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Escrito por: Arcadia:

«Soy de ideas fijas. Vivo en la meseta norte española. Llegaré muy pronto a la cuarentena, así que me voy resignando. Estoy felizmente casada, después de muchos años de vida en común, y que vaya tan felizmente como hasta ahora. Me encanta el cine (sobre todo el clásico), la buena literatura y las historias bien contadas.»

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La culpa se reparte entre las termitas y los constructores chapuceros. El Hospital Central está colapsado atendiendo a las numerosas víctimas del derrumbe de un edificio, que se ha caído literalmente encima de sus moradores mientras dormían. Así que Maca y Esther, de regreso de sus vacaciones en Jerez, se encuentran con todo de golpe.

Los días libres les han sentado divinamente, pero Maca se ha traído deberes para casa. Como bien señala Esther, en la familia de su cónyuge “tenemos que hacer” significa “Maca tiene que hacer”. Así que se va a encargar de todo el papeleo subsiguiente al fallecimiento de su padre y las gestiones necesarias para que todo el mundo cobre su herencia. Para tarea tan ingrata y laboriosa viene como ayudante su hermanito Rober, que es al único que conocemos porque el resto de los hermanos deben de tener prohibida la salida del domicilio (única explicación que se me ocurre para entender por qué a ninguno le hemos visto el pelo). Por lo tanto, ya tenemos otra vez a Maca como una pringada, cargando con todos los asuntos familiares; y a Esther protestando indignada por ello. Una de estas protestas le vale un cariñoso carpetazo en la cabeza por parte de su mujer.

Tras este pequeño “toque” de afecto, Maca sigue la ronda con Fernando, dispuestos ambos a empezar ya de mañana salvando una buena cantidad de vidas. Como Fernando tiene una amiga-exnovia ingresada con un cáncer muy malo (que fue también novia de Vilches, por lo que ambos están interesados en ella y su salud) van primero a verla antes que a ningún otro paciente.

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El Dr. Mora se pone nerviosísimo cuando no la ve en su habitación porque se piensa que ha fallecido (por suicidio o por el propio transcurso de la enfermedad), pero lo que ha pasado es que Vilches la ha secuestrado en un quirófano y está operándola a traición. Esto cabrea a Fernando hasta el extremo y presagia nubes negras entre ambos cirujanos. Y, efectivamente, la profecía se cumple y en cuanto sale del quirófano asistimos a su primera pelea, con Maca como testigo. Como Vilches sale también alterado porque aun con histerectomía total no ha podido raspar todo el tejido metastático, se lían los dos a pegarse voces en mitad del pasillo dando un espectáculo de pena. Maca intenta mediar en medio de la tormenta sin conseguir que dejen de gritarse. Al final, cita a Vilches en su despacho para echarle la bronca, mientras un Fernando disgustado y enfadadísimo se larga zumbando pasillo adelante. Fin del primer asalto.

Esther ha descubierto que en su ausencia Alicia se ha tomado atribuciones que antes le habían estado reservadas a ella en exclusiva, como Jefa de Enfermeras que es. Bien lo avisa un dicho español: “Quien fue a Sevilla, perdió su silla”. Y es que Esther puede haberse pasado la vida currando como una burra en el Servicio, que llega Alicia con su cara bonita y como ha trabajado “tanto” la semana pasada, se lleva el premio. El galardón consiste en asistir una operación de separación de siameses (algo que al parecer a Esther le hacía muchísima ilusión, ella sabrá por qué).

De vuelta de reñirle a Vilches, Maca escucha con paciencia las quejas de su mujer. Esther está dolida por los numerosos elogios que se dedican a Alicia. Ha descubierto que no es imprescindible y que en su ausencia no se ha derrumbado el hospital: ¡Esther está profesionalmente celosa!

En atención a las rendidas admiradoras de Claudia, exploraremos su actividad a lo largo y ancho del hospital durante este episodio. En primer lugar, la encontramos despojando de vendajes los operados ojos de la antes ciega Valeria (la médico del SAMUR). Como sí que ve, parece que tendremos el acontecimiento de la temporada: el regreso de Valeria La Borde (que a mi modo de ver es una de las pocas mujeres en este mundo cuyo máximo encanto reside precisamente en la bordería).

