Maca y Esther se nos volvieron a ir de vacaciones la semana pasada, por lo que nada de reseñar hubo en el capítulo anterior. Ya de vuelta, Esther sigue en modo quejoso-quejica protestando por el poco tiempo que dedica su cónyuge a las cosas que a ella le hacen ilusión: temas de cuentos, literaturas infantiles, presentaciones de relatos cortos para críos y todo ese millón de cosas que la atarean.

Por contra, Maca sigue pendiente de las particiones hereditarias, a fin de cobrar lo que le toque de los bienes de su finado papá. Aparte de estas gestiones sucesorias, Maca trabaja en el hospital y, como Jefa de Servicio que es, le toca lidiar con las chulerías del médico-estrella: Vilches. Él dice que se va a media mañana, que no sabe cuándo vuelve y ni tan siquiera si va a volver, y todo el mundo a callar y a consentirle las gracias, que para eso es el Gran Vilches. Maca tuerce el gesto, a punto de explotar y soltarle cuatro verdades, pero se cruza Sotomayor quitándole importancia al asunto y el infractor escapa sin bronca ni castigo.

¿Recuerdan que Boni había tomado a Esther como terapeuta para aceptar el hecho de que no es tan hetero como pensaba? Pues bien, ha estado rechazando la idea todo el tiempo hasta que algo grave sucedió en el capítulo anterior: una par de bestias le metieron al aspirante a novio una tunda de palos homófobos que lo dejaron sin víscera ni hueso sano. El muchacho ha tenido relativamente buena suerte, porque en vez de aterrizar en el cementerio lo tienen aún en el hospital con la esperanza (aunque débil) de sacarlo adelante. Boni ha cambiado su actitud en 180º desde la paliza recibida por Mendi: ahora no se separa de la cabecera de su cama y se muestra preocupado y cariñoso, sin importarle que los demás piensen si es o no marica. Pero como las cosas que pueden complicarse empeoran seguro, ahora resulta que además de todo lo que lleva encima, al chico apaleado le ha salido una más que probable endocarditis que le hará visitar el quirófano con prontitud y urgencia. Lo tiene difícil el chaval.

Sigue el martirio de Maca con Vilches: él siempre ha sido algo rarito, pero ahora la desesperación que le invade por no poder salvar a su exnovia le hace ser un insoportable total. La compasión nos hace decir: demasiado tiene el pobre; pero lo de esconderse tras tus desdichas para comportarte como un capullo despótico tampoco es muy defendible. Menos mal que Fernando ha decidido echarle a Maca una mano en la organización de los turnos. Le pone tal energía que Esther no puede evitar alabar su entusiasmo. Fernando entonces hace una observación: «Es lo que tengo que hacer, encargarme de mi trabajo y de mi familia. Y tú también. Vas a tener ahora que currarte el puesto, ¿no? ¡Hay que ponerse las pilas!». Esther hace un gesto indefinible y, mientras ve cómo se aleja, su mujer le dirige una mirada de franca preocupación.

Pero bastante tiene con lo suyo, esa es la verdad. Sotomayor intenta calmar las cosas.

Maca y Esther

Javier: Yo sé que controlas el Servicio de Urgencias. Y que Vilches es…
Maca: ¿Un grano en el culo?
Javier: Un factor de distorsión.
Maca: ¡Cómo se nota que sois amigos, Javier!
Javier: Dale tiempo. Sabes que lo de Sandra le está afectando mucho.
Maca: Ya, pero es que si no me lo dice yo no lo puedo adivinar. Y además, todos tenemos muchos problemas aquí.

