¿Le hablo o me espero?

¿Le hablo o me espero?

Cuando el universo no permite que esquives a las liantas.

Hoy me siento inspirada, y curiosamente no es Brenda (ahora Wapa) lo que hace de mis ganas de matar ganas de escribir, no. Hacía ya muchos meses que había abandonado el oscuro paracosmos brendiano y francamente, no tenía ninguna intención de volver, sin embargo había conservado Tinder en activo, aunque no puedo decir que en la fase final, o más próxima al episodio inspirador de este texto, le estuviera dando un gran uso.

Pues bien, todo empezó un frío y aburrido día de febrero en el que decidí abrirme Tinder, ingenua de mí, para hacer un análisis de la aplicación. Hasta aquí todo era maravilloso: elegir foto de perfil; elegir unas cuantas fotos más, cuanto más aventureras y postureras mejor; redactar un texto breve, ni chirriantemente positivo ni demasiado negativo; marcar en opciones que buscas chicas; filtro de edad y de distancia y ¡hale, a correr, #TinderellaSalvaje!

Al principio la experiencia con la aplicación se parecía más a mirar las fotos de una revista que a otra cosa, ya que tenías que esperar a que aquellas mozas a las que habías hecho #SwipeRight te hicieran #SwipeRightBack. Entre ovaciones de sufrimiento ante la desoladora perspectiva de haber hecho un irremediable #SwipeLeft sin querer y la aparición con cuentagotas de algunos matches que bien podrían ser colecciones de pokémons, que ahí permanecían impasibles, esperando quizá a ser saludadas al más puro «¡Charizard, yo te eligo!», el tiempo iba pasando. Estos peculiares pokémons se caracterizaban además, por su ambigüedad respecto a intenciones y orientación sexual, así como por su legendaria indecisión, pero bueno, si te decidías a hablar, por lo menos, cabría suponer que ya que te había dado #SwipeRight (o like), la buena disposición era mutua, pero, queridas amigas, siento mucho deciros que en Tinder tampoco ocurre así, o al menos cuando Tinderella busca Tinderella.

Y llegados a este punto, después de muchos holas qué tal que no llegaban a más –redoble de tambor- apareció #LaLianta (A.K.A. #TinderellaSalvaje #PelirrojaPeligrosa). Recuerdo que aquella noche me sorprendió que instantáneamente el #Match se produjera y entonces llegó el momento de indecisión bollera ¿Debería saludar? ¿Pareceré una desesperada? ¿Debería esperar a ver si saluda ella? Tras una ardua deliberación (y a partir de esas, aunque yo no lo sabía, vendrían muchas más) decidí esperar al día siguiente y si no saludaba ella, lo haría yo, que fue exactamente lo que ocurrió.

La excusa del saludo. Esta parte fue fácil, ya que ella era inglesa residente en Madrid, así que el recurso tan manido a la par que efectivo de “my Spanish for your English” dio los esperados frutos, aunque realmente el español no apareció por ninguna parte. Tras unos días de charlas breves llegó la pregunta del millón: ¿qué buscas? Y mi respuesta por defecto: conocer gente. A lo que ella rápidamente concretó y preguntó de nuevo: ¿conocer gente en general o chicas gay? Y ahí yo aclaré mi orientación sexual y devolví la pregunta a lo que recibí la respuesta: no creo en las etiquetas, yo me enamoro de la persona y no del cuerpo. Su respuesta hizo que a #AmigaHeteroConfidente le saltaran las alarmas e informó a servidora de que “te quiere hacer el lío”, pero servidora hizo caso omiso de las advertencias, porque las pelirrojas son un punto débil, muy débil. A partir de este punto llegaron las sutiles proposiciones por su parte de quedar, que nunca llegaban a materializarse.

Antes de continuar, debo decir que #TinderellaSalvaje era de esas personas que contestan cada mil años y eso supone una traba importante en el arte de la seducción o en el de simplemente proponer un plan. Fue avanzando febrero, llegó marzo y con él un mensaje escueto en el que me informaba de que se borraba Tinder y me dejaba su número. El doble check azul. Aquí, como era de esperar, a servidora que le gusta la eficiencia y la claridad, se desesperó. #LaLianta era de esas personas que no sólo te leían y no contestaban, es que era capaz de contestar UNA SEMANA más tarde como si nada. Y la #PelirrojaPeligrosa era muy atractiva, pero ésta que escribe por ahí no pasa (o eso me gustaba pensar), así que me olvidé del asunto y me sumí en el estrés universitario que después del relajado febrero ya empezaba a acechar. La vuelta a Tinder. Ya entrando en abril, con el estrés a flor de piel, decidí relajarme coleccionando pokémons y usando Tinder cual revista, y ahí estaba de nuevo #TinderellaSalvaje.

