lesbian lesbicanarias

Junio es el mes de orgullo LGBT(TTIQ equis, ye, zeta), hemos vivido la intensidad de los #Pride mundiales y de nuestras localidades, pero si buscamos inclusión y unión, ¿no les parece raro tener que usar un montón de siglas?

Hace muchos años un grupo de personas que eran marginadas de la sociedad, por muchos años siguieron así, hasta que un día mientras socializaban, hubo una redada para hacerlos aún más marginados; la conocida rebelión de Stonewall del 28 de junio 1969, dio paso a algo más que una revuelta, integró a una comunidad de lesbianas, gays, trans y travestis por el derecho a ser visibles y reconocidos por la sociedad. Para el 2016 algunas personas tienen la misma discriminación e invisibilidad de hace más de 40 años, entonces ¿Qué nos une? ¿Qué cosa nos mantiene fuertes y vigentes?

Esas siglas LGBT, más el abecedario, hacen la sexualidad diversa, y que, bajo el concepto de un grupo social “diferente”, avanzamos unidos y unidas hacia una vida plena, con libertad y con el derecho fundamental a vivir sin discriminación.

En el discurso es muy bonito no pensar en etiquetas y quizá, enamorarte de la persona por cómo es resulta ser una idea válida. El amor no es un envase bonito que te gusta por ser lo que es, enamorarse va hasta el contenido, a lo de adentro; es amar a una persona, no a un género; no te enamora el exterior, sino el interior.

¿Sí o no a las etiquetas?

Las etiquetas nos han creado esta dualidad entre el amor universal y la discriminación, si lo analizamos un poco. Por un lado no importan, pues solo existen dos personas amándose, no dos lesbianas y dos gays; y la contraparte, esas lesbianas y gays, hemos sido señalados e incluso marginados por las mismas etiquetas. Así que esto será una batalla eterna, que solo se resolverá por medio del empoderamiento y el reconocimiento de la diversidad sexual como un grupo con diferencias, las cuales debemos celebrar juntos.

Las etiquetas que definen de quién te enamoras son una pauta importante para conseguir la unión entre todos nosotros. Temerles no ayuda en nada, adoptarlas y adaptarlas de la forma que más nos convenga será una gran arma para la autoaceptación, la seguridad personal y la visibilización.

Por supuesto, así como existe el “etiquetar” también se acepta y respeta a los que viven “sin etiquetas”, ya que funcionan como otro miembro más de la diversidad.

La pregunta: ¿Es un mal necesario?

Por supuesto, en los tiempos de Stonewall se necesitó esa clasificación que consiguió y (actualmente) consigue la cohesión de todos esos “marginados”, a los de antaño y a los actuales.

Mi mal necesario es llamarme lesbiana por amar a otra mujer; sentirme parte de la comunidad LGBT, participar en nuestra unión y comprender que esas G (gay), B (bisexuales), T (travesti, trans), avanzarán conmigo y contigo en la búsqueda de la igualdad para todos. Recordemos que nunca estuvimos solos.