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Escrito por: Arcadia:

«Soy de ideas fijas. Vivo en la meseta norte española. Estoy felizmente casada, después de muchos años de vida en común, y que vaya tan felizmente como hasta ahora. Me encanta el cine (sobre todo el clásico), la buena literatura y las historias bien contadas.»

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A nadie le gusta que le desahucien, ni que le embarguen, así que Maca y Esther no viven su mejor momento. La jornada hospitalaria comienza con ellas dos cargando cajas y de mal humor. Las cajas contienen todo aquello que no les cabe en su nueva vivienda que, por más económica, es también más chiquitita. Si en el anterior episodio oímos a Esther quejarse por la escasez del espacio que debía alojar a cinco personas, hoy es Maca quien protesta airada por lo mismo. Esther procura ver el vaso medio lleno (el apartamento es baratito), y su mujer lo vislumbra casi vacío (es una vivienda del país de Lilliput). Así que la enfermera le acaba echando en cara que no se conforma con la situación y que ella necesita “un palacete” para vivir. Maca, mujer, no te agobies: podéis apilar a los niños, adelgazar todos un poco y entrar y salir de las habitaciones de perfil. Todo tiene solución. Además es una situación provisional, como la de las cajas, que prometen desalojar de recepción en breve porque allí estorban un huevo.

La boda ha hecho estragos: Alicia se ha empeñado en ir a trabajar porque debuta como Jefa enfermeril y no se va a perder tal estreno; pero Gimeno y Claudia no han aparecido todavía. Guille (el celador) cotillea con Teresa (la secretaria de recepción), revelando que la noche anterior los vio a ambos en postura corporal comprometida. El caso es que asomó su cabeza por debajo de una puerta del servicio y alcanzó a ver cuatro piernas situadas en sospechosa disposición, mientras sonaban gemidos, jadeos y demás ruidos procedentes de las gargantas de ambos. Guille presume que los pilló en pleno coito.

Cuando por fin llega Claudia, lo hace con un dolor de cabeza descomunal, producto inequívoco de una resaca (justa penitencia por una noche de exceso etílico). A pesar de ello, alguna fuerza le queda para escuchar paciente las quejas de su amiga Maca. La conversación se centra en los privilegios perdidos por Maca en materia de disposición de medicamentos, ahora que su esposa ya no es Jefa de Enfermería. No es eso lo que le duele perder a nuestra pediatra: es el complemento del sueldo de Esther lo que más nostalgia le va a producir en los próximos meses, que ahora unos euritos más les vendrían de perlas.

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En mitad de sus duelos y quebrantos, encima Teresa le llama la atención sobre las cajitas: hay que quitarlas de ahí. Maca se va toda cabreada soltando un joder y diciendo que ya las quita (pero el caso es que no las quita y allí siguen). Gimeno aparece entonces en el mismo lamentable estado que Claudia: con la cabeza hecha un puré. Como a Teresa le puede su lado chismoso, evitar aludir a su supuesto encuentro sexual sería para ella misión imposible. Así que lo primero que hace en cuanto los ve junto al mostrador a él y a Claudia, es darles la enhorabuena a ambos por la hazaña. Esto va camino de convertirse en el misterio no resuelto del día, porque ninguno se acuerda de nada y así no pueden confesar si han copulado o no.

El drama hospitalario del capítulo se sitúa en una fiesta de antiguos alumnos de un colegio de primaria. Como siempre nos han contado en las películas, a estas reuniones acuden personajes triunfadores que se burlan de los menos afortunados: todo el mundo finge estar en mejor situación económico-social que los demás y se recuerdan las crueldades que se infringieron en la lejana infancia escolar. Todo muy divertido. Aquí tenemos a un triunfador actor que tonteó con las drogas y que se halla felizmente rehabilitado (bueno, más que tontear casi tenía un noviazgo formal con ellas, porque al parecer se metía de todo a todas horas). El fulano-famoso- extoxicómano es ahora miembro activo de campañas de antidrogadicción. También está la rubia esplendorosa que ya en sus tiernos años se tiraba a toda la clase y cuida su físico (aunque afirma no haber pasado por el quirófano), buscando mejorar su record de salta-camas ya en sus años más que mozos. Uno y otra se dedican a reproducir sus conductas de cuando cursaban Primaria: burlarse de los patitos feos de la clase. Estos son ya patos más grandecitos, pero su adultez no les libra de seguir recibiendo tanta estopa como antes. Una es maestra de escuela, y la rubia no para de recordarle lo poco que ligaba y que sigue ligando, y lo muy lejos que se encuentra de su ranking en éxitos sexuales. Otro es un gran y gordo calvorota, que ha puesto una pescadería y al que se apresuran a llamar “el rodaballo”.

