Coliseo Relato lésbico

Coliseo: Prólogo

La insistente brisa removía a su antojo su cabello ondulado desde la mitad de su espalda hasta su rostro. Presionó sus labios saboreándolos dentro de su boca, recogiendo la fina capa de sal que los cubría, sintiéndolos ligeramente secos al instante de exponerlos de nuevo a la brisa marina. Con uno de sus codos apoyado en la barandilla recién barnizada, sostenía su móvil junto a su cara, mientras que en la otra sujetaba una pequeña bolsa de almendras. Su rostro encaraba el manto azul del Mediterráneo, con sus ojos grises bajo sus gafas de sol, siguiendo el recorrido de una gaviota que volaba a su lado, usando el viejo trasbordador como cortaviento.

-A ver Paolo… no, no. Escúchame. Los arcos son de medio punto… No, olvídate de los rebajados, y junto a la columna, ochenta centímetros, ni uno más ni uno menos. No te salgas de los planos… Está bien…Nos veremos en quince días.

Colgó el móvil y, por unos instantes, dejó sus ojos fijos en él dejando vagar un pensamiento de esperanza, mezclado con cierto temor a que su ausencia trajera más contratiempos de los que ya habían tenido en ese proyecto. Tomó aire introduciendo un par de almendras en su boca, esforzándose en complementar esa acción con la tranquilidad que prometía el saberse alejándose de la rutina, de la presión del ayuntamiento para finalizar el dichoso proyecto del complejo de viviendas de San Basilio, de las continuas y tediosas llamada de Paolo, el capataz de la obra, y se dispuso a procurar disfrutar plácidamente de contemplar la extensa masa azul que el viejo trasbordador cortaba en dos, en su rumbo a Cerdeña.

En ese momento, bajo un cielo claro y una brisa húmeda y fresca, cargada de sal, no lamentaba tanto de poder disponer de tan solo quince días de liberación, y de que su elaborado plan de viajar a Turquía desde hacía meses, se hubiera truncado por la agresiva bancarrota por la que pasaba Nataly y Ro en esos momentos. Pese a ello, empezaba a apreciar la sencilla idea de tumbarse en cualquier playa de la isla y sumergirse en unos días de rutinaria y merecida pereza junto a un par de cervezas. El fin era evadirse y alejarse de todo, y sabía que esas dos semanas colmarían esas expectativas por completo.

Atrás, en la fina y difuminada franja de costa de la península, quedaba anclada la presión del trabajo y el ritmo acelerado al que se había visto forzada los últimos seis meses.

Sintió un sentimiento de satisfacción que la alentó a hacer algo que hacía mucho tiempo sentía la tentación de hacer, mantuvo su dedo pulsado en el botón de desconexión del móvil, hasta que un mensaje de despedida dejó la pequeña pantalla en negro.

-¿Desconectando? -El peculiar acento de Nataly se escuchó tras ella. Se acercó, e imitando su postura, se colocó a su lado.
-Literalmente -respondió introduciendo el móvil en el bolsillo trasero de su pantalón vaquero blanco.
-No creo que nos quede más de una hora en llegar -dijo Nataly con su mirada color café hacia la costa de la isla ante ella, colocando unas mechas rebeldes de su cabello rizado y castaño, tras sus orejas.

La otra mujer asintió a su comentario con un gesto de su cabeza, agudizando su mirada hacia la franja de tierra del horizonte a la que se acercaba la embarcación.

-¿Qué tal Emi? -preguntó finalmente a la recién llegada sin despegar sus ojos grises de la costa, tomando un par de almendras de la bolsa, con conocimiento de lo mal que le sentaba a su amiga viajar en barco, en coche, y cualquier cosa que se moviera más de la cuenta.
-Emily Emily…-respondió Nat con tono de resignación- . No ha salido del baño, Ro está con ella. Esa mujer se marea con echar un vistazo a un vaso de agua. Gemma está con Tom en la cafetería, menudo saque tiene ese niño.
-Creí que las pastillas que Ro le metió en su café harían algo con su mareo – dijo Raquel mirando hacia la otra chica con expresión recriminatoria.
– ¿Eso hizo?– preguntó Nataly arqueando sus ojos y arrugando su nariz sorprendida de lo que le había anunciado.
-¿¡Qué!? -contestó la otra esperando una explicación a su expresión de desconcierto.
-Yo le metí un par de ellas en el agua.
-A ver si lo que tiene es un dopaje de caballo puro y duro –apuntó la otra mujer ladeando su cabeza, con una amplia sonrisa comenzando a dibujársele en su rostro.

Las dos mujeres rieron mientras Raquel extendía su mano con la bolsa de almendras, invitándola a que tomara de ella. Durante unos largos minutos ambas se dedicaron a contemplar en silencio el intenso azul del mar ante ellas.

-¡Eh! ¿Quiere alguna echarme una mano? -Una voz familiar se escuchó a sus espaldas.

Las dos giraron sus cabezas al mismo tiempo y vieron como una mujer con su pelo rubio revuelto, que con mucha dificultad, caminaba por la cubierta hacia ellas con un niño pequeño de unos cuatro años cogido de una de sus manos, y en la otra portando una pequeña caja de cartón dentro de la cual se podía distinguir dos vasos de plástico cubiertos por una tapa. Nataly se acercó hasta ella y tomó la caja de su mano. Raquel estiró sus brazos al niño que no dudó de zafarse de la sujeción de su madre e ir corriendo hacia ella los pocos metros que los separaban.

Nataly caminó junto a la mujer hasta la barandilla.

-Eres un sol Gemma -dijo mientras se acercaba a su cara y daba un beso en su mejilla.
-Anda anda, menos coba, que me dejaron sola con este pequeño saco sin fondo -dijo mirando al pequeño Tom en los brazos de Raquel, que ya por entonces daba buena cuenta de las pocas almendras que quedaban en la pequeña bolsa.
-Mi mamá me compró un donut de chocolate -dijo el pequeño a la sonrisa de la mujer que lo sujetaba en sus brazos, con sus ojos azules y grandes, inequívocamente heredados de su madre, clavados en ella.
-¿Chocolate? -preguntó Raquel más en señal de reproche que esperando una respuesta, ladeando su cara buscando la de Gemma y colocando todo el peso del niño en uno de sus antebrazos y en su cadera. Usó su mano libre para deslizar sus gafas de sol hasta lo alto de su cabeza poniendo un poco de orden a su cabello.

Gemma hizo una mueca con su boca en señal de haberse rendido a las insistentes peticiones del niño, aún a sabiendas que el chocolate lo ponía en un estado de hiperactividad impertinente e irreversible durante un par de horas.

-Pero le prometí que me portaría bien -dijo el niño al tiempo que descubría con sus grandes ojos azules, la gaviota que volaba cerca de ellos-. Miraaaa -levantó su pequeña mano para apuntar hacia el ave que planeaba flotando en el aire sin ninguna dificultad.
-Es una gaviota -dijo Raquel dando un sonoro beso en su mejilla.
-Yo quiero una.
-Las gaviotas necesitan estar en el cielo para volar y en tu casa no hay cielo.

El niño se quedó mirando sus ojos grises fijamente unos segundos antes de dedicarle una sonrisa cuando comprendió lo que le había dicho.

-Ven aquí trasto -dijo Gemma ofreciéndole sus manos para que se viniera a sus brazos-. Deja a Raquel que se tome su café. Nataly le ofreció uno de los vasos de plástico que no tardó en tomar, quitar la tapa y dar un buen sorbo.
-Vamos a pillar unos días geniales -dijo Gemma con sus ojos azules, casi violetas, hacia el brillante sol en el cielo, sin una sola nube a la vista.
-La idea es escaparnos Gemma, por mí como si cae un diluvio mientras esté lejos de cualquier crío -dijo Nataly con todas las ganas que tenía de alejarse de cualquier cosa relacionada con los pequeñas personillas a los que solía dar clases de preescolar.
-Nataly -dijo Raquel en tono de advertencia apuntando con la mirada a Tom a su lado.
-Tú no pequeño, tú no cuentas, tú eres un cielo -le dijo al niño pellizcando suavemente su mejilla. El crío sonrió de la siempre divertida forma de hablar de Nataly y del cariño que sentía por esa mujer que tantos juegos y canciones le enseñaba en cada pequeña ocasión.
-¿Quién es un cielo? ¿Habláis de mujeres?- Una voz abatida y desgastada se escuchó tras ellas.
Todos, incluso Tom, se giraron.
-Emi, empezábamos a creer que te nos habías derretido de tanto…- intentó decir Nataly divertida.
-Natalyyy -le interrumpió Gemma advirtiéndole de la presencia de Tom y que fuera comedida con sus formas de expresarse. -Vale …entendido-dijo la otra mujer alzando sus manos y dando un sorbo más a su café.
-Juro que faltó muy poco. Cielos -se lamentó Emi de su problema con el mareo.
-Qué cielos ni cielos, menudo infierno – dijo Ro con fastidio con sus ojos marrones y su mirada siempre penetrante puestos en ellas-. Ha echado tanto para fuera que hasta siento hambre.
-Que asco Ro, por favor -dijo Gemma con cara de repugnancia arrugando su frente.
-¡¿Qué?! -dijo la mujer haciendo un gesto de inocencia en su cara que hacía resaltar sus pronunciados y perfectos pómulos.
-Yo también tengo hambre, ¿me compras unos chicles? -dijo de pronto el niño al escucharla.
-Ala, te tocó -dijo Gemma dando unas palmadas en la espalda del pequeño para que se acercara a Ro.
-A ti no se te escapa nada, ¿no? -dijo Ro a los ojos de reclamo del niño, con sus manos en la cintura-. Anda enano, vamos a buscar algo que echarnos a la boca –prosiguió la mujer ofreciendo su mano al crío que, con una amplia sonrisa, no dudó en sujetarse a ella.
Las demás mujeres sonreían ante la escena de verlos alejarse juntos por la cubierta.
-Si es que en el fondo adora los niños -dijo Emi.
Las risas de todos se ampliaron hasta el punto de que Nataly casi escupe sobre Raquel el sorbo de café que acababa de tomar.
-Emi, ¿Qué tal estás? -preguntó Raquel con su mirada puesta en la palidez del rostro de su amiga y unas evidentes ojeras bajos sus ojos castaños.
-No lo entiendo, de verdad. Y eso que esta vez os hice caso y me tomé un par de pastillas de esas para el mareo justo al zarpar. No sé, lo mío es tan patológico que debo de ser inmune a esas cosas.

Nataly, finalmente escupió su buche de café girándose justo a tiempo hacia el mar, sintiendo que muchas de las pequeñas gotas regresaban con la brisa estrellándose en su cara y parte de su ropa.

-Ehy -protestó Raquel al sentir las finas pintas oscuras caer en sus brazos, salpicando su camisa blanca de las pequeñas manchas marrones, pero sin poder ocultar una sonrisa en su rostro.

Gemma y Emi inconteniblemente no podían evitar sonreír ante la escena. Nataly limpió su boca con la palma de su mano y luego, incapaz de contenerse estalló en una sonora carcajada. Raquel mordió sus labios pretendiendo saborear la sal de ellos, con esa tensión en cada músculo de su rostro que forzaba para no unirse a la contagiosa risa de Nataly.

-Tanto crío ha terminado por dejar tocada a esta -dijo Emi sin poder evitar no ver el lado cómico a nada de lo dicho.
-No les hagas caso, ya sabes cómo son -dijo Gemma intentando cubrir su actitud haciendo un esfuerzo por no reírse solo de ver el ímpetu con que lo hacía su amiga.

Raquel desabrochó su camisa salpicada de café y se la ató a su cintura, dejando sus hombros y parte de su pecho al descubierto por entre el escote y tiros de su camiseta. Dio el último sorbo de café y miró hacia la costa a la que se aproximaban, apenas a una milla de distancia, mientras las otras hablaban de empezar a bajar al aparcamiento en el sótano de la embarcación e ir instalándose en el desgastado cuatro por cuatro de la arquitecta.


-Bueno, esto va rápido, ya me dirás que ruta cogemos -dijo Raquel emprendiendo la marcha tras la caravana de coches que avanzaban ante ellas por la rampa metálica hacia tierra firme.
-Yo voto por acortar por la E840 -dijo Emi tratando de asegurarse de hacer más corta la tortura del largo trayecto que las separaba de Isola Rossa.
-Bordeando la costa, el paisaje es fantástico, además de que prácticamente es la misma distancia -dijo Nataly.
-Decide tú Raquel, estás al volante -sugirió Ro.
-Nataly, dudo mucho que la última vez que estuviste aquí te pusieras a “contar kilómetros”. ¿Con cuál de ellas fue o no lo recuerdas? -dijo Emi con ese afán suyo, que casi parecía disfrutar, de hostigar a su amiga.
-Muy graciosa. Pues debes saber que hicimos mucho turismo.
-Sí, del buffet, a la habitación y vuelta a empezar. Por favor pequeña, que somos nosotras -dijo Ro con pleno conocimiento de lo que decía.
-Oye, se supone que eres mi amiga, di algo-. Miró hacia Raquel dándole con su codo en su brazo.
-No hay nada que pueda hacer, tu reputación te precede -respondió desviando un segundo su atención de la carretera hacia ella y haciéndole un guiño.
-Bah -protestó la mujer alzando sus piernas hasta el tablero.
-Nataly, es que una media de tres relaciones por año es algo que nos hace replantearnos tus prioridades -dijo Gemma acomodando a Tom, dormido en sus brazos.
-Sois una panda de arpías envidiosas -respondió dándose la vuelta hacia atrás y alzando su ceja.
-Pues a decir verdad, sí, te envidio -dijo Gemma.

Todas, incluida Raquel ayudada por el retrovisor, la miraron esperando una explicación.

-¿Qué? Desde que Viola me dejó, no sé lo que es sentir una mano sobre mi cuerpo que no sea la de Tom.
-Bueno, pero le tienes a él. En cuanto a Viola, menuda imbécil, ni la nombres que se me altera la sangre -dijo Emi con una vena de su frente a punto de estallarle.
-No estaba preparada para Tom…
-No, no te atrevas a defenderla. Un año de inseminaciones, hospitales e ilusiones para luego abandonarte en mitad del embarazo. No tiene justificación, ni siquiera creo que haya palabra que defina lo que hizo…mejor dicho, lo que no hizo -dijo Emi sin poder contener su temperamento fulminante ante la acción refleja de su amiga de escudar a Viola.
-Sí que la tiene -añadió Ro.
-Es una… -dijeron todas al unísono.
-¡Callen! ¡Tomy puede escuchar! No sean locas, y corten ya con eso. Tienen razón, ¿vale?

Todas callaron creando un silencio sepulcral y cómplice, al recordar lo mal que lo había pasado Gemma en aquella época. El coche avanzaba ya a cierta velocidad. Los vehículos de delante se habían esparcido por los diferentes cruces dirigiéndose a los variados destinos que ofrecía la hermosa Cerdeña. Raquel, avanzó hasta tomar la carretera que bordeaba la costa. Enseguida el paisaje se tornó luminoso, adornado de un mar turquesa y playas de arena blanca, dorada.

-No me dirás que solo tienes estas antiguallas de música -dijo Nataly registrando en el porta Cd de la gaveta y rompiendo con ello el incómodo ambiente que había provocado el nombrar a Viola.
-Pues va a ser que sí -respondió Raquel girando su rostro hacia su amiga.
-Qué más da, pon algo porque me ando durmiendo -dijo Ro.
-Y yo mareando -añadió Emi-. Por cierto Gemma… discúlpame. No quería molestarte, tú sabes que te quiero y a veces yo…
-Emi, no necesitas darme más explicaciones. Si algo tengo claro es que ustedes, más que nadie, tienen derecho a… En fin, que siempre las tuve a mi lado para pasar por todo aquello y sí…tienen razón, así que… no hay nada que disculpar.
-¿Olvidado?
-Por completo -Gemma le dedicó una sonrisa sincera no sin un cierto halo de tristeza en sus ojos azules, posiblemente cargado de recuerdos de aquella época en que parecía que el mundo se empeñaba en caérsele encima justo cuando más fuerza necesitaba.
-Qué bonito. ¿Queréis callaros?… Me van a hacer vomitar -dijo Ro alzando su ceja.
-Ro, no me des ideas -añadió Emi reaccionando al oír la palabra vomitar.

En un segundo comenzó a escucharse una reconocida canción. Raquel comenzó a golpear con las palmas de sus manos sobre el volante y a mover su cabeza al ritmo de la música.

  • I don’t know what it is That makes me love you so – cantó bajo sin contener el entusiasmo que le suponía esa canción.
    -Por todos los cielos, esa es Samantha Fox –dijo Nataly dejando caer su cabeza hacia reposacabezas del asiento.
    -I only know I never want to let you go -continuó cantando mucho más alto mirando hacia Nataly
    -Because you started something. ¿Can’t you see? -. Las otras mujeres empezaron a contagiarse de su ritmo moviendo sus cabezas.
    -That ever since we’ve met, you’ve had a hold on me -cantó clavando sus hermosos ojos grises en una Nataly sonriente. -It happens to be true
    -I only wanna be with you – repitieron todas al unísono.

Nataly se hizo con un cepillo que llevaba Raquel en la gaveta lateral de su lado y usándolo de micrófono, lo colocó ante su boca y cantó en solitario lo que venía.

-It doesn’t matter where you go, or what you do. I’d love to spender, each moment of the day with you – Nataly apuntó con el dedo a Raquel dándole el relevo para que cantara la siguiente frase.
-Look what has happened just one kiss. I never knew that I that I could be in love like this -cantó la otra mujer colocando su mano en su pecho. It’s crazy but it’s true.
-I only wanna be with you -cantaron todas a un tiempo.

Ro tomó el cepillo e intentó que su voz, inadaptada de nacimiento para la música fuera lo más acorde posible.

-You stopped, you smiled at me and asked if I’d care to dance. I fell into your open arms I didn’t stand a chance-. Pasó el cepillo a Gemma.
-Now listen honey i just wanna be beside you… – cantó Gemma
-…everywhere -todas acabaron la frase.
-As long as we’re together, honey…- continuó la mujer rubia.
-…I don’t care – dijeron todas a la vez.
-‘cos you started something Now can’t you see. That ever since we’ve met, you’ve had a hold on me -. Estiró su mano hacia la boca de Emi.
-No matter what you do – canto Emi completamente fuera de tono.
-I only wanna be with you – gritaron todas a la vez aguantando romper a reir.

Todas rieron alzando sus brazos al ritmo de la música mientras que un somnoliento Tom empezaba a abrir sus ojos. Gemma sonrió al pequeño que le correspondió con otra sonrisa antes de incorporarse y ser testigo del juego de aquellas mujeres. Tomó sus pequeñas manos entre las suyas y las guió para seguir el ritmo dando palmas.

Con todos los cristales abiertos y la música haciendo eco a su paso, el coche avanzaba hacia su destino por la solitaria carretera que bordeaba la hermosa costa del norte de la isla.


El vehículo se detuvo en el aparcamiento del hotel, estacionado en batería justo a un lateral de la puerta. Apenas dejó de escucharse el rugido del motor, se abrieron las puertas y comenzaron a salir de él.

-Cielos, esto es el paraíso -dijo Emi nada más poner sus pies en el suelo.

Ro caminó decidida hasta el maletero dispuesta a empezar a sacar el equipaje. Gemma salió junto a Tom que se quedó mirando una pequeña máquina de juegos infantil con forma de delfín que reclamaba su atención por su llamativo colorido y la empalagosa música que salía de él.

Nataly echó un vistazo hacia dentro del hall del hotel desde la entrada, descubriendo un interior decorado en mármol blanco y alfombras rojas. Raquel salió estirando sus brazos a ambos lados. Luego caminó hacia Ro dispuesta a ayudarla en sacar los cinco bolsos del maletero. Sin saber de dónde, un joven apareció con un carro portaequipajes en las que colocaron cada bulto.

-Gracias -le dijo Raquel dedicándole una amplia sonrisa y recreándose un instante en ver la risueña cara de Tom sobre el delfín al que Gemma lo había subido finalmente, rindiéndose a la insistencia del pequeño.

Ro comenzó a empujar el carro hacia la puerta parando en seco cuando unas chicas totalmente concentradas en su charla, se atravesaron en su camino. Agarrada al manillar desvió sus ojos hacia ellas, girándose poco a poco hasta olvidar el porqué se había detenido.

