plantas39

Escrito por: Arcadia:

«Soy de ideas fijas. Vivo en la meseta norte española. Estoy felizmente casada, después de muchos años de vida en común, y que vaya tan felizmente como hasta ahora. Me encanta el cine (sobre todo el clásico), la buena literatura y las historias bien contadas. En el Twituniverse se me conoce como @havingdrink«

La enfermedad de Zandra Plackett ya es pública en toda la prisión. Las reacciones ante un hecho tan triste son variadas: la mayoría de las reclusas evitan acercarse a la enferma como si tuviera la peste bubónica en vez de un tumor cerebral. La razón, más que el temor al contagio, es la perturbación que experimentan al estar junto a una persona que se está muriendo y no saber qué decir ni cómo reaccionar ante su sufrimiento. Y es que la tristeza no le gusta a nadie y auyenta a las compañías. Por supuesto, hay excepciones a esta conducta: sus amigas de siempre y Barbara. Pero a Zandra le molestan las ganas de ayudar de ésta última, por interpretar que su interés nace de la lástima y no del afecto.

Crystal, por su parte, se dedica con devoción al cuidado de su amiga. Recordemos que se quedó un mes más en la cárcel para acompañarla, cometiendo a propósito una infracción para prolongar su condena. De esto informan las dos Julies a Josh (el novio de Crystal). El muchacho no se toma nada bien la cuestión: entiende que en la decisión de la generosa Crystal él no ha sido tomado en cuenta y lo que es un noble sacrificio de la chica se convierte para él en una prueba de que no le quiere.

Otro que tiene un buen lío sentimental en la cabeza es guardián Dominic McAllister. Le ha tomado a Zandra mucho afecto. Y ella se ha medio enamorado de él. Ambos lo saben, y si no fuera por las terribles circunstancias que afectan a la reclusa, lo más normal es que hubieran dejado las cosas correr y a ver qué pasaba: cabía la posibilidad de que Dominic se enamorara también y acabaran viviendo una vida de amor cuando Zandra saliera de prisión. Este era precisamente el sueño de la pobre chica. Pero ahora nada de eso es posible y las dudas atormentan a Dominic: ¿cómo hay que actuar?, ¿qué es lo correcto?

Wade se lo dice: es mejor proporcionar algo de ilusión a la muchacha aunque haya que saltarse alguna regla. Dominic ya se ha saltado una, aunque casi sin querer: por lo menos la chica se ha llevado un beso de su amado. Eso mismo piensan el resto de las reclusas: ¿merece la pena arriesgarse a algún castiguillo a cambio de darle una fiesta a Zandra? Así se animará algo, en la medida de lo posible. Yvonne proporciona una respetable cantidad de botellitas de muestra de licores variados (como las que se metían Thelma y Louise entre pecho y espalda). Todas las participantes del ágape se reúnen en la celda de Zandra and Co. Están toditas invitadas, incluida Shell Dockley. ¿Ha sido buena idea? Dudas hay entre el resto de las celebrantes: sus alusiones a la muerte inminente no parecen compatibles con la sensibilidad que requiere la situación.

Si sólo fuera que Shell ha aprendido diplomacia en una mala academia, podría pasar. Pero es que ella es malota, no lo puede ni lo quiere remediar: así que, veamos…¿Qué habrá estado tramando ahora? Como Barbara le cae mal –como media prisión, pero ahora la ha tomado con ella- se mete en su celda y le manga el diario. Por supuesto que realiza una lectura a fondo del mismo y así se entera de cuál es la opinión que le merecen a Barbara todos y cada uno de los que integran la comunidad carcelaria. Tales valoraciones personales no son demasiado favorables ni halagadoras y, probablemente, la propia Shell se lleve una de las peores partes. Según Barbara es una psicópata sin remisión. La malicia de Dockley pronto idea una manera de sacar ventaja del contenido del diario: chantaje y presión. Amenazando a Barbara con desvelar a las demás (o incluso a los guardianes) sus manifestaciones “literarias”, la tendrá bajo su absoluto control. De toda esta maniobra pronto se entera Nikki, pero estima que debe ser Barbara misma quien se enfrente a Shell.

Si Wade se involucrara en el asunto conseguiría dos efectos adversos:

1.- Meterse en problemas. Esto no es factible porque va a iniciar una apelación y porque le ha prometido a Helen que no lo haría. 2.- Cuando la defensora no esté delante, ¿qué pasará con la defendida? Pues que estará exánime ante una agresión, y así no adelantamos nada. Barbara promete que intentará sacar valentía del cuerpo y enfrentarse a la temible Shell.

Se inicia la fiestorra. Cada una de las partícipes recibe una minibotella. Ya están en la celda, entre risas y cachondeo. Como era de esperar, el ruido trasciende al pasillo y el guardián Mc Allister entra a echar un vistazo. A Dockley no le da casi tiempo a ocultar su botellita y la arroja a toda prisa dentro del vasito de limpieza de dientes, entre los cepillos y el dentífrico.

