Kira tiene un gran talento. Compone música pop, pero lo hace desde su ámbito personal e íntimo, más como una forma de autoexpresión que como aspiración profesional. De todas sus canciones, destaca una por la que tiene un cariño muy especial: “Cómeme el corazón”, balada de amor que compuso en colaboración con su abuela ya fallecida. Esta circunstancia marca la canción como algo muy querido y perteneciente a la esfera de lo más privado.
Precisamente por eso, y según ella misma nos cuenta, Kira se ha llevado el chasco de su vida. Resulta que su novio, Andrés, le ha soltado de sopetón que sin decirle nada ha negociado los derechos de la canción con una importante discográfica. Y lo hace con todo el orgullo y satisfacción, porque lo que ha conseguido es que su balada represente a España en Eurovisión. Ni más ni menos.
El novio planta la noticia como una gran sorpresa que debe ilusionar a Kira. Pero ella, lejos de entusiasmarse con el proyecto, se siente dolida por lo que valora como una intromisión y un robo de su creación. Sin pedirle permiso, Andrés ha vendido su canción.
De nada sirve que Andrés trate de defenderse alegando como eximente su intención de lanzar a Kira y sus canciones a la fama. No cuela porque él también se beneficia de la operación, ya que se ha autoconstituido en agente de la proyectada artista.
Ni tan siquiera cuenta como atenuante que la canción será defendida nada menos que por la gran Queen Bee, una estrella absoluta del pop por la que Kira siente una admiración absoluta.
Queen Bee canta de una forma fabulosa y ocupa los primeros puestos en las listas de ventas, con tropecientos mil discos vendidos y una carrera fulgurante que no ha hecho más que empezar. Salió de un concurso televisivo de búsqueda de talentos (estilo OT) y no sólo ganó el certamen, sino que se posicionó rápidamente en la cumbre de la música pop.
Ninguno de sus compañeros ha tenido una proyección tan clara y fulminante como la Abeja Reina, a quien siguen multitudes de grupies y fans rendidos a sus encantos musicales y no musicales (porque Queen Bee irradia un magnetismo personal indudable). El resto de los concursantes han tenido más o menos éxito, pero sin llegar a su nivel. Esto incluye a Barbie, otra de las cantantes y pareja de Bee hasta hace bien poco.
Pero volvamos a Kira. Kira está totalmente decepcionada con la actuación de Andrés. Tal es así, que corta su relación. No obstante, a la vista de que romper el contrato con la discográfica no es demasiado factible y que en el fondo no tiene mucho sentido perder una oportunidad tan enorme, decide seguir adelante con el tema eurovisivo. Además, así podrá conocer a la gran Queen Bee.
Y la conoce, vaya que sí. En realidad, se queda bastante sorprendida al comprobar que la curiosidad es mutua: también la Reina del panal está intrigada por cómo será la autora de la canción magnífica que la tiene enamorada.
Pero el carácter de Bee no es fácil, al menos en una primera aproximación. Una abeja con tanto poder siempre puede picar, y lo hace en cuanto le apetece o lo considera necesario. Por su parte, Kira no tiene claro cuál ha de ser su papel en toda la trama discográfica, si en realidad desea entrar a formar parte de ese ambiente o si lo mejor es continuar con su existencia cotidiana.
No quedarán ahí las dudas. Pronto Kira deberá plantearse muchas más incógnitas porque, en contacto con la Reina, la perspectiva general puede girar todos los grados necesarios como para ver la vida desde una óptica completamente diferente, incluyendo los asuntos del amor.
“Lo que nunca te canté” tiene un estilo ligero, basado en la primera persona: es la propia Kira quien nos va explicando lo que le sucede de primera mano y como quien se lo cuenta a una amiga. Esto logra un registro bastante espontáneo y natural.
La novela narra una historia muy musical y centrada por completo en el mundo de la música, hasta el punto de que incluye una banda sonora propia que puede descargarse desde un código QR impreso en la solapa del libro. De esta manera, tenemos una experiencia sensorial más amplia de la propia lectura. Este “eje musical” se marca en muchos aspectos de la obra: incluso los tomos se denominan “cara A” y “cara B” en alusión a las dos caras de un disco de vinilo, cassette, etc.
Quizá hubiera sido conveniente hacer una última revisión de la versión definitiva antes de publicarla para evitar pequeñas incongruencias (el novio de Kira se llama Andrés en el primer tomo y Andreu en el segundo) y suprimir alguna falta de ortografía.
La trama es sencilla, romántica y se sigue sin dificultad. No hay que asustarse porque venga presentada en dos tomos; en realidad, este formato parece obedecer más a cuestiones de maquetación que a otra cosa, porque la extensión podría perfectamente haber ocupado un único volumen. Por otra parte, es de agradecer la inclusión de la banda sonora, algo muy original y novedoso que como ya hemos dicho, ayuda a penetrar mejor en los sentimientos y vivencias que se describen.
En resumen, estamos ante una historia romántica fresca y divertida, metida de lleno en una aventura que tiene que ver con la música y también con la valentía de saber dejarse llevar por los sentimientos y amar a quien te dé la gana. Que la disfrutéis, si os apetece.