Maca y Esther

Cuando Sotomayor se va frustrado porque no ha conseguido que Maca dé su brazo a torcer, llega Claudia. Estrena un nuevo look, que a mí me recuerda muchísimo a Xena, la princesa guerrera (no sé si son mis obsesiones o si a ustedes también les parece). Maca le tira un cumplido (y luego vuelve a repetir que está muy guapa). En cuanto divisa a Jimeno, Claudia se lanza en su dirección y le cita para un café formal. ¿Le han echado algo en la peluquería que ha trasvasado el cuero cabelludo y le ha afectado al cerebro? Porque esta Claudia está mucho más receptiva hacia el oso-amoroso-Jimeno que antes.

Llega la hermanita recién estrenada de Maca y ésta la recibe con amplia y radiante sonrisa fraternal. Incluso le da varios besotes cariñosos esquivando, eso sí, la pancita gestatoria, que ya va teniendo un volumen de miedo.

Como Jimeno vive posado en las nubes de la felicidad, alentado por su próxima cita cafetera con Claudia, piensa poco en el vulgar mundo sobre el que se asientan sus pies. Cuando Esther le propone que acuda a la presentación del libro (esa que tanto le importa), él acude a los cerros de Úbeda y enlaza la excusa de no poder ir por tener doble turno con la felicidad que para Esther puede suponer librarse del tal doble turno. ¿Cómo? Dejando de ser Jefa de Enfermeras.

Maca y Esther

Lo que este pobre imprudente no sabe es que Esther no tiene ni lejana idea de que le ha salido competidora en el puesto: Alicia se ha presentado también. Cuando Jimeno percibe que acaba de meter la pata y entiende por qué (que no es tonto, sólo raro), trata de arreglarlo por el viejo procedimiento de hacerle la pelota a la ofendida. Y le dice a Esther que hay algo que ella tiene y Alicia no: lo que los romanos llamaban Auctoritas. La nueva aspirante carece de Auctoritas porque, según su docta opinión, las demás enfermeras la ven como igual, mientras que a Esther la divisan desde cierta distancia vertical que la dota de prestigio. Vale, pero siguiendo con el símil latino, de poco sirve tener Auctoritas si además no tienes conferida la Potestas (es decir, no sólo la autoridad «moral» sino el poder de verdad).

Maca y Esther

Tras esta pequeña clase jurídico-latina, volvemos con Maca. Nuestra famosa pediatra le está haciendo una ecografía a su hermana y, de paso, así conoce a su sobrino. El bebé tiene el mismo mentón que toda la familia, heredado del padre, lo cual hace que ambas estén gozosas y felices. Mientras le limpia la barriguita del gel, Maca informa a Reyes de que su parte en la herencia será exactamente igual que la suya. Sube aún más el nivel de satisfacción en ambas. Pero como no todo puede ser continua felicidad, irrumpe Sotomayor informando que hay que activar el protocolo de enfermedades infecciosas.

Breve resumen: un viajero ha transportado desde África Central un virus muy malísimo y lo han traido al hospi desde el aeropuerto para ver si consiguen que no se muera. El cuadro clínico es muy aparatoso y bastante aterrador (el tío sangra hasta por los ojos). El SAMUR llega a atenderle y, presa de convulsiones, el paciente le mete un mordisco a Raúl cuando intenta intubarle que perfora incluso el guante del traje de aislamiento. A éste nos lo ha contagiado, fijo. Y ahora, señoras, acudamos a la sala de apuestas: les juro (y tengo 9 testigas lesbicanarias que pueden corroborarlo) que el martes no vi el episodio y lo estoy visionando según hago el resumen. ¿A que la enfermedad ésta es un Ébola?

Alicia no ha hablado aún con Esther para explicarle por qué quiere quitarle el puesto. Y Alicia y Héctor tienen cita con el cura para hablar muy seriamente del texto de su voto nupcial. A Héctor le parece que es muy machista (y estoy de acuerdo) y que no habría promesas conyugales tan sexistas si hubiera mujeres curas (también estoy de acuerdo y a punto de aplaudir locamente la afirmación). Juzguen ustedes mismas si tiene o no razón Héctor cuando pregunta: «¿Por qué tú tienes que brillar por tu dulzura y pureza y yo debo velar por el sustento del hogar?».