La segunda deliberación. Aquí fue necesaria la asistencia de #AmigaHeteroConfidente, para reforzar la decisión, fuera cual fuera. #AmigaHeteroConfidente convino que no podía hacer daño saber si seguía estando interesada/acordándose. Veredicto: #SwipeRight.

Tinderella-apps-lesbicas

«¡Es compatible contigo! Tú y #TinderellaSalvaje se gustan». Aquí fue ella la que rompió el hielo con un “Cuánto tiempo!” eso sí, en inglés. No voy a negar que mi ego se vio recompensado, a priori, sin embargo la dinámica no había cambiado. Largas esperas, propuestas de quedadas que se quedaban en agua de borrajas… y finalmente decidí, por segunda vez, olvidarme del tema (o eso creía yo).

Las señales confusas del universo. Aquí llega el verdadero elemento inspirador de este texto, cual ironía extraña y aleatoria del destino, que movía sus hilos como las marionetas de las que hablaba #PelirrojaPeligrosa en su perfil. El cosmos quiso que, no hará más de dos semanas, me tocase sacar a pasear a mi perra en una ciudad en la que no vivo, a las 3 de la mañana. Iba yo, feliz de la vida con mi perra en celo, con las pintas típicas de sacar al perro a las 3 de la mañana (que por respeto hacia mí misma, no voy a describir), cuando un perro que era 4 veces la mía corrió como si no hubiera mañana hasta mi perra, enzarzándonos, los 3, en una absurda danza, ya que llevaba a mi perra con la correa. El perro, que resultó ser perra, no tenía intención alguna de separarse de la mía, y tras unos minutos literalmente danzando, aparecieron dos mujeres hablando inglés tranquilamente. Yo estaba entretenida mirando jugar a los perros y levantando la correa de vez en cuando para que no se hicieran daño, cuando la presunta dueña se me acercó para disculparse por lo pesada que era su perra, a lo que con mi mejor sonrisa respondí que no pasaba nada. Entonces ocurrió. Levanté la vista y allí estaba. Juro que no tardé ni 2 segundos en asociar a aquella altísima pelirroja con la #TinderellaSalvaje a la que sólo conocía de 4 fotos de Tinder, entonces dudé y no dije nada.

La tercera deliberación. Ésta realmente empezó casi desde el momento en que nuestros caminos se separaron. #AmigaHeteroConfidente fue mensajeada masivamente y muy oportunamente apareció en línea, para hacer un seguimiento del proceso. ¿Le mando un mensaje? ¿Pensará que soy una psicópata? ¿Sería realmente ella? Veredicto: el NO ya lo tienes. “Hey, creo que he visto a tu gemela o a tu clon”. Ése, sin paños calientes fue el mensaje real, traducido al castellano que determiné enviar. Respuesta: heyyy quién eres? #LaLianta no había llegado a agregarme pese a haberme dado ella su número, y esto es parte de lo que hace honor a tal apelativo, que le fue otorgado por #AmigaHeteroConfidente. Tras refrescarle la memoria y aclarar sus dudas sobre dónde la había visto, cayó en la cuenta.

«Qué probabilidades hay de que esto pase». Tras enviarme esa frase vino la conversación más fluida que #LaLianta me brindó. No nos lo podíamos creer. Ella estaba en una fiesta y era la primera vez que estaba en esa ciudad y yo hacía 6 meses que no iba. Ella aún alucinaba con el hecho de que la perra de su amiga hubiera corrido desde tan lejos hasta la mía, y entonces resolvimos aquel misterio biológico. Las dos perras estaban en celo, y la mía además es toda una perra lesbicanaria. La fiesta fallida que me llevó a llegar antes de lo previsto a casa, mi perra desesperada por salir a las 3 de la mañana y el hijoputismo del universo, se alinearon para devolver a #PelirrojaPeligrosa a mi vida.

