Cuando empecé a escribir las lesbicanariadas era una chica de 27 que escribía en su blog personal de cosas que podían ser tan normales como el quedarse sola en casa porque su novia estaba de viaje de trabajo. A través del tiempo, el blog ha cambiado, hace mucho que no soy la única que escribe en lesbicanarias, ya casi nunca hago posts sobre mi vida personal y esta sección la tenía olvidada en un cajón del blog. Pero esta semana me ha pasado algo que me ha dejado tremendamente sorprendida conmigo misma. Y pensé, que si siempre comparto con ustedes las cosas buenas de mi vida, a veces tendría que contarles también las malas, porque no somos perfectas y eso también está bien.
Como desde hace unos cuantos años nos conocemos, ustedes saben que yo estoy fuera del armario básicamente en todos los ámbitos de mi vida. Toda mi familia lo sabe, mi médico lo sabe, desde que vivo en España siempre he estado fuera del armario en el trabajo, incluso lo he dicho en el periódico varias veces. Vamos que tengo un master en salir del armario y desde hace muchísimos años me siento totalmente cómoda conmigo misma a la hora de decirlo al mundo. Quizá por eso me sentí tan mal cuando me dí cuenta que esta semana hubo un día en que negué tres veces.
Tengo que comenzar por contarles que en el barrio en el que vivo hay una comunidad Coreana muy grande. Tengo muchos vecinos que han emigrado desde ese sitio desde hace muchos años y tenemos incluso una iglesia coreana por aquí abajo. Pues bien, hace ya bastantes años, cuando tenía muy poquito viviendo aquí, había una tiendita coreana que vendía muchas curiosidades debajo de mi casa. El caso es que yo siempre que volvía de la universidad la veía y me apetecía entrar, pero era «demasiado coreana». Solo había gente coreana dentro, todos hablaban coreano y me daba pena entrar.
El caso es que un día, esa pequeña tiendita desapareció y se convirtió en una tienda de las que aquí en Las Palmas llaman «de aceite y vinagre». Que básicamente quiere decir que venden esas cosas super esenciales que a veces tienes que comprar porque no te da tiempo de ir al supermercado y te urgen. Y la llevaban los mismos señores coreanos de siempre.
En ese entonces, yo estaba intentando aprender a hacer rollitos y pense ¿quién mejor que la fuente? Así que me dije a mí misma: «Mi mísma, entremos en la tienda y hagamos migas». Y obviamente no iba a llegar a preguntarle: «Hola como se hacen los rollos», así que compré un par de cosas y le hice un poco de plática a la dueña, algo un poco complicado porque ella casi no hablaba español y yo no hablaba coreano. Pero fue divertido.
Pasó el tiempo y me convertí en cliente regular en la tienda, tanto que un día, la señora me paró y me dijo que le recordaba mucho a su hija, porque tenía más o menos mi misma edad. A estas alturas ella ya sabía que yo era mexicana y me había mudado a las islas, así que también teníamos eso en común y cuando llegué a casa le dije a Genix que ahora tenía adoptada a una «mamá coreana». Tanto es así que un día fui a comprar cerveza y me miró con cara de «¡uh cerveza!», que me sentí un poco mal y todo.
Ahora nos conoce super bien a las tres, ya sabe las cosas que siempre vamos a comprar, habla español casi perfectamente e ¡incluso conoció a mis padres cuando vinieron! Vamos que, es una persona que está prácticamente a diario en nuestras vidas y que francamente me cae muy bien.
Así que está semana, baje a comprar unas papas porque se me apetecían para ver una película. Y en esas estaba cuando entró una vecina con su novio a comprar y como yo estaba ahí de platica con la señora, les atendieron a ellos primero y seguimos platicando cuando se fueron. Entonces mi «madre coreana» se giró y me dijo: «Él tiene como 20 años menos que ella». Y era verdad, todo hay que decirlo, pero lo decía con desaprobación. Yo no le había prestado mucha atención a ese detalle la verdad, pero le respondí que lo importante era que estuvieran felices. Ella me dijo que sí, que lo respetaba, pero que no le parecía bien. Así que me quedé como «wow, no pensaba que todavía existía esto de las edades» y en eso estaba pensando cuando llegó la bomba.
¿Y tú no tienes ningún chico? y hace muchísimos años que no me sentía tan incómoda y con tanto miedo. Me entró el pánico en ese momento y lo primero que hago yo cuando tengo pánico es evadirme así que dije: «No, ningún chico» y pensé para mis adentros que no estaba mintiendo, si acaso omitía información. Pero ella insistía. ¿Y por qué no? Eres una chica muy guapa, ¿no te gustaría no estar sola? Y a cada pregunta pensaba: «Tendría que salir del armario, tendría que decirle que la chica con la que vengo siempre es mi esposa». Y al mismo tiempo lo único en que podía pensar era en que cuando se lo dijera la relación que teníamos se iba a acabar. Y que si se sentía así respecto a la diferencia de edad, lo de ser homosexual por descontado sería peor. Y pasé a ese modo default de: «no, a mí esas cosas no me interesan, estoy muy bien así». Y así me negué tres veces.
Cuando salí de la tienda sentí un desconsuelo enorme. Primero porque hacía muchos años que no sentía ese pánico escénico de pensar que alguien te va dejar de querer por ser quien eres. Pero más importante aún, porque había dejado que ese miedo me dominara otra vez, y yo pensaba que eso era algo que tenía totalmente superado. Y cuando llegué a casa entré en plena depresión y lo primero que hice fue contárselo a Genix porque claro, encima me sentía super culpable porque al no salir del armario, era como haberla negado a ella también y a nuestra familia en general.
Ella me consoló un montón y me dijo que en realidad no era tan importante, que hay situaciones y momentos en los que autoprotegerse también está bien. Pero sobre todo me hizo sentir que pasar por esos momentos de debilidad o dar pasos atrás es normal y tampoco pasa nada. No somos perfectas, a veces nos van a pasar cosas que nos superan y eso también está bien. Tenemos que aprender a aceptarlo y a mejorarlo para la próxima vez. Y me sentó tan bien que me lo dijera que pensé que quería compartir con ustedes eso nuevo que aprendí y que sepan que, si se han sentido igual, si se han negado alguna vez a sí mismas, si les ha entrado el miedo, no pasa nada. Se levanta la cabeza, se aprende y se sigue adelante.
A mí cada vez me pasa menos, pero debo reconocer que hubo una temporada en que intentaba «seleccionar» con quién salía del armario y con quién no, y mis justificaciones eran las siguientes: a esa persona no le importa mi vida, no tengo demasiada relación con X y no tengo por qué contarle nada, etc, etc. En realidad, por la sensación de amargura que me quedaba tras cada episodio de estos, me daba cuenta de que eran excusas para seguir escondiéndome. Y, como decía al principio, estas reacciones mías son cada vez menos frecuentes; pero no porque haya desarrollado una valentía sin igual, ni un coraje prodigioso, sino porque cuando no miento ni me oculto, estoy feliz. Así que no me resulta nada rentable la autonegación porque no me gusta el sentimiento que me queda dentro después. Por supuesto, hay que seguir eligiendo prudentemente los momentos y las situaciones en que «destaparse». Pero si no es estrictamente necesario, o aconsejable por los motivos que sea, pienso que ocultarse no es bueno para una misma. Con todo, reconozco que sigue siendo difícil y que algunas veces doy todavía algún «patinazo». Así que no te preocupes, que no eres la única. De hecho, del mismo modo que decimos que nunca se termina de salir del armario definitivamