Hay varios caminos que llevan a Ratched en Netflix. Podéis llegar porque es una precuela de Alguien voló sobre el nido del cuco, porque sois fans de los excesos de las creaciones de Ryan Murphy o porque, como toda persona de bien, amáis a Sarah Paulson.

La primera vía es casi irrelevante y, por si alguien tiene dudas, no, no hace falta haber visto la película de Milos Forman ni haber leído la novela de Ken Kesey. Podríamos decir, incluso, que ha sido totalmente innecesario pagar por los derechos de adaptación del personaje de Mildred Ratched porque el de la serie tiene entidad propia. Y, después de ver la serie, a mí particularmente no me gusta pensar que su destino será el que se muestra en las obras previas.

Si lo que os despierta curiosidad es el estilo loco de las series de Murphy, encontraréis lo que buscáis. Ratched es como una versión libre de la temporada Asylum de American Horror Story, pasada por el filtro de las películas de Alfred Hitchcock, con un toque del estilo de pantalla partida de Brian de Palma. También hay, como ya es marca de su casa, giros loquísimos, revelaciones de última hora y personajes super excéntricos, como Lenore Osgood, interpretada por Sharon Stone, acompañada por Petunia, su mimado monete al hombro, su hijo (Brandon Flynn), y la casa circo en la que viven.

Ahora, si decidís llegar a Ratched por Sarah Paulson, por Sarah os quedaréis. Esta es la mejor razón de todas. Además de disfrutar con su inconmensurable talento, ella, la protagonista absoluta de la serie, tiene una trama romántica. Aunque en las escenas de presentación parece que será con un señor (disculpadme el spoiler, pero a esto hemos venido), su historia de amor y su viaje de autodescubrimiento los vivirá junto a Gwendolyn, que está interpretada por Cynthia Nixon, otra actriz abiertamente lesbicanaria. Puntos dobles por representación. Pero empecemos por el principio para poner todas las cartas sobre la mesa.

Sí, todas amamos a Sarah Paulson, pero de qué va Ratched

ratched sarah paulson

La sinopsis oficial dice: 1947, Mildred Ratched llega a California con la intención de trabajar en un hospital psiquiátrico. Ofrece la imagen perfecta que se esperaría de una enfermera ejemplar, pero, a medida que pasa el tiempo y se va infiltrando en el sistema de salud mental, su pulcra apariencia oculta un lado más sombrío que lleva tiempo bullendo en su interior. Se revela así que los auténticos monstruos no nacen: se hacen.

Esa premisa es la que corresponde a una serie que se vende como una precuela de Alguien voló sobre el nido del cuco, pero la historia que cuenta realmente Ratched no es exactamente esa.

Al principio parecería que sí, porque Mildred tiene unos objetivos muy claros y está dispuesta a hacer todo lo que haga falta (y lo hace) para conseguirlos. Su presentación, como una mujer enigmática, manipuladora y sin escrúpulos, hace que siempre dudemos de sus verdaderas intenciones. O asumamos que siempre son las peores. Y eso nos ocurre en sus primeras interacciones con Gwendolyn.

Tranquilas, son falsas alarmas

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La química entre ambas es tan incontenible, que la electricidad que generaron en la escena en el restaurante con la bandeja de ostras hizo saltar los plomos en mi casa, pero su negativa reacción posterior y su tendencia manipuladora nos hacen dudar por momentos de que está siendo honesta cuando decide acercarse a ella otra vez. Confiad en la serie y seguid sin miedo. Si queréis saber todos los detalles sobre lo que pasa entre Mildred y Gwendolyn, entrad en nuestra ficha de la pareja.

Después de ver los ocho episodios, la serie no muestra, tal como dicen, a la enfermera protagonista en modo Breaking Bad hasta convertirse en la villana de la obra en la que se inspira. En medio de tramas que incluyen asesinos en serie, asesinos a sueldo, venganzas, obsesiones y corrupción política, la serie explora la psiquis de su personaje, sus traumas, su sentimiento de culpa y su represión.

A su vez, hace un retrato de la época en la que le tocó vivir, una en la que la atracción entre personas del mismo sexo era una enfermedad que debía ser curada, y para curar las enfermedades mentales se recurría a métodos que solo pueden ser catalogados como tortura. Ver esas escenas es perturbador, mucho más porque sabemos que eran técnicas utilizadas por la comunidad médica con el beneplácito de la sociedad, pero abrazad la mantita o acariciad al gatete, mientras pasan, porque pasan, y vendrán tiempos mejores.

No es la mejor serie del año, pero tiene muchos puntos a favor

ratched sharon stone

Ratched es irregular y no es, como tanto nos gusta decir a los que hacemos críticas, “una de las mejores series del año” (sí es el original más visto en Netflix en 2020) pero, a pesar de lo estrambótico de algunas tramas, tiene muchas cosas positivas. Y el diseño de producción es tan top, que si en algún momento os parece que descarrila mucho siempre os podéis distraer con los detalles de de ambientación, la vibrante paleta de color, los encuadres o los vestiditos de Petunia.

Para lo que aquí nos atañe, el viaje de autoaceptación de Mildred y la negociación con sus dudas están muy bien llevados y acompañados con delicadeza por la comprensión de Gwendolyn. La serie nos deja varias escenas memorables entre ellas que hacen que valgan la pena todos los desvíos que toma la historia. No os voy a contar los detalles ni cómo acaba la cosa, porque eso me convertiría en una mala persona, y para villanías ya tenéis algunos personajes de la serie. Pero no tachéis de la lista a todos los que parecen detestables en la primera parte de la temporada, porque alguna terminará por sorprenderos y formará parte de un trío de amigas de lo más ideal.