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Escrito por: Arcadia:

«Soy de ideas fijas. Vivo en la meseta norte española. Estoy felizmente casada, después de muchos años de vida en común, y que vaya tan felizmente como hasta ahora. Me encanta el cine (sobre todo el clásico), la buena literatura y las historias bien contadas.»

Señoras, señoritas y bellas damas en general, sean muy bienvenidas a este último episodio de Maca y Esther en Hospital Central. Esta vez tengo que decir que va a ser un auténtico placer resumir el capítulo, ya se explicarán por qué cuando terminen de leerlo.

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Nada más por empezar, asistimos a una bronca telefónica entre nuestras protagonistas. Por lo que parece, Maca ha decidido por fin viajar a Argentina, pero no queda muy claro si sólo de visita o para reunirse definitivamente con Esther. Lo que sí es fijo es que los niños ya están allí con su mujer, y que ésta apremia a Maca para que vaya. La trifulca consiste en cruzarse reproches y llamarse egoístas mutuamente; Esther acaba colgando el teléfono y dejando a Maca con cara de circunstancias y bastante triste.

Para compartir malos momentos, se acerca a Gimeno, que está desolado porque le van a matar al perro. Greta (que así se llama el animalito) atacó a un tonto estudiante que se divertía provocándole, y le pegó un mordisquillo en una pierna. Como la costumbre con los perros que muerden es sacrificarlos, la sentencia está dictada para el pobre Greta (sí, ya sé que no pega el nombre, pero Greta es macho). Así que ahí anda el pobre Gimeno medio recostado en un sillón, llorando a cada minuto por las pocas horas que le quedan de vida a su mascota. Dentro del espíritu de Gimeno hierve el rencor hacia Claudia, a quien se pasa ¾ partes del episodio sin dirigirle la palabra. Claudia fue quien indirectamente provocó el lance del mordisco, porque exigió a Gimeno que echara al perro de casa. Una pena, pobre animal.

Maca está tramando una solución para el problema de Sol y Alma. ¿Recuerdan? La simpática parejita lesbicanaria que conocimos en el capítulo anterior y que anda a la busca y captura de un riñón. Nuestra Jefa de Urgencias consulta con Héctor, que de esto sabe mucho, sobre alternativas a la donación tradicional. Ni Alma ni sus suegros son compatibles con Sol, así que de sus cuerpos serranos no puede extraerse el órgano para ella. Pero una nueva posibilidad se levanta por el horizonte: la donación “cruzada”. ¿Que qué es eso? Esperen un poco, que nos lo van a explicar; pero con Alma delante, que seguro que tiene interés en saberlo.

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Maca va a buscarla donde sabe que estará: al pie de la cama de Sol. De hecho, se entretiene dibujando a su amada, que permanece dormida. Alma esperaba a Maca, porque sabía que entraba de guardia; Maca responde que ella también sabía que se la encontraría despierta y alerta. Llega la madre de Alma quien, al contrario que sus suegros, apoya la relación y está encantada con el noviazgo de su hija con Sol. Maca se las lleva a otra sala porque entre ella y Héctor, van a explicarles cuál es el nuevo plan con el dichoso riñón. Se van hacia el aula, pero Alma no puede salir sin darle un besito a su chica.

¿Qué es un trasplante cruzado? Comienza la explicación: tenemos dos parejas de personas. Pareja 1 y pareja 2. Cada pareja tiene un miembro sano (A) y otro con necesidad de órgano (B). Pero el sano (A1) no puede donar al enfermo (A2) porque no son compatibles. ¿Y si los compatibles son A1 con B2, y A2 con B1? Pues que se “cruzan” los riñones y ambas parejas tienen órgano nuevecito. Para ejemplificarlo mejor, ellos lo explican con Pareja 1=Alma+Sol y Pareja 2=Héctor+Maca (no se alarmen, que son pareja sólo con finalidad didáctico-explicatoria). El cruce riñonil quedaría Alma-Héctor y Sol-Maca, por ejemplo. ¿Ha quedado claro? ¿Lo han entendido? ¿Alguna pregunta? ¿No? Pues pasamos a la siguiente lección, que si no, no vamos a terminar el temario.

