Este post forma parte de Yo Lesbicanaria un espacio en el que invito a otras chicas lesbianas y bisexuales a quienes admiro a escribir un post como invitadas en el blog para mostrar lo diferentes que somos y que existimos lesbianas de todos los tipos. Así que denle la bienvenida a Bate

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Lo encontré en el desván de mis bisabuelos, cuando un viejo baúl que estábamos cambiando de sitio decidió desfondarse.

Era un libro pequeño, de edición barata. La portada había desaparecido, las hojas estaban medio desencuadernadas y los ratones habían comenzado a hacer de las suyas con él. Estaba escrito en francés y alguna persona, aprovechando el espacio entre las lineas impresas, pacientemente lo había traducido al castellano. Pero no fue eso lo que llamó mi atención, sino la frase que alguien había escrito en la primera página, ya casi borrada por el tiempo. “No me olvides”.

Era una simple historia de amor, una novela que de manera tierna y a veces un poco irreverente, narraba la historia de dos mujeres que se conocen y se enamoran en el París previo a la Primera Guerra Mundial. Nada más. Pero se convirtió en una de las lecturas más perturbadoras de mi vida.

J. no era muy alta. De rasgos suaves, tenía el pelo muy largo y rizado, los ojos verdes y una de las sonrisas más bonitas que he visto en mi vida. Su familia había alquilado durante todo el verano una casa en el pueblo, buscando tranquilidad y aire limpio que era lo que su madre necesitaba después de pasar un mal momento de salud.

La casa de mis bisabuelos la recuerdo siempre llena de gente. Siempre había alguien allí pasando unos días de visita, gente entrando y saliendo a todas horas, visitas a media tarde ….y a la hora de las comidas, acudíamos la familia completa al llamado de nuestra hiperactiva bisabuela María para comer todos juntos en la misma mesa. Llamado que se hizo extensivo a los nuevos vecinos pocos días después de instalarse; Y es que a la abuelita María, aunque era muy menuda y de sonrisa permanente, como buena matriarca, le sobraban las energías y la capacidad de mando y creo que nadie, nunca jamás, pudo decirla que no dos veces; y ella no iba a permitir que esa mujer convaleciente se pusiera a trajinar entre fogones, faltaría más.

Aunque J. tenía 19 años y yo solo 15 (y medio) la conexión entre nosotras fue total. No puedo evitar sonreír un poco cuando pienso en lo tremendamente inocente que era yo en aquella época. Nunca me paré a pensar, es que ni se me pasaba por la imaginación, el porqué andaba yo por el mundo como si me hubiese atacado una fiebre misteriosa, que me hacía soñar despierta y tropezar con las cosas …. un poco más de lo habitual. Me comportaba como un cachorrito, correteando feliz a su alrededor, dispuesta a hacer o decir cualquier tontería con tal de verla sonreír, y me sonrojaba hasta las orejas cuando le daba por revolverme el pelo con la mano. Simplemente, era feliz.

Jamás me planteé que demonios significaba todo aquello, hasta que aquel libro cayó en mis manos. Yo no se escribir, creo que soy incapaz de expresar correctamente todo lo que sentí,las emociones desbordadas y contradictorias que iban surgiendo a medida que avanzaba en la lectura, que descubría cosas, que le ponía nombres a mis sentimientos. Supongo que era una mezcla de miedo, revelación, sorpresa, rechazo, esperanza, alivio, terror, pánico,espanto….. Intenté separarme de ella, pero ella no me dejaba, y en realidad yo no quería.

Ocurrió una noche de finales de Julio. Sería cerca de medianoche y mis primos, J. y yo volvíamos a casa desde las ruinas del viejo convento, donde habíamos estado bebiendo chocolate caliente, comiendo mazapán y contando historias de miedo. Yo iba, como siempre, un poquito rezagada, pensando en las musarañas, como es habitual en mí, cuando J. se puso a mi altura.

-Últimamente estás un poco rara, me dijo. -Soy rara. Le contesté. La verdad es que no tenía ni idea de como demonios se suponía que iba a poder explicar lo que me pasaba, si ni yo misma era capaz de entenderlo del todo. -Ya sé que eres rara, por eso me gustas. Contestó, agarrándome la mano.

Detuvo su camino y me sonrió, tironeando de mi mano para acercarme a ella. La calle estaba muy oscura, y mis primos habían desaparecido de nuestra vista. Me acomodó un mechón de pelo detrás de la oreja, se inclinó sobre mí, y me besó.

Su cuerpo era cálido y sus labios sabían a chocolate. De repente, el mundo comenzó a encogerse, a desaparecer. Solo estábamos ella y yo. Y todas las piezas comenzaron a encajar.

Quince años han pasado desde aquel verano, y ese “No me olvides” aún me persigue. Intentando ser discreta he preguntado, pero sigo sin saber quien escondió aquel libro en el baúl, ni cuando, ni porque. Me gustaría saberlo, para poder darle las gracias. Me encantaría tener la posibilidad de abrazarla y decirle a la cara, “Gracias”. Gracias por mostrarme el camino, gracias por ese acto de valentía que seguro fue el regalar ese libro, porque sin él, tal vez mi historia habría sido muy diferente.

Me he imaginado cientos de veces la historia. Épocas, mujeres, finales diferentes. Mi favorita, se sitúa en los años 50, cuando me contaron que llegó una profesora muy guapa y simpática, y que se fue sin dar explicaciones antes de acabar el curso. Esa es la parte cierta de la historia. Para mí, la bella profesora conoció a una muchacha del pueblo, alegre y sencilla a la que enseño a leer y de la que se enamoró perdidamente. Eran otros tiempos y la maestra decidió marcharse para no hacer daño a su amada, para que pudiera casarse y tener una buena vida. Lo único que la dejó fue ese libro. Pero la muchacha decidió romper las normas, desafiar al mundo,porque sin su amor la vida no vale nada. Y unos meses después, cuando ya estaba pronta a casarse, decide marcharse, buscar a la otra mitad de su alma.

Me gusta pensar que aún viven, que son dos venerables ancianitas, que aunque tal vez de cara al mundo solo sean un par de simpáticas hermanas solteronas, historia muy socorrida para explicar la situación, de puertas para adentro aún hoy saben como arrullarse en paz.

Si. Definitivamente, si. Me gusta. Ojalá fuese verdad. Me encantaría que fuese verdad. Espero que sea verdad.

Bate

Bate

Vamos a ver, tengo 30 años, soy española, y me dedico a “desfacer los entuertos” informáticos de particulares y empresas. Y ahora que me gano la vida de forma honorable, he decidido volver al cole y estoy preparando los exámenes de acceso a la escuela de arte.

Bate es una lesbicanaria de todo corazón y aunque no tiene blog puedes leer sus comentarios en muchos de los posts de lesbicanarias y créanme cuando les digo que valen oro, no saben la de veces que me ha sacado una sonrisa.