Escrito por: Genix
Isleña de nacimiento, nací bajo el sol y el mar de las Islas Canarias. Pese a adorar al mar, los días soleados tumbada en la arena y noches cálidas bajo las estrellas, siento que pertenezco al país más grande del planeta: la humanidad. Me encanta la naturaleza, perderme en un bosque y aislarme del mundo escribiendo hasta meterme en mis propios relatos generando realidades emocionales que hagan mover mis propios cimientos. Resumiendo, amo ser consciente respirar cada vez que lo hago.

Se acerca un nuevo año, ya hemos pasado otro más juntas. Hemos debatido, criticado, alabado, encontrado nuevas series, nuevos puntos de vista, todo eso que mantiene el espíritu con el que fue creado este espacio. Pero también ha habido momentos tensos de dicotomías morales, puntos extraordinariamente impactantes acerca de asuntos que, francamente, no creí que se diera en el mundo, mucho menos en esta comunidad.

No se alarmen, no se trata del fin del mundo, ni se trata de pensamientos erróneos, y por supuesto, no trato, porque no me corresponde, y porque no todo el mundo debe tener un pensamiento idéntico, o parecido al de al lado, juzgar ni ser juzgada.

Personalmente, sí me atrevo a decir, sin miedo a equivocarme, que pertenecer a esta comunidad, la comunidad lésbica, ha sido, en general, un camino difícil, una elección que a muchas nos ha llevado a ser señaladas, tratadas de forma diferente, miradas de reojo, y hasta tratadas como enfermas. Hemos luchado por hacernos ver ante un mundo que debía, que necesitaba conocer lo grande que moraba a la sombra, pero que no por ello, dejabamos de existir, de ser auténticas, de ser “personas”. Y tras tanta lucha, cuando es hora de respirar profundo para tomar fuerza para la siguiente batalla, sí, digo la siguiente, porque nos queda mucho por hacer a todas y a todos, dejarnos ver y ser tolerados no ha sido sino un primer paso; que los niños, los jóvenes, los no tan jóvenes, sean capaces de vernos por la calle de la mano sin creerse que el fin del mundo está cerca, es una lucha que sigue ahí. Pero eso ya lo sabemos, lo aceptamos, lo encaramos y hasta reconocemos que no debemos dormirnos en los laureles, conformándonos con la tolerancia mendigada de una sociedad que a veces avanza dos pasos y retrocede tres.

Este post, no quiere profundizar en ello porque si no sería demasiado largo, demasiado espeso, demasiado obvio…Sería como regalar una aspiradora a un ama de casa (recalcarle el trabajo que queda por hacer aún), y esto pretende ser más bien un deseo para el nuevo año que ya casi está a la vuelta de la esquina. Un año que, pese a todo, siempre lo diviso lleno de esperanza, de pasos adelante, de caminos abiertos hacia la libertad que nos corresponde a todos por derecho; homosexuales, heterosexuales, blancos, negros, amarillos…etc. Va acerca de los conceptos que muchas veces hemos sacado cuando alguien, tratando de expresar una opinión, ha reflejado precisamente esa falta de tolerancia, de respeto, de solidaridad y saber vivir, que, a estas alturas, debería de caracterizarnos por haber vivido las consecuencias en las carnes propias o en la de alguna persona cercana.

Por suerte para el futuro, por suerte para la libertad, por la apuesta por la verdad que no se contiene en los libros, no ha sido sino unos pocos comentarios de unas pocas personas los que han llegado a ponerme triste… no, triste no, más bien decepcionada, esas palabras usadas con demasiada facilidad para cruzar esas líneas invisibles que son el respeto, la dignidad, la tolerancia, la igualdad… el amor.

He leído insultos. Sí, insultos, porque no se puede llamar de otro modo, insultos al amor, esa gran palabra que es la raíz de que seamos lo que somos “lesbianas, gay, homosexuales, bisexuales”, insultos sobre la autenticidad de lo que debe o no ser una lesbiana, cómo debe pensar, cómo debe vestir, cómo debe llevar las uñas, o algo tan atroz, como catalogar si se trata de alguien que ha llegado a conocerse al fin, algo que a muchas nos cuesta toda la vida y otras ni así, posiblemente porque la vida no es tan larga como para madurar si no empleas tiempo en ello aunque lo parezca por el espejismo de cumplir años, por si ha tenido contacto con el género masculino, eso que para muchas es hasta un tabú llamar “hombre”, para ser o no una lesbiana de verdad. Y yo sonrío, lo hago en silencio y ladeando mi cabeza, sin poder evitar preguntarme en si es esa la forma de pensar de aquellas que lo han tenido más fácil naciendo con la “L” en la frente, y me pregunto si esas mujeres serán juzgadas mañana por otra nueva generación que decida que hay un corte exacto de pelo para definirnos, o una jerga concreta para comunicarse y si no es así las tacharán de lo mismo de lo que tacharon a otras. Y yo no sé ustedes, para mí es necesario creer que la vida no pasa en vano y que debemos evolucionar porque involucionar no es una posibilidad, se sea de la especie que sea.