Alma está encantada con la esperanzadora posibilidad y dice enseguida que sí, que dónde hay que poner el riñón, que se lo saquen de inmediato. Pero el mecanismo no es tan sencillo: hay un comité ético que decide si el donante es idóneo o no y el criterio de idoneidad fundamental es ser familiar directo del receptor. Esta política es para evitar el tráfico de órganos. Para Alma, Sol es su familia. Pero esta convicción emocional, por rotunda que sea, no tiene fuerza jurídica. Legalmente, no hay ningún lazo familiar que una a ambas. Por tanto, y de momento, la posibilidad de solución ha quedado en mera e irreal hipótesis.

Pero Alma no se rinde tan fácilmente. Así que, después de varias escenas en las vemos otro montón de cosas ajenas a nuestro interés central, entra en la habitación donde reposa Sol. Chicas, ármense de palomitas y kleenex las más sensibles, que va a facilitar información importante y tierna. Dos noticias piensa dar. La primera: que Sol tendrá su riñón (explica brevemente a la interesada lo del cruzamiento de riñones). Y cuando está a punto de ofrecer la segunda, a Maca la avisa una lesbiduendecilla de que no puede perderse la escena, y asoma por la puerta justo a tiempo de oírla. Allí se queda plantada sin perder detalle. Alma se quita uno de sus pendientes de aro y, poniéndoselo a Sol en un dedo, comienza con la siguiente declaración:

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Me hubiera encantado pedírtelo en una montaña rusa –que sé que te encanta-, o en una playa desértica, o en el último piso de la torre Eiffel, o en el metro –en aquella estación donde nos conocimos-, o en aquel bar horrible donde te di el primer beso…

Sol, entre alarmada y de los nervios, toda alborotada y también alborozada, pregunta qué quiere. Alma contesta: “Que te cases conmigo”. La razón de la urgencia y el contexto hospitalario de la pedida de mano es que, como bien dice Alma: “Si eres mi mujer, donarte un riñón será más sencillo”. A Maca para entonces ya se le ha caído toda la baba (a mí también, la verdad) y las mira con arrobo desde la puerta. Sol, lógicamente impresionada, se dirige a la doctora y se pone a contarle lo que no es necesario que le cuente, porque ella misma ha sido testigo: que su novia le ha pedido matrimonio y que está loca. Maca, sonriente, afirma: “Yo la veo muy cuerda”. Deben irse Maca y Alma a solucionar cosas, pero antes, Alma pide a su novia que se lo vaya pensando y se dan un beso absolutamente precioso.

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Sol coge entonces un manojito de pequeñas flores del gran ramo que adornaba su mesilla, se lo tiende a Alma en ofrenda de amor y, claro, otro beso que cae. Alma mete el regalo en el libro que está leyendo, a modo de marcapáginas. Antes de que desaparezcan por la puerta, Sol pregunta a Maca si está casada. Nosotras ya sabemos que sí, pero Sol no ha seguido la serie, así que Maca debe aclararle que, en efecto, así es. La chavala se queda ilusionada mirando su improvisado anillo de pedida.

Una vez fuera de la habitación, Maca informa a Alma de que su madre ha avisado a los padres de Sol de sus proyectos respecto al trasplante. Aunque siempre la ha apoyado, en esta ocasión la madre de Alma no está de acuerdo con la decisión de su hija: tiene miedo de que tenga problemas de salud a largo plazo viviendo con un solo riñón. Y cree que va a realizar un sacrificio excesivo que pondrá en peligro su vida.

Pero Alma no se arredra, dice literalmente: “Estoy acostumbrada a que las cosas no sean fáciles”. Una chica valiente. En la reunión con los padres de ambas partes, Héctor deja claro que vivir con un único riñón no es sinónimo de muerte, pero que toda operación quirúrgica conlleva riesgos. La madre de Sol parece que ha cambiado algo su actitud y agradece la ayuda que se le ofrece a su hija, pero el padre sigue igual de cabestro que siempre y a todo dice que no. Pronto se pone sobre la mesa el verdadero problema: Alma tiene muy pocas posibilidades de pasar el dictamen del comité ético.