Sólo un inexperto docente no versado en la dinámica que mueve al alumnado en una clase, se preocupa de organizar una convención de antiguos estudiantes. El único fin de tales reuniones es que por fin se maten, ya que no lo consiguieron cuando eran niños. Y ese parece ser el móvil, porque si no, no se explica por qué el regalo que se les ofrece a los participantes es, precisamente, un abrecartas. Proveer a tales sujetos todos reunidos de un objeto punzante, cortante y lacerante, tiene por fuerza que desencadenar una desgracia. La pata-fea (o sea, la maestra) se harta de los comentarios humillantes de la rubia no operada y, en un rapto de ira, le clava el abrecartas en toda la teta. Cuando llega el SAMUR, confirma que afortunadamente no ha sido un apuñalamiento, sino un desgarro de mama: la rubia mentía, porque lo que se le ha roto es la prótesis de silicona que la dotaba de un mayor volumen de pechonalidad.

La rotura de la bolsa es potencialmente muy peligrosa, ya que si la silicona se sale y se esparce por el tejido mamario, la teta lo va a pasar muy mal y su propietaria también. Pero como es una rubia tonta (sabemos a pesar de los chistes y los clichés que no todas lo son, pero alguna rubia sí que es tonta) lo que le importa es el dinero que se ha gastado en los pechitos. No le cabe en la cabeza que no haya reparación posible –yo no sé si ella pretendía que se podían recauchutar o cosa parecida. Por fin el cirujano que le implantó la silicona le dice que nada puede hacer (puesto que ya ha cobrado, que se haga cargo de la avería la Seguridad Social que para eso está). La rubia estalla en llanto y accede a ser intervenida. La meten en el quirófano, la duermen, le quitan la bolsa pinchada y descubren que estaba bastante desgastadilla. Así que si una ya no pasaba la ITV, es de esperar que la otra tampoco. De oficio proceden a extraer la bolsa de la teta número dos también. La paciente se queda, por tanto, sin ambas prótesis y con dos o tres tallas menos de sujetador.

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Maca lleva una mañana airada con el tema de las cajitas. La verdad es que en recepción no están nada bien, así que Guille (el celador) la ayuda a meterlas todas en su despacho. Pues vaya cómo le va a quedar el despacho. El malhumor de nuestra heroína se acrecienta cuando ve también tirado por allí un maletín de urgencias, porque piensa: a ver, tanto quejarse de las 20 cajas que tengo aquí depositadas y nadie dice nada del maletín. Por supuesto, Maca, un maletín estorba mucho más que todas tus cajas juntas. Descubre además que está allí por orden directa de Sotomayor: está cubriendo el plan de Vilches de llevarse a su novia moribunda a pasar sus últimas horas en la playa. Y se tiene que llevar toda la medicación para mantenerla un poco en condiciones de vida soportable. Maca se enfrenta con Vilches porque no le parecen procedimientos adecuados y él la manda a la mierda.

Allí nadie le mandó, pero muy cerca estuvo Gimeno la noche anterior. Le invaden ráfagas de recuerdos y descubrimos que le dio un retortijón de tripas horroroso y tuvo que ir de urgencias al retrete. Una vez dentro, dispuesto a la evacuación de alivio, se cargó el pestillo de la puerta y quedóse encerrado en el servicio. Pero cuando creíamos que esto arrojaría luz sobre el misterio de lo acontecido entre él y Claudia, su memoria se vuelve a atascar y ya no hay más datos.

