Con prólogo de Cris Ginsley, de quien hemos reseñado en Lesbicanarias varias de sus novelas, se presenta este libro. El prólogo ya en sí resulta curioso y original: es un relato más de la colección, aunque mucho más breve.
“Cachondas” es una recopilación de textos erótico-lésbicos. Pero hay una diferencia fundamental respecto a otras agrupaciones de historias cortas de este género que hayamos podido tener entre manos. En esta ocasión, las narraciones no son sólo eróticas, sino que están llenas de un ingrediente maravilloso que anima cualquier lectura: el humor.
19 de julio. Alba M. Hernández.
El 19 de julio está marcado para la protagonista de este relato como un día gafe total. Todos los diecinueves de julio ha tenido algún mal rollo: o la novia la deja, o la despiden, o se rompe un brazo… en fin, que mejor saltarse la fecha. Pero esta vez puede ser diferente. Acaba de asistir a una reunión cuya anfitriona es Marta y ella siempre sintió que Marta la turbaba, desde los tiempos de la universidad. Ahora está en su casa, bajo la atenta vigilancia de su gato, Toulouse. Toulouse no es tonto y alcanza a ver cómo nuestra protagonista curiosea entre los libros de la dueña del hogar y descubre un objeto muy personal: una bala vibradora. El zarpazo que le mete en la mano no evita que la invitada esconda precipitadamente el juguete en el bolsillo trasero del pantalón. Marta acaba de entrar con unas copichuelas y no es plan que la descubra con un chisme así en las manos. Tiempo tendrá de devolverlo a su lugar. Si tiene oportunidad y Toulouse se lo permite, claro.
Las lesbianas se casan de penalti. Carolina Pascual.
Técnicamente, cuando alguien se casa estando embarazada, se casa “de penalti”. Diana y Carlota han esperado a celebrar la boda al cuarto mes de gestación. Tras un fiestorro por todo lo alto (Carlota quería una “boda gitana”, es decir, muy concurrida, larga en el tiempo y pródiga en cachondeo), ambas se van de viaje nupcial. Con el embarazo en marcha, la luna de miel no podía ser de destino lejanísimo. Además, nada de pegarse una panzada de coche. Solidaria, una de las suegras se ofrece a pagar el hotel nocturno en el que hacer escala antes de proseguir el trayecto hasta el Pirineo Aragonés. La buena mujer elige un establecimiento al pie de la carretera para que las recién casadas no tengan que desviarse demasiado. No puede ni imaginar siquiera que el hotel es de lo más extraño…y estimulante.
El tamaño sí importa. Carolina Ramos.
Trabajar en un sex-shop es un empleo como otro cualquiera. La única diferencia con cualquier otra tienda son los artículos que se venden; por lo demás, una dependienta de un establecimiento de productos erótico-festivos puede encontrase en situaciones similares a, por ejemplo, una cajera de supermercado. Atracos y robos incluidos, claro.
Confluencia en la residencia. Elena Tejedor Gómez.
No es habitual encontrarse con historias de mujeres de edad avanzada, y menos ambientadas en una residencia de personas mayores, y menos aún con sexo incluido. Pues bien, aquí la tenemos: una narración que cuenta en primera persona un reencuentro. Paula y Joana tienen alguna cuenta pendiente (sexual, sobre todo) y parecen más que dispuestas a saldarla. Y es que esperar cincuenta años para acostarse es mucho esperar.
El espíritu de las bragas rojas. Juana de Sastre.
Lo de la guija tiene sus peligros, y más si cabe cuando se ejercita en la Nochevieja, pocas horas antes de terminar el año. Un espíritu (bastante burlón, parece) pronostica a nuestra protagonista que, a menos que tenga sexo previo a las campanadas con una persona vestida con ropa interior roja, su vida sexual será un auténtico desastre para siempre jamás. La interesada se lo toma a pitorreo al principio, pero… ¿Quién sabe, y si se trata de una verdadera “maldición sexual”?
La miel más dulce. Laura Arenas Manzanares y Marina Tena Tena.