La hazaña del día de Valeria La Borde es conseguir una plaza en el hospital a base de chantajear vilmente a Sotomayor: amenaza con denunciar por negligencia médica si no la contratan. El razonamiento que la impulsa es el siguiente: Claudia y Fernando me pronosticaron que me quedaría ciega total, pero eso no ha sido así (Claudia me ha arreglado los ojos y ahora veo); por tanto, Claudia se equivocó (también el Dr. Mora) y ahora puedo denunciarlos a los dos. Es una lógica-ética bastante curiosa pero lo gracioso es que logra lo que se proponía: Sotomayor le da una plaza. Por si acaso a alguien le da un ataque compasivo, que sepan que la sujeta no se va a quedar en la calle ni nada parecido: puede pasar consulta en un ambulatorio y puede tener un puesto burocrático por el que muchos matarían a puñaladas. Pero no, la niña desea trabajar en el hospital y sus deseos han de verse cumplidos. Lo dicho, comienza el reinado de Valeria I La Borde.

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Esther no es de esta opinión. Para ella la nueva «reina» es Alicia porque le ha robado competencias. Para alivio de Maca, Boni (el enfermero del SAMUR) llega justo en la mitad de todo el repertorio de quejas Esthéricas para pedir consulta en la terapia que se traen ambos entre manos. Ya saben: sus dudas sobre si puede o no enamorarse de un señor. Resulta que su aspirante a novio formal le ha plantado un morreo con toda la osadía en su última cita. Eso ha confundido a Boni: no sabe si le ha gustado o si no. Pero reconoce que está más a gusto con él que con muchas de las chicas con las que ha ligado en su vida. Esther intenta que se centre en los sentimientos y los disocie del género de la persona amada, que eso está creando mucha confusión. Desorientado, Boni promete reflexionar. Parece que a Esther le esperan bastantes sesiones de impartir terapia para que este chico se aclare.

¿Se han dado cuenta de que en Hospital Central a los pacientes los reciben en Urgencias «voceándolos»? Todo el mundo entra con alguien a su lado pregonando a gritos su condición sexual, edad y diagnóstico previo. Pues bien, entran dos o tres: «¡¡¡Varóoon, 45 aaaaños, politraumatiíiiismooooo!!!!», o cosa similar. Raquel se ve forzada a ponerse la bata a pesar de haber dimitido en el anterior episodio por sus problemas de autoestima profesional (tiene complejo de ser una matasanos incompetente carente de toda pericia médica). Este trauma raqueliano tiene su origen en las pullas continuas que le ha dedicado su residente en anteriores episodios, que se cree muy guapo y muy listo.

El arrogante muchacho pretende hacerse cargo del paciente pregonado en último lugar, pero Sotomayor se interpone diciendo: «Tú eres un Erre1 y no puedes llevar solo ni a tu madre». La primera vez que oí esta terminología fue referido a un R2. Aluciné, preguntándome en silencio: ¿Pero eso no era un robot? (He visto demasiadas películas de StarWars). En España, a los médicos internos residentes (en periodo de formación) se les denomina para abreviar con la «R» de Residente y luego el año de residencia que están desarrollando. Esto lo aclaro en desagravio por la que formé con la FEA (para que vean que me ocupo de su información y no hago estas cosas sólo para fastidiar picando su curiosidad). El chico petulante éste es un simple R1 (un MIR de primer año) y pretende darle lecciones a medio hospital. Un novato pretencioso. Pero no sufran por Raquel, que al final del episodio le salva la vida a este capullo y así recobra su aplomo médico.

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Ya anunció Maca que se iba a ocupar de solucionar todo el tema de la herencia de su padre. Manos a la obra, informa a su hermanito Rober de los pasos a seguir, los trámites a realizar y, en general, el estado de la cuestión. Como bien auspició Esther, el hermanito se está haciendo cargo exactamente de NADA. Más que a ayudar, parece que Robertito ha venido a vigilar las gestiones que hace su hermana, no vaya a ser que en el reparto de la tarta quien reparte se lleve la mejor parte.