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Claudia, Maca y Esther se encuentran atendiendo al actor de fama que ha sido herido en la pelea de la fiesta de antiguos alumnos. Sí, el que colabora en la ayuda contra la drogadicción. El muchacho tiene un cuadro de desorientación mental bastante agudo, así que Claudia se está planteando mirarlo por el scanner, no vaya a ser que se haya estropeado algo dentro de su cabeza. Llega la flamante Jefa de Enfermeras y se empeña en hacerle un análisis de tóxicos porque desea que el protocolo se siga a rajatabla. A Esther no le parece bien, pero donde hay patrón no manda marinero.

Claudia sale de ordenar el scanner y se ve interrogada por Teresa sobre la supuesta aventura amorosa con Gimeno: ésa que nos van contando a trocitos de memoria. Lo que ahora sabemos es que Claudia se puso malísima de la borrachera que llevaba y se metió corriendo a vomitar en los servicios de caballeros (porque los de señoras, como es habitual, estaban llenos a reventar). Y, tal para cual, una expulsando por arriba y el otro por abajo, acaban Claudia y Gimeno sentados en sendos inodoros consecutivos separados por un panel de madera. Oyendo los gemidos de esfuerzo de Claudia intentando vomitar, Gimeno intenta pasar su cabeza por debajo del citado panel para ver qué pasa. Y he aquí la visión de Claudia: la testa de Gimeno asomando por el suelo. Fin del capítulo amoroso, ya no se acuerda de más.

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A Esther la llaman al móvil. Su editora le ha conseguido un pase para la Feria del Libro de Frankfurt (ciudad alemana famosa por sus salchichas). Alicia, su nueva jefa, intenta inútilmente que le haga algo de caso para asuntillos del trabajo. Alicia se amosca: cree que Esther la está ninguneando a propósito. Inicia una sesión de quejas con Teresa, quien le recomienda paciencia y recuerda la que tuvo Esther con la propia Alicia cuando los papeles jefa-subordinada estaban al revés y la que mandaba era Esther. Pero Alicia sigue con la teoría de la sublevación (cree que Esther no la acepta como jefa), hasta que Héctor (recién estrenado como marido) la empuja a hablar con la rebelde directamente para aclarar posturas. Alicia llama a Esther a capítulo y cuál es su sorpresa cuando ésta no sólo reconoce que ha estado lejos de hacer bien sus tareas (sencillamente porque se le olvidó), sino que pide perdón y promete solemnemente que nunca volverá a suceder episodio tan lamentable.

Sigue la evolución de los heridos en la fiesta de antiguos alumnos. La de los pechitos de volumen cambiante tiene problemas postoperatorios y hay que meterle una transfusión enseguida, porque si no corre el riesgo de mudarse de barrio. El problema es que tiene una sangre rarísima. La compañera a la que tanto gustaba humillar se ofrece a prestarle parte de su caudal sanguíneo, por ser compatible. En cuanto al guapo actor, resultó ser una farsa: en el análisis de tóxicos ha dado positivo. Su compañero pescadero descubre la impostura y le echa en cara su falta de vergüenza torera: hace campaña anti-drogas pero se mete todas las que se le ponen a tiro. La maestra y el vendedor de pescado acaban haciendo buenas migas y quedando para salir. Moraleja del cuento: los patitos feos son gente decente y pueden ser felices, los cisnes son un fraude y unos capullos embusteros y envidiosos.

La editora de Esther viene a proponer a su patrocinada un negocio: escribir un buen montón de cuentos (uno por cada letra del abecedario) y presentarlos en la feria de la ciudad de las salchichas. Como eso es poco tiempo, a Esther le va a tocar ponerse ante las hojas en blanco y crear ficción a toda mecha, hasta que la cabeza le eche humo.