Maca la anima entonces a que les cuente a los tres su propósito de contraer matrimonio con Sol para convertirse en familiar directo suyo. Cuando lo explica, el suegro pone el grito en el cielo y dice que Sol es menor de edad y que él nunca, jamás de los jamases, autorizará tal enlace. No esperábamos menos de usted, señor Pitecántropo, pero déjeme que saque la letrada dormida que llevo dentro y le advierta de que la legislación española permite la emancipación de un menor por causa de matrimonio, siempre y cuando el menor tenga al menos 16 años y su cónyuge sea mayor de edad. Alma tiene 18 años y Sol 16. Así que se mete usted su autorización por donde le quepa, que las chicas no la necesitan. Sale el troglodita muy enfadado de la sala de reunión, seguido de su mujer, que bastante tiene con aguantarle. Maca se queda dando ánimos a la madre de Alma, que confiesa que lo que tiene es pánico a que a su niña le pase algo (vale, la señora no apoya la decisión, pero sus razones son respetables).

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Abrumada por tanta emoción, Maca llama a Esther para disculparse por los exabruptos emitidos horas antes. Al final de una brevísima conversación, confiesa a su esposa que sólo la llama porque quería oírla. ¡Ohhh, qué bonito! A Maca se le están pegando los modos tierno-afectuosos parejiles de las dos chavalinas. Luego le manda besos a los niños y promete llamarla un poco más tarde.

En la cafetería se reúne nuestra doctora con Héctor, que está dudoso de que Alma deba tomar una decisión tan importante. Él opina que es demasiado joven, que está enamorada y que su juicio puede estar nublado por esa circunstancia tan emotiva. Entonces llega la madre de Alma y les dice a ambos médicos que, aunque le gustaría que su hija no fuera adelante con el proyecto porque sigue temiendo por su salud, considera que es mayor de edad y respetará su decisión. Como en ella pesa más su miedo a perderla, prefiere apartarse prudentemente y dejar que su hija tome su resolución tranquila y sin interferencias. Ante esta actuación, Maca dirige a Héctor una mirada significativa. Él también ha pillado el mensaje: baja la cabeza, y acepta que, esté o no acertada, Alma es la dueña de su propio destino y nadie puede imponerle conducta alguna.

No es su madre la única preocupada. Sol, que lleva vomitando quién sabe cuánto tiempo y ahora encima tiene fiebre, tiene una gran desazón. Ella también comprende el riesgo al que se somete Alma, no quiere que sufra por su causa ningún percance y en alta voz declara que “no quiere que le hagan daño”. Total, que la pobre Alma lo que está es muy presionada porque todo el mundo le dice lo que le gustaría que hiciera. Así que sale medio llorando de la habitación. Lo que esta chica necesita es que la dejen un poco en paz para poder tomar su decisión serenamente.

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Maca la descubre fumándose un pitillo en el servicio (cuidadín, Alma, que está prohibidísimo, a ver si te van a meter en la cárcel o algo así). Dice que no sabe qué hacer, y Maca le aconseja que se escuche a sí misma, “que ya nos has escuchado suficiente a todos los demás”. Una vez tirado el cigarrillo por el lavabo, Alma confiesa que tiene miedo. Maca no se lo puede creer: es una chica tan valiente que el miedo parece algo ajeno a ella. Pero es verdad, porque los héroes no están desprovistos de temor. Y lo que aterroriza a Alma es que la desesperación de Sol se desmadre un día y acabe tirándose por una ventana. O que se muera, simplemente, por un fallo renal. En cierto sentido, ella también necesita seguir adelante con la donación, para conjurar sus propios fantasmas. Maca le anuncia que le ha pedido a Héctor que convoque lo antes posible una reunión de la Comisión que ha de autorizar el trasplante; Alma, agradecida, se despide dándole un cariñoso beso en la mejilla.

Se reúne el Comité valorador y los dos miembros que no son ni Héctor ni Maca, expresan sus reservas desde el principio sobre la idoneidad de la donante. No parece claro que sus dudas estén motivadas por la juventud de Alma o por su orientación sexual (como sugiere Maca en un momento del debate). El hecho de que sólo lleven 4 meses de relación tampoco ayuda mucho. Así que, viéndolo crudo, Alma decide que su mejor defensa tiene que ejercerla ella misma y pide la palabra. Este es su alegato:

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No sé si tienen padre, madre, marido, mujer o hijos…Seguro que tienen a alguien a quien quieren mucho. Yo sé que el amor no se puede medir. Entonces no sé si les voy a poder convencer de que lo único que me mueve a donar mi riñón es que amo a Sol. Yo estudio, saco buenas notas, llamo a mi madre para que no se preocupe….Soy una persona normal. Y las personas normales no podemos ver cómo las personas a las que amamos se consumen día a día tras una máquina de diálisis. No podemos ver cómo se van entristeciendo, cómo se van apagando poco a poco. Sol tiene diecisiete años y ya se ha rendido. Pero yo no.

