Probablemente este sea uno de los libros lésbico más originales con que me haya encontrado jamás. Antes de nada, quiero dar las gracias a mi amiga Natalia por su sugerencia. Ha sido todo un descubrimiento. ¿En qué consiste lo que lo hace tan especial? Fácil: es una novela en verso. libro lésbico

Confieso que cuando me puse a leerla tenía una sensación mezclada de curiosidad y escepticismo. Los géneros híbridos son un terreno delicado, una especie de experimento que –como todos los experimentos- tienen un 50% de posibilidades (calculando por lo bajo) de salir mal. Para rematar la faena, encima es una novela negra. Nada más alejado en principio de lo que habitualmente se espera de la poesía: introspección, lirismo, sentimentalidad, etc. Esto pide acción, agilidad, crudeza y todo lo contrario a andarse con paños calientes. ¿Cómo hacer compatibles mundos en apariencia tan opuestos -técnica y conceptualmente- entre sí?

Comencé a leer el libro como una novela (a fin de cuentas, es lo que declara ser), pero con el otro ojo puesto en cómo sonaba aquello. Porque la poesía en realidad es música hecha con palabras –o al menos eso me ha parecido a mí siempre que es su verdadera esencia. Y me encontré leyendo con una avidez que no podía significar otra cosa que lo evidente: me estaba gustando. Casi me lo leo de un tirón, si no fuera porque conscientemente me impuse parar y posar.

La historia tiene ese punto turbio que debe acompañar a toda novela negra: un ambiente sórdido, una sociedad podrida, una atmósfera enrarecida, un crimen. Y una detective expolicía resabiada de las investigaciones oficiales, acostumbrada a la oscuridad del submundo de Sydney, a moverse entre las cloacas y a considerar el peligro una simple parte del oficio.

EL ASCENSOR VACÍO

En el ascensor resuena “California Deaming”

entre el pestazo a cigarrillos y sudor

entrar en este ascensor vacío es como meterse en una boca sucia. (Pág. 227)

La detective se llama Jill. Es lesbiana. Está de vuelta de todo. Menos de lo que se le viene encima. Mickey es una adolescente estudiante de Literatura a la que un buen día alguien le parte el corazón…y el cuello. La policía investiga lo imprescindible. Cierra el caso. Los padres de la víctima llaman a Jill. Ella es la detective ideal para el trabajo: una freelance al margen de la autoridad y de los círculos que estarían interesados en tapar el asunto. Es tan independiente que casi raya la marginalidad en cierto modo: es insobornable. La investigación sigue cauces inesperados. Jill tiene agallas, una mente fría…pero un corazón caliente. Jill establece conexiones, intima, la investigación empieza a contaminarse con las relaciones personales. Jill tiene entonces otras partes de su anatomía más calientes aún que el corazón. ¿Obnubilará esta calentura la helada mente de Jill hasta impedirle resolver el caso? ¿Tendrá que aplicarse duchas frías para pensar con claridad? Y, en cualquier caso… ¿QUIÉN MATÓ A MICKEY?

A grandes rasgos esta es la trama de la novela-poema. Hay acción, pasión, sexo, relaciones turbulentas, engaños, traiciones, mentiras, ambientes malolientes, un puntillo de depravación, bastante peligro y cantidades ingentes de suspense. Y hasta aquí habríamos llegado si fuera una novela convencional (en prosa). Pero la forma merece en este caso un comentario adicional, más que nada porque resulta difícil convencer a nadie que no la haya leído de que el experimento funciona. Así que lo mejor es explicar precisamente eso: cómo funciona el invento, y así podéis juzgar. Y decidir si os puede gustar o no.

La osadía de hacer una novela en verso tiene un punto a favor en el caso de que escribas en inglés: la poesía en este idioma se basa desde siempre en un esquema completamente rítmico –la aliteración. No se trata de que el español no pueda usarlo, ni que el latín no tuviera una tradición en este campo aún mayor (los famosos periodos): en el caso del inglés, el basamento de los versos es precisamente la aliteración. Explicándolo de manera breve y para andar por casa (no vamos a entrar en florituras), el esquema rítmico se basa en los acentos del fraseo. Es el ritmo lo que da valor al verso de la novela y lo que hace que se comporte como una narración coherente y fluida, pero dotada de musicalidad –o sea lo propio del poema. Así es como Dorothy Porter consigue construir un género híbrido que funciona en sus dos aspectos, como una perfecta criatura bicéfala.

No es un poema: es una colección de poemas. Aún más: hay una serie de poemas que forman parte en realidad del material físico de la investigación, son “piezas de evidencia”, como dicen ellos. Se constituyen en pruebas, porque se trata de poemas que escribió la víctima y que dan pistas de quién pudo ser su asesin@. Porque Mickey escribía una poesía muy cruda, muy desvergonzada y muy…literal, por así decirlo, respecto a sus costumbres sexuales y su propia vida privada. Sus escritos tenían mucho de Diario; y no digo más, hasta ahí puedo leer. 🙂

Veamos, para que os hagáis idea, otro de los poemas:

QUÉ SE SIENTE

Mickey murió estrangulada.

Lo sabemos por los pocos restos que quedaron.

Diana rodea mi cuello con las dos manos.

“¿Quieres saber qué se siente?”

aprieta las yemas de los pulgares hacia dentro

sus labios rozan mis ojos su rodilla mi coño

me agito entre el sofoco y el orgasmo

no consigo recordar si me ha gustado. (Pág. 120)

Inquietante, sórdido y lúbrico al mismo tiempo, ¿no? Hay que tener mucho talento para ensamblar todo esto, porque en realidad son materias tan heterogéneas que en un principio no parecía posible poder compaginar. La labor del traductor es casi titánica: consigue respetar hasta donde es posible el aleteo rítmico de la poesía sin perder velocidad en la narración. Prescinde de términos que, por ser autóctonos, no entenderíamos sin acotaciones. La elección (según él mismo) es adaptarlos, porque si nos ponemos a leer las anotaciones interminables en cada página, nos haría perder el encanto y la intriga de la narración. Traduce como puede –y no es fácil- términos de slang que simplemente no tienen trasposición posible al español. ¿Se pierde algo en la traducción? Pues sí, eso seguro, porque nunca sucede de otra manera; pero vista la dificultad originaria, el resultado es prodigioso. Dadas las circunstancias especiales de la obra, sentí curiosidad por leer al menos una parte en idioma original y puedo decir que la traducción es sumamente respetable.

La autora hace además una crítica bastante amarga y un tanto ácida del ambiente de los círculos literarios de Sydney. Como suele ser habitual en la totalidad del globo terráqueo: este mundillo se nutre de pedantes y vacuos intelectualoides que se lucran del escaparatismo de los eventos literario-sociales y de un prestigio adquirido a base de la adulación de la prensa especializada y de los lamentables starmakers-mafiosillos del mundo académico. A raíz de esto, recomiendo leer la introducción al libro que hace el traductor del mismo (Enrique de Hériz), y que además de dar datos valiosos sobre su trabajo, es un modelo de tolerancia y respeto. En ella, se destaca la figura de la autora que, además de ser lesbiana y quizá por eso, tenía una valentía fuera de lo común. Y un talento y savoir faire reconocido ampliamente en su austral país.

Para desgracia de todo el mundo que aprecia la buena literatura (pero sobre todo de su viuda, obviamente), Dorothy Porter falleció en 2008, víctima de un maldito cáncer. Descanse en paz. Pero nos quedan sus obras que, siempre se ha dicho, otorgan la inmortalidad –o al menos un poquito de ella. Del libro se hizo una adaptación cinematográfica que prometo ver en cuanto pueda y si, a mi entender, merece la pena, daré noticia y comentario de la misma. Se llama “El Círculo Íntimo”(2000), y ya con tener de protagonista a Kelly McGillis, creo que podría decirse que tiene muy buena pinta. Como digo siempre: disfrutad del libro…si os apetece. 🙂

Edición que cito: «La Máscara del Mono. Dorothy Porter. Ed. La Otra Orilla. Barcelona, 2011.