Mistresses resumen de episodio 1×05

Escrito por: Arcadia:

«Soy de ideas fijas. Vivo en la meseta norte española. Llegaré muy pronto a la cuarentena, así que me voy resignando. Vivo en pareja desde hace un buen montón de años, y que vaya tan felizmente como hasta ahora. Me encanta el cine (sobre todo el clásico), la buena literatura y las historias bien contadas.»

Jess, gracias al certero diagnóstico de su amiga Katie, acaba de descubrir por fin cual es la “enfermedad” que la aqueja, dolencia que reviste bastante gravedad: estar enamoradita perdida. Así que ahora toca ponerse a tratamiento. Y, ¿Cabe mejor medicina para una tentación que rendirse a ella? La solución, según Jess, es no otra que conquistar a la persona amada. La conclusión sería acertada e inteligente, si no fuera por un pequeño detalle: Alex no es libre (más bien está bastante casadita). Así que el tratamiento tiene unos efectos secundarios evidentes e indeseables: esta conquista por fuerza implica inducción a la traición. Jessica tiene bastante interés en su imagen personal esa mañana. Selecciona con precisión el atuendo con el que se ve más atractiva, se maquilla con cuidado y sale toda eufórica dispuesta a comerse el mundo.

¡Cualquiera diría que tiene una cita! Ah, y Jess….¡Que te olvidas el bolso!

A su llegada al trabajo, Simon no puede dejar de pensar lo mismo que nosotras: “Ésta se ha arreglado mucho, y eso se hace cuando quieres que alguien te vea sexy”. ¿Para quién se ha acicalado tanto Jess? Simon menciona que tienen pendiente un almuerzo para enseñar y entregar sus fotos de boda a Lisa y Alex, que ya han regresado de la luna de miel. Jessica se hace la despistada, fingiendo que no se acordaba siquiera de que tal punto estuviera incluido en su agenda de trabajo. Pero a nosotras no nos engaña, ¿verdad? Ahora ya sabemos quién es el objetivo de los encantos seductores de nuestra Jess.

Así que se dirige junto a su jefe a la reunión, que acontece en un restaurante, por lo que bien pudiera denominarse un “almuerzo de trabajo”. Todos se saludan con todos y se reparten besitos corteses, aunque Alex destila cierta incomodidad con Jessica. El álbum de fotos viaja desde las manos de Jess a las de las recién casadas y éstas lo examinan, mientras Simon canta las excelencias de la labor fotográfica realizada (supongo que tanta loa es una estrategia de mercado para luego cobrarles un pastón por el trabajo).

El lunch se desarrolla entre comentario y comentario del inefable Simon hasta que Jess interroga directamente a Alex sobre si la luna de miel ha sido o no satisfactoriamente feliz. Lisa, que está en la inopia, contesta por Alex y aclara lo maravillosísima que ha resultado. Tercia Simon comparándola con la suya propia, que se desarrolló en las Islas Maldivas, y ejecuta el tópico ese de que una buena de miel es aquella en que los recientes cónyuges no salen nunca de la habitación, de puro matarse a polvos. Si eso fuera así, mejor quedarse en casita. ¿Para qué irse de viaje y gastar dinero a lo tonto?

Jess no ceja en reclamar la atención exclusiva de Alex y sugiere: “Aunque también fue bueno regresar, ¿no?”. De nuevo, Lisa recoge el guante con ingenuidad, sin percatarse que la pregunta va tirada con bala y que no iba a ella dirigida. Alex, visiblemente incómoda, decide ir al baño. Y como a las chicas nos está socialmente permitido aglomerarnos en los servicios, Jess se va detrás de ella.

Mientras espera a que Alex salga de hacer lo que haya ido a hacer, Jessica se peripone juzgando ante el espejo qué encantos debe mostrarla para alborotar su libido. Resuelve que la estrategia correcta es descubrir todo lo que puede de escote y de paso demostrar qué lencería tan cara usa. Alex sale a lavarse las manos y se queda perpleja al ver a Jess, que comienza a cercarla con palabras bonitas, del estilo “qué bonito volverte a ver”, “te he echado de menos”, etc. Como Alex no es tonta ni tiene ningún problema de minusvalía sensorial, le echa una mirada directa a la pechuga, evaluando el material.

Cuando Jess piensa que sus hermosos encantos carnales han rendido a su presa, ésta le cierra los botoncitos de la blusa y pregunta directa a los ojos: “¿Por qué no aprendes a valorarte un poco más?”. Oh, decepción humillante de Jessica. Y es que exhibir la carne en el mostrador a veces no es suficiente para vender los filetes. Las chicas solemos gustar de seducciones más sutiles.

Todos se despiden y Alex ni siquiera le da el obligado besito cortés a Jessica. Ésta se queda preocupada, y pregunta a Simon: “¿Crees que parezco una persona que no se valora?”.