-¿Qué Ro? Parece que este lugar va a gustarte mucho, ¿no? -dijo Gemma acercándose a su rostro para que nadie la oyera-. Quien sabe y encuentras aquí a tu media naranja -dijo guiñándole un ojo.
-Yo… no…no estaba… Solo me cercioraba de que le coche estaba cerrado -contestó Ro con énfasis, frunciendo el ceño en un esfuerzo de parecer convincente.
-Por supuesto, no lo dudé un instante -añadió alzando sus cejas haciendo un esfuerzo por no dejar escapar la sonrisa que atenazaba por marcársele en su rostro.
-Paso de eso -respondió Ro dando el tema por finalizado.
-Ya, escribir, tus artículos… ¿Es eso lo que piensas hacer de por vida? ¿Escribir en la revista y ya está?
-No, pero recuerda esto. Algún día tendré la mía propia.
-No lo dudo, te sobra el talento y las ganas. Ya sabes que soy una de tus fan. Nadie pone a los políticos en su lugar como lo haces tú. Hasta haces que parezca normal odiarles.

Ambas mujeres rieron mientras se acercaban al mostrador de la recepción uniéndose a las demás.

-Tres reservas a nombre de Raquel Eiraldi –dijo Nataly al hombre corpulento del mostrador mientras hacía ademán de que se acercase a Raquel que, con las manos en los bolsillos, echaba un vistazo a la decoración del espacio.
-Buenos días -dijo la mujer colocándose ante él apoyando sus brazos en el mostrador.
-Buenos días -dijo el hombre mirándola por encima de las gafas sin poder evitar su gesto de sorpresa ante la mujer ante él-. Tres habitaciones, una con cama adicional, ¿cierto?
-Exactamente. Y con vistas al mar -dijo con seguridad y su mirada puesta en los movimientos torpes del hombre.
-Sí, aquí está su reserva. Raquel Eiraldi. Les he colocado en habitaciones contiguas, espero que sea de su agrado.
-Perfecto -dijo con una sonrisa.

El hombre se quedó mirando su sonrisa por unos instantes. Raquel rascó su sien alentando al hombre con la mirada a que reaccionara y luego desvió su mano colocando un mechón de su pelo ondulado tras su oreja.

-Perdone… sí…aquí tiene. Habitación ciento veintidós, ciento veintitrés y ciento veinticuatro. – El hombre le ofreció tres llaves en tarjetas.

Emi esperaba apoyada en el carro siendo testigo una vez más como Raquel dejaba paralizado a uno más con una de sus sonrisas y el carisma que siempre parecía emanar de ella de forma natural, mientras que Nataly echaba una ojeada a la piscina a lo lejos y a las personas que estaban echadas en las hamacas. Su mirada se quedó fija en la barman que atendía la barra de la terraza. Una sonrisa empezó a dibujársele en su rostro.

-¡Mami, miraaa! ¡Hay una piscina! -se oyó la voz de Tom que corrió ante Gemma.
-Hey hey heyyyy, quieto enano, todavía no. -Nataly lo paró con una mano en su pecho y se agachó a su altura-. Antes de ir a darnos un baño tenemos que llevar todo esto a las habitaciones, ¿ok?

El niño asintió con una sonrisa a su explicación. Se incorporó devolviendo sus ojos hacia el mismo punto de la barra y se encontró con la mirada de la barman hacia ella, posiblemente alertada por los gritos del niño. La mujer, de un bronceado envidiable y con varias mechas rubias destacando de su pelo castaño, le dedicó una sonrisa que ella correspondió con otra.

-Lo tuyo no tiene nombre Nataly. ¿Tengo ante mí a tu próxima víctima? -preguntó Gemma situándose a su lado, siendo testigo de los mutuos escrutinios de ambas mujeres.
-No lo sé, pero siempre hay una posibilidad, y si la hay es para aprovecharla -dijo sin borrar su sonrisa hacia la mujer de la barra y sin preocuparse en girarse a responder.
-Espero que algún día me cuentes tu secreto.
-No hay secreto, a lo mejor es la sangre latina que corre por mis venas, debe de volverlas locas.
-Pues cuando quieras me presto a una transfusión.

Gemma sonrió de su propia ocurrencia con sus brazos cruzados mirando hacia la luminosa terraza de la piscina. Miró hacia Nataly cuando sintió que esta giraba su cabeza hacia ella con una amplia sonrisa.

-Ya está. Tenemos llaves, un plano del complejo y unas horrorosas ganas de instalarnos -dijo Raquel acercándose al grupo que, percatándose de que ya había acabado con el recepcionista, se acercaron a ella.
-Sí, vámonos de aquí, empezamos a parecernos a la típica pandilla de domingueros -dijo Emi quitándole el plano de las manos en esa necesidad de llevar el cotrol de todo y emprendiendo su camino hacia donde marcaba en rojo la ubicación de sus apartamentos.
-”Mamá Emi”, ha hablado-dijo Raquel comenzando a caminar a su lado.
-¿Te ayudo Ro? -Detuvo su paso para girarse a un lado y dirigirse a su amiga que empujaba el carro sin ninguna dificultad. -Acabo antes yo sola. Parecéis una pandilla de tortugas cojas.
Raquel alzó sus manos en señal de asentimiento.
-Oye, que te lleve unos años de ventaja no me vuelve la “mamá” de nadie, pero… el respetito sí se agradece -dijo mirándola de reojo sin poder evitar guardarse una respuesta a su comentario.
-Hablando de respeto ¿a quién dejaste a cargo la gestoría? -Raquel no podía creer que hubiera dejado la gestoría abierta sin su supervisión.
-A mi querido socio -respondió con tono irónico, sin esconder un ápice lo incómodo que había sido para ella tomar esa decisión..
-¿A Phil? -preguntó más por sorpresa que esperando una respuesta.
-El mismo, ya es hora que empiece a sudar por el dinero que le hago embolsillarse solo por lucir su pelo engominado por la oficina un par de veces a la semana.

Raquel sonrió mientras caminaba a su lado, reconociendo la realidad de que Emi adoraba a Phil. Prácticamente lo quería como a un hermano y a pesar de haber tenido la oportunidad de romper su sociedad con su amigo cientos de veces, jamás se lo había planteado. Así era Emi, una rígida y aparentemente austera mujer de números, cariñosa y humana muy debajo de la severidad de sus gestos enérgicos y sus facciones duras y frías.

Un par de horas después Ro tocaba en la puerta de la habitación contigua.

-Hola Ro, pasa -Nataly invitó entrar a la mujer que iba vestida con ropa de verano pero con el habitual color negro con el que solía vestirse. Los pantalones cortos dejaban ver los músculos firmes de sus piernas, su pelo negro distribuido en varias capas, acentuando sus puntas onduladas, caía hasta la mitad de su espalda.
-¿Nos vamos o qué? -preguntó a la mujer que le había abierto la puerta, que en esos momentos trataba de recoger su pelo rizado en una cola.
-¡Raquel, Ro está aquí!
-Ya casi estoy. Id subiendo, nos vemos arriba.
-¡Estaremos en la piscina! -gritó Nataly al tiempo que cerraba la puerta tras ella.
– ¡Ok! -gritó la otra mujer desde el interior.

Las dos mujeres comenzaron a caminar pasillo adelante.

-¿Y Emi? -preguntó Nataly a su amiga.
-Subió hace rato con Tom, que parecía tener mucha prisa por darse un remojón. De la que no sé nada es de Gemma -dijo Ro colocándose sus gafas de sol guareciendo sus grandes ojos color café de la inusual luminosidad a los que los estaba exponiendo.
-Bueno, si Tom está arriba no estará muy lejos.
-Por los dioses Ro, no tienes calor con esa ropa negra -dijo de pronto Nataly al percatarse de su vestimenta. -¿No tienes tú frío con ese cinturón ancho que llevas por falda? – Ro miró por encima de sus gafas directo a sus piernas-. A mí no me engañas, estás tramando algo porque estás atacando con toda la artillería pesada-respondió volviendo a subir sus gafas y desviando sus ojos de aquellas piernas morenas que Nataly podría presumir cuanto quisiera.
Nataly miró de reojo a su amiga dedicándole una sonrisa cómplice.

Raquel abrió la puerta del cuarto de baño, saliendo de él con un pantalón corto blanco y una camiseta azul que marcaba su silueta perfectamente equilibrada. Se colocó sus deportivas y se dispuso a doblar la ropa que se había quitado dentro del armario. Al tacto descubrió un objeto familiar dentro de uno de los bolsillos de su vaquero. Rebuscó hasta lograr sacar su móvil de allí. Con cara de resignación dejó su dedo pulsado en el temido botón de encendido. Marcó su pin y la pantalla se iluminó con una imagen de bienvenida antes de dejar un fondo de pantalla con una imagen aérea del Coliseo. Durante unos segundos temió una avalancha de llamadas, sin embargo, el aparato dio un esperanzador mensaje de” Sin Red”, que le ocasionó una sonrisa de satisfacción.

Tomó su toalla y la colgó en su hombro. Metió el móvil en uno de los bolsillos y salió del apartamento tomando la tarjeta del interruptor de la luz. Caminó por los largos pasillos de láminas de piedra bien pulida, rodeadas de espesos matorrales de flores rojas y violetas, evidentemente cuidadas con esmero por el jardinero del complejo. Se colocó sus gafas de sol y continuó subiendo la pequeña rampa que separaba su planta de la terraza. Cuando llegó a la parte alta de la rampa se detuvo esperando divisar a sus amigas en algún lugar del amplio espacio. Ubicó a Tom en la pequeña piscina infantil, y no tardó en descubrir a Emi en la primera línea de hamacas junto a ella. Avanzó con su andar seguro y relajado sintiendo la brisa acariciar su pelo y los rayos de sol contra su piel.

Emi la vio acercarse y palmeó una hamaca a su lado.

-¿Dónde están las otras? -preguntó soltando su toalla en la hamaca contigua.
-Nataly acaba de irse por unas cervezas, Ro se empeño en ir a comprarle una pelota a Tom. En cuanto a Gemma, ni la más remota idea.
-No es propio de ella, no andará lejos.
-Seguro, tú relájate y quítate la ropa -dijo esto último pretendiendo un tono insinuador.

Raquel sonrió y alzó su camiseta dejando su torso semidesnudo ante ella, luego le arrojó su camiseta a la cara. Extendió su toalla en la hamaca y, desabrochando su pantalón, se deshizo de él colocándolo en una silla de terraza junto a ella.

-Por favor, no sé como consigues esa figura.
-Si tuvieras que pelearte día sí y día también con la presión del ayuntamiento, ya me contarías, por no hablar de los combates con los capataces de las obras.
-Ya. Anda ven que te ponga bronceador.

Raquel se acercó y se sentó entre las piernas de Emi. La otra mujer sacudió un poco el bote de espray y lo roció por sus hombros y su espalda. Luego usó su mano para extenderla un poco por su firme piel.

-Lista.
-Gracias, me voy por un baño, ¿te vienes?
-No, controlo mejor a Tom desde aquí.
-Ok -dijo mientras se levantaba y caminaba hacia el borde la piscina. Sin pensarlo dos veces tomó impulso y se arrojó de cabeza en las cristalinas aguas, emergiendo unos cuatro metros adelante. Inmediatamente braceó hasta el otro extremo y se instaló de espaldas al muro, apoyada por sus antebrazos y ofreciendo su cara hacia los rayos del sol.
-¿Qué hay sirena? -escuchó una voz desde atrás.

Raquel no necesitó girarse para reconocer la voz de Nataly y su mano que colocó ante ella un vaso de cerveza helada. La otra mujer, no medió palabra, simplemente tomó el vaso y dio un buen sorbo del líquido.

-Gracias -dijo al tiempo que se giraba al fin hacia ella, colocando sus codos en el escalón.
-Hacía mucho que no te veía así de relajada -dijo la otra mujer con una sonrisa satisfecha, realmente contenta de ver a su amiga desconectada de todo, sin esa tensión en las facciones suaves de su cara.
Raquel no respondió sino con una pequeña sonrisa a su comentario. Dio un sorbo a su cerveza .
-¿No te bañas? -preguntó finalmente
-No todavía, quiero hacerme de rogar un poco -dijo apuntando con su pulgar a algún lugar tras ella.
-¿Te refieres a esa chica que le anda sirviendo un Martini a Gemma? -preguntó Raquel observando tras su amiga.
-¿Qué? -Nataly se giró en un movimiento ágil intentando descifrar de qué le hablaba su amiga. Tras ver las sonrisas cómplices de las dos mujeres que empezaban a ahondar en una conversación-. Mírala, ¿estás viendo lo que yo?
-Lo que veo… es que esa chica mira muy descaradamente a Gemma.
-Gemma, ¿quién lo iba a decir? -durante un instante permaneció en silencio contemplando la escena-. Bueno, habrá más peces en este enorme río de la vida -dijo alegrándose de ver la sonrisa que la barman acababa de sacar de la cara de su amiga que no había tenido un escarceo en años.

Ambas mujeres sonrieron de la escena de la barman tomando asiento en la misma mesa que Gemma y como esta consentía con gusto a su conversación.

Raquel agachó su cabeza en el agua hasta la altura de su boca, lo suficiente para llenarla de agua.

-Eh, no seas cría- gritó Nataly mientras sentía el agua de aquella fuente caer sobre su camisa desde la boca de la mujer de la piscina.
En venganza, empujó su cabeza hasta hundirla unos segundos. Al emerger repitió su acción de expulsar el agua de su boca en forma de fuente hacia ella.
-Ya te vale -dijo emprendiendo su paso hacia las hamacas apuntándola con su dedo índice.

Raquel echó un último vistazo a Gemma que sonreía, como hacía tiempo no la veía, a aquella mujer de la barra, sentada a su lado. Tomó impulso y braceó hasta los límites de la piscina infantil. Justo cuando iba a llamar a Tom, descubrió a Ro en el borde, parada y con su mirada fija e imperturbable perdida en algún lugar. Dirigió sus ojos hacia el lugar a donde dirigía los de ella y descubrió la mesa de Gemma y su bronceada y nueva amiga. Como si una pregunta se hubiera formado en la nada, devolvió su mirada hacia Ro que aún seguía estática contemplando la escena.

Una sonrisa comenzó a dibujársele lentamente en su rostro, aceptando con aprecio y cariño, la respuesta que la actitud de Ro dejaba caer bajo el peso de su impasible mirada.