Catalina está que trina. Su dignidad ha sufrido un golpe directo cuando se ha enterado de que su pretendiente, Carlos, ha decidido contraer nupcias con otra mujer. Llámase Diana la dama en cuestión y, para mayor abundamiento en la afrenta, los esponsales van a celebrarse en su propia casa. La furia de Catalina no conoce sosiego, sólo acierta a escribir a su hermano Segismundo (a la sazón, fraile profeso) relatándole sus cuitas. Pero cuando conoce a la novia y se aproxima hasta que las distancias se hacen muy cortas, Catalina descubre que su ira bien puede tornarse en otro tipo de sentimientos.
Pecado rural. Nairam Allábaz.
Esta es la historia de una irónica, guapísima y vampiresa. Pero ojo, no vampiresa en plan película de cine negro, como sinónimo de “femme fatale”, no. Aquí de lo que hablamos es de una vampiresa de verdad, de las que chupan sangre y no se mueren nunca. Por razones que se explican en la narración, nuestra vampira aterriza en Bollullos (nombre de dos pueblos reales de Andalucía) con la intención de pasar un merecido descanso de su hemofílico trabajo. El primer encuentro lo tiene con unos aterrorizados marranos, que chillan despavoridos en cuanto notan su presencia (normal, los pobres bichos tienen instinto y presienten el peligro). Tras los chillidos de los puercos aparece su dueña, Filomena. Filomena es agreste, toda una rústica en su máximo esplendor. Y eso es lo que precisamente fascinará a la sofisticada vampira.
He de confesar que con este relato me he reído muchísimo: lo de los “gorrinos vampíricos en Bollullos” pudo conmigo.
Baile de máscaras. Nuria Parra Pozo.
La protagonista de este relato se encuentra recién herida por una ruptura. Su mejor amiga, Silvia, lo sabe y decide poner remedio. Hay que curar la pupita y siendo enfermera, no es solo deber de amiga, también de profesional sanitaria. Así que la invita a una de sus fiestas: esta vez es un baile de máscaras con temática “Edgar Allan Poe”. Como es de esperar, el party estará poblado de terror, miedos diversos, cuervos y “Nevermore”. Una advertencia importante le hará Silvia justo antes de entrar: “Diviértete. Baila. Pero ten cuidado y no la elijas a ella”. Ella es la Muerte Roja. Pero quién sabe, tal vez lo que le convenga sea precisamente no tener tanto cuidado. Dile que bailando te conocí. Patricia Carr.
El divorcio era algo que se veía venir. Pero para Eva, librarse por fin del que ahora es ya su exmarido, no ha resultado la panacea para todos sus males. Arrastra tras sí aburrimiento, un cierto sobrepeso y una estruendosa pérdida de apetito sexual. La consulta con la psicóloga se traduce en un diagnóstico de depresión leve y un consejo-tratamiento: “Es importante que hagas cosas que te gusten. Busca un hobby”. Y eso hace Eva, apuntarse a clases de salsa con la esperanza de que una actividad tan lúdico-divertida le levante el ánimo y la autoestima. Y de paso, la libido.
Como decíamos al principio, la originalidad y el encanto de este libro radica en la mezcla humor+sexo. Es una combinación explosiva, un cóctel sabroso y muy agradable. Además, tratar el sexo y las relaciones amorosas desde esta óptica resulta bastante refrescante: de vez en cuando viene muy bien abstenerse de dramas.
Creo que Cachondas puede ser un libro altamente recomendable si lo que buscáis es pasar unos cuantos ratos divertidos, a la par que excitantes. Por otro lado, como la mayoría de las recopilaciones de relatos de varias autoras, ofrece historias muy distintas y variadas. Y esto es también un buen punto a su favor. Como decía antes, yo me he reído mucho con algunos relatos y otros me han arrancado sonrisas. Y si lo mínimo es sonreír y lo máximo reírse a carcajadas, la apuesta ya merece la pena.
Que lo disfrutéis, si os apetece.