La mariposilla

Existe una mariposilla que se atrevió a volar. Sus alas son las más alegres que haya apreciado mi mirar. De colores vivos, teñidas de un potente amarillo solar. En cada una se aprecia un punto azul verdoso, simulando el tono del mar.

Su revoloteo es muy irregular, casi podría asegurar que roza lo bipolar. Cuando la siento, solo ansío empaparme con su aletear. Asciende por mi Vida exhibiendo su sedoso danzar y desciende por mis miedos, que solo ella es capaz de abrazar cuando me echo a temblar.

Habita en mi estómago, ahí practica su gran salto mortal. Sé que no me quiere dañar, pero surca mis días con tanta ferocidad que, a veces, me llego a asustar. La mayor parte del tiempo me hace sentir fenomenal, audaz, valiente y colosal. Pero debo confesar que, en ocasiones, desearía que se largara y me dejara en paz.

Esa mariposilla revolotea sin parar. Está impregnada de tu aroma, que no me canso de esnifar. Así me susurra que no me olvide de que te quiero recordar, de que no me deje amilanar cuando encuentro el valor para preguntarte si te apetece que nos encontremos un ratito en particular.

Ella no sabe de género, tiempo ni edad. Solo vive en mí porque le rodea tu esencia más veraz. Me confesó que aborrece el frío polar. Y yo he aprendido a mudarme del hielo al que llamo hogar para que no se sienta dispar. He construido para ella un cálido lugar repleto de flores de mil colores por las que pueda retozar.

Ya que no quieres oírlo, a nuestra mariposilla le tendré que confesar, aunque sea en la oscuridad que, de ti, me he llegado a enamorar.

Eternidad

Aun en tu ausencia

siempre estás presente.

Encontré Paz

Encontré Paz en la soledad, angustiada por no poder evitar llorar. En la vergüenza de sentir mis lágrimas resbalar. En los pucheros que mis labios se empeñaban en esbozar. En sentirme como una niña pequeña muerta de miedo reclamando con la imaginación la protección de su mamá.

Encontré Paz en el desahogo y mi propio consuelo. En dejar brotar de mis ojos la tristeza aunque fuera tan espesa como un cubito de hielo. En suspirar con el rostro lleno de lágrimas y mocos implorándole una respuesta al cielo. En abrir los brazos con desesperada furia como si quisiera alzar el vuelo.

Encontré Paz en la Fe de mis creencias. También en la sabiduría de la ciencia. En los momentos a solas donde tengo prohibida la entrada a la violencia. En conocer nuestra posible y fatal sentencia y saber resistir con mi escasa corpulencia. En lo tranquilizador que resulta saber que me rodea gente que me quiere aunque tengamos que abrazarnos por virtual correspondencia.

Encontré Paz al recordar que llorar no significa debilidad. Planeta Tierra, Amor de mis días, perdona nuestra maldad. Te suplico con lágrimas en el Corazón que nos concedas la oportunidad de demostrarte que somos felices en ti y queremos quedarnos contigo hasta la eternidad. Por favor, si necesitas robarnos algo, que no sea la Vida y sí la fecha de caducidad.

No deja de ser curioso que, gracias a atreverme a llorar, aunque sea en soledad, encontré mucha Paz pero, sobre todo, recuperé el sentido de mi propia vitalidad.