Como en el fondo Alex piensa que se ha pasado, al día siguiente espera a Jess a la puerta del trabajo y se disculpa por lo que dijo, alegando que no quería decirlo. Jessica, con toda lógica, pregunta: “Si no lo querías decir, por qué lo dijiste?”.

La defensa de Alex se sustenta en lo complicado que es todo, en que tiene lío en la cabeza y en que lo que no quiere es perder su amistad. “Mejor amigas que nada”, resume Jessica, dejando que el desánimo se apodere de su semblante. Y en la despedida, nuestra atribulada Jess no es capaz de evitar que su mano apriete el abrazo con una caricia de excesiva calidez como para ser considerada signo de mera amistad.

Simon puede ser primario, pero no ingenuo, y por fin junta las piezas llegando al origen del estado raro-mental que Jess ha estado exhibiendo las últimas semanas. Atendiendo probablemente a la felicidad de su empleada, la anima a ir adelante con Alex.

Su teoría es que el matrimonio celebrado es un episodio accidental, puesto que si Alex la hubiera conocido antes que a Lisa, su actual esposa no hubiera tenido oportunidad alguna. Por tanto, es como si en realidad estuviera ocupando un lugar que no es el suyo, sino de Jess (que es mujer de más calidad y mejor carrocería). Teoría curiosa, que Jessica decide cobijar en sus pensamientos más que nada porque conviene a sus apetencias.

Simon encarga a su empleada una misión que al parecer ha abandonado alguna otra díscola trabajadora de la empresa. Es una sesión de fotos. Jessica acude cumpliendo órdenes y refunfuñando, porque no es agradable hacerse cargo de las tareas de otros. Y, sorpresa, era una encerrona en el más estricto sentido de la palabra, porque la fotógrafa encargada de la sesión no es otra que Alex. Ambas se quedan sorprendidas por el encuentro y Jessica agradece la provocada cita a Simon, que está decidido a que Alex sucumba a la tentación de cargarse su matrimonio.

La sesión de fotos transcurre con coqueteos recíprocos y miraditas insinuantes entre fotógrafa y organizadora de eventos. Al terminar, Jessica pretende quedar con Alex a tomar copas y ésta le da largas. Protesta, porque las amigas también quedan a tomar copas. Pero es evidente que en el aire no hay aroma de amistad, sino de más intensas cuestiones.

Jess: Creo que te podría dar diez buenas razones por las que no deberías estar con Lisa.
Alex: ¿Y tú qué sabes? ¿Has tenido alguna relación seria, Jessica?
Jess: Nunca. Pero tú eres la primera persona con la que querría tener una.
Alex: Pero me dijiste,…en tu apartamento, sentada, me lo dijiste, lo de casarme.
Jess: Lo sé. Y me arrepiento cada día. Pero, Alex, acababa de conocerte y no sabía que….
Alex: ¿No sabías qué?
Jess: Que me harías esto.

Jessica se acerca con cierta lentitud a Alex con evidente intención de besarla.

Alex: No lo hagas.
Jess: Dímelo. Dime que no me amas

El que calla, otorga. Como Alex no contesta de forma negativa, Jessica se anima y la besa. Alex duda un poquitín y responde del mismo modo. Y así, un beso se convierte en muchos y pronto Alex comienza a tirar de la blusa de Jess hacia arriba. El destino final tras estas caricias resulta ser el suelo sembrado de las rosas que se derramaron sobre la pareja de modelos de la sesión de fotos del comienzo de la escena. Tendidas en él, ambas dialogan tras la actividad amatoria que seguro han ejercitado, cuya intensidad y detalles quedan a nuestra imaginación.

Jess: ¿Qué es lo que quieres.
Alex: No quiero que sea la última vez.
Jess: ¿Quieres estar conmigo?
Alex: No quiero que sea la última vez.
Jess: Ya lo habías dicho.
Alex: No puedo dejar a Lisa. No podría hacerlo.
Jess: Entonces, ¿Qué estás diciendo? ¿Estás diciendo que quieres que te comparta? (Alex no contesta, pero Jess ve la afirmación en su mirada).

“Haría lo que fuera por ti”, ofrece.

Así que Jessica acepta el papel de “la otra” (como decía la copla) con tal de no perder a la recién conquistada Alex. ¿Podrá soportar compartirla, siendo el plato de segunda mesa? ¿Llevará con garbo y donaire una relación en la que hay que ocultarse siempre, con todas las incomodidades que esto lleva consigo? ¿Considerará Alex la posibilidad de dejar a su esposa y así por lo menos no engañarla con una infidelidad?

La solución a estas y otras muchas preguntas, en el próximo y último capítulo de la primera temporada de Mistresses.