mujeres

De esa especie que se nos meten por los ojos, por los sentidos, por cada poro de la piel. De todas ellas. Desde las que apenas rozar la superficie, les sobró para provocar una de esas heridas que nos empeñamos en que siempre estará ahí. Sí, porque somos así de dramáticas y fantásticas. Como las que hoy llenan tu vida impregnándola de ese halo femenino con el que decoras tu corazón por necesidad.

Ellas, que nos desquician hasta volvernos locas, y otras, enloqueceríamos sólo de pensar en un mundo sin ellas. Sí, sí, lo son, no te engañes, son una jodida adicción. Ellas, a veces corderas y otras lobas. Pero benditas todas.

Las malditas culpables de la bendición que es hacernos reincidentes, carne de cañón, primerizas con cada una de ellas. No importa lo mucho que crea conocerlas, la verdad que ante una de ellas es como estar en el chasis, un lápiz sin punta, más indefensa que una guillete blue con lonchas de mortadela por filo.

Más de una habrá pensado alguna vez, o tal vez, como un martillo de herrero, a cada momento, que debieran traer un manual de uso, un certificado de advertencia, qúe sé yo! Ruegos y preguntas…. Pero en lugar de eso, como esto va de mujer a mujer, dejamos nuestra guardia en alto hasta que la primera línea de defensa empieza a caer descaradamente ante nuestros ojos. Porque sí chicas, tenemos líneas de defensas, son esas que caen cuando ella, que sospechabas, que intuías que iba a escribir una página en tu vida, te mira a los ojos y te atraviesan, y el iceberg se vuelve gelatina, la sientes caer casi hasta dejarse oir, y sientes que en su lugar una avalancha de nudos se alojan de manera brutal y sin aviso, dónde? No podía ser en cuello, ni una mano, o la pantorrilla derecha, eso sería muy fácil; en pecho…para no sentir los latidos de tu corazón acelerarse, garganta…para poner un poco difícil el decir lo que ya ni siquiera recordabas que estabas por contar, ojos…que de pronto sientes que se van a cantar como un condenado lo que está pasando por toda tú, y bajas la mirada hacia cualquier lado esperando que el segundo siguiente todo te lleve a la normalidad. Y de esta forma tan sutil te quedas como una indigente en tu propio cuerpo. Esperas unos instantes eternos para recuperarte, e incrédula, vuelves a levantar los ojos, cuando, de nuevo, se cruza tu mirada con la suya…y todo vuelve a empezar.

Pero esto que puede que nos suceda tres veces en la vida y te libere de llamarlo lujuria y sí afinidad o química, que no es decir que no padezcamos de los dos síntomas, entiéndanme. A lo que iba, que ya me iba a otros “derroteros”, es que pese a llegar a sentir así, no siempre lleva a ningún puerto. Y ahí nacen las “zorras forever”, ese animal de compañía que, estoy segura, todas tenemos en nuestras vidas, y a las que nos negamos hasta nombrar porque irreversiblemente su nombre viene inherente a un tic nervioso de levantar una ceja y asesinar mentalmente…un par de veces… a quién la nombró.

En fin. Hoy me he levantado y me he puesto esta canción, he ido a la playa, caminado por la avenida, corrido por la arena, he desayunado zumo de naranja con un sándwich de atún con millo, de regreso a casa me he preparado un café que me bebí tras darme una buena ducha…y por entonces esta canción estaba en su fase repeat número 25. En todo ese tiempo he rescatado recuerdos olvidados de mi “zorramundo” y los he puesto a jugar cara a cara con mi vida, en este momento maravilloso de mi vida, con las mujeres que amo, que he amado y que amaré. Las he metido a todas en un saco y he hecho las paces con cada una de sus sonrisas, de las que me sacaron a mí. Me quedo con eso, apuesto por una amnistía pro mascotas. ¿O acaso olvidamos que, sin haberlo pretendido, también podríamos ser una de pedigrí para alguna otra alma puteada? ¿Eh? ¿Eh?

La verdad que todas sabemos es que nadie tiene culpa de que buscar ser feliz sea una meta común y no siempre es quién deseas que sea, la persona adecuada para ti, pero mientras tanto, en nuestras experiencias crecemos, maduramos, nos hacemos más mujeres que ayer, y si babeamos por Alex Vause, nos derretimos por Angelina Jolie, se nos caen las bragas por Ellen Page, cómo no voy a engrandecer a las mujeres de mi vida, independientemente de lo duro que haya sido el principio del final de una despedida, que para unas fue un “hasta nunca” y para otras un “fue un placer, eres especial” Sí, tenemos esa facultad de hacer bonito hasta un corte de mangas si queremos. La cosa es que, si supieron despedirse, se merecen que ese adiós sea por lo menos un recuerdo que dio la bienvenida a un nuevo comienzo.

Así que, en honor a la mujer que llevo en mí, una como otras que, para ser quién soy, ha tenido que escribir su historia, una épica, única, irremplazable, más que nada porque es mía y nadie podía haberla vivido por mí, he declarado hoy Día exentos de felpudos malditos. Mi ceja se ha bajado desde hace mucho tiempo y he aprendido algo muy valioso que me hace sonreír a mis errores. Es uno que solemos cometer con demasiada frecuencia y del que deberíamos darnos cuenta más pronto que tarde. Se lo dejo por si alguien quiere seguirlo:

Vamos haciendo rayas rojas, marcas de “No pasar” porque de algún modo eso no da cierta seguridad, y a falta de brújulas mágicas que marquen el rumbo adecuado, vetarnos a nosotras mismas pareciera ser una buena solución, pero el tiempo pasa y, poco a poco, vas olvidando dónde las habías colocado. Lo liberador que es no tener que encontrar algo que ya no consideras tuyo, ni rige tu vida, es inexplicable, sin palabras, sin añadidos ni censuras porque, de pretender nombrarlo quedaría atrapado en una palabra.

Ahora estoy llenando ese tiempo que antes gastaba en calcular estratégicamente en qué lugar de mi ruta colocar un muro de cristal con el que tropezarme a medio vuelo, escuchando esta canción, sonriendo, preguntándome si alguna vez piensa en mí como pienso en ella o si tengo que esperar a cumplir 100 años para darme cuenta de que esos espacios vacíos que dejaron a mi lado los he llenado de mí, que soy feliz, que si viviera 100 años no cambiaría nada, que cada una de las mujeres de mi vida han hecho bien su misión y que las recuerdo con una sonrisa en la boca mientras celebro quien soy, quienes son en mí, bailando con mi presente….y con mi cerveza fría… por toda la casa.

Imagen por: Michaela Vicol