«Deberíamos conocernos apropiadamente». Me dijo, y esta vez, empujadas por lo extraño de la situación, ninguna estaba dispuesta a dejarlo pasar.

La cuarta deliberación. ¿Cuándo quedamos? ¿Dónde quedamos? ¿Se rajará? Esta deliberación duró 7 días con sus 7 noches, que #AmigaHeteroConfidente aguantó estoicamente, mientras yo saturaba su whatsapp con las novedades e inseguridades. No podía creer que después de haberme visto con mis pintas-de-pasear-al-perro-a-las-tres-de-la-mañana, todavía le quedasen ganas de proponer quedar. Haciendo gala de la poca claridad bollera (en su caso, poca claridad de orientación sexual indefinida) vinieron los cambios de días, cambio de planes, que si hace mucho calor, que si “VAMOS A LA PISCINA”– aquí mi cabeza empezó a echar humo. ¿Quién propone ir a la piscina en la primera (o casi primera) cita?– Finalmente quedamos una tarde-noche para tomar algo y ahí estaba yo, mirándola como una liebre deslumbrada, porque la realidad superaba con creces la expectativa, y no hablo sólo de un plano físico. Al final acabamos hablando, curiosamente más español que inglés y yo atontándome como una quinceañera escuchando sus historias y pensando en lo adorable que era esforzándose por hablar español. No voy a decir que todo fuera perfecto, quizá en parte por los 38ºC que hacía, por la falta de planificación de la noche y por algunos problemas con el idioma, pero las señales empezaron a indicar que aquella cita no iba a acabar de un modo romántico. Miradas al móvil, indecisión sobre dónde ir, que si hace calor, que si saco el tema de mi ex novio y el chico del que me enamoré mientras viajaba por todo el mundo –PELIGRO, PELIGRO, PELIGRO- Aquello sólo podía significar tres cosas: 1) HETERO DETECTADA, 2) cortafuegos para indicar que no hay nada que hacer y 3) que la muchacha tuviera habilidades sociales tan nulas o más que las de servidora. Tras unas 5 horas juntas, nos despedimos en el Metro, con la distancia inglesa de rigor y di por hecho que no sabría más de ella.

Unos minutos después me llegó un whatsapp diciendo que lo había pasado muy bien, un par de iconos cuquis y una frase de esas que reviven la quinceañera que hay en ti, y es que #TinderellaSalvaje era la viva representación de la expresión “una de cal y otra de arena”, pero en su caso y suponiendo que la mala fuera la cal, muchas de cal y alguna de arena.

Aquí, servidora hizo su último intento de acercamiento, aprovechando que había salido el tema del Orgullo, diciéndole los días en los que se concentraba lo interesante, y siguiendo en su línea #LaLianta lo leyó y no contestó jamás. Y colorín colorado, el hijoputismo del universo se ha acabado.

Sólo queda agradecer al universo esas señales confusas y esas casualidades increíbles que resultan no significar nada, excepto un buen dolor de cabeza. Pero de todo se aprende, y de esto, además de aprender inglés, yo aprendí que hay gente que de verdad busca sólo conocer (en el sentido de salir un día) gente, mucha gente, muchísima gente por el mero hecho de conocer y pasar el rato (esto es, por definición, una faceta dominante de toda #TinderellaSalvaje, también conocidas en el desesperante mundo de la psicología como buscadoras de sensaciones), que las pelirrojas siguen siendo peligrosas y cuanta más confusión provocan, más fijación generan, que Tinder sigue siendo un lugar donde esclarecer la orientación sexual de las personas está por desarrollar, pero eso sí, es un paraíso repleto de anglosajonas varias, que resultan ejercer un poder de atracción tan desadaptativo para mí como mi consagrado radar para fijarme de entre 100 mujeres, en la única hetero, y es que en Tinder, las #TinderellasExtrajerasSalvajes suelen ir en busca de amigos y su orientación sexual queda relegada a un segundo plano, de una mayoría heterosexual, para más inri. Por último, siguiendo el lema “un clavo saca otro clavo” (aunque no está confirmado para las tuercas), volví a crear mi perfil en #Wapa (a.k.a. pozo sin fondo del mal/grieta del infierno) y el resto está aún por descubrir y escribir.