Maca y Esther

Pero la entrevista con el cura para dejar claras las cosas va a tener que esperar: Esther sale muy seria y cita oficialmente a Alicia (es decir, como Jefa de Enfermeras del Servicio que aún es «aunque a alguna le pese», según aclara) en su despacho. Uf, Alicia, échate a temblar, que pintan bastos. Y a mi modo de ver se lo merece, porque la diplomacia con que ha manejado el asunto ha sido patéticamente pésima: si no quería que Esther pensara que quería derrocarla, lo mínimo es comunicarle tus intenciones y no dejar que se entere por terceros.

Es de eso precisamente de lo que se duele Esther cuando la tiene frente a frente en el despacho. Si Alicia pensaba que Esther comprendería su punto de vista, se equivocó. Esther ve que la actitud de Alicia ha sido traicionera e insidiosa y, cuando la presunta culpable se disculpa alegando el montón de trabajo que tiene y que «no para», la acusa directamente: «Sí, ya veo que no paras. Mira, yo pensé que éramos amigas y de repente me encuentro con que falto una semana y has estado haciendo pasillo. (…) Y cuando has visto que tenías una oportunidad no te ha importado nada ni nadie». Alicia decide que se acabó la conversación y que los votos decidirán: la campaña electoral ha comenzado. ¿Quién será la nueva Jefa de Enfermeras?

Nada son las cuitas de Esther comparadas con las de su cónyuge. El hermanito que parecía simpático ha resultado ser más conflictivo de lo que se pensaba, y pone problemas con todo lo que se relacione con darle su parte a Reyes. Nada más colgarle el teléfono en espera de otra conversación más calmada, entra un tipo clamando por la Dra. Wilson. De nada sirvió que Maca se cambiara el orden de los apellidos: se la sigue identificando como Wilson en primer lugar. El energúmeno irrumpe violentamente insultando a todo trapo. Por lo visto, las empresas Wilson atraviesan la crisis con mala fortuna y no pagan los pedidos.

Maca y Esther

El furioso agresivo es un proveedor de la empresa que no percibe su dinero desde hace meses y, lógicamente, se le han ido los nervios por la borda. Pero la paga con la Wilson que menos culpa tiene en todo el destrozo, porque la pobre Maca ni siquiera tenía conocimiento de la situación de posible quiebra en que se encuentra la empresa familiar. Junto a la indignación lleva el individuo adheridos varios litros de alcohol, así que de los insultos pasa a las amenazas y luego a la agresión. La vida le da a Maca que Teresa tiene el móvil a mano y lo usa cual contundente arma contra la frente del descontrolado, provocándole una herida hemorrágica en toda la azotea que lo deja mareado y fuera de combate.

Menudo pájaro pinto está hecho el cura que va a casar a Héctor y a Alicia. Ya sólo por empezar, el jeta con sotana se para frente a un cepillo y hace gestos constantes para que Héctor eche dinero. Sólo cuando queda conforme con el importe del donativo, reanuda la marcha y comenta la libertad que van a tener los novios en la elección del fotógrafo. No es así en el tema de las flores (que han de ser obligatoriamente blancas, color representativo de la Pureza de Nuestra Señora). Pues empezamos bien.

Y ahora viene lo bueno: confieso que me hizo reír. El cura quiere controlar cómo va a ser el vestido de la novia. No quiere que sea “pedagógico”. Ante el natural desconcierto de Héctor, el sacerdote se apresura a explicar: “pedagógico”, es decir, que no “enseñe” demasiado (del cuerpo de la novia, claro) para evitar procacidades y pensamientos impuros.

LOL. ¡¡¡Yo no dejaría que este elemento me oficiara la boda!!!

