Madrid, años 20 del pasado siglo, comienzos de la Dictadura del General Primo de Rivera. La gran vocación profesional de Almudena es la enseñanza. Imparte clases particulares a una serie de chavales que necesitan apoyo en los estudios, y lo hace en la casa donde vive con sus padres. Pasados ya los veinticinco de sobra, ha lidiado con un serio problema de tipo sentimental. Dos años atrás, su pretendiente la dejó sin explicaciones y con una estela de deudas y estafas tras de sí.
Todos, por supuesto, lamentaron mucho el incidente. Ahora bien, lo de dar lástima no es el ideal de vida de Almudena y no ha llevado bien ni el abandono, ni la conmiseración de su familia y del resto de la pequeña parte de la sociedad que la rodea. Porque una cosa es que te dejen y otra muy distinta que el novio resulte un delincuente estafador y encima ya vayas teniendo años y todos teman que, como se decía entonces, “se te pase el arroz” y “te quedes para vestir santos”. Es decir, soltera para siempre.
Antes del incidente, Almudena era una chica muy religiosa que se complacía en realizar visitas a almas desventuradas, que incluían rezar juntas para contribuir al consuelo de la persona afligida. Ahora ya no está tan animada a prestarse a esos menesteres. Pero un día, no pudiendo excusarse, debe acompañar a su madre a una esas visitas. Entonces conoce a la sobrina de la visitada (una tal doña Amadora, supuesta dama piadosa y cargada de virtudes, que sufre mucho porque ha perdido a su hijo Néstor en la reciente Guerra del Rif). La sobrina se llama Matilde y para Almudena resulta una auténtica revolución. En todos los sentidos.
Matilde se peina y se viste de forma diferente a lo que a Almudena le ha sido impuesto desde siempre: pelo al estilo garçonne, falda cortita… Y encima, ¡trabaja! Resulta que es periodista, aunque -debido a su condición de fémina- la tienen en la redacción para hacer los reportajes de poco fuste (ecos de sociedad, pequeños cotilleos y los torneos de ajedrez porque a nadie le apetece y es la única que entiende el juego y puede comentarlo con pericia).
Pronto, a pesar de los reparos de la tía y la madre de las susodichas, Matilde y Almudena se hacen amigas y quedan para charlar, pasear y las demás cosas que hacen las amigas de los años 1920s. Cogida confianza, un buen día, Matilde le cuenta a su recién estrenada amiga un tema que la trae por el camino de la amargura.
Todavía están recientes los graves acontecimientos que tuvieron lugar en la guerra del Rif. A pesar del informe del General Picasso, las razones y circunstancias que llevaron al llamado Desastre de Annual aún no están demasiado claras. Precisamente ahí está el centro de la cuestión que aflige a Matilde. A su primo Néstor, para ella muy querido (el hijo de doña Amadora), le tocó ser soldado raso en el conflicto y participó en estas acciones militares. Su primo ha sido dado por muerto. Pero las explicaciones acerca de su fallecimiento no son satisfactorias y Matilde cree que lo menos que puede hacer por Néstor es aclarar las cosas.
Por esta razón, Matilde ha iniciado una investigación particular sobre qué sucedió en realidad y cómo se produjo la muerte de su primo. Y está dispuesta a hacer lo que sea para averiguarlo.
No sin bastantes reticencias, Almudena decide ayudar a su amiga en sus labores detectivescas. Para la consecución de sus fines, a Almudena se le ocurre recurrir a un ardid: inventar una supuesta Compañía de Seguros que recaba información sobre lo sucedido, en aras a indemnizar correctamente por los daños producidos (supuestamente el fallecido habría suscrito una póliza de seguro de vida con dicha firma). Esa empresa se llamará “La Compañía Alsaciana de Seguros”.
Entre pesquisa y pesquisa, el interés de Almudena por Matilde no sólo va creciendo, también adquiere otra dimensión más profunda que la amistad. Y a Matilde le pasa lo mismo. Resultado (como os podéis imaginar): ambas se enamoran (y mucho).
Estamos ante una buena novela histórica. Los personajes están bien trazados y parecen moverse con naturalidad en el Madrid de la época. Hablan con expresiones del momento, se comportan de acuerdo con las convenciones y con el modo de vida de aquellos años y, en suma, resultan totalmente verosímiles y reales.
La historia de amor entre Matilde y Almudena es muy bonita y se adorna con escenas apasionadas que ilustran muy bien el enamorado alborozo que viven ambas protagonistas. La evolución desde el comienzo de su amistad hasta el nacimiento de su relación está narrada con una gran naturalidad. De hecho, resulta muy creíble cómo se van desarrollando los acontecimientos, cómo ellas van intimando cada vez más y cómo van dándose cuenta de lo que sienten la una por la otra.
La época que ilustra la novela no es de las más populares en el género histórico. Por lo menos, es la primera vez que veo una narración lésbica ambientada en los comienzos de la Dictadura de Primo de Rivera. Y además, precisamente, tratando uno de los hitos más conflictivos de ese momento histórico: la guerra del Rif.
Por otra parte, “Las Alsacianas” es también el desarrollo de una investigación. Esto le da ritmo, interés e intriga por saber qué ocurrió finalmente. Además, también contribuyen a generar interés las dificultades que encuentran Matilde y Almudena a lo largo de sus pesquisas, incluyendo los problemas que ellas mismas se están buscando (con la policía, sin ir más lejos).
En suma, es una novela recomendable. Bien construida, con personajes potentes, una buena ambientación, historia de amor emocionante y trama urdida con solidez. Que la disfrutéis, si os apetece.