plantas39

Escrito por: Arcadia:

«Soy de ideas fijas. Vivo en la meseta norte española. Estoy felizmente casada, después de muchos años de vida en común, y que vaya tan felizmente como hasta ahora. Me encanta el cine (sobre todo el clásico), la buena literatura y las historias bien contadas. En el Twituniverse se me conoce como @havingdrink«

Menudo cacharrazo le pegó a Reyes la librería mal montada, hasta la han tenido que operar. Y en el hospital reposa, recién llegada del quirófano y aún durmiente. La acompaña, como es lógico y natural, su prometida. El concejal – agobiado por los remordimientos, centrado en desviar las posibles sospechas sobre la intencionalidad del accidente y aún empeñado en quitarle a la novia- aparece de visita con un ramo de flores. Como ve a Reyes todavía soñando con las angelitas (si hubiera estado despierta jamás se hubiera atrevido, qué valiente) le roba un beso a su ex. Araceli protesta y se lo quita de encima, pero él sigue insistiendo hasta que Reyes comienza a hacer ruidos significativos de estarse despertando.

De inmediato, su novia va a avisar del evento a la enfermera; Reyes y Enrique se quedan a solas y la paciente no hace migas con el visitante: le tira las flores a la cara y lo coge por la solapa con intenciones evidentemente hostiles. Cuando llega Araceli, ambos disimulan. Pero Enrique no se va a ir así sin más: su ex le tiende un sobrecillo que contiene….los papeles del divorcio. ¡Es que si no se divorcia, no se va a poder casar!

Antonio Recio continúa en acción. No solamente sigue con sus monomanías, es que las perfecciona. Resumen de sus hazañas, realizadas nada más comenzar el episodio:

1.- Profundización en la tarea de derrocar a Judith: tira al conserje por las escaleras para que se accidente y así, al investigar la Inspección de Trabajo para prestarle la asistencia sanitaria precisa, se descubra que no tiene contrato. La presidenta cargará con las culpas, las responsabilidades y una sanción enorme por tenerle trabajando de forma ilegal.

2.- Tiene la casa hecha una pocilga (bueno, ya sabemos que es un cerdo). A su mujer –de la que se separó por el affair con el conserje ahora escayolado- le propone que se pase dos horas al día para limpiar. Cuando ella protesta porque sólo la considera una chacha, él responde: “¿Para qué me casé entonces?”; nueva pincelada sobre el concepto de matrimonio de este fulano. Aprovecha para zaherirla un poco más, haciendo notar que se le va a “adelantar la menopausia de tanto ir a misa”.

3.- Azuza a Enrique, animándole a que no le firme a Araceli los papeles del divorcio, para que gane tiempo en la reconquista de su corazón y porque así tal vez no se puedan casar jamás. Atención a sus razonamientos: “Tienes que ganar tiempo, que en un año los desviados ya no se van a poder casar. ¡Los maricones tienen las horas contadas en este país! En cuanto el PP gane las elecciones, empezarán a perseguirles y los recluirán en guetos, los usarán de cobayas para experimentos”. Y añade: “ El lesbianismo es una enfermedad, pero la ciencia avanza a toda leche y seguro que los indios o los chinos encuentran la vacuna”. ¡Será hijoputa, el tío! En fin, se ve que hay enfermos que ven la enfermedad en el organismo ajeno y no el fallo multiorgánico en el propio.

De momento, la primera prioridad directa que tiene nuestro supermalvado es contratar a alguna jamona que le limpie la casa. Sí, no he dicho “asistenta”, porque lo que él quiere es verla fregotear vestida con uno de esos disfraces de chacha picantona que venden en los sexshops. Coherente con sus expectativas, despide a tres asistentas de verdad que venían al casting, para intentar contratar a una niña mona que no sabe ni planchar, ni fregar, ni cocinar. Vamos, lo que se dice una empleada de hogar modélica. Pero la chica en cuestión tampoco está por la labor de trabajar de furcia con disfraz de criada y se larga, para frustración del pescadero salido, que grita que le debe “sumisión” y no entiende cómo “¡luego se quejan de que no hay trabajo!”. A su mujer, que acude a pedirle dinero, la desprecia sin miramientos y de paso da su opinión (también) sobre el papel de la mujer en la sociedad: “¡Mira cómo están las familias de mal desde que las mujeres trabajan! ¡España se ha ido a la mierda con la igualdad de los cojones!”. No me digáis que no es para matarlo a cachos al figura éste. Finalmente, acaba por contratar a su propia esposa por una porca miseria, no sin antes protestar porque antes se lo hacía gratis y ahora le da por cobrar.