Cuando Maca le dice que una buena parte de los bienes están a su nombre (porque así lo estableció el difunto padre), a Rober los ojos se le encienden en alarma. El alma se le tranquiliza en cuanto su hermana declara que va a renunciar y que se lo van a repartir todo entre todos, a excepción del tercio de libre disposición, que será otorgado a su mamá. Tranquilo Rober, que no cunda el pánico, que te vas a llevar un buen pico. Poco dura su sosiego: una chica pregunta en recepción por la Dra. Fernández Wilson y acto seguido le declara a Maca ser su hermana por parte de padre. Parece que el difunto echó alguna canita al aire y de resultas del adúltero polvo salió un fruto que es esta muchacha llamada Reyes.

Mi desconcierto con los «lapsus» de los guionistas está llamado a no tener fin. Después de preguntar por Macarena Fernández Wilson y decirle a Maca que es su hermana, Reyes manifiesta ser hija de Pedro Wilson. En España el apellido del padre va primero. Por tanto, debería haber dicho que su papá se llamaba Pedro Fernández (y Maca´s mother se habría llamado Rocío, o Rosario, o «Lo que sea» Wilson). Legalmente es posible pero, ¿Tan enfadada estaba Maca con su padre que se cambió el orden de los apellidos al llegar a la mayoría de edad?

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Reyes declara bien pronto sus intenciones. Se ha presentado tan oportunamente tras la muerte del papá precisamente porque quiere un trocito del pastel de la herencia. La indignación de Rober no tiene límites: él ya había calculado lo que le tocaba y ahora hay que restar la parte proporcional de lo que le toca a la nueva partícipe. Quedan para más tarde para seguir discutiendo, y Maca se va a atender al nieto de Fernando que ha ingresado por ponerse malito de fiebre y otitis.

Como Claudia se pone tan pesada a veces, a Gimeno no le queda otra que dejarse ver por el psiquiatra. Ya sabemos que Gimeno es raro mental y vitalmente, pero Claudia piensa que en los últimos tiempos está peor de la cabeza que lo que suele ser habitual y lo manda al loquero. Tras mucha resistencia, Gimeno se tumba en el diván y relata cuánto le gusta el jamón, el gazpacho y las lentejas con chorizo. Sin embargo, ni los guisantes con salsa de tomate ni los spagettis con corazoncitos de pollo le convencen en absoluto. Lo mismo me pasa a mí, así que debemos estar igual de chalados los dos. Una oportuna llamada de Sotomayor ofrece a Gimeno ocasión de escapar de la sesión cuando la conversación comenzaba a entrar en terrenos resbaladizos: el pobre acababa de reconocer lo guapa que le parece Claudia.

Robertito y Maca siguen debatiendo en profundidad el tema de la nueva hermanita que les ha tocado en la rifa. Rober establece cuál ha de ser la estrategia: va a decírselo al abogado de Madrid, y también llamará a los hermanos para que solucionen el tema porque han estudiado Derecho. Éste debe pensarse que estudiar Derecho capacita para hacer que mágicamente desaparezcan de la faz de la tierra los hijos ilegítimos de tu progenitor.

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Rober defiende que no importa si es verdad o mentira que esa chica es su hermana, sino que se trata de un asunto de «posicionamiento». La tal toma de posición consiste en que su padre pudo ir esparciendo sus semillas por aquí y por allá. Pero las furcias con las que copulaba no tienen derecho alguno sobre el patrimonio hereditario, porque nadie las obligó a abrirse de piernas. Maca no puede sufrir tamaños desatinos y le manda callar antes de tener que partirle la boca.

Luego se va al gabinete y rellena papeles. Esther pasa por allí y se interesa por cómo le va la mañana a su señora y, sobre todo, cómo está su espíritu después de añadir una hermana más en el listado de su parentela. Maca está preocupada por cómo se lo va a tomar su madre (ahora que la tenían sosegada, a ver si se va a volver a alborotar). Esther la tranquiliza: lo más probable es que su suegra supiera bastante más de los líos del padre de lo que nunca reconoció.