Aquí tenemos el cuerpo del delito.

Dominic hace una panorámica del recinto y de sobra se da cuenta de que hay una botellita en el dichoso vaso. Pero tras un breve parpadeo, resuelve tolerar la fiesta y les da una hora de plazo para perfeccionar la diversión. Todas ríen alborozadas y la celebración prosigue.

Pero Shell no puede pasar sin divertirse a su manera: y ahora el objeto de sus pullas y ataques es Babs (diminutivo de Barbara, que es como la conocen ahora en el Ala G). Si además puede meterse con Wade, su gozo se eleva al cuadrado. Así que saca el tema de la incomodidad de Barbara con tener que compartir celda con una perversa lesbiana. Nikki le responde: el asunto ya no está de moda, Babs ya no sufre sustos de madrugada por estas cuestiones. Shell tuerce el hocico con evidente frustración. Interrogada por la fuente de su información, aclara que efectivamente ha espiado el contenido del Querido Diario de Babs. Y como lo mejor es decir las cosas a la cara, es la propia Barbara quien le explica a todas que pensaba de ellas fatal, que le parecían seres poco recomendables y que sus opiniones en aquellos días no eran para ser vistas. Pero, afirma, las ha ido conociendo mejor y ha descubierto que tras la piel de delincuentes se esconden seres humanos con corazoncito incluido.

Como la jugada para desacreditar a Babs y provocar que se gane el odio general ha fracasado, Shell se pone furiosa y pasa a amenazarla directamente. Barbara le hace frente, pero está claro que está en inferioridad de condiciones físicas con su atacante. Entre ambas se interpone Zandra: es su fiesta y sólo ella decide quién se queda y quién se va. Y es a Shell a quien le toca irse. Sale muy ufana de la celda, con el mismo gesto híbrido entre desprecio y desafío. Pero, cuando queda fuera del alcance visual de sus compañeras, su cara se deshace en un mohín de pena y disgusto.

Su marcha no ha afectado para nada el ambiente juerguista del fiestorro: todas siguen echando traguitos de las botellucas, riendo y gastando bromas. De repente, vibra el móvil de las Julies: ¡un cliente! Una de ellas coge el teléfono, pero lo que le pide el pornóadicto debe de ser muy raro, porque ella susurra que es un pervertido. Al fin descubre cuál es la petición para excitarse: que bale como una oveja. A la Julie le parece muy fuerte como detonante masturbatorio un capricho tan original, pero todas la animan entre carcajadas para que le siga la corriente.

Zandra se lo está pasando pipa con el rollo de la prostituta baladora y ríe sin cesar. De repente, se le escapa de entre los dedos el cigarrillo que estaba fumando, comienza a sufrir convulsiones y finalmente cae al suelo. Nikki sale disparada a avisar de que algo ha pasado. Dominic llega despavorido para ayudar, pero cuando se arrodilla junto a Zandra comprueba la amarga verdad. Está muerta.

No por esperado, el fin de Zandra es menos trágico. Sus compañeras han organizado un servicio religioso: acudirán también los guardianes, conscientes de que la pobre chica no tenía a nadie en la vida. Su única familia era su bebé…y se lo quitaron. Qué pena, qué tristura. Qué dramón.

Pero a rey muerto, rey puesto. Y en esta cárcel, en el momento que hay una cama libre se ocupa. La chica nueva se llama Shaz, y es esta arrapieza:

Shaz le pregunta a Di (que es la guardiana “de guardia”, porque todos los demás están en el funeral de Zandra) por toda clase de actividades, juegos y entretenimientos con los que pasar el tiempo en prisión. Vitalidad no le falta, aunque tal vez tenga demasiada.

El servicio religioso está a punto de comenzar y Dominic no aparece. Ms Betts está preocupada por su tardanza; no quiere empezar sin él, que era una pieza importante en la vida de la finada. Al fin llega con un bebé en los brazos: es Robbie, el hijo de Zandra. Aunque el pequeño no se entere de nada, lo ha hecho porque a su madre le hubiera gustado tenerle allí. Babs se encarga de la amenización musical. Así que se acerca el armonio para dejar listas las partituras y todo el equipamiento del instrumento. Pero cuando abre la tapa se encuentra con una desagradable pintada (hecha con lápiz de labios): “Tu funeral será el próximo”. Adivinen quién puede haber sido la autora del mensaje, no es demasiado difícil. Comienza el acto. El cura (bueno, el ministro) dirige unas palabras confortativas sobre la falta de importancia que para Dios tiene el que la difunta fuera presidiaria, dado que Cristo prometió subir al Paraíso al ladrón crucificado a su diestra.

