Bea. Así que cuando Maca vuelve a su lado, pide explicaciones. Y no hay nada peor que pedir explicaciones porque te arriesgas a recibirlas. Esther casi deduce por sí misma que Bea ha fallecido y no puede contener las lágrimas de pena: a una ex también se la quiere porque mientras fue bonito, bonito fue.

Claudia tranquiliza a Maca sobre la persistencia de las lagunas de memoria tan colosales que sigue sufriendo Esther. A su experto parecer, tras una castaña tan bien dada en toda la cabeza y dos operaciones, lo ilógico sería que no tuviera estos problemillas. Y mientras se dedica a ayudar a las amigas, Claudia recibe lo suyo también. De repente, un dolor agudo avisa de que algo va fatal en su embarazo. Lo que ve en la ecografía cambia el semblante de Maca: uno de los dos corazones de los gemelos que esperaba ha dejado de latir. Uno de los dos bebés está muerto.

Finalizada la intervención quirúrgica del brazo de Sotomayor, el Dr. Vilches pasa a saludar a Esther, que ya razona bastante bien y hasta se permite alguna bromilla con el indómito cirujano. Cuando las deja solas, Esther conversa con Maca:

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Maca: Se ha hecho cargo de la operación de Javier.
Esther: Sí. Ya me lo ha contado todo Teresa. ¿Ha salido bien?
Maca: Sí, muy bien.
Esther: Hoy es nuestro día de suerte. (Maca se ríe con suavidad y la mira con ojos tiernamente arrobados)
Esther: ¿Te vas a quedar?
Maca: ¡Claro, cariño! ¿Dónde me voy a ir?
Esther: Es que estoy más a gustito si te veo.
Maca: ¡Campeona! ¡Eres una campeona!
Esther (se medio sonríe): No me hagas reír, ¿eh?

¡Qué bonito! Esther, hecha un auténtico cristo, mimosa perdida y reclamando atenciones de su enamorada y preocupadísima Maca, que la mira arrebolada! ¡Dos tortolitas, eso es lo que son! Ahora ya sabemos que muy mal tienen que presentarse las cosas para que Esther no recupere sus facultades y vuelva a su ser normal (para nuestra satisfacción). Por tanto, quedemos tranquilas y expectantes a lo que suceda. Porque, señoras, esto promete. Nuestra parejita vive una luna de miel post-accidente. Que no decaiga el amor.