La novela que hoy nos ocupa llega con carta de presentación: el “XXX Premio Torrente Ballester de narrativa en lengua castellana”, que concede la Diputación Provincial de A Coruña, en su edición de 2018. No cabe duda de que el galardón de un certamen literario resulta siempre un aval de la calidad de la obra con que vamos a encontrarnos.

El título completo del libro es No hemos encontrado el producto y define a la perfección la esencia de esta novela. En efecto, se trata de un viaje. Pero no es un viaje como otros muchos, sino una travesía personal, geográfica y también íntima de la protagonista, Amanda.

Amanda es española y, como mucha gente en el año 2010 (cuando la crisis económica de turno está haciendo acto de presencia), se encuentra en el paro. Ha terminado sus estudios universitarios y se da cuenta de que no tiene gran cosa que hacer. Así que decide tomarse un año sabático y poner tierra (en este caso, mar) de por medio. Aterriza en la Argentina donde Néstor Kirchner acaba de fallecer y su viuda Cristina va a hacerse cargo del gobierno.

Amanda, a quien llaman “La Sonámbula”, emprende de este modo un periplo muy personal. Tras llegar a Buenos Aires y recorrerlo, se adentra en el más profundo corazón del país y desde Córdoba recorre prácticamente toda Argentina. Es un viaje muy variado y completo, narrado con detalle y que no se detiene sólo en lugares y paisajes, sino que ahonda en lo que –a fin de cuentas– debe ser un verdadero viaje: la gente con la que se va topando.

Como no va sola, cuenta con la posibilidad de introducirse de verdad en la cultura y costumbres de los sitios que visita. De guías principales le sirven Vega y Mamá Teresa. Estas dos mujeres la acompañan y dirigen en su peregrinaje. Las conoce por ser familiares de Edu, compañero de estudios con quien entabló amistad en España. Edu, por mala fortuna, se encuentra en este lado del charco justo cuando Amanda visita su país, y para no dejarla desamparada, se la encomienda a su hermana Vega y a Mamá Teresa.

Ambas argentinas desempeñarán un importante papel en el recorrido viajero de La Sonámbula, hasta el punto de que Vega incluso toma el relevo en la voz narrativa en algunos capítulos. Por su mediación, Amanda entrará en contacto con otros personajes decisivos: principalmente Astru (llamada por nombre entero Rosa Astromelia y por apodo “Astru la Rosa Mística”).

Rosa Astromegalia camina a mi lado, rígida como una estatua, espigada y venenosa como una digital. (pág. 202).

Austroatlántica” plantea, en el deambular de Amanda, un viaje iniciático, una búsqueda de sus propias raíces, porque La Sonámbula de algún modo está huyendo de su vida anterior y tratando de encontrar una nueva vida. Y, sobre todo, de desvelar un secreto familiar. Paradójicamente, hace falta cruzar el inmenso océano para hallar la clave.

En cierto sentido se trata también de una novela de crecimiento, una especie de “Bildungsroman”, en que Amanda parte de un punto inicial de su propia persona, para evolucionar hasta otra fase en que su interior ya no es el mismo. Cuando llegamos a la página final, la Sonámbula es alguien muy distinto al personaje que comenzó la historia.

Vos estás llena de ausencias. Llamalo sonambulismo, distracción ensimismamiento, desdoble, dualismo platónico… Pero te vas, sencillamente. Volás como un globo, aun estando sentada acá a mi lado. (Pág. 242).

A lo largo del libro, y entrelazadas con la narración principal, se suceden parábolas, historias a veces oníricas, siempre simbólicas, que detallan los más variados aspectos de ese periplo geográfico e íntimo. La mayoría de estos apólogos tiene un matiz fuertemente religioso, marcados por títulos como “Al pie del árbol de Gesé”, “Stabat Matrix Dolorosa”, etc. Estas alusiones conviven con otras tan divergentes como, por ejemplo, el pop español (“Escuela de calor”).

“Austroatlántica” es una novela compleja, con una prosa muy trabajada en la que se aprecian influencias de la literatura hispanoamericana contemporánea (Cortázar, por ejemplo). Maneja con total soltura los registros del castellano de ambas orillas del Atlántico (español y argentino), con lo que consigue una riqueza idiomática verdaderamente colorida. Junto a ello, planea por toda la historia una cierta sensación de irrealidad, de mágico realismo, que La Sonámbula va plasmando en un diario que escribe “con letra menuda y afilada, como insectos aplastados” (pág. 153), acaba perdido y hallado con la misma facilidad misteriosa, que parece dictada por el destino.

Acompañar a Amanda en su trascendental viaje resulta una auténtica aventura. A través de ella, conoceremos Argentina en todos los aspectos: geográfico, social, político, cultural y humano. Aunque sólo fuera por esto, la narración ya tendría suficiente atractivo. Pero, además, su periplo personal tras las respuestas que necesita, su búsqueda vital, hacen recorrer con interés las páginas del libro.

Como finalmente declara, Amanda consigue atesorar tras sus andanzas toda una experiencia fundamental, de la que, en propias palabras, depende su supervivencia.

Para seguir mirando las cosas desde este otro lado.
Para afrontar el reino de este mundo.
Para encontrar mi lugar en él.
Para la vida que me espera. (Pág. 272)

Que disfrutéis de “Austroatlántica”, si os apetece.

Edición citada: Rontano, L. Austroatlántica (La Argentina que Dios quiere). Deputación Provincial da Coruña. A Coruña, 2019”.