Cuando el Recio regresa de hacer alguna de sus fechorías de tamaño industrial, topa en la pescadería con una tía buena que le está llorando a Parrales (recordemos: el empleado emigrante del pescadero, continuamente humillado, usado y despreciado por su dueño –perdón, quise decir “jefe”). Se descubre que la guapa y bien dotada moza (sobre todo de pectorales) es la exesposa del mencionado empleado. Recio le echa inmediatamente los dos ojos…a las tetas, claro está. En cuanto se entera de la precaria situación que dice sufrir la chica colombiana, se ofrece a acogerla en su casa a todo confort. Está claro que su esperanza estriba en que su simpatía abra las piernas de la demandante de socorro; uy, qué lapsus, me refería a abrir….las puertas del amor. 😉

Otro que se nos ha descubierto como un auténtico cabrón con pintas es Enrique. Cuando vuelve al hospital, supuestamente a llevarle a Araceli los papeles del divorcio debidamente firmados, lo que le pasa en el sobrecillo es otro documento bien distinto. Se trata de una demanda que ha interpuesto por abandono de hogar. Efectivamente, la fuga de Araceli tiene consecuencias legales, económicas y….temporales. Para cuando se sustancie su asunto ante los tribunales habrán pasado unos añitos. El concejal se regocija ante la posibilidad de que no se puedan casar hasta que lleguen a la senectud y llama al enlace “la boda de las bollo-yayas”. A éste sí que hay que matarlo a alfileretazos antes de que finalice el episodio; se lo merece, por sadocapullo. Pero aún hay esperanzas de acabar con su malvado plan: apoderarse de la única prueba del delito, que no es otra que la ya famosísima NOTA (sí, ésa a la que aluden en todos los episodios, ésa que encontramos en la sopa cada día: la que dejó Araceli como despedida y que rezaba literalmente “Me voy”). Tan pequeño pedacito de papel y tan exiguo texto contienen en estos momentos la futura felicidad de nuestra pareja de bollo-locas. Habrán de recuperarla: que haya suerte.

Reyes arremete contra el concejal, tirándole el tazón de papilla, que es el arma que más a mano tiene

El pescadero salido ha dado con la horma de su zapato. Pronto Manolita (que así se llama la ex de Parrales) descubre ser un auténtico putón. Que sí, que no exagero; observad la escena: según entra en la casa de Recio, le hace carantoñas, le enseña bien el mostrador tetil, y le dice que es un hombre atractivo. A ver, esto es antinatural y falso por naturaleza: ¡¡¡¿¿¿Cómo va a ser atractivo el pescaderooo???!!! Esto hace sospechar un embuste del tamaño de un templo egipcio. No contenta con esto, la sospechosa entra en un dormitorio “a aposentarse”. El Recio va tras un ratito a ver cómo está y se la encuentra en ropa interior (lencería fina negra, más morbo imposible). ¿Era casualidad o afanes de dormitar, como ella alega, para descansar del viaje? No, nadie descansa de un vuelo transoceánico –por agotador que éste sea- invitando a Recio a que se acueste con ella en la camita.

La proximidad de tan lozanas carnes pone nervioso al mayorista, pero cuando Manolita le dice que “se ha conservado pura”, ya está a punto de enfermar del estertor erótico. Y es que la posibilidad de “estrenar” a una virgen enloquece al pescadero, que ya está bastante tarado como para que encima le pongan esos cebos personalizados a su enfermedad. La “virgencita” besa a Recio (por Dios, qué visión tan surrealista) y le dice que sería un honor que él la desflorara. Y entonces parece que acontece el milagro: el pescadero dictamina que la “Primera Vez” tiene que ser algo especial. Yo pensé –porque la ingenuidad no me abandona- que se refería a algo romántico y delicado. ¡Qué va! Ambos se disfrazan: ella de indígena recién descubierta y él de Conquistador Español (más concretamente, el mismísimo Hernán Cortés). La fantasía consiste en una especie de ritual de dominación-colonización del hombre blanco superior sobre la mujer india encantada-de-ofrecer-“El Dorado”. Paso de intentar aclarar en qué puede consistir “El Dorado”, por ser demasiado evidente.

