relatos lésbicos

Mi novia o tú

Ella me da seguridad, estabilidad. Sé que no se irá de viaje sin contar conmigo. Sé que, si lo hace, me echará de menos. Sé que no se escapará ni desaparecerá sin dar explicaciones.

Tú eres todo lo contrario. Sé que tú sí eres capaz de marcharte sin volver la vista atrás. ¿Por qué, entonces, me fascinas más? Cuando te pienso, acabo como una perturbada. Me enloqueces, joder. No en el buen sentido, sino en el malo, que es bueno para mí porque soy algo masoca.

Ella: segura y cariñosa. Tú: bohemia e imposible.

¿Por qué prefiero irme entonces contigo, que todo es a lo loco? Será porque yo también estoy un poco zumbada…

¿Que por qué te escribo?

¿Por qué te escribo?

No me hace falta una excusa para convertirte en mi musa.

Aunque no nos conocemos tanto como deberíamos, me gustas. Puede que leas esto y me mandes a la mierda, pero eso no me asusta. Quisiera recitarte al compás del piano, que tu mirada brilla más que el Sol todo el verano. Al soñarte no me siento más sola que la Luna, ¿es muy atrevido si digo que como tú no me hace sonreír ninguna?

Encender el móvil y que me salte tu “buenos días, pequeña”, le basta a esta ilusa para volverse una risueña.

Te escribo por si se pone a llover y quieres calarte conmigo. Darnos un abrazo de esos de “ojalá yo contigo…”. Un arrebato de dos idiotas que se quieren tocar solo para dejar de temblar. O quizá para hacerlo a la par.

Sonrisas, miradas, caricias, sed, quedarse con las ganas o arriesgar por una vez. Reír sin temores, tu pelo entre los dedos; hablar con las manos, callando los miedos. Encendernos los días y acabarlos entre poesías… Ojalá llegue pronto ese momento, ojalá no muera con la silueta de este cuento.

Huida hacia adelante

Y quisiera encontrar paz acurrucada entre tus pechos, cobijada por tu protector busto. Pero esa paz está a miles de kilómetros de mí. Existe un atajo: son estas palabras, como una escalera muy alta y robusta que no se me rompa si intento abrazarte desde tan lejos.

Has desaparecido de las redes porque estarás muy feliz. Porque tu alegría no me extraña en absoluto. Y yo tengo demasiado tiempo libre para pensar en ti. Mi alegría sí te echa de menos. Porque yo sí continúo en las redes, pero atrapada, asfixiándome por el recuerdo de tus ojos, de color impreciso, siempre infinito.

Hui de mis sentimientos por miedo. Un miedo terrible a perderte antes de saber lo que era estar contigo. Miedo a no saber hacerte feliz. Miedo a expresar lo que sentía. Miedo a desaprovechar todas tus sonrisas. Un miedo atroz, un miedo suicida. Fui presa del peor de los pánicos; una estúpida también. Pensaba que me conocía bien hasta aquel día. El día en que guardé silencio para ver cómo te alejabas. El día que en realidad era una noche. Con mi secreto te decía, “adelante, ve a buscar a otra que haga lo que yo quiero hacerte: feliz”. Te alejé tanto que llegaste a cruzar el océano.

Y cuando miro tu foto, no puedo evitar tocarme los labios –los de la cara–. No sé si porque recuerdo así mi silencio, o porque anhelo tu beso. Un beso que debía ser nuestro y acabó perdido en el tiempo. Dando vueltas atrapado en una red.

Telegram lesbicanarias