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Esther: Bueno, a lo mejor no la sorprende tanto. A lo mejor no lo ha querido ver pero siempre lo ha sabido.
Maca: Mmmm. Puede ser. Yo de momento no puedo ni concentrarme pensando que tengo otra hermana por ahí, por el mundo. ¿Tú cómo lo llevas?
Esther: Yo he estado a punto de ponerle tanto curro a Alicia que no pudiera ir a la operación. No lo he hecho, ¿eh?. Porque no es culpa suya y no lo sé, ella es así, es…
Maca: Es joven.
Esther: Sí. Y ya no puedo competir con ella. Ella tiene más ilusión, más entusiasmo, más energía, más…¡Bueno, que ella está en la operación de los siameses y yo estoy aquí!
Maca: En otra etapa de tu vida en la que sigues siendo una profesional estupenda. Y además tienes una familia que te adora, y encima has descubierto que después del hospital hay una vida. Cariño, hay que evolucionar, hay que evolucionar.

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Dicho esto, Maca toma de la barbilla cariñosamente a su mujer. Esther sonríe, ambas se miran con arrobo y acaban dándose un beso.

Crisis superada: Esther entiende que hay que adaptar la vida a cada etapa que se vive. Y muy pronto la realidad le ofrece un regalo en su flanco débil que está siendo el profesional: le dan un premio. Esther salta y brinca de la alegría que la invade y, como de otro modo no podría ser, corre entre sus saltitos a abrazarse a Maca y la provee de besos llenos de alegría para compartir.

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Todo el mundo la felicita, el aplauso es multitudinario y Esther asume el premio como un espaldarazo que necesitaba para sentirse contenta en el ámbito profesional y enfermeril.

Gimeno también le da abrazos y besitos, y huye preocupado al almacén. Allí a solas hace la prueba que nos sacará de dudas sobre si le aqueja una grave patología o no: se concentra, se mentaliza, se impulsa y finalmente no lo consigue. Él mismo ha de reconocer que el diagnóstico es preocupante: está aquejado del “Síndrome Gimeno” (llamémoslo así porque hay muchas posibilidades de que nadie más sufra de este mal en nuestro sistema solar). El Síndrome Gimeno consiste en una compulsión dirigida a comprar revistas científicas y luego no ser capaz de romper el plástico que las envuelve. Este síndrome es peligrosísimo, dado que impide completamente que el sujeto lea las revistas. Y eso para un médico que quiera mantenerse al día de los últimos descubrimientos en materia clínica es fatal. Consciente de su dolencia por fin, Gimeno habla con Claudia y promete ponerse a tratamiento (esperemos que en esta temporada consiga heroicamente rasgar el dichoso plastiquito).

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Esther ha conseguido aliviar sus heridas psicológicas con el bálsamo del reconocimiento público, pero Maca sigue con otras preocupaciones. Su hermanito Rober ha decidido por fin tomar cartas en el asunto de la herencia, pero lo hace para fastidiar. A él no le importa un pimiento (ni dos) que la tal Reyes sea hermana suya o no lo sea. Lo que a él le importa es que su parte en el botín hereditario no se vea disminuido ni un ápice. Por tal razón, pretende ponerle una demanda por supuesta extorsión a la pretendida hermana con el único fin de acobardarla y que desaparezca del horizonte con el rabo entre las piernas.

Maca tiene otro interés: a ella le preocupa saber si tiene una hermana más o no. Como los objetivos de Rober y Maca son diferentes, sus puntos de vista no pueden encontrarse en un acuerdo común. Maca acaba por pedirle a su hermano que se vuelva a Jerez y deje de tocar las narices. Y Rober, que parecía tan mansito y tan inofensivo, saca las uñas a última hora y la desafía: “No puedes hacerlo”, afirma. Lo malo de emplumarle a Maca todas las gestiones es que de paso se ha informado de que sí que puede hacer y mucho: con que ella no firme, todo se paraliza. Así que el hermano se va al sur y ella llama a Reyes para decirle que quiere que se haga el ADN y así saber si hay o no parentesco fraterno entre ambas.

Y aquí termina la historia de este capítulo, lleno de ambición, intrigas y celos, como los culebrones de más alto nivel.¿Qué les ha parecido?