relatos lésbicos

Tatuaje

Estoy pensando en hacerme un tatuaje. Se supone que es algo representativo, importante para uno. Yo quiero grabarme algo sobre ti. Algo que, al mirarlo, me recuerde que una vez fui solamente tuya.

Para ello necesitaría dos cuerpos. Con el mío no me basta para tintar todo lo que significas para mí. Debería arrancarme la piel por completo y garabatearla por los dos lados. Aun así no sería suficiente, y entones tendría que pasar a tatuarme los órganos por dentro y por fuera. Porque es tan profundo lo que siento por ti que, igual si me tatúo hasta el alma, podría acercarme a la idea que tengo en mente.

De momento, me quedaré como estoy hasta que se me ocurra algo mejor.

Quererte es…

Quererte es…

…Es como abrazar el vacío. Un vacío inaccesible, equivocado, un vacío que se escribe con “b”. Un vacío en el que solo existe la hostia que te das cuando llegas al suelo. Al besarte, me sentí feliz porque no guardé silencio. Aprendí de mi error. Te miré a los ojos, además, sin callar mi corazón. Contigo no habrá preguntas sin respuesta en el futuro.

Sé que las cosas nos han ido mal últimamente. Desde que te confesé lo que escondía. Me alegro de haberlo hecho, aunque ahora no quieras saber de mí. Creo que, a veces, es bueno ser sincero. Así se puede meditar desde otra perspectiva, hacer cambios y seguir adelante. Avanzando sin tropezarte con tus propios pies en los errores pasados. Así es quererte.

Ser como una piedra

Mi familia a veces me pregunta “¿estás bien?”. Yo afirmo con la cabeza y la mejor de mis sonrisas. Porque no quiero dar explicaciones.

No quiero que vean que sigo siendo la misma que, cuando te sueña, es muy valiente, adornándote con piropos y miradas entregadas; pero cuando te tiene delante, sonríe un milisegundo, incapaz de dejar de temblar, antes de esconder los ojos.

La misma estúpida que tropieza donde siempre, con sus propios pies.

La misma que no ha aprendido nada de la mayor hostia sentimental que se ha dado en su vida, por semejante actitud.

La misma que teme ser valiente y se acomoda entre el pedernal para no sufrir.

La misma que, cuando se enamora, cierra los ojos con la esperanza de que la caída no duela mucho.

La misma, al fin y al cabo, que termina perdiéndote.

La misma que aspira a ser como una piedra.