Sex(t)o sentido
A veces siento que solo me quieres por mis letras porque ir un paso más allá te da terror. Que te es más cómodo refugiarte tras la seguridad de la pantalla del ordenador o abrir un libro en flor para gozar de tus sentimientos sin abandonar tu zona de confort.
Siento como si te pusiera a cien el sonido que produce mi lapicero al frotarse contra el terso papel. Que, mientras me lees en tu cama, logro tocarte sin palpar tu piel, masturbando tus neuronas con la suavidad de un dosel.
Mis letras puede que no sean gordas y redondas, pero el jugo de mi bolígrafo huele a tu inspiración. Lubrica tu onírica silueta porque ninguna de nosotras somos amantes de seguir el guion. A veces te rozan despacio y sensuales, como si preparasen nuestra función… Otras, menean la punta adelante y atrás a gran velocidad, restregándose contra tu utópica complexión hasta llegar a la conclusión de que anhelan empaparse con el elixir de tu erótico chaparrón.
Cuando pienso en ti, no puedo evitar querer arrancar las hojas del cuaderno y desparramarlas por el suelo con toda mi ilusión, buscando olfatear el sabor de tu néctar de excitación, lamiendo un frenesí artístico en el que me enlace con tu adicción, preguntándome si tendrás los puntos sobre las “i” rosados o de color marrón.
Quizá por eso, cada vez que te escribo soñando con bajar a beber la tinta de tu pilón, alcanzo para ti un poético orgasmo con el (dedo) Corazón.
Tu mirar
Tu mirada es como un caleidoscopio donde se podría ahorcar hasta la persona más cuerda. Es un túnel de profundidad multicolor porque, dependiendo de la luz, tus ojos cambian de tono. El vistazo de tus luceros puede ser parsimonioso o colérico, y solo dan ganas de zambullirse en él para caer y caer en la acogedora perdición del hueco de tus pupilas.
Es tan hermoso cuando me miras de reojo… Ya sea de afecto porque se te tiñe el iris del matiz de tus latidos, un terso rojo; o cuando te cabreas y lanzas fulminantes rayos infrarrojos. En cualquier caso te considero la perpetua niña de mis ojos.
Qué bello fue saborear el destello de tu mirar. Nunca alcancé a disimular mi palpitar cuando me enfrenté a su velocidad. Corazón, quiero regalarte mi latido preferido. Ese con el que nunca te he herido. Ese que tanto te ha querido. El mismo con el que, cada vez que me dices «no», me suicido.
No me interesa descifrar el aspecto de tus ojos. Solo me importa que no echen las cortinas y me olviden como si yo fuera el peor de los despojos. Que nunca se apague tu mirar. Ni el de tus dos estrellas color mar ni el de tu Corazón al recitar.
Cambio
Mi cerebro tiene la forma de tu Corazón
y piensa a latidos.