libros lésbicos

Creo que ya he dicho alguna vez que me gustan especialmente los libros de relatos porque ofrecen algo muy valioso: variedad. Y si encima son producto de la imaginación de varias autoras, entonces esa variedad se potencia hasta ser una auténtica virtud.

Siete Tentaciones está prologado por Sofía Cristo. No puedo por menos de comentar esto: el prólogo se titula “Me siento Extraña”. Pues bien, también es el título de una valiente película que interpretó su madre (Bárbara Rey), junto con Rocío Dúrcal en los años 70 del pasado siglo y que es uno de esos hitos extraños y raros (por lo poco numerosos) en que se muestra a las claras y sin rodeos la relación amorosa entre dos mujeres. Por supuesto, la tal película fue un escándalo morrocotudo por aquel entonces. En nuestra filmoteca de cine lésbico ocupa un lugar de honor, aunque es un dramón. Creo que quizá Sofía haya querido de esta manera reconocer y agradecer a su mamá los arrestos que tuvo metiéndose en semejante proyecto. Las dos actrices se la jugaron de verdad, defendiendo algo tan ignorado que hasta ni nombre tenía en aquel momento: la visibilidad lésbica.

“Siete Tentaciones” son siete relatos. En la introducción se aclara que las tramas pasean por los campos del humor. En mi opinión, el trasfondo más que humorístico es un tanto irónico, y desmitificador. Es un libro lésbico que discurre bajo una intencionalidad: despoblar de drama las relaciones entre mujeres. Qué queréis que os diga, estamos todo el día diciendo que el bollodrama nos abruma y que necesitamos desterrarlo de nuestras vidas lectoras. Pues hala, aquí tenéis algo de cachondeo para aliviar tanto peso melodramático. Vamos a bucear un poco en cada tentación, antes de dar una visión global del resultado. Sólo serán unas pequeñas pinceladas.

I. “Acabarás enamorándote de Mí”. Nagore Robles.

El problema de las relaciones por internet es que al final debes intentar conocer a la persona amada “in person”. Si te cuelgas de verdad, no importa coger un avión y plantarte al otro lado del charco –en este caso concretamente en New York. Eso hace nuestra protagonista, pero resulta que el maromo con el que lleva contactando internáuticamente no está en ese momento en la Gran Apple. Como se encuentra atascado en Alaska, encomienda a una buena amiga que atienda a la huésped. La anfitriona se llama Candela, es lesbiana y está buena como para mojar pan y después chuparse los deditos. La verdad, toda una tentación.

Candela ejercerá de cicerone con suma eficacia, encargándose de que la españolita esté bien atendida y a gusto. Aunque, por otro lado, no debe ser demasiado difícil ejercer de guía turística en una ciudad así: New York impresiona a cualquiera.

Al cruzar la puerta, Paco Martínez Soria se apoderó de mí. Jamás en toda mi vida he visto algo igual. Ni en las revistas de decoración que tanto compraba mi madre, mientras esperaba su euromillón.

El fantasma de Paco Martínez Soria es muy peligroso para los visitantes que proceden de poblaciones pequeñas y aterrizan en otras más grandes que, inevitablemente, los abruman. Este es otro homenaje al cine español, esta vez de los años 60: “La Ciudad no es para Mí”. El tour por la city que jamás duerme es espectacular, pero Candela no sólo se luce como excelente guía neoyorquina: le presenta a sus amigos, sale con ella y… a ratitos le hace olvidar el porqué está allí.

¿Dónde está el príncipe azul de sus sueños? ¿Cuándo vuelve de Alaska? ¿Y si vuelve, estará la españolita igual de disponible que cuando llegó a New York, o habrá descubierto otras posibilidades amatorias más interesantes? Esta es una narración para sonreír: a ratos por la ternura, a ratos por la ironía y a ratos al ir descubriendo por dónde van los tiros.

II. “Oro y Flores”. Mónica Martín.

Entre una despedida de soltera loca, delirante y hetero a otra despedida de soltera también delirante, también loca, pero lésbica y en un restaurante erótico, transcurren las desventuras de nuestra narradora: Vero. La Vero es una chica de barrio, con amigas de barrio (lo más opuesto que imaginarse puede a la alta sociedad). Siguiendo la manía de la población en general, cree que es hetero y ni de coña se le pasa por la cabeza que quizá no lo sea…hasta que se le pasa por la cabeza.

“Yo nunca te dejaré”, es la frase que le martillea en la cabeza. Fue pronunciada por su amiga Mathi, años ha; pero cada día, ese grupito de cuatro palabras se repite más y más en su cerebro, como un mensaje trascendental destinado a marcar su existencia. Mathi es especial, y dentro del contexto de sus amigas destaca bastante. En principio, no es tan burra como su mejor amiga, Sonso. Mathi ocupa el lugar de “segunda mejor amiga” y tiene sensibilidad suficiente como para haberle regalado a Vero nada menos que un ejemplar de “El Guardián entre el Centeno”, del magistral Salinger.

Pero, por más que la obsesión está claramente haciendo su agosto en la atribulada Vero, ésta sigue ciega y sorda a la evidencia. Y se engaña, se engaña y vuelve a engañarse:

Yo no era lesbiana, sólo me gustaba Mathi. Tenía un pequeño cuelgue, un sentimiento pequeñito que estaba naciendo dentro de mí, pero que yo estaba en situación de controlar.

La tortura emocional de Vero se ve agrandada por el Facebook. Si Facebook no existiera, Vero no tendría por qué tener delante, un minuto sí y el siguiente también, todos y cada uno de los cambios de estado de Mathi. Podría olvidarse de ella, aunque fuera por un segundo (o tal vez no). Pero las redes sociales son crueles en la actualización de la melancolía. Así que Vero anda como alma en pena, en un perpetuo peregrinaje, dándose cabezazos continuados contra el muro (virtual) de Mathi, su personal tentación.

La historia es muy divertida. Los personajes se mueven entre situaciones francamente hilarantes, con un toque poligonero que a mí me ha llegado a arrancar carcajadas. Te echas unas risas, mezcladas con el fondo amoroso de las andanzas (comeduras de tarro, más bien) de la pobre y autoflagelada Vero. Sólo puedo decir que con este relato me lo he pasado teta total.

III. “Sin Tacones en el Ring”. Maribel Ortiz.

Las artes marciales dibujan el contexto de este relato. Dina, deportista de élite en estas disciplinas y lesbiana (como es natural), se dirige al Campeonato de Luchas Mixtas que tendrá lugar en Tailandia. Su pareja no la acompaña, abrumada como está –o eso dice- por el trabajo. Así que Dina se verá acechada por la tentación, que en este caso no vive arriba, sino que lucha como ella sobre el tatami. La mencionada tentación responde al nombre de Salma y es oriunda de Bangladesh.

Su picardía, su sonrisa, sus labios prodigiosamente acabados, su mirada racial, su agraciada melena negra y su rostro seductor e interesante hacían que cualquier mujer se sintiera insegura a su lado.

Es, como vemos, una dama arrebatadora. ¿Conseguirá Dina resistir a la tentación…o no?

El punto fuerte de este relato está, aparte del erotismo abundante y de alta temperatura, en los detalles técnicos. Siendo la autora una experta en artes marciales, nos ofrece una visión muy cercana y prolija de este mundo. Los combates en sí mismos y lo que los rodea se nos presenta de una forma muy detallada. El resultado es interesantísimo: vemos la acción directamente, contada por una persona que sabe bien de lo que habla.

IV. “510”. Raquel G. Íñiguez.

Lara es una pollita inexperta, de provincias, que acude a Madrid con el sano propósito de comenzar sus estudios de Medicina. Como toda estudiante de primero (y por tanto primeriza), Lara hace su primera visita a la Great Capital of the Reino acompañada de su solícita madre. Nada como tu madre para buscarte alojamiento. Tras el peregrinaje habitual en este tipo de eventos, encuentran por fin una residencia femenina, regentada por monjas. Allí viven ¡101 chicas! (como los 101 dálmatas, pero en estudiantas). La madre, ingenua ella, queda encantada con la residencia: “Sois todas mujeres, con lo cual menos tentaciones”. Ni sospecha que su hija va a ser más feliz allí que cochino en charca.

Pronto descubrimos que Lara está más interesada en estudiar la anatomía femenina en directo que en meter los morros en un manual de Anatomía Humana. Tales aficiones dirigen su atención a las fiestas (que tienen un interés mayor de lo que en principio cabría esperar: hay ambientes ocultos a las miradas heteros) más que al noble arte de hincar los codos.