Siguiente fascículo de la saga Claudia-Gimeno: el gordito recuerda otro cacho de aventura. Movido por sus deseos de ayudar a Claudia a expulsar de su tracto digestivo lo que tanto la hace padecer, se encarama al panel separador de los retretes y, claro, se cae. Aterriza de cabeza contra el suelo y se prepara un hematoma de tamaño del quince. Claudia olvida sus náuseas por un momento y, recordando su especialidad clínica, se pone a mirarle el cráneo a su compañero herido. Pronto regresan sus ganas de devolver, y Gimeno se coloca a su espalda para ayudarla en el proceso, sujetando y a la vez oprimiendo su abdomen. Y tal postura equívoca fue la que vio Guille. Por lo tanto no hubo cópula, sino maniobra de ayuda al vómito. Fin del misterio. Ambos se alejan el uno del otro suspirando aliviados por no haber consumado. Pero a mitad de camino, se vuelven, se acercan y se plantan un beso en los morros. Vaya, pues si no hubo éxito sexual no fue por falta de ganas, sino por exceso de morapio.

Maca se hace cargo del marrón de la rueda de prensa para aplacar a los periodistas, que quieren saber si el famoso actor es un drogata o no. Conmovida por los ruegos del interesado, que ha prometido enmendarse, Maca desmiente que se hayan encontrado tóxicos en su torrente sanguíneo: vale, es una mentira, pero piadosa. Valeria La Borde, recién incorporada tras unas vacaciones en las que todo el mundo vivió mejor sin su presencia, reprocha a Maca su falta de sinceridad ante la prensa. Atribuye tales declaraciones a sus deseos de evitar denuncias; Maca se enfrenta a ella y le dice que seguro que ésa hubiera sido su única motivación, y cualquier clase de humano sentimiento. Valeria poco menos que acaba llamándola mentirosa y Maca le dice: “Yo creo que a ti lo que te pone es ir jodiendo a la gente”. Pues sí, a mí también me lo parece; ¡Con lo bonito que es hacer el amor y no la guerra!

Guerra es lo que se está preparando entre Maca y Esther.

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Esther: Bueno, pues eso, que como no nos hemos visto en todo el día más que para discutir…
Maca: Ya, bueno, cariño; es que…estoy un poco estresada, la verdad. Supongo que cuando estemos un poco instaladas, pues…encima tengo que aguantar a la Valeria ésta. Es que no la trago.
Esther: Bueno, pues a mí ha venido a verme…Gabriela. Y me ha contado que la Editorial me quiere contratar para 28 cuentos más…¡Es un proyecto precioso, Maca! Lo único..que voy a tener que pedir una reducción de jornada para sacar tiempo para escribir los cuentos.
Maca: Pero bueno, ahora mismo…no podemos ni planteárnoslo.
Esther: A ver, Maca, es mi oportunidad. Y no la puedo dejar escapar.
Maca: No sé…supongo que habrá más oportunidades, Esther. Y ahora mismo tenemos cosas más importantes.
Esther: ¿Como qué?
Maca: Como que necesitamos el dinero. ¿O es que quieres pasar toda la vida en ese cuchitril? ¿O es que quieres que saquemos a los niños del colegio? ¿No decías que querías una buena educación?.
Esther: A ver, yo he vivido en una casa muy pequeña y estudié en un colegio público y he sido feliz. Y para lo niños lo importante es que nosotras estemos felices y nos llevemos bien.
Maca: Ya. Y ahora resulta que tú y yo no podemos estar bien si tú no escribes tus novelas, ¿no? (Esther es la imagen perfecta de la desolación)
Maca: De verdad, que he tenido suficiente hoy ya con colocar las putas cajas. Lo hablamos en otro momento, ¿te parece?.
Esther: Sí, ¡perfecto! Lo hablamos en otro momento. ¡Siempre mis cosas en otro momento! ¡Siempre! ¡Me estoy empezando a hartar un poco de esto!

Y Esther se marcha enfadada pegando un portazo.

¿Quién opinan que tiene razón? ¿Maca, obligando a Esther a anclar los pies en la tierra o Esther, impotente porque ve sus proyectos siempre postergados por cualquier razón?

Esperemos que la rabieta se pase y que, con las putas cajas ya colocadas, vuelva la armonía a la pareja. Lo veremos, probablemente, en el próximo episodio.