No puedo rendirme porque si lo hago es como si yo misma la empujara a morir, como si yo misma la estuviera empujando desde una ventana. Creo que todas las personas normales, las que sabemos que amar significa algo más que unas palabras, daríamos muchas más cosas que un riñón sólo por hacerlas felices unos instantes.

No me pidan que me quede quieta. No me pidan que haga eso, viendo cómo ella desea su muerte.

Y la valiente muchacha termina con las lágrimas asomando en los ojos. Bueno, y yo con un nudo en la garganta que no sé cómo ha llegado hasta ahí. Sniffs.

Votan a mano alzada y….Votos a favor: Maca, Héctor y la otra doctora, que se ha conmovido. Votos en contra: el otro mostrenco, que se va por la puerta portando en su caja torácica lo que debería ser un corazón.

Alma ha ganado la partida. Maca se lanza a darle un abrazo y le dice, emocionada: “Tú no eres normal, Alma”. La chica, antes de correr a llevarle a su novia las buenas nuevas, toma del libro el ramito que Sol le dio y se lo tiende a Maca. Nuestra doctora se queda mirándola con admiración y ternura mientras se va. Y entonces, observando el ramito, el semblante se le torna en ensoñación y se va directa a su taquilla. Tiene la puerta interior decorada con fotos de ella y Esther, en momentos más felices. Toma su agenda e introduce en ella el pequeño regalo de Alma, tal como ésta hizo en su libro. Se despoja del fonendo, y se pone la chaqueta. Por alguna extraña razón, sabemos que Maca ha tomado también su decisión.

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Vilches ha entrado en los vestuarios y, desconcertado, recibe un fuerte abrazo y un besito en la cara. “Pero, ¿qué te pasa?”, pregunta atónito. Maca responde: “Que ya no tengo miedo”. Y tras dejar claro que siempre le consideró un enemigo a su altura, declara que se va. “¿A dónde?”, inquiere Vilches. Y la respuesta de Maca no merece comentario: “A ser feliz”.

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El paseo de Maca por todo el hospital es bien distinto a la última vez que hizo amago de largarse. Es una serena y silenciosa despedida, de quien deja atrás muchas cosas, pero para emprender una nueva vida llena de esperanzas. Y así, cuando vuelve la cabeza para echar una última mirada al hospital, lo hace con una sonrisa.

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El avión aterriza en Argentina. Maca espera en el aeropuerto. En unos instantes, los niños aparecen y detrás viene Esther. Ambas se miran a los ojos, se sonríen y….se besan con un beso largo y apasionado, que vemos en panorámica circular. Cuando ya parece que se toman un respiro, Maca saca su agenda y de ella extrae el ramito. Esther lo recibe contenta, sin saber cuánto contenido lleva dentro de sí el regalo de Alma. Maca le da otro besito emocionado y ambas se dirigen a la salida del aeropuerto, listas para comenzar una nueva vida, pero…eso sí, como es debido: juntas.

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Y colorín, colorado, la historia de Maca y Esther ha terminado. Puede darnos tristeza, lo sé, pero al menos ha terminado bien (que vaya susto que nos llevamos hace dos episodios). Ahora trátenlas bien, amigas argentinas, que les pasamos nada más y nada menos que la primera pareja televisiva lesbicanaria de la televisión española. Porque hace unos años, que una enfermera y una doctora se liaran en una serie que se emitía en prime time y en una cadena generalista, hizo temblar los cimientos de la sociedad bienpensante y contribuyó enormemente a la visibilidad y normalización del amor entre mujeres en este país. Así que ya saben, a un mate bien podían ustedes invitarlas, ¿no?

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Por mi parte, obviamente es el último resumen de Maca y Esther que hago. Ha sido muy satisfactorio comentar estos capítulos, os lo aseguro. En especial éste que ahora termino, porque no sólo contiene una emocionante y conmovedora historia, sino que está impregnado de un perfume de esperanza que lo invade todo.

Sean muy felices y que el amor llene sus corazones.