¿En qué momento dejamos de ser personas para ser estereotipos? ¿En qué momento se te juzga por cómo has llegado a ser quien eres o lo que eres?. Yo soy mi pasado, atiendo y respondo a cada decisión errónea o no, pero con todo ello hay que ser corto de miras para no darse cuenta de que somos la consecuencia de nuestras vidas, por lo tanto, lo que vivimos es lo que nos hace ser quienes somos, así como mañana habrá algo aprendido que nos hará no volver a ser la que fuimos ayer.

¿En qué momento dos personas que se aman deben ser juzgadas por su diferencia de edad? ¿Es así como te gustaría que se te juzgara si acabas enamorándote en esas circunstancias? ¿Es que acaso esa superficialidad con la que se nos señalaba hasta no hace mucho, es ahora el pan que comemos para entre nosotras mismas ponernos límites y esquemas a nuestros sentimientos? …Edades, ¿que tiene que ver la edad con la madurez? ¿Acaso no creen que pueda sentarme con alguien de 18 años y sus amigos y hablar con todos durante horas, bromeando y pasándolo bien como una más y que encima puedan aprender algo de la madurez que tengo por default? ¿No se trata de eso la convivencia y la sociedad? ¿No se trata de complementarse constantemente con todo aquel que te pueda aportar algo nuevo, bueno y realmente importante? La empatía, señoras, es algo que puede salvarnos de ser juez, jurado y verdugo, y posiblemente, sea la solución más simple para que otros no sea lo mismo para con nosotros. Obviamente siempre hay atenuantes porque ¿quién no conoce a alguien de edad media que se rodea de los más jóvenes solo porque así se le hace más fácil no tener que madurar? O al contrario, alguien muy joven que te ha regalado una lección moral que te ha dejado petrificada por su calidad humana.

La perfecta pareja por la imagen perfecta, la fotografía, no del alma sino la apariencia estética de dos físicos ideales es como regresar a los tiempos de las abuelas, cuando a simple vista tu tía Enriqueta te decía “Ay, pues no me gusta para ti”. Tanto amor en esas palabras, tanto conocimiento de tus sentimientos, tanta preocupación por tu corazón…(por supuesto, esto último es una ironía)…Y por supuesto ni voy seleccionando a mis amigos por su edad, porque muchas veces no sé ni qué edad cumplen, solo sé que es su cumpleaños y les mando un abrazo, mucho menos lo haría con alguien que ha tocado mi corazón. No creo que haya esquemas en el amor de cualquier tipo, hay madurez, complementación, afinidad, química, conocimiento, estados del corazón que a veces se nos olvida a la hora de decir “ Es muy vieja para ella”, en lugar de “ Cómo se les nota el amor” o “ Se complementan”, o sencillamente “ Son mejores personas desde que están juntas”

No voy a decir nombres claro está. Y no porque no pueda, sino porque no quiero, no es mi estilo, y no tengo nada en contra de la gente que cree que los insultos son aptos para expresarse. No me importa el nombre de quien ha optado del gran abanico de opciones en las que comunicarse, la acusación o la intolerancia, los insultos y la agresividad pasiva. Y es que usar ese método acapara tanto mi atención como un anuncio de Ariel para lavadoras de 36 cacitos y por muchos colores llamativos que le pongan, a mí el payaso del Mc Donalds sigue pareciéndome horrible de la vida. No, la verdad es que me preocupa más lo que dejan ver sus palabras de sí mismas porque apuesto por un mundo mejor, con o sin mí viviendo en él, pero mejor.

Yo no ataco, tampoco va en mí, pero sí me defiendo cuando se me provoca directamente, y lo más curioso es que me tomo menos directo un ataque personal, que cuando se ha insultado a toda la realidad de muchas de nosotras. Y se me desborda el corazón al salir en defensa de todos a los que hiere y atacan esas palabras. Así que esto que escribo no es una embestida, es una reflexión, una invitación a la recapacitación, unos pensamientos en voz alta solo para demostrar de forma simple que puedo leer cosas así. Aceptar que no somos iguales, que, por suerte, todas tenemos mucho que aportar al mundo de tantas formas, con tantos frutos atractivos y manjares extraordinarios, que sea un placer acudir a ese banquete de ideas y opiniones, riquezas culturales, emocionales, morales, de donde escoger quien ser, o cómo mínimo, que despierte inquietud para saber quien se quiere ser…Ese es para mí el verdadero diálogo, la verdadera comunicación, el valor auténtico de las palabras.

En definitiva, acabo este año con un deseo de corazón. No convertirnos en aquello contra lo que tanto hemos luchado. Todo no es tan simple como raspar un poco la superficie para emitir un juicio, mucho menos a una generalidad de personas, y quien dice personas, dice corazones, vidas, lágrimas, sonrisas…amor.

Y otro no tanto con el corazón, sino el alma también lol, ¡¡“Sacarnos la lotería de Navidad”!!.

¿Y ustedes qué desean para el año que ya casi empieza?