Hola. A solo unos días de la fecha más esperada del año, he decidido escribir brevemente sobre cada vez que celebré este acontecimiento hasta la actualidad.
Esta es mi manera de conmemorar mi pasado, el que hoy se siente lejano y ensombrecido por la figura bellamente inmóvil de mi querida #Ana esta madrugada, quien espero que entienda mi imperiosa necesidad de escribir mis recuerdos, para amarla aún más por ser la diferencia más importante de mi vida.
Mis días de «San Valentín» (Antonella Serpa Porcella) – 2002
Tuve mi primer San Valentín a los dieciocho años. La conocía sin haberla visto jamás.
En aquella época, andaba metida en las cabinas de internet y había descubierto un mundo acogedor en el chat del MLRC, en el canal de #Lesbianas. Después de hablar con cuánta fémina pudiera, encontré a una dulce e intelectual muchacha que fue mi «cybernovia» por un buen tiempo.
Sabía que llevaba puesto cada día. Cuantos lunares tenía. De qué color tenía el pelo, los ojos, la piel y cuanto de medida tenían sus anteojos. Hablábamos desde las 5 de la tarde hasta las diez de la noche a diario. No falté ninguna vez a una cita con ella.
La imaginaba, la añoraba, la sentía cerca con cada regalo en sus palabras cariñosas y llena de promesas dulces de amor eterno. Con ella aprendí que el amor se confunde con la necesidad de ser querida y que la idealización es un juego personal peligroso y adictivo.
Ella me enseñó el gusto por lo desconocido y que la curiosidad es un aliciente poderoso en estos terrenos que nos gusta tanto y que tanto mal nos hace a la larga.
Celebramos ese día con poemas escritos la una para la otra. Hubieron besos repetidos (:*) y rosas de teclado (@—,–‘—).
Un «Te amo» resbalado que fingí no leer por nerviosismo y cientos de planes para cuando nos viéramos.
Fue una velada donde nos sentimos seguras de un sentimiento real y duradero.
Cuatro meses más tarde fui a verla a Santa Cruz – Bolivia. Seis meses después ella vino a Lima – Perú y me confesó haber besado a la novia de mi mejor amiga veinte minutos antes de decirle que la amaba.
No me dolió, creo que me quedé en shock mucho tiempo y de pronto ya no sentía nada. Luego de una interminable ruptura, nos hicimos amigas. Creo que ahora vive en Brasil.
Con ella aprendí a escribir poesía cuando me siento triste, aunque esa palabra se me haga tan difícil de definir.
Imagen por la talentosa Andrea Barreda