relatos lésbicos

Más o menos completa

He llegado a la conclusión de que la única pareja estable que he tenido ha sido la escritura. Es un bolígrafo. Un pedazo de papel arrugado. Un recambio de la pluma. Es todo eso. Es más que tú. El único amor del que no me canso tras tantos años de convivencia.

Melancólica en forma de prosa, delicada si se viste de poema, o pura y arrolladora cuando me narra, la escritura es lo que me enseñaste y también lo que me dejaste. Lo único que aún conserva tu esencia y a través de ella puedo escribir tu nombre sin que me duela demasiado. O tus iniciales, escondiéndolas donde no sea fácil encontrarlas: en mitad de un párrafo, en tres adjetivos, o en el título.

Si me apetece estar con una rubia, me tomo una cerveza. Que quiero una morena, pienso en el café. Y si se me antoja pelirroja, cualquier licor anaranjado me sirve.

Y luego estás tú. También eres mi amor, pero de esos platónicos. De esos que se escaparon y solo volverán cuando ya no me quede fuerza en los dedos para agarrarlo. Lo malo es que a ti sí te podría cambiar por la primera mujer que me hiciera ojitos. Y acabar así devolviéndote el daño que me dejaste de recuerdo.

La verdad es que vivir conmigo debe parecerse mucho a suicidar los sentimientos. Habrá días en los que no quiera ni mirarte a los ojos, ni me importará saber cómo te ha ido en el trabajo, ni siquiera hacer el amor contigo. Habrá instantes en los que preferiré seguir enmarañándome por dentro en el sofá, de madrugada, a solas; momentos en que tus caricias me irriten y te aparte de mí, refunfuñando. Habrá días en los que necesite mandarte muy lejos, allí donde no huele bien… Porque no sé qué extraña conexión se da en mi cerebro que, cuando estoy sola, ansío estar contigo; y cuando andas por mi lado, deseo estar muy sola. No quiero esa contrariedad para ninguna de las dos. Así que me conformo con la escritura. Porque es la única a la que soporto y me sobrelleva. La única que me hace sentir más o menos completa.

No quiero verte

Los viernes no quiero verte.

Quiero estar a solas con tu recuerdo. El viernes es mi día.

Quiero llegar a casa anocheciendo, apenas cenar, fumarme un cigarro, escribir sobre ti, beberme una copa, asomarme a la ventana, odiar el amor que te tengo, soñarte un poquito, meterme en la cama, follarme un muchito, echarte de menos y dormirme sin más.

Eso quiero.

Los viernes no quiero verte. Prefiero imaginarte.

Yo la llamo Mimi

Te lo diré claro: de ti, me gustas tú.

Aunque no tuve agallas para decírtelo, tengo un cuajo enorme para esperarte. No fui valiente para hacértelo ver y, sí, soy cobarde para aguardar tu regreso de brazos cruzados. Te echo de menos 24 veces al día. Te echo en falta tanto tiempo que cojo el teléfono y me quedo mirando tu número, buscando el empuje para llamarte y estar contigo un ratito. Pero me sobran dudas y me faltan señales tuyas. Al final, la pantalla se apaga, aburrida de tanta indecisión.

Quiero que cumplas tus promesas y me abraces, para que pueda dejar de mojar la funda de mi almohada con lágrimas, para que pueda dejar de sentir rabia por una huída que fue una retirada a tiempo por tu parte, y un abandono por la mía. Y yo dejaré de jurarte imposibles en una cena con velas para prometerte solo aquello que pueda cumplir a la luz de la luna; o a la de tus ojos, que viene a ser lo mismo.

Yo te llamo “Mimi”, que me parece mejor idea que usar tu nombre real. Y si a ti no te importa, voy a seguir haciéndolo.