Pero mirad qué pintas, por favorrrrr

En mitad del bobo-juego suena el timbre. Es Judith, que viene a cumplir con la misión que, por decisión unánime en Junta de Comunidad, se le ha encomendado: “zorrear” al Recio para que se ablande y no interponga la denuncia por el asunto de la lesión del conserje. Pero ahora el pescadero tiene otra carne en la mesa esperando; así que no se impresiona ni por Judith, ni por otra hembra alguna. Fracaso de estrategia. Como esto no les ha funcionado, llegan a la conclusión de que lo mejor será dejar al conserje en la calle abandonado, fingir que nadie le conoce y hasta dejarle sin domicilio (recordemos que vive en una caravana aparcada al lado del edificio). Judith llama personalmente a la grúa municipal para que retiren la casa del conserje y así, quede a merced de toda inclemencia. Son una joya estos vecinos, ¿verdad?

A Enrique parece que le ha abducido el espíritu del pescadero cabronazo. Ahora intenta convencer al cencerro adolescente que tiene por hijo de que tiene que declarar contra su madre. Esto obedece a su objetivo de hundirla hasta lo más profundo sin compasión.

Pues bien, hasta el inmaduro jovenzuelo se da cuenta de la injusticia de tal putada y espeta a su padre una buena pulla:

Fran: Papá, sinceramente, veo a mamá más feliz con Reyes que contigo.
Enrique: Es duro. Es duro eso que has dicho.
Fran: Sí. Bueno, me piro.
Enrique: ¡Pero no me lo creo! A ti también te ha comido la chaveta. ¡Claro, como te da rulos en su burra!
Fran: ¡Pues sí! ¡Porque es una tía de puta madre! Y si mamá en su momento decidió liarse con ella, por algo será. ¡Y no me rayes más, que yo no voy a putear a dos personas que se quieren!

Y aquí estaba yo otra vez emocionadísima con el arranque del chaval, otra vez atacada por esa ingenuidad que ya he dicho que no me abandona ni a tiros. Porque, oh decepción, el soborno puede más que las buenas intenciones: el zangolotino cede a la presión y su integridad moral se disuelve enseguida. Basta con que su padre le ofrezca comprarle un coche si declara contra su madre, para que todo el idealismo se vaya por la taza del wáter. Fran ya se pasó al lado oscuro y su precio es un automóvil.

Justo en estos precisos instantes, aparece Araceli. Viene con un montón de comida precocinada, presta a montar una especie de cena romántica. En ella (ese es su plan maquiavélico) logrará arrebatar a Enrique la única prueba que posee de que le abandonó con alevosía: la NOTA. Atención, que el menú tiene tela:

  • Entrante: Anguila frita con apio.
  • Primer plato: Caracoles al vapor con jengibre.
  • Segundo plato: Pato laqueado al estilo “Pumpao”.

Y como postre y además para regarlo todo, licor de lagarto, un delicado caldo que consiste en meter (según dice Araceli, que como sea verdad yo no vuelvo a probar semejante cosa) un pobre lagartito vivo en alcohol para que muera borracho perdido y ahogado en él. A partir del reptílico óbito, el pobre bicho se dedica a darle esencia y sabor al licor de marras. ¡Por favor, qué asquito!

Ahora bien, la graduación alcohólica de la sustancia debe de ser lo suficientemente alta como para garantizar que varios chupitos induzcan a una melopea de altas dimensiones. Y ése es el objetivo preciso de Araceli: que Enrique se coja tal trompa que se desmaye y ella, libremente, pueda buscar la NOTA por todo el piso sin estorbos de ninguna clase.

Araceli, en plan Conspiración

Pero hay un pequeño detalle que olvida nuestra inteligentísima heroína: si tú bebes tanto o más que el sujeto a emborrachar, te cogerás la misma cogorza que él (o superior). Araceli termina por los suelos y el pánfilo adolescente ayuda a Enrique –que está también trompa perdido- a acostarla en la camita. ¿Son limpias las intenciones del concejal o, aparte de tumbarla a que duerma la mona, quiere también ejecutar ejercicios fornicatorios con la beoda?

