no-es-lo-que-parece

Nella: ¿Por qué te vas?
Valeria: ¿Para qué iba a quedarme?
Nella: Para mí, por mí, porque yo te quiero.
Valeria: Como se quieren egoístamente las cosas que no se pueden tener.


A veces son sus últimas palabras las que te atan al cuello, el peso de un Adiós irremediablemente perenne.

Hola. Aquí estamos mi té de manzana endulzado con miel y yo, para contarte otra de esas historias, donde la similitud y el drama es pan de cada día (#Lecas4Ever).

La semana pasada, como ya sabes, la cobarde proposición amorosa, escrita por este medio (en vez de encarar el asunto), terminó muy mal.

Unos tortuosos días después, por fin hablamos.

(Eso estuvo más feo que pisar caca descalza).

Reboté contra el suelo una, dos y unas treinta veces más contra el pavimento de la entrada de la casa de Valeria (mi mejor amiga), mientras me decía que era muy tarde para las dos.

Ese domingo caminé sin rumbo por un par de horas, sin pensar, en modo automático, robotizada, a un mismo ritmo, como si quisiera alejarme de un lugar que no sabía dónde estaba. Cuando llegué a casa, el agua caliente de la ducha en la cara, no me dejó sentir las lágrimas. Tal vez necesitaba sentirlas.

Sé que dije que había decidido salir con otras chicas desde que empecé este blog, pero, en vista de lo sucedido, creo que deberé esperar un poco para eso, sobre todo porque no tengo idea de lo que siento realmente. Antes de cagar gente, mejor me guardo y te cuento una de esas tantas anécdotas que tengo, que merodean mi mente esta madrugada.


Dicen que si no te duele al otro día, no fue buen sexo. Pero…

¿Qué pasa si al otro día te duele hasta el pelo?

¿Quiere decir que fue el mejor sexo de todos?

(#AyayayCuñaa)

(#LeeDespacitoYAgárrate)


Hace varios años que la conocía sin conocerla. ¿Quién diría que terminaríamos así?

Francesca Lecca Locazza, era una comunicadora italiana que llevaba muchos años en el Perú, y producía un conocido programa de entretenimiento diario, principalmente para amas de casa.

Si la ves, me dirás que es la mujer más guapa que has visto, sino, ¡te demando por ocultar evidencias!

(#RecuuuntraBuenaLaTía)

Era seria pero cortés, elegante por donde se le mire, dueña de un aplomo difícil de manejar en el medio televisivo y de mirada tranquila pero intimidante.

En ese tiempo, tenía unos 37 años bien llevados, siempre se hacía una cola de caballo muy bien armada en el pelo, blusas ligeras de colores sobrios, sacos entallados, pantalones ajustados a unas caderas de infarto y tacones de pasos pausados, fuertes, que anunciaban su llegada todos los días a las ocho de la mañana, perfectamente en punto a la oficina.

¡Ah sí! Por cierto, era mi jefa.

Ninguno de los que estábamos allí, sabíamos nada sobre su vida, así que los rumores y especulaciones estaban a la orden del día. Había quienes decían que vivía sola, que era maníaco depresiva y estaba medicada todo el tiempo. Otros decían que era una refugiada política porque en su país había participado en un grupo de oposición, como dirigente o algún rollo así, otros, los más creativos (todos ellos ahora trabajan en programas de chismes lógicamente), que había matado a su esposo, se había refugiado en el Perú y no podían repatriarla por una oscura negociación con gente del gobierno.

(#EstosYaSePasabanDePendejos).

¡Claro!, como toda leca que se respeta, eso sólo la hacía más interesante para mí.

Era como un caso sin resolver, como un portal hacia lo desconocido, como los “Expedientes X” (ella mi “Scully” y yo su “Mulder”).(#MierdaQueLesbianaSoy).

Así pasó el tiempo, pendiente de cada mínima expresión o gesto que me hiciera. Por supuesto, cualquier cosa era la excusa perfecta para convertirla en mi mente, en la protagonista de mi novela privada de acción (incluyendo las escenas de porno barato).

Me la pasé fantaseando con ella un par de añitos (#PoquitoNoMás) (#CasiNada).

Después empecé a trabajar en producción de conciertos para una empresa que recién empezaba (#YaQuebró), que me ofrecía un buen puesto y en donde podía manejar mis horarios (#OSeaWebeabaDeLoLindo).

Uno de los primeros conciertos que tuvimos tuvo tanta acogida en Lima, que decidimos abrir otra fecha en Arequipa.

Estaba en el escenario, coordinando el sonido, cuando me pasaron la voz para decirme que habían cámaras de televisión que querían entrar, me acerqué y eran mis ex compañeros, que con micrófono en mano y medio zampados, me contaron que habían estado en otro evento de la ciudad blanca y que se dieron una vuelta porque sabían que estaba allí.

Conversando y entre risas, los ubiqué en el área de prensa, feliz de verlos.

Los chismes iban y venían (quien se casó, se separó, embarazó, murió, se hizo la lipo o se estaba quedando calvo). De pronto, vino a mi memoria esa carita seria de mi ex jefecita (#Mmmff) y le pregunté por ella a Eduardo, que era su asistente personal, con una emoción un poco obvia.

Nella: ¿Y qué fue de la mamacita de la tía Francesca ah?
Eduardo: Uyyyy nena, ¡no te imaginas! Siéntate, respira, porque esto es una ¡bomba!
Nella: ¡Carajo! ¡Dime, dime, dime! ¿Sigue trabajando allí? ¿Se casó? ¡Habla!
Eduardo: No cojuda, la tía se levantó a una periodista deportiva. Ya está confirmado que le gustan las mujeres.
Nella:

Cuando volví del shock (igualito al de la chibola del “Exorcista”), unos doce minutos más tarde, me contaron los detalles del tórrido romance entre ellas.

Resulta que el amorío fue público pero duró poco, la popular periodista desapareció del medio un mes después.


Pasaron los meses y me llamaron para hacer un evento conjunto pro-fondos (#PalBolsillo), y adivina con quien me tocaba coordinar… <3

Esto es breve. La vi en su oficina, yo babeaba su escritorio, ella sonreía suavecito, yo hice una pregunta personal estúpida (#HaciéndomeLaCanchera), ella respondió invitándome a escuchar música en su casa con un poco de vino.

Me preparé desde el día anterior. Me exfolié hasta las orejas, y me encremé hasta la nuca. Fui con una camisa nueva y planchadita, con tacos bastante dolorosos e incómodos (#HastaHoyTengoLaCicatrizEnUnaPata), y perfumadísima.

(Ding Dong)

Unas cuantas botellas de vino después, ya escuchaba las campanas nupciales y pensaba en tres hijos (#TípicoCarajo), cuando me jaló seductoramente hacia su habitación.

(#BienCsmSeMeHizoPapaLindo)

Esperaba pacientemente que saliera del baño, acomodada en sus sábanas claras, emocionada y borrachísima, cuando vi la silueta de aquella escultural mujer acercarse a la cama.

La sorpresa fue grande cuando la vi vestida con una especie de traje de cuero, con un maquillaje bastante recargado y con una actitud un poquito diferente a la que yo conocía.

La borrachera se me pasó inmediatamente después del par de cachetadas que me metió, pidiendo que diga su nombre. Segundos después, me di cuenta que no podía mover un brazo, porque mi muñeca estaba sujeta a unas esposas que tenían peluche rosa alrededor.

Nella: ¡Flaca! Aguanta guanta… ¡Suave! ¿Qué pasa?

Me atacó el pánico cuando me respondió profiriendo palabras que parecían soeces en italiano, mientras se movía con enérgica y descoordinada forma sobre mi.

                           ¡Diosito! ¿Cómo me escapo de esta?

Cuando me agarró del pelo llevándose casi la mitad y me lamió la cara, me dije a mi misma, que si así empezaba, no quería saber como terminaba esa vaina. Así que hice lo que toda mujer saber hacer, fingir un orgasmo. Hasta yo me creí un poco el cuento. Grité como si me estuvieran partiendo un hueso. Cuando ella se fue al baño para «refrescarse» (yo pienso que fue a ponerse un disfraz de Jack el destripador), me safé de las esposas como pude, y salí corriendo sin los tacos y con el pantalón en la mano.

De regreso a casa, mientras el asiento del auto se me pegaba al culo, pensaba: ¿Quién diría con esa carita?

Pintura de la talentosa: Andrea Barreda