Sigamos sumando puntos: al pasar frente al altar, sugiere imperativo que Héctor se hinque de ambas rodillas y ejecute una genuflexión tipo Concilio de Trento. Luego se empeña en que el novio tiene que confesarse allí mismo. Héctor protesta porque tiene que volver a trabajar al hospital, no se le vaya a morir algún paciente en su ausencia. Pero, ¿Qué vale más, la salvación del alma o la salud del cuerpo de algún pobre pecador? En la mente de este ministro de Dios, lo primero sin duda alguna. Así que allí lo retiene en confesión completa y que espere el hospital y sus pacientes a que este hombre le eche la bendición al médico.

Maca y Esther

Mientras Héctor se confiesa con el páter, Jimeno cura al agresor de Maca. Este señor derrama durante todo el acto médico su desesperación: lleva sin cobrar los pedidos de Bodegas Wilson desde hace un año, los bancos ya no le dan crédito y va a tener que cerrar su empresa. El caso es que a este hombre lo tienen arruinadito. Maca escucha avergonzada y explica que los hermanos Wilson se han hecho cargo del negocio hace muy poco, por lo que nadie tenía ni la más triste idea de lo que estaba sucediendo.

Todo esto nos sirve para descubrir que la herencia de Maca asciende a un montante de cero euros, porque las inmensidades patrimoniales de los Wilson han sido reducidas a la nada y todo es quiebra y ruina. Cuando se encuentra en mitad de las explicaciones, Maca divisa a Vilches y sale cual escopeta tras él porque sospecha que se está escapando del hospital: y acierta. Le pide que no se vaya, que la situación es grave porque tienen activado el protocolo de infecciosas, pero Vilches no atiende a razones. Dice que se va y se va. Y Maca se queda enfadada y perpleja contemplando cómo el díscolo médico desaparece por la puerta. Todo esto ha pasado y Héctor todavía sigue en confesión. El cura es pesado cual vaca en brazos y está repasando todo el repertorio de mandamientos para hacer inventario de los cometidos por el penitente. Después de entretenerse en minucias, al final llega a lo que verdaderamente le interesa, por ser la materia preferida en todo confesionario que se precie: el fornicio.

Don Celestino (que así se llama el páter) pregunta a Héctor si él respeta a su novia. Como toda persona con un cerebro que funcione correctamente, él toma la palabra “respeto” en el sentido que habitualmente le damos y responde que sí, que la respeta mucho como profesional y como persona. Pero el sacerdote lo que quiere saber es “si mancilla su cuerpo”. Héctor no puede más y explota de indignación, exclamando: “Pero vamos a ver, Don Celestino, ¿Cómo puede hablar de “mancillar su cuerpo” al hecho de entregar el amor a otra persona?”.

El cura se cabrea: “¡Si no se ha recibido la bendición de Dios, es así!”. Y entonces Héctor le canta las cuarenta: “Aquí se viene a recibir la bendición de un cura, ¿Qué sabrá de la de Dios?”. ¡Muy bien, Héctor, eso es una verdad como un templo! Don Celestino le dice entonces que no puede casarle si abandona así la iglesia y que si le ha quedado claro. “Como el agua bendita”, responde nuestro valiente Héctor.

Con todo el asunto de la alerta infecciosa, ingresa por posible contagio una niña que vuelve de vacaciones de ver a su abuela en la nación africana de la que son sus padres originarios. La niña no regresa en el mismo estado en que fue, sino con ablación de clítoris y labios menores. La avería se la ha preparado su propia abuela, que cree en la necesidad de hacer esas barbaridades para ayudarla a convertirse en mujer. Como aquí en España tales mutilaciones son constitutivas de delito, Maca y Esther arropan a la niña y tratan de convencerla de que hay que operarla para devolverle las partes femeninas que la naturaleza le dio, pero sin la presencia de sus padres (cómplices de la barrabasada con toda probabilidad). La niña se niega a hacerse nada sin que esté su madre delante. Así que llaman a la madre y en cuanto llegue, me la reconstruyen.

