plantas39

Escrito por: Arcadia:

«Soy de ideas fijas. Vivo en la meseta norte española. Estoy felizmente casada, después de muchos años de vida en común, y que vaya tan felizmente como hasta ahora. Me encanta el cine (sobre todo el clásico), la buena literatura y las historias bien contadas. En el Twituniverse se me conoce como @havingdrink«

Odio las series y películas carcelarias. Con toda mi alma y con todo mi corazón. Porque estoy harta de ver un montón de reclusas que acaban acostándose todas con todas, haciendo visible una fantasía morbosa de la mayor parte de los varones heterosexuales: ver a las mujeres teniendo sexo entre ellas cuando lo que quieren de verdad es un hombre (o sea, que las lesbianas lo son “por sustitución en la necesidad”, pero cuando tienen otra vez a mano al ansiado macho se vuelven otra vez heterosexuales, retozando de nuevo por el “buen camino”). Puag.

Pero esto es diferente, señoras: aunque alguna de las tramas secundarias puedan reproducir este modelo (qué se le va a hacer, tías idiotas también tiene que haber, ¿no?), lo que aquí hay entre la pareja que nos interesa es muy distinto. ¿No necesitan una trama con la que sufrir mucho pero que finalmente acabe bien? ¿No echan de menos una historia de amor imposible que venza peligros y obstáculos a base de tenacidad y valiente lucha? Pues aquí la tienen. Se llama Bad Girls y nuestra pareja protagonista nos dará esto y mucho más.

Es verdad que ya estamos hartitas de que nos maten a los personajes o las metan en la cárcel. Pues bien, esto aquí no va a pasar, porque….¡Ya estamos en una cárcel! Así que el movimiento narrativo tiene por fuerza que discurrir en sentido contrario al habitual: aquí no se trata de entrar en el trullo, sino de salir de él.

Para irnos conociendo

Helen Steward (Simone Lahbib) es la directora del módulo femenino de una prisión londinense feísima (un edificio de piedra del siglo del catapún, todo cuadrado y que sólo de verlo ya nos imaginamos los parásitos que probablemente lo pueblen). Helen es inteligente, capaz y llena de buenas intenciones, pero tiene un personal a su cargo que es de armas tomar. Los guardianes de la cárcel son a cual más cruel, inútil, depravado y/o corrupto. Lidera el grupo un tal Jim Fenner, más machista que un chulo de Pigalle y cuyos ojos brillan con el pensamiento “quiero ser el jefe en lugar de la jefa”.

Nada más llegar la aludida (es decir, la jefa) ya se topa con el primer marrón. A una de las reclusas le ha dado por abortar en mitad de la noche y casi se nos va en sangre. La pobre chica pidió ayuda, pero la guardiana (que parece un perro bulldog resentido) no le hizo el menor caso. Interrogada por Miss Steward, Sylvia (que así se llama el bulldog) miente con todo descaro, pero termina reconociendo que cuando la víctima le dijo que sangraba, pensó que era mentira porque es una pesada que todo el tiempo se está quejando. Cuando el resto de las internas se entera del incidente casi se prepara un motín. Y allí va nuestra pobre directora a poner paz en la tierra, pero las reclusas en manada no entran en razones. Helen expresa que tanto ella como sus oficiales se encuentran desolados por lo sucedido; y nadie se cree que los oficiales estén apenados en absoluto por el tema, así que tampoco confían en que la directora lo esté.

Helen en la mitad del fregado, demostrando que tiene un par

Como no paran de chillar, Miss Steward se faja con la que parece la líder de la revuelta. Y esta es la primera vez que se ven (y enfrentan) las que serán nuestras chicas: la propia Helen y la reclusa Nikki Wade (Mandana Jones).

Nikki goza de cierto prestigio entre la población carcelaria y le planta cara a la directora exigiendo reformas y menos desidia en el cuidado de la salud de las inquilinas del trullo. También le dice que sin la colaboración de las reclusas, lo va a tener mal para dirigir la prisión. Pero como tales justas reclamaciones se formulan en medio de una más que posible revuelta, la única forma que tiene Helen de imponer su autoridad es no cediendo al plante. Así que manda a Nikki a la celda de aislamiento y cancela la participación del módulo en un pase de modelos (actividad extraescolar en la que estaban las presas muy ilusionadas). Se van todas mustias y protestando cada quien a su celdita y Helen también se larga contrita, pero respirando por fin porque la rebelión ha sido sofocada.

La verdad es que Nikki se ha pasado bastante (unos doscientos pueblos aproximadamente): ha desafiado a Helen y le ha dicho que puede meterse el desfile de modelos por cierta parte –en concreto donde la espalda pierde su casto nombre. Y eso no se le dice a la directora de la cárcel donde estás recluida, porque las consecuencias son lógicas: ahora Nikki está castigada.

Pero gracias al incidente, comenzamos a vislumbrar el tipo de movidas que hay bajo cuerda en la prisión. Resulta que una tal Shell (sí, tiene nombre de carburante y de caparazón) se tira a Fenner y a todo bicho viviente que le apetezca. El hacerle cositas al pseudojefe de la prisión hace que tenga bastante poder; en realidad es una especie de maligna abusadora, que será una cruel y despiadada antagonista de nuestra Nikki. A Shell le ha sentado como un tiro que el modelaje haya sido cancelado porque pensaba lucirse, y cabreadísima le echa una bronca a Fenner. Jim ve peligrar su dosis de divertido sexo con el carburante y corre a chivarse al Jefazo General de la Cárcel. El tipo tiene una alta dosis de solidaridad masculina (ya saben, aquello de que “entre los hombres tenemos que apoyarnos”) y basta que se lo pida Fenner, para que llame a capítulo a Miss Steward y le imponga directamente que cambie de decisión. Helen sale del despacho del superjefe con un cabreo monumental. Cuando llega a la sala de los guardianes alcanza a oír las críticas de la bulldog, que encima de ser la causante directa de la hecatombe, todavía se permite el lujo de decir que a Helen le falta experiencia para dirigir el módulo carcelario. La directora no viene precisamente con el buen humor a cuestas, así que se le acerca por detrás y le encomienda la tarea de lavar a las reclusas que lo precisen. ¿No tiene tanta experiencia y tantas ganas de ayudar? Pues hala, ahí tienes un trabajo apropiado, en vez de gandulear mirando revistas. Hay una interna con problemas particulares de higiene, señala Helen. Sylvia la mira horrorizada: “¿Nelly Smelly Snape?” (Nótese “smelly”=que apesta). Exacto. Te vas a pasar frotándole la roña el resto del día y además hay que examinar su orificio anal por si tuviera parásitos.

Es posible que a estas alturas hayan desarrollado algún sentimiento de pena o compasión hacia Sylvia. No caigan en la trampa, es un mal bicho. ¿Recuerdan que Helen envió a Nikki a la celda de aislamiento? Pues bien, ordenó solamente eso: encerrarla. No dijo nada de tratos vejatorios adicionales. La bulldog se encargó personalmente de esto: nada más llegar a la celda, mandó desnudarla. Encima de lo humillante de la situación, ¡a pasar frío!

Shell (la enchufada copulatrix de Fenner) vive para tocarle las narices a Nikki. Como ella, gracias a los favores sexuales que otorga, trabaja en la cocina y es la encargada de repartir el rancho (lo cual parece que es un puesto de trabajo privilegiado), se dirige a las celdas de aislamiento a llevarle a las castigadas la ración de comida. Se encuentra a Nikki arrebujada en una manta y se burla de ella. Aprovecha también para comunicar que hay pase de modelos de nuevo y para dejarla sin ración. Menos mal que Nikki tiene amigas: una gordita camarera le pasa una bolsa llena de chocolatinas para que no pase hambre.

Muy distinta será la noche que pase la directora (su futura). Helen Steward llega a su casa hartita de todo y lo primero que hace es pegarse una ducha. Vive con su novio. Parece un tipo aceptable, pero medio tonto. Es, por tanto, oficialmente hetero. Bueno, esto habrá que arreglarlo. Nada más secarse el pelo, Helen anuncia su intención de emborracharse esa noche (yo pensé que era broma, pero qué va, se fue directa a la cocina y pilló una botella de vodka).

Cuando se está sirviendo el primer chupito, el novio dice que le de media hora porque tiene que trabajar. Ella exclama: “Si te traes trabajo a casa, ¿cuál es la gracia de ser freelance?”. Él responde diciendo que es una perra que necesita un revolcón. Helen está sonriente, así que supongo que estas frases están dentro de la particular manera que tiene la pareja de comunicarse el afecto. En fin, algo peculiar, pero ellos sabrán.

Al final no queda claro si hubo revolcón, ni qué pasó con la botella de vodka (si sigue intacta o fue consumida), porque en la siguiente escena lo que se están bebiendo es un vinito mientras el novio le masajea un pie a Helen.

Oh, ¿y si esto era lo que quería decir con “revolcón”? Mientras le aplica el masaje podal, Helen se queja de su trabajo. Le gustaría tener otro, como por ejemplo el del novio. Éste le explica que no es para tanto y que bla, bla, bla. Ha hablado con una conocida suya y al decirle en qué trabaja Helen, ha exclamado: “¡Qué sexy!”. Dejo a la reflexión propia de cada cuál dilucidar en qué consiste la sexilidad de trabajar en una prisión: ¿quizá fantasías sexuales con guardianas vestidas de cuero en plan dominatrices?, ¿quizá por la cantidad de mujeres todas juntas, para elegir la que más apetezca?, ¿tal vez algo de gusto por la reclusión entre cuatro paredes?, ¿morbo por sentirse en peligro constante?… Quién sabe qué se le habrá pasado por la cabeza a esa buena mujer, pero desde luego tiene un buen toque crazy.

No necesitamos esta escena, pero qué le vamos a hacer: el novio le da un beso a Helen y le propone “follar”. El chico tiene de directo lo que le falta de delicado. Pero Helen no está por la labor. Así que se van a dormir, o a intentarlo, mejor dicho, porque nuestra directora no consigue pegar ojo en toda la noche.

Cuando llega al trabajo a la mañana siguiente, lo primero que hace es encaminarse a las celdas de castigo. Allí descubre el gratuito maltrato aplicado a Nikki y grita enfadada que le devuelvan la ropa ipso facto. Mientras vuelve la guardiana con la vestimenta, Helen cierra la puerta y mantiene a solas una conversación con la reclusa. Cuando la directora se disculpa, Nikki le dice que allí pasan esta clase de cosas todo el tiempo.

Helen: Mira, Nikki, pretendo cambiar muchas cosas aquí, pero necesito cooperación.
Nikki: ¿Cooperación?
Helen: Tenías razón. No puedo dirigir las cosas aquí sin vuestra ayuda.
**Nikki:
Escucha, querida, no puedo ni siquiera imaginar cómo gente como tú puede dormir por las noches mientras encierran a mujeres embarazadas.
Helen: Tendrás que confiar en mí. No puedo dormir.

Llega la ropa, suponemos que Helen se vuelve de espaldas para no quedarse mirando a Nikki mientras se viste, que aparte de los ánimos lascivos o no de la contemplante, siempre ha quedado de mala educación. Así se encuentra en la siguiente escena, mirando por la ventana.

Y finalmente vuelve a puntualizar: “De ti depende. O hacemos juntas algo positivo de esto, o perdemos frente a la red masculina”. Porque Helen tiene muy claro que gran parte del desmadre y la injusticia de la cárcel es culpa de la mafia que tienen montada Jim y sus colegas varones.

Mrs. Steward suelta a Nikki, lo cual sienta fatal a Mr. Fenner. Nikki habla para las reclusas y anuncia que el pase de modelos va finalmente a celebrarse, y que ella personalmente ha prometido a la directora que todo va a salir muy requetebién.

El plan es que sea Helen y no Jim quien quede bien ante las presas, siendo magnánima y perdonando, pero a cambio de algo para sostener su autoridad intacta. Fenner no puede reprimirse y masculla por lo bajo “perra” cuando ve a la directora marcharse triunfante de la reunión.

El pase de modelos sale a pedir de boca, el jefazo queda bien ante sus invitados y todo el mundo se lo ha pasado muy bien. Helen corre a la salida y le agradece la ayuda a Nikki. Pero la reclusa, en plan duro-bogart, le replica que jamás haría nada “por ella”. Uff, cuánto va a costar que se enamoren éstas dos. Pero tengan paciencia, que todo llegará, se lo aseguro.