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No soy poeta

No soy poeta. Solo una desgraciá’ a la que las mujeres le dan la espalda cuando el temor a ser felices les aprieta, cuando se sienten caguetas. Y en vez de crear nuevos planetas para que quepan todos los océanos que he llorado por cada una de las violetas que no ha querido permitirme viajar en sus dos carretas, que han preferido no conocerme y huir bien sujetas a su burbuja de confort, dejando mi interior haciendo mortales volteretas, me aprovecho de su lienzo de piel como si fuera la mejor libreta para sacar su lengua de mi raja más discreta e inmortalizar en numeración secreta a la siguiente dama que formará parte del eslabón de mi condena; la siguiente que, en lugar de decirme «tengo miedo, ¿tú qué opinas, poeta?», prefirió marcharse muy quieta y abandonar mis sentimientos en la más vulgar de las cunetas.

No soy poeta. Solo una mujer que te reta a que respetes su más valiosa grieta. No me refiero a la que refugio tras la bragueta, sino a mi herida del pecho, la que ya no cicatriza porque ha agotado su reserva de plaquetas, la que a veces late con ayuda de un par de muletas.

Si eso me introduce en el club de los poetas,

que finalice ahora mismo mi único amor verdadero: las croquetas.

 

Por siempre

Quise escribirte con más sentido

y me regalaste tu dedo corazón sin latidos.

 

SOS

Echo de menos que me salves de los charcos de lluvia.

Lástima que no me salvaras del que formaron mis lagrimas.