El amigo de Boni está fatal. Se le está produciendo un fallo multiorgánico, así que se va a morir. Cuando Raquel se lo dice al enfermero, éste se da cuenta de que ha sido un imbécil y que en realidad estaba enamorado del muchacho. Ya sabemos que es duro cambiar de acera, pero tiene toda la razón cuando dice: “he sido un gilipollas”. El pobre Mendi fallece, pero al menos con el consuelo de su compañía.

Hurgando entre las pertenencias del causante de la alarma infecciosa, encuentran los chicos del SAMUR un equipo completo de buceo. De ello deducen que no es ébola lo que aqueja al muchacho, sino un cuadro de descompresión, porque se ha subido a un avión horas después del buceo. El cambio de presión le provocó una embolia gaseosa masiva y por eso sangraba por todas partes. Menudo follón se ha preparado con la imprudencia. Vale, no era ébola, pero reconozcan que estuve cerca y además….los médicos del hospital también lo pensaron.

Maca y Esther

La niña sigue en sus trece a pesar de haber visto a su madre. Ahora quiere que la policía suelte a sus padres sin cargos, y dice que si no, no se opera. Le han contado que sin ablación, nadie querrá casarse con ella. A pesar de los ruegos de Esther de que no se fuerce la situación en contra del parecer de la cría, Maca toma las riendas y reúne al gabinete médico. Si no se quiere operar, será un juez el que ordene la intervención. Pero el juez se lava las manos y decide que sólo se la meta en el quirófano si hay riesgo vital. Lo que la niña no quiere es que la deporten, así que cuando Maca y Esther le comunican que se queda en un centro de acogida, accede a la operación.

El día tan movidito ha hecho mella en Maca, y su mujer decide darle un reparador masaje en el cuello para aliviarle la tensión.

Maca y Esther

Esther: O sea, que vosotros no vais a ver ni un duro. Ni vosotros ni Reyes, claro.
Maca: Nada de nada. Pero bueno, por lo menos ella me apoya.
Esther: No creo que tu apoyo le interese mucho, la verdad. Cuando vea que no hay pasta…¿A ti te dolería que desapareciera?….Perdóname, soy yo, que estoy un poco negativa con lo de Alicia y desconfío de la gente. Perdóname.
Maca: Por lo de Alicia ni te preocupes. Todo el mundo tiene clarísimo que tú eres la adecuada para ese puesto. Además vas a ganar tú, no digas chorradas.
Esther: Igual no me presento, Maca, a jefa de enfermeras. Estoy cansada de trabajar como una burra y que nadie lo aprecie. Y mira, que se quede Alicia el puesto. No es por ella, ¿eh? Así hago un cambio de vida, estoy más con mis hijos, puedo escribir….

Maca y Esther

Maca se ha vuelto a mirar a Esther, la coge de la mano y la atrae hacia sí. Esther se sienta en su regazo mientras su mujer la abraza y comenta: “¡Qué día!”.

Sí que ha sido un duro día, sí. También para Alicia y, cuando su novio le comenta que el cura no quiere casarlos, se le junta el disgusto con el cansancio y le da un ataque de ansiedad de grandes dimensiones. Pero no todo va a ser negativo: en contra de los pronósticos de Esther, Reyes acepta a su hermana sin importarle que la herencia sea inexistente. Maca está tan contenta que diagnostica a primer golpe de ojo clínico que Claudia hace intentos desesperados por acercarse a Jimeno porque le gusta. Lo va a tener difícil porque ahora Jimeno la evita. Como dice el refrán, “gato escaldado del agua fría huye”, y Jimeno desconfía porque lleva toda la vida diciéndole que no quiere nada con él y ahora de repente le busca y le persigue. Ya veremos en qué para esta relación.

Y final del capítulo. Esperemos que el próximo día no tengan tanto trabajo estas chicas, que nos las van a deteriorar de agotamiento con tanto trajín hospitalario. ¿Será verdad que Esther no quiere el puesto de Jefa de Enfermería?