Esa misma es la duda que se le plantea a Araceli cuando se despierta en paños menores, metida en la cama de su ex y con el mismo ex durmiendo a su lado. ¡Oh! ¿Habrá o no habido cópula alcohólica? Araceli se levanta silenciosa y horrorizada, tras comprobar que tiene 25 llamadas perdidas de su novia en el móvil. Sale de la cama, se mete una teta dentro del camisón (la muy rebelde había escapado fuera de la ropa, cómo son cuando quieren exhibirse, hay que ver) y se carga al hombro toda su ropa. Y, ¡oh, milagro!, mientras recogía sus prendas, alcanza a ver la famosísima cartera en la que forzosamente ha de estar…..¡tatachán, tacháaan!….la NOTA.

Araceli, hurtando hábilmente la única prueba del delito

Rápidamente se apodera de ella cual espía que completa su misión. Y presta ya a escapar, se ve frenada por…el “bello” durmiente. Enrique declara que han tenido un montón de sexo de calidad superior al jamás conocido por ser humano alguno, que eso cambia todo entre ellos, …..en fin, un montón de memeces de las que destacamos la siguiente: El imbécil de Enrique: “Anoche comprobé que no eres lesbiana. ¡Gozaste como una perra!”.

Lo dicho, el vil espíritu del pescadero ha hecho nido en el cráneo del concejal. Ahora son uno en su destino en lo universal. Es una auténtica posesión diabolopescadérica, ¡si hasta hablan igual! ¿O será tal vez que se están intercambiando las personalidades?

Recio está enamorado. A su manera, pero enamorado. La Manolita lo tiene loquito. La trata como a una señora, le da marisco para comer y papayas para que no eche de menos su tierra. En cuanto a costumbres sexuales, ha resucitado las antiguas y ridículas prácticas que ejercitaba con su ultracatólica esposa. De todos los juegos erótico-estúpidos, siempre dejó claro que a él le gustaba “hacer el Guardia Civil”. Tan curiosa parafilia consiste en ponerse un tricornio, unas gafas negras y unas botas (además de estar en calzoncillos) y fingir que es un agente que practica un control de alcoholemia en carretera. Para a la conductora-presunta-infractora y, autoritario, ordena que “sople” para ver si ha bebido. Mejor no aclaro que entiende él por alcoholímetro porque luego nos pueden dar reflejos de vómito y no es plan.

El caso es que está que bebe los vientos por la Manolita. Y la Manolita está centrada en sacarle el dinero a su “centollito”, que así le llama. En mitad del “control de alcoholemia”, la astuta putita empieza a camelarse al Recio para que traiga a su hermano Washington de Colombia. El tal hermanito tiene que huir del país con cierta pequeña urgencia porque se ha metido en líos con gente muy mala malota que se lo quiere balasear. Dos cosquillitas al centollito bastan para que éste acceda contento a pagarle el pasaje al hermano. Fijaos si estará tontín el pescadero que hasta deshoja margaritas como un pipiolo a la voz de “me quiere, no me quiere”. Pobre, si hasta me da pena. Bueno….., no.

Deshojando margaritas, como si fuera una persona normal emocionalmente

Llega el hermanito de Manolita. Ha hecho su travesía transoceánica en clase business a costa del centollito. Le paga el taxi también y, por si fuera poco, 600 euros para que el mozo se vista porque dice que el equipaje se lo han perdido en la aduana y no tiene ropa alguna. El amor tiene lobotomizado al centollito: no se da cuenta de que le están tangando. Encima el hermano pedigüeño se va a quedar alojado en su propia casa. Pero Recio está tan atontolinado que sólo acierta a irse cantando la canción de Heidi, adaptada al nombre de “Manolita”.

Araceli no escarmienta ni que la den de palos. Abrumada por el asunto del acostón, acude a la consulta de su psicóloga preferida (bueno, la única). Judith aconseja con esa sabiduría profesional que harto conocemos y, tras confesar que ella tampoco sabe por qué demonios se tiraba a Enrique, dice:

Si te lo callas, tu relación no se verá afectada. Pero tendrás que vivir con la culpa de haber engañado a la persona que más quieres. Y si le confiesas tu infidelidad, pues te quitarás esa carga pero, aunque Reyes te perdone, la confianza –que es un pilar fundamental en la pareja- pues puede verse seriamente afectada.

¡Ahí va! ¡Si resulta que esta chica vale para algo, porque esto que ha dicho no es propio de la tarada que suele ser y hasta tiene sentido! Efectivamente: el problema es que todo el que viene a vivir a este edificio acaba enloquecido y perdiendo todas las cualidades que tendría por naturaleza y/o educación.