Finalizada la prédica, Crystal se acerca al atril de hablar con guitarra y todo. Encontró una carta a ella dirigida entre los objetos personales de Zandra. Era su deseo que la leyera en voz alta en el funeral. Así que se pone a ello. Comienza el speech con una alusión general a los que allí están presentes. Algunos guardianes se llevan mención personalizada: la “vieja mortaja” (que es como las presas llaman a la Bulldog) y Mr Fenner (al que Zandra imagina echándoles miradas a todas las reclusas “cuando cree que no le ve la gobernadora”; Karen no puede evitar sonreírse). Sigue con un repaso general de sus compañeras y una mención personal a cada una de las más cercanas a ella: Denny, buena chica aunque la inteligencia no es su mayor virtud y las dos Julies, que fueron para ella como sus madres. Llega el turno de Dominic. A él le agradece su cariño, su apoyo constante y la tremenda ayuda que le brindó para dejar la toxicomanía.

Y, para rematar, la propia Crystal. Se le hace muy difícil leer los elogios que le dedica Zandra y se pasa todo el tiempo mordiéndose los labios para no arrancar a llorar. Dice que es su mejor amiga, expresa su agradecimiento por ayudarla a aceptar la idea de la muerte y dice que la quiere.

Por último, Zandra se lamenta en su escrito de la falta de su bebé y encomienda a sus compañeras que algún día ellas le hablen de su madre.

Y para terminar, expresa un deseo: que finalicen la ceremonia cantando entre todos el Cumbayá. Explica que no es porque le gustara la tal canción, sino porque se acuerda de lo que le fastidiaba a la “vieja mortaja” que la cantaran todo el día. Ahora los presentes se muerden los labios otra vez, pero no para evitar llorar, sino para no reírse.

Comienzan a cantar y ¡sorpresa!, la mismísima Bulldog participa en el coro. De verdad que se ven cosas raras. Terminado el acto, todo el mundo vuelve a su vida normal. Y la vida normal para Shell es meterse con alguien. Como sabemos, ahora tiene a Babs en el punto de mira, así que le dice con ánimo atemorizante que va a buscar una fina cuchilla que tiene por ahí escondida. Nikki le echa un capotazo a Barbara y le espeta a Dockley que cuando encuentre la cuchilla la use consigo misma.

Aburrida, Shell se va a otra parte. Vislumbra a la nueva adquisición (Shaz) y se tira en picado a molestarla: pretende registrar todas sus pertenencias para ver si tiene drogas. Pero Denny se interpone y la desautoriza. Parece que a Denn le ha caído muy bien su nueva compañera de celda. Por lo menos hasta el punto de plantarse con Shell para defenderla. Dockley sospecha que no es sólo simpatía lo que mueve a Denn hacia la nueva reclusa: es atracción. Denny lo niega, pero Shell sigue con sus teorías. Para burlarse un poco, le pregunta a Shaz por qué la han enchironado.

Esperaba que fuera alguna tontería, un delito menor, una confusión, un error…Cuál es su sorpresa (y la nuestra) cuando la vivaracha y a primera vista inofensiva pardala declara que ha cometido ¡un triple asesinato!

Nikki le dice a Babs que tiene que hacer algo para librarse del acoso de Dockley. Y cuanto antes, porque si no le va a hacer la vida imposible de verdad. Repite que tiene que llevarlo a cabo sin su apoyo, porque o lo hace por sí misma o no la va a respetar jamás. Barbara se decide por fin y toda atemorizada penetra en la celda de Shell. Burlona, como siempre, ésta le pregunta “si puede serle de ayuda en algo”. Babs reclama la devolución de su diario. Dockley mira con desdén el librito, que descansa sobre su litera y le dice a su propietaria que lo coja ella misma. Babs duda un poco, pero al final hace lo que le pide; y en ese momento, la terrible presidiaria se lanza sobre su presa, la tira contra la cama de bruces y la inmoviliza.

Barbara grita desesperada pidiendo la ayuda de Nikki, pero Wade le advirtió que no debía ayudarla…y no lo hace. Comienza a atacarla verbalmente, diciéndole barbaridades sobre su marido difunto e insinuando que tal vez Barbara acabó con él a propósito para librarse de su presencia. A Babs le hierven en las tripas los instintos homicidas: Shell le ha tocado el lado sensible que nunca debió ni rozar. Se revuelve como una fiera y de un empellón arroja a la desconcertada Dockley contra la pared. En el choque, Shell se da un buen porrazo en el brazo contra el borde de su propia mesilla y se hace dañito.

La pacífica Babs ha demostrado que puede no ser pacífica siempre y que tiene dientes que enseñar, como cualquiera. Y fin del episodio. Uno de los más tristes que hemos visto en la serie. Sniffs. Pero la vida sigue y el espectáculo también. Nos veremos la semana que viene. Un abrazo a todas.