Empezó a nadar hacia las hamacas y emergió justo ante Emi y Nataly que disfrutaban semisentadas de sus cervezas. Sin mediar palabra cogió su toalla tibia por el sol y se secó su cara y sus manos, luego la volvió a extender y se sentó en ella. Tomó sus gafas de sol y se las colocó.

-Te ha sonado el móvil unas cinco veces -dijo Emi sin apartar sus ojos de su cerveza.

Raquel estiró su mano hacia su pantalón y sacó el aparato del bolsillo. Dio un buen trago de su cerveza y empezó a revisar sus llamadas.

-No debiste poner ese trasto en marcha. ¿Trabajo? -preguntó Emi bajo su propia preocupación por el suyo.
-Una del capataz de mi obra, y cuatro de Celina.
-¿Celina? ¿Qué quiere esa ahora? -preguntó Nataly con frustración en su tono, incorporándose en su hamaca para mirar a Raquel a través de Emi, sentada en medio de ambas.
-No lo sé -dijo apagando la pantalla del aparato y volviendo su cara al sol.
-No lo entiendo Raquel, esa no es manera de olvidar a esa tipeja.
-¿Y qué se supone que debo hacer?
-Que rostro tiene esa mujer. Se casa con un tipo dejándote plantada tras dos años de relación, prácticamente está aún en su luna de miel y te anda buscando -dijo Nataly con un evidente énfasis en su tono ante la desfachatez que le suponía la actitud de aquella mujer.
-Lleva razón Raquel, no le permitas que te maneje de ese modo -añadió Emi inusualmente dando la razón a Nataly y saltándose esa vez su naturaleza a la hora de interferir en asuntos del corazón.
-Tranquilas ¿eh?, no entra en mis planes dejarla entrar de nuevo en mi vida.
-Pues eso -dijo Emi con contundencia pero escondiendo una dudosa tranquilidad ante la respuesta de su amiga.

Raquel guardó silencio sin poder evitar recordar que en los últimos diez meses no había hecho más vida que centrarse en sus proyectos y su carrera, y que eso, mes a mes había logrado sobrellevar la angustia y las noches de desvelo pensando en qué momento se le había escapado todo de las manos dejándola sin el control de su propia vida. Ahora, empezaba a sentirse viva y a apreciar las cosas sencillas y simples, como su relación con sus amigas, su libertad, su propia autoestima y el valor necesario para recordar que reencontrarse consigo misma era una prioridad en su vida, algo que había perdido sin darse cuenta dentro del vacío con el que se había peleado hasta casi perder las fuerzas de preguntarse qué había pasado y por qué. Había sido difícil, más con tantos recuerdos, tantos momentos vividos con Celina, y eso sin contar con las veces que se le había empañado los ojos alguna vez que se tropezaba por la casa con algunos de los muchos recuerdos que había dejado repartido por los rincones, sintiendo ese espacio vacío en el que podría ahogarse escuchando los ecos difusos de los recuerdos de una mujer que ya dudaba de reconocer como la mujer que un día amó, sino más bien una realidad forjada a sus deseos.

Dio un sorbo más de su cerveza y borró todas las llamadas perdidas vaciando su buzón.

-Ehy chicas, que bien se os ve -dijo Gemma mientras se acercaba al grupo.
-Bien se te veía a ti querida -dijo Nataly con cierto atisbo de sarcasmo.

Tras un instante de silencio en que todas miraron hacie ella sonriendo, y luego apuntaron hacia la barra, Gemma pudo reaccionar

  • … Yo solo…
    -Bla bla bla, tranquila Gemma, no te estamos recriminando nada -dijo Nataly interrumpiéndola con una sonrisa, considerando no necesitar ninguna explicación de su amiga.
    -Parecñia que te lo estabas pasando bastante bien -observó Raquel.

Una sonrisa cómplice por parte de la mujer frente a ella fue toda la respuesta que dio.

-Nos ha invitado a una fiesta esta noche en la playa. Me comentó algo de una parrillada en una hoguera a medianoche. Suena bien, ¿no les parece? -acabó por decir.
-Conmigo no cuentes, esta noche le haré sangre a la cama -dijo Emi antes de que fuera tarde para una negativa digna.
-Como entenderás, ya me parecería muy fuerte ver como… -replicó Nataly con una sonrisa irónica que Raquel conocía muy bien.
-Natalyyy –le advirtió Raquel con un tono de amonestación.
-Quizás a Ro si le apetezca.
Raquel abrió sus ojos bajo sus gafas.
-Yo me apunto, iré contigo -dijo finalmente antes de que Gemma fuera en busca de Ro.
-¿En serio?
-Sí, ¿por qué no? -respondió aparentando un entusiasmo muy lejos de la realidad.
-Estupendo. Me voy con Tom un rato, debe de tener a Ro al límite de su aguante. Gracias Raquel, te debo una -dijo dando un beso en la mejilla de la otra mujer al pasar a su lado.

La otra mujer siguió sus pasos hasta que la vio llegar hasta Ro no pudiendo evitar poner atención a lo que aconteciera.

Gemma avanzó por entre las hamacas los pocos metros que la separaban de la piscina infantil. Ro permanecía sentada en el borde con los pies en remojo sonriendo a la dificultad del pequeño de pillar la pelota que se alejaba de él con cada onda que marcaba al acercarse.

-¿Qué hay? -dijo colocándose a su lado.

Ro no respondió, solo giró su cabeza hacia ella elevando su profunda mirada color café, incapaz de hacer o decir nada más que notar como el relajado del rostro de Gemma parecía emanar un atisbo de ilusión y emoción que hacía tiempo no veía en ella, y que sumado a su blanca sonrisa, el brillo dorado del sol en su pelo rubio y su camiseta rosa, parecía generar cierta aura de luz a su alrededor.

-¡Mami! -gritó el niño entusiasmado -. Mira lo que me ha traído Ro. -El pequeño alzó una enorme pelota roja en sus manos.
-Oye, pero si apenas puedes cogerla, es enorme. Pásamela venga.

Ro mantenía su mirada fija en el niño sonriendo tímidamente a su entusiasmo. El niño arrojó la pelota a su madre empleando toda la fuerza de la que era capaz. Gemma la tomó en sus manos y sin dudarlo la dejó caer sobre la cabeza de Ro. La pelota revotó de regreso a sus manos.

-Gracias Ro -dijo con una amplia sonrisa cuando se enfrentó a su mirada de advertencia.
-De nada, ya sabes que no sirvo para estar tumbada sin hacer nada. Fue divertido jugar con él -dijo desviando su mirada hacia el pequeño.
-Eres un encanto -dijo agachándose y dando un beso en su mejilla.
-Venga ya, no es para tanto -dijo arrugando su frente, colocando su mano sobre su mejilla haciendo que limpiaba el rastro de sus labios de su cara.

Gemma sonrió de la agria forma de su amiga a la hora de expresar cariño o cualquier gesto sentimental.

-Bueno, aquí os dejo -dijo finalmente incorporándose y comenzando su camino hacia las otras. Cuando supuso estar lejos del alcance de la mirada de Gemma levantó dos de sus dedos y los depositó sobre el rastro del beso en su mejilla.
-Por cierto Ro, tengo un plan para esta noche, ¿podrías… te importaría quedarte con Tom?. Por favor. No puedo pedírselo a Nataly, y Emi… ya sabes, se dormiría antes que él.

Ro detuvo su paso y sin girarse, tomó aire y lo exhaló alzando su mano en señal de aceptación, rogando que la otra mujer no hubiera sido testigo de su acción anterior y esperando que, al no darse la vuelta, la decepción solo hubiera quedado reflejada dentro de sí…una vez más.

A Raquel simplemente le fue suficiente ser testigo silencioso de todo, dejó caer su cabeza hacia atrás dando un ligero golpe en el espaldar de plástico de su hamaca y acercó su cerveza para dar otro trago.


Pasadas unas dos horas, Raquel tocó en la puerta del apartamento de Gemma. El pequeño Tom asomó sus enormes ojos azules por una pequeña apertura de la puerta.

-Hola. -El niño abrió la puerta con una sonrisa.
-Hola Tom, ¿y tu mami? -le dijo al pequeño sacudiendo su pelo castaño claro con una de sus manos.
-Aquí mismo -respondió Gemma que en ese momento atravesaba la puerta del baño intentando colocarse un pendiente rebelde con mucha dificultad.

Raquel fue a su encuentro con un paso pausado y sereno del que casi había olvidado ser capaz. Elevó sus manos a las suyas y le quitó la pequeña joya de sus manos temblorosas. Se acercó para ayudarla en lo que parecía una labor imposible para la otra mujer.

-Pareces nerviosa -dijo centrando su atención en colocarle la pequeña argolla de plata en el lóbulo de su oreja.
-Aunque te parezca mentira, lo estoy, como una maldita adolescente. Patético ¿no? No sé en qué estaba pensando cuando accedí a lo de esta noche.
-¿En divertirte un poco quizás? -le dijo colocando su rostro ante el suyo -. Gemma, solo vas a una pequeña fiesta, relájate -acabó de decir colocando suavemente un mechón de su pelo rubio tras su oreja.
-Gracias -dijo con una leve sonrisa sincera en gratitud a sus palabras y al conseguir con éxito la odisea de poner su pendiente.

Era una virtud que a Raquel se le daba bien de forma innata; relajarla, alentarla, quitarle drama a las cosas sencillas, o mejor aún, a darle a cada cosa la importancia que se merecía, y esta vez no le había costado demasiado…solo se trataba de una fiesta.

-Estás guapísima -le dijo intentando borrar su expresión de inseguridad.
-¿Tú crees? -replicó la otra mujer estirando su camisa blanca que hacía resaltar el tímido bronceado de su día de piscina.
-Ajá.

Gemma sonrió a su amiga que sí era capaz de hacer girarse a cualquiera por la calle, llevando solo unos vaqueros y una simple camiseta de los Ramones. Todo en ella era comedido, pausado. Su caminar, la forma en que brillaba su pelo ondeando en su paso, sus hombros firmes y sus gestos elegantes y amables incluso cuando con su casco puesto, daba instrucciones en la obra.

Un sonido de nudillos contra la madera de la puerta se escuchó de pronto.

-¡Hola Ro! -dijo Tom por la pequeña abertura de la puerta.
-¿Qué tal enano? -respondió entrando y guiñando un ojo al pequeño.
-¿Es aquí donde se solicitaba una niñera? -dijo acercándose a las dos mujeres.
-Aquí mismo es -la saludó Raquel.
-Ro ¿qué tal? -le preguntó Gemma apareciendo por la puerta de su cuarto, colocando sus manos en su cintura, más exhibiéndose que saludándola.

Ro arrugó su frente esperando una pista de lo que las dos mujeres parecían esperar de ella. Miró hacia Raquel, que con las manos en los bolsillos le hizo una leve señal de sus ojos hacia la otra mujer.

-Oye…no…no se te ve mal -dijo añadiendo una mueca de su boca.
-Ya veo… Pues nada, cuando quieras Raquel.

Raquel sacó las llaves de su coche del bolsillo y moviéndolas en el aire le hizo un gesto con su cabeza hacia la puerta.

-Por cierto Ro, hay jamón y queso en la nevera…
-Eso no es comida, nos haremos algo de pasta, ¿qué te parece enano?
-¡Sí!, ¡espaguetis! -exclamó el crío dando unos pequeños saltos llenos de entusiasmo.
-Pero porque eres tú, no cocinaría para cualquier otro hombre en la vida -dijo al crío que, sin entender lo que quería decir, sonrió entusiasmado con la idea de cenar pasta.

Gemma se dio un último vistazo ante el espejo arreglando un poco su cabello. Raquel sonrió mirando como Ro tomaba asiento en el sofá y de reojo daba una mirada furtiva a la mujer que sacudía sus cabellos rubios con unos ligeros movimientos de sus manos. Notando los ojos grises de Raquel en ella, disimuló desviando su mirada a una revista sobre la mesa. La tomó y la abrió por cualquier página frunciendo el ceño.

Raquel alzó una de sus cejas levemente mientras una pequeña sonrisa se dibujó en la comisura de sus labios.

-Lista, vámonos. Tom, pórtate bien con Ro, espero no llegar tarde, ¿ok?

El crío asintió con su cabeza sonriendo.

-Pasadlo bien -dijo antes de emprender el camino hacia la puerta, abriéndola y saliendo hacia el pasillo.

Raquel seguía escudriñando a Ro, esperando alguna otra reacción de su parte. Esta, levantó sus ojos de la revista descubriendo todavía la leve sonrisa de la mujer ante ella. Enfrentó aquellos ojos grises sosteniéndole la mirada fijamente como un duelo de una pregunta lanzada al aire y una resignación flotara en el inframundo forjado bajo la coraza de Ro, antes de volver a bajarla hacia la revista. Un silencioso juego de palabras que lucieron por su ausencia quedó en el aire, tras el cual Raquel dio dos pasos hacia atrás antes de girarse e ir tras Gemma.

Ro volvió a levantar su mirada hacia la puerta cerrada por la que se habían marchado sus amigas. Sus ojos café expresaron todo aquello que jamás se daba licencia de dejar mostrar. Haciendo un cómico sonido al sacudir sus labios giró su cabeza para encontrarse con la sonrisa abierta de Tom a su lado.

-Bueno amiguito, por fin solos. ¿Nos ponemos a preparar la cena?—le preguntó arrojando la revista sobre la mesa, levantándose y caminando hacia la pequeña cocina adosada al salón.
-¡Sí! -respondió el pequeño siguiéndola hacia la barra de la cocina.

La esbelta mujer apoyó su codo en la barra encarando al pequeño, acción que hizo que algunos de los mechones de su pelo cayeran a ambos lados de su cara.

-A ver, ¿tomate o mayonesa?
-Tomate -respondió el niño sin dudarlo.
-Sí, mejor tomate, la mayonesa no suele sentarte bien. ¿Y, si lo comemos viendo una peli?, pero sin decirle nada a tu madre, es un secreto entre tú y yo ¿trato? -le dijo colocando su dedo índice en sus labios.
-¡Síii! -respondió el niño con una amplia sonrisa que mostraba sus pequeños dientes de leche.


A pesar de no saber el lugar exacto de la fiesta, el resplandor de la hoguera y los cerca de treinta coches aparcados cerca de la playa, daba evidencias de que estaban llegando al lugar indicado. A medida que se acercaban se iba haciendo evidente la música y el ensordecedor murmullo. Raquel paró el coche en la primera fila de la línea de la playa, apagando las luces al momento de inmovilizar el vehículo.

Gemma se miró en el pequeño espejo retrovisor, girándolo hacia ella, apretando sus labios ligeramente con la intención de extender el brillo de sus labios.

-Recuerda que solo es una fiesta -dijo Raquel intentando serenar la mirada de novata veinteañera de Gemma en esos momentos-Tranquila, lo tengo todo dominado -dijo dedicándole una de sus cándidas sonrisas, abriendo la puerta y saliendo del cuatro por cuatro.

Gemma se quedó esperando delante del coche a que Raquel acabara de salir. Cuando Raquel se unió a ella, avanzaron por la arena hacia el grupo de gente.

A medida que se acercaban, iban observando cómo los invitados estaban reunidos en pequeños grupos alrededor de una gran fogata. Muchos de ellos, incompresiblemente para Raquel, estaban en bañador. Si bien apenas un hilo naranja empezaba a perderse en el horizonte sobre el mar, el aire de la noche era cálido y no estaba cargado ni un ápice de humedad. No obstante no tardó en darse cuenta de que cada uno portaba una cerveza o algún vaso de licor, con lo cual, era evidente que la misma euforia les hacía no sentir la suave brisa que ahora hacía ondear sus cabellos en su paso aproximándose hacia ellos.

Las llamas de la hoguera iluminaba la arena en tonos dorados y cobrizos, ondulantes y creciendo por el influjo de las ráfagas constantes de aire, típico de la costa. El cielo oscuro se difuminaba tras el humo que se elevaba hacia él, pero tras ello se podía apreciar una densa cortina de miles de estrellas. La luna, casi perfilando el horizonte, hacía que los destellos plateados resaltaran en el ondeante manto oscuro de las aguas y daba a la espuma de las tenues olas una apariencia fosforescente bajo su luz clara e intensa, como desprendiendo luz propia.

Cuando quedaron solo una decena de metros para llegar a la fogata, una mujer, que no tardó en reconocer como la amiga de Gemma, la barman de la piscina, que al percatarse de la presencia de ambas dejó su charla con un grupo de chicos y empezó a caminar a su encuentro.

-Hola, creí que ya no vendrías -dijo dando un suave beso en la mejilla de Gemma.
-Lo siento…Tenía que dejar a Tom…Bueno, ya sabes…
-Nada, no te preocupes – dijo la mujer con una amplia sonrisa dándole a entender que no tenía que dar explicaciones-. Hola. Marissa -dijo a Raquel presentándose a sí misma, acercándose y dando un par de besos en sus mejillas.
-Raquel -se auto presentó correspondiendo a su gesto.
-¿Cerveza? -preguntó al tiempo que las invitaba a acercarse al grupo del que se había alejado.
-¿Tónica? -preguntó Gemma.
-Cerveza estará bien – dijo Raquel.

Marissa se alejó unos metros de ellas hacia unas neveras colocadas a un lado de la reunión.

-Parece una convención de surferos, ¿no crees? -dijo Gemma bajo acercando su comentario a la cara de Raquel, observando , mientras avanzaban tras Marissa, como la gran mayoría de las personas lucían el típico cabello matizado de mechas rubias, consecuencia de pasar largas horas entre sol y la sal.

Raquel, con una de sus manos en el bolsillo del pantalón y con la otra rascando suavemente su nariz con dos de sus dedos, dio un vistazo a todos los de su alrededor. Enseguida se dio cuenta de que le observación de Gemma era correcta.

-Una cerveza y una tónica.

Gemma sonrió tomando su bebida. Raquel no pudo evitar darse cuenta de la mirada que ambas mujeres se estaban dedicando, y sintiéndose fuera de lugar, buscó una excusa para salir de en medio de aquella escena.

-Voy a mezclarme con la gente -dijo tomando su botella de cerveza.
-No, quédate, te presentaré a alguien -dijo Marissa reconociendo la postura de Raquel esa noche.
-Te lo agradezco, pero me vendrá bien dar un paseo por ahí -dijo, guiñándole un ojo a Gemma y emprendiendo su camino hacia la orilla.

Se alejó caminando despacio, sintiendo sus pies enterrarse en la fina arena hasta llegar a unos metros del agua. Se giró dando un vistazo a las llamas de la hoguera y a las pequeñas y lejanas luces difuminadas que iluminaban la avenida que bordeaba la costa. Luego devolvió sus ojos hacia lo largo de la playa, respiró hondo y emprendió su paso por la firme arena mojada.

Hacía tiempo, meses, que no disfrutaba de la sobriedad, del sosiego de sentirse en paz consigo misma. Para olvidar a Celina, se había enfrascado en sus proyectos, su trabajo, y sus amigas. Su ambición profesional había despertado de nuevo, casi tan fuerte como cuando había acabado la carrera. Sus amigas y socia del estudio la habían presionado a presentar su proyecto para la restauración del Coliseo, y aunque no guardaba muchas expectativas al respecto, durante el tiempo en el que trabajó en los planos, volcó toda la ilusión que merecía el dedicar su esfuerzo y poco tiempo libre en unos de los monumentos de la ciudad que más la habían inspirado para desarrollar su carrera de arquitectura que tanto sudor negro le había sacado.

La arena se hundía bajo sus pisadas recreándose de que pensar en Celina ya no le causaba ni dolor, ni pena, ni ningún otro sentimiento, dejando solo un vacío. Tras su matrimonio hacía ya un año, no tardó más de un par de meses en recibir una y otra vez, llamadas, mensajes, que había ignorado sin ningún esfuerzo. Quizás guiada por el efecto de libertad que le estaba dando las olas acariciando la orilla, el cielo estrellado, el sonido de los timbales que cada vez se escuchaban más lejanos a su paso, y sintiendo esa necesidad, como si de un ritual secreto se tratase, como un deber íntimo para su vida, como la mejor manera de dejar pasar la hoja de ese libro de pesadillas, sacó el aparato del bolsillo y dando un buen trago más de su botella, lo lanzó con toda la fuerza de la que fue capaz, sintiéndolo estrellarse contra la superficie del agua. Era algo que debió hacer mucho tiempo atrás, cuando se cansaba de verse con ella a escondidas, cuando nunca permitió que se reconociera su relación en público, cuando le advertía no ir a buscarla al trabajo y tantas cosas más, pero simplemente se había hecho adicta a martirizarse recordando todo eso para no olvidar jamás caer en una situación así.

Continuara…