Tras meditarlo (supongo), Araceli decide afianzarse en su primer impulso: contárselo todo a Reyes…en su lecho de muerte –es decir, no contárselo. Llega a la habitación del hospital con la convicción de que su novia se va a poner la tira de feliz cuando vea que ha conseguido la NOTA. No se equivoca; Reyes exclama: “¡cojonudo!” y se pone a examinar con deleite la comprometedora prueba delictiva.

El paciente de al lado, entre tos y tos, reclama un cigarrillo. Araceli no se lo piensa dos veces y, pensando que hace una gracia, le pone un pitillo en la boca y se lo enciende. A la primera calada, el tío exhala un suspiro sospechoso y….se muere. Llegan las enfermeras a llevárselo para dejar una cama libre -¡que avaricia tienen en los hospitales con las camas, no quieren más que se queden vacías para llenarlas con otros ocupantes! A Reyes le da meditabunda y dice que le da mucha pena que el pobre tipo se haya muerto solo. “¡Menos mal –exclama- que nosotras nos tenemos la una a la otra, pase lo que pase”. Nunca dijera eso de “pase lo que pase”, porque Araceli lo toma al pie de la letra y de pronto decide confesar: “Me he acostado con Enrique”-anuncia.

Mientras tanto, la comecocos (Judith) baja al piso de Enrique a cantarle las cuarenta. Le ha ofendido un montón que siga tirándole los tejos a la vez que se tira a su exmujer. El concejal explica que la presidenta es en realidad un “plan B”: si Araceli le rechaza, siempre le queda de repuesto Judith. Eso en mi pueblo siempre se ha llamado “ser plato de segunda mesa” y siempre ha sido muy humillante; así que la presidenta, lógicamente, le mete un bofetón a Enrique digno de ser reseñado en la enciclopedia de los tortazos.

Pero la comecocos no sólo se entera de que es una simple opción secundaria para el amor del concejal, también recibe una muy valiosa información: en realidad no se ha acostado con Araceli. Estaban los dos tan borrachos que simplemente durmieron la cogorza en la misma cama, pero nada más. ¡Hay que ser mentiroso, mendaz, rastrero e hijoputa! Inventarse un embuste así para romper una pareja y así aprovecharse de la situación es de ser muy rata de cloaca.

El gaznápiro adolescente llega en esos momentos para anunciar que Reyes y Araceli han roto y que su madre está en el piso hecha polvo, llorando a todo meter. Enrique, sacando una vez más su lado más despreciable, decide subir a la vivienda que su exmujer compartía con su ahora exnovia, para aprovechar su estado emocionalmente hundido y acabar de conquistarla. En mitad de sus requiebros llega Reyes, que había ido al trastero a por las maletas. El concejal se esconde porque teme que le parta la cara (observemos que Enrique no ostenta muchos puntos en su nivel de valentía).

Y desde el cuarto de baño, oye lo siguiente:

Araceli: Perdóname. Yo te quiero a ti. A Enrique le dejé hace tres años con una nota; y le volvería a dejar ahora, pero sin nota porque luego es un lío. Tú me has cambiado la vida. Me has dado la felicidad que he estado buscando por todo el mundo, entre monjes tibetanos y chamanes peyoteros.
Reyes: Entonces, ¿por qué me has engañado?
Araceli: ¡Si es que no lo sé, no tiene ningún sentido!
Reyes: Lo siento, pero ya no confío en ti.

Y se ponen a llorar las dos, cada una en una habitación. Y a Enrique le llegan los llantos en estéreo, porque está sentado en la taza del wáter del cuarto de baño, con el que lindan ambas habitaciones, cada una de un lado. Y él también se pone a llorar, porque es para llorar la putada que las ha hecho. ¿Serán las lágrimas de Enrique de sincero arrepentimiento o de hipócrita cocodrilo?

A pesar de todos los avisos, Antonio Recio sigue agilipollado en las redes amorosas de Manolita como una mosca esperando que la araña se la zampe. A pesar de que su exmujer casi les pilla y así se lo dice, quiere ignorar que Manolita se acuesta con el que dice ser su “hermano” Washington. Le hace regalos a la putita y le da dinero a espuertas al “hermanito” para que monte un negocio. Y el colmo: Manolita quiere irse a vivir a un chalet, y de cabeza se mete el rancio a comprarlo. Apalabra uno y hasta llama a un notario para firmar las escrituras. ¡Ay, “centollito”, te van a desplumar y a dejarte sin “Imperio del marisco”!

