Bar Gay

La semana pasada estuve en California y de regreso, en el avión, intentaba pensar el tema del texto de esta semana. Pensé en hablarles de cómo mi tía (de 72 años) resultó ser una de las mejores amigas/editora de Leslie Feinberg, y de la larga platica que tuvimos el Jueves, respecto a los derechos de la comunidad LGBT, también consideré describir la –divertida- reincorporación al mundo del “dating gay” después de haber estado en una relación larga. (Y sí, prometo tocar esos temas en un futuro) Pero no pude resistirme a la tentación, de contarles mi primera experiencia en un bar gay, así, que aquí vamos.

Aunque ustedes no lo crean, aún después de algunas parejas, mi evidente cercanía con la comunidad gay y mi tan característica curiosidad. Hasta hace dos semanas, jamás había puesto un pie, dentro de un antro/disco/bar –o como ustedes gusten llamarlo- gay. Por eso, después de algunos días de estármelo pensando, una amiga llegó a mi casa, con la idea de ser testigo de esta primera vez.

Puntual llegó a mi casa, era Viernes, y optamos por tomar un taxi debido a la cercanía del lugar. No teníamos idea de que esperar, y debo reconocer que cuando me bajé del vehículo y vi tantos lugares, con todo tipo de señoritas, me sorprendí un poco.

La segunda sorpresa de la noche, fue observar los lugares, todos ellos, con música a todo volumen –en su mayoría pop- decoración extravagante, luces de colores, no necesariamente lo que se llama elegante. Y no me entiendan mal, no soy súper exigente, pero tampoco estoy acostumbrada a salir de fiesta, por lo tanto los restaurantes o cafés (en su mayoría silenciosos) que frecuento, no se parecían en nada a estos lugares.

Así que dejando un poco de lado mis prejuicios y con la idea de pasarla bien, decidimos optar por el lugar al que entro una chica que nos parecía bastante guapa (sí, esta estadísticamente comprobado que así se hace una buena selección de lugar, ja!) total, llegamos, pagamos el cover y nos adentramos en el lugar.

Lo primero que hicimos fue ir por algo de beber y ahí llegó la tercer sorpresa, la mayoría de las bebidas eran mucho más económicas que en otros bares (no gays) así que sin pensárnoslo dos veces, cada una pidió una copa de champagne, y de ahí, inició lo divertido.

Yo no sé si fue la copita, o la segunda, o la tercera, pero después de un rato (y miren que yo no soy nada social) estaba pasando el rato de mi vida, baile como tenía años no lo hacía, todas las personas eran lindísimas y divertidas, con contarles que al final de la noche terminé cantando a medio escenario… (sorry not sorry) Total, fue tan grata la noche, que al otro día y con un poco de pena (claro, de esa que viene y se va rápido) mi amiga me confesó quería regresar esa noche, y evidentemente, ahí estuvimos.

Esta vez fue mejor, llegamos, pedimos una botella de champagne (misma que después subiría conmigo a la terraza y estaría bebiendo de la boquilla, repito: sorry not sorry, juro no soy así) y nos iríamos directo a bailar. Vuelvo a mencionar que normalmente no soy extrovertida, pero no sé qué sucedió esta ocasión que terminé intercambiando números y bastante amiga de un grupo d chicos.

Así que, la moraleja de esta historia es, que a veces por prejuicios (como era mi caso) nos perdemos las cosas más simples, y divertidas.

Yo no sé si así sean todos los antros del estilo, y definitivamente no me encontrarán ahí cada fin de semana, pero sí sé que cuando regresé (por lo menos a ese lugar) lo pasaré increíble, y que mi primer recuerdo en un bar gay, me dejó un muy buen sabor de boca.

PD: Como recomendación, la mayoría de los bares gays son más para ir con pareja, o con amigas, no tanto para conocer chicas solteras (claro, en todo hay sus excepciones) pero prometo en un futuro escribir sobre los sitios más idóneos para conocer o quedar con alguien.