No alcanzamos a ver, en primera instancia, si Lara está pelín salida…o si simplemente está en la edad. Se le van los ojos tras las tetas, tras los culitos, tras los muslitos…En fin, tal como decía, está entregada por completo al tema anatómico, pero no académico. Como no cambie, no pasa de primero. Lara se convierte en toda una fiera del ligoteo lésbico universitario. Pero que le quiten lo bailado. Y es que vivir entre 101 mujeres es mucha tentación. Además de ser una narración fluida y bien llevada, hay que destacar algunos aspectos sorprendentes: a veces utiliza un estilo directamente cinematográfico (o tal vez sería mejor decir televisivo). Observad:

Acompañadme a la cafetería. Si os fijáis, en la mesa del fondo hay cuatro chicas. Guapas, ¿no?.

¿A que es llamativo? A mí me ha encantado. Es una manera totalmente visual de introducirnos en la escena, que consigue que nos sintamos por completo dentro de la misma.

En resumen, un buen relato. Pero no nos despidamos de Lara aún…volveremos a verla de nuevo en este mismo libro.

V. “Fan Fatal”. Paz Quintero.

Esta es la historia de una fan obsesiva y compulsiva, una admiradora extrema que sigue y persigue a su ídola. De esto hay mucho, pero María (que así se llama la groupie) riza el rizo. Más pesada que una vaca en brazos, María no sólo se acuesta en una ocasión con Rita Pelayo –gran tonadillera de éxito ascendente-, sino que pretende perpetuar la relación. A Rita eso no le va, ella es más de usar una noche y luego tirar el kleenex. Pero María tiene claro que ella será un kleenex, pero de los que se queda en el bolso, aunque sea con mocos y todo. Ella es tenaz, insistente, inasequible al desaliento…y un poquito-bastante vengativa cuando la respuesta es NO. Toda una “Fan Fatal”, María se dedicará a volverle la vida patas arriba a la diva de la canción española. Pero, como suele decirse, los amores reñidos son los más queridos.

Con este relato me eché mis buenas risas. A la autora no se le “caen los palos del sombrajo” (como dice en una ocasión) a la hora de utilizar expresiones castizas y coloquialismos ágiles. Es un estilo muy expresivo, eficaz para arrancarte una sonrisa…o una carcajada. Por ejemplo:

María sonrió de una manera maliciosa y se abalanzó sobre Rita como Falete sobre una Whooper con queso.

Otra muestra, aunque también vaya sobre la cuestión gastronómica:

En esos momentos mañaneros se podría llegar a comer un caballo empanado y rebozado en azúcar.

Me lo pasé verdaderamente bien: es un humor descomedido, desacomplejado, a veces hiperbólico y muy, muy efectivo. Sabe despertar la risa. Probadlo, merece la pena caer en la tentación.

VI. “El Plan B”. Susana Hernández.

Laila y Cris viven juntas. Y con ellas el hijo de Cris, Ismael. No, no es una familia lésbica feliz. Aún no, paciencia. Más bien todo lo contrario: Cris va a contraer matrimonio, pero no con Laila, sino en plan tradicional (o sea, con un hombre). No le quiere ni nada, es sólo para darle seguridad a Ismael y para darse seguridad a sí misma. Laila se muerde las manos, los puños, los dedos y los muñones…pero aguanta. Espera y desespera porque su amada va a casarse con el tipo y a ella no le da ni rastro de posibilidad de mostrarle lo muy enamorada que está de ella. Para Laila es evidente que Cris ni tiene idea de sus sentimientos ni mucho menos los comparte.

Cris tiene otros problemas mentales, pero no tan diferentes a los que sufre Laila. Menudo lío que lleva adosado a la cabeza. ¿Quiere o no quiere casarse con el tipo? ¿Quiere o no quiere tener una relación con su compañera de piso? ¿Estuvo acertado Oscar Wilde cuando dijo que lo mejor cuando se tiene una tentación es caer en ella? A estas preguntas se le irá añadiendo unas cuantas más, para que el tema se confunda del todo. ¿Quiere de verdad Ismael tanta “protección” o es más maduro de lo que cree su madre?

Esta es una historia de creencias erróneas y decisiones que no deben basarse en tales creencias. Como es de rigor, la visión final es que la búsqueda de la felicidad ha de estar sustentada en la verdad. Y esa verdad hay que destaparla, sacarla a la luz y dejarla libre.

VII. “Perdiendo el Norte”. Paz Quintero y Mónica Martín.

El TomTom de Sandra, célebre escritora de novelas lésbicas, era un perfecto inútil. Incapaz de guiar a su dueña hasta Logroño, había conseguido que ésta se perdiera en un punto inespecífico de la geografía castellana. Pero pagó cara su ineptitud: Sandra lo estampó contra el asfalto en un ataque de ira más que justificada. No obstante, la escritora bien podría haberle dado las gracias al chisme; sus instrucciones erróneas le habían llevado a una carretera inhóspita y perdida de la mano de Dios donde aguardaba paciente y desesperada una joven haciendo autostop. Lara, la perdida autoestopista –y toda una tentación, en letras mayúsculas-, acaba de ser abandonada por su novia en la mitad de la nada (resulta que se han enfadado). Como no la va a dejar allí tirada a merced del polvo, del sol de justicia e injusticia, o de cualquiera sabe qué bestias silvestres, Sandra la sube al coche. Y comienza el viaje de las dos.

Este es un road-relato (Si existen las road movies, existirán también los “road-relatos”, ¿no?). En el camino aventurero les sucederán cosas, encontrarán más de sí mismas de lo que esperaban y…bueno, habrá sorpresas, diversión y un poquito de drama. Porque la atracción que sienten la una por la otra es un pelín salvaje. Para ellas, el tema “hacer el amor” suele ser “hacer la guerra”: es una pelea (y cuando digo pelea, quiero decir exactamente eso).

A su vez, la escritora destensaba la pinza que le había hecho en el cuello y se acomodaba en su espalda, convirtiendo aquella llave improvisada en un tierno y seguro abrazo, que no escondía otra intención que la de sedar el ímpetu y la pasión que saltaba por los aires siempre que estaban juntas.

“Perdiendo el Norte” está lleno de referencias y alusiones a los relatos anteriores. Lara es la protagonista de “510”, Sandra nombra a Meritxel (la prima bollo-salida que aparece en “Oro y Flores”, Rita Pelayo (la famosa tonadillera de “Fan Fatal”) suspende su gira por lo que le pasó en el otro relato, en la tele sale el Campeonato de Lucha Mixta en Tailandia, etc, etc. Es verdad que en las demás narraciones hay algunos guiños parecidos, pero en “Perdiendo el Norte” son bastante más abundantes.

La verdad es que hay un hilo delgado, en forma de alusiones cruzadas, que une de una manera muy sutil las narraciones que componen el libro. En algunas, es apenas perceptible, pero ahí está. Sin ir más lejos, en (algo que yo no sabía y que me impresionó mucho) el efecto que tiene en el cerebro la irrupción repentina de sangre tras, por ejemplo, aplicar una llave.

Aunque sólo fuera por el propósito que se expone en el prólogo, escribir por la visibilidad, ya merecería la pena leer el libro y perdonar los posibles yerros. Y más viniendo de personas que hacen sus primeros pinitos en el oficio de la escritura. Pero, oh, habemus sorpresa.

De las autoras consagradas no podíamos esperar nada más que un buen resultado. Entraba dentro de lo predecible. Pero la verdadera sorpresa son las amateurs: contra todo pronóstico, se manejan con una dignidad más que aceptable. Por supuesto, los resultados son diferentes, pero he de confesar que he leído con idéntica delectación algunos de los relatos producidos por autoras veteranas y las novatas, sin encontrar nada que revele un desequilibrio cualitativo entre los relatos. El producto final es variado y mantiene un estándar de calidad continuo.

Algunas narraciones son frescas y directas. Otras tienen un desarrollo más elaborado. Pero al final, no te quedas con la sensación de que el libro sea una mesa coja de alguna de sus patas. Funciona. Realmente son 7 tentaciones dignas de caer en ellas. Que las disfrutéis, si os apetece. 🙂

Edición citada: VVAA. Siete Tentaciones . Ed. Stonewall. Edición digital. 2013.