El conserje ha sido finalmente acogido por la comunidad: aunque parezca mentira, algo de sentimientos les quedan. Debido a ello, Judith decide ceder al chantaje del pescadero y darle la presidencia a cambio de que no presente denuncia por tener al conserje sin contrato. Que una cosa es que sea tontilerdo y otra muy distinta que no ostente derechos laborales. A tal efecto, convoca una reunión en el portal del edificio. Cuando están esperando a Antonio Recio para ofrecerle – cual felpudos serviles- la presidencia de la comunidad, aparecen Reyes y Araceli.

Reyes anuncia que han roto a toda la concurrencia y de paso aprovecha para mandarlos a tomar por culo colectivamente. Y…..de repente….sale Enrique de su vivienda, recibe un maletazo por parte de Reyes, y le dice:

Quiero que sepas que entre Araceli y yo no pasó nada. Aprovechando su intoxicación etílica con el licor de lagarto, me inventé un coito inexistente, en un acto desesperado por recuperarla. Me he dado cuenta de que, más allá de una relación lésbica, lo que late en vuestros corazones es un amor verdadero. Como el que a mí me gustaría tener, pero mi tren pasó. Mis trenes todos los he perdido. Estoy atrapado en una estación llamada fracaso. Así que, como prueba de buena voluntad, aquí tienes: los papeles del divorcio, firmados. Eres libre.

Y tras tan emotiva declaración, Reyes se lanza con entusiasmo contra Araceli y la besa. Los vecinos corean el beso, alegres y encantados (¡quién lo iba a decir!). Hasta el gañán grita olés. Y entre vivas y hurras, nuestra parejita se reconcilia finalmente y las aguas vuelven a sus correctos cauces.

Nuestro malvado favorito, el pescadero, está encontrando lo que se merece en grandes raciones. ¿Qué le gusta a él ser? Presidente de la comunidad. ¿Qué le va a pedir Manolita? Que renuncie a serlo y se vaya con ella al chalet. Ya a punto de firmar ante notario, Recio se derrumba: a él le gustaría quedarse para ser presidente. Manolita monta en cólera y descubre su verdadera faz. Porque ella lo que quería es que pusiera el chalet a su nombre y desplumarle poco a poco hasta dejarle sin un solo céntimo de euro. Frustrada, carga contra su “enamorado” y le llama: “¡gonorrea, hijoputa, malparío, mascaverga, aborto de chulo!”. Y cuando sale por la puerta con las maletas, a los vecinos (que estaban espiando, como siempre): “culicagaos”. Yo no sabía que existieran esos insultos, la verdad; me ha resultado muy ilustrativo.

Recio vuelve a intentar ocupar el trono presidencial que le han ofrecido, pero ya antes de su nombramiento empieza a comportarse tan histéricamente como siempre. Los vecinos, aterrados, reniegan de su decisión primera. El conserje tonto ofrece la solución: declarar que se ha caído de la bicicleta; así la comunidad queda libre de una posible denuncia del pescadero ambicioso. Todo resuelto: Recio sigue sin tener el poder, le han birlado otros seis mil y pico euros con la tarjeta que dio a su amada y poco a poco se vuelve a la normalidad –eso sí, enloquecida- de este vecindario. Al conserje le devuelven la caravana para que tenga un techo bajo el que resguardarse y hasta le hacen un contrato legal. Pero el tonto se empeña en leerlo antes de firmar y, como casi no sabe ni leer, finaliza nuestro episodio en plena noche mientras la lumbrera se anda aún por el primer párrafo del contrato.

¿Terminará alguna vez el conserje de leer los dos folios de texto? ¿Conseguirá la presidenta no derrumbarse de sueño y terminar por firmar ella también el dichoso contrato? ¿Cómo habrán celebrado su reconciliación Araceli y Reyes? ¿Cuántas posturas del kamasutra lésbico habrán probado? ¿Se habrá producido alguna lesión lumbar por las sexoacrobacias? Todas estas cuestiones y alguna más NO serán desveladas en el próximo capítulo. Hasta la próxima semana. Y sed felices, que es obligatorio.