Un restaurante elegante, una copa de vino rosado y tú a mi lado, no es una invitación, es un deseo que nunca cumpliré. Una ilusión, un pensamiento tan absurdo como incompleto.

Ayer te eché de menos a mi lado, a ti y a tu mano entrelazada a la mía. Era el momento, elegido, el instante adecuado y la soledad explotando a mi lado.

Yo estaba en esa cena de presencia, pero en realidad nunca estuve allí. Estaba en mis mundos imaginarios mirando a las parejas que teníamos a nuestro lado.

Observando, espiando esos momentos de intimidad, esos instantes en compañía, esas miradas, esas conversaciones, esas velas que poco a poco se consumían…

Pensé en ti, persona sin nombre, ni color de pelo, ni de ojos todavía. En cómo sería sentarme a cenar en un restaurante xulo contigo… en cómo me inundaría la emoción, se me cerraría el estómago y ni aunque me pusieran un manjar delante, no me lo podría comer…

Me mirarías y mi mundo se paralizaría, me quedaría embobada simplemente mirándote… escuchándote… queriéndote en silencio sin casi delatarme…

Todo es asquerosamente perfecto, el ambiente, las velas, las mesas de madera, el calor asfixiante evitado por los vaporizadores que enfriaban el espacio, el lugar, el restaurante…

Tú y yo, yo y tú una realidad que siempre soñé vivir, me invente cada día creando una historia imaginaria en la que a ratitos me quedaba a vivir y otros tan solo la alejaba.

Vuelvo a mi realidad y me miro y no me reconozco, no se si soy una farsante, una mentirosa o simplemente algo está cambiando en mi interior, en mi exterior.  Se llama vivir, se llama agobiarse en el dolor, se llama inundarse de decepción. Dejar a la vida que me sorprenda.

Que me presente a esos nombres, a esas caras, a esas miradas… a esas personas que me harán vivir mil sentimientos… buenos, malos y regulares. Aprendizaje lo llaman los psicos, experiencias de vida lo llaman los mayores y luego estoy yo que les llamo putadas sentimentales muy muy muy grandes e intento sobrevivir a cada derrota por muy dura y dolorosa que sea con tiempo y una sonrisa.

Sostengo la copa de vino entre mis manos, y brindo al aire conmigo misma, por el momento es la pareja más bonita que tengo y tendré en mi vida, la tengo que cuidar, mimar, proteger como si fuera un bonito, frágil y delicado regalo….

Bebo el vino. Dejo que resbale por mi interior… me gusta el sabor, me sabe a amor, a fruta, a pasión, a velas consumidas tras hacer el amor, a besos desordenados, a calidez, a cercanía, a pasión sin medidas, a gritos ahogados en la madrugada, a sexo a escondidas en la playa.

A nuevas experiencias, a nuevos amores que están por venir, vivir, disfrutar y sentir.

Me hablan, me miran mientras yo tan solo veo mi reflejo en el cristal y me hacen aterrizar de nuevo a la realidad, a esa copa de vino con la que juego entre mis manos y alejar a esos pensamientos despistados que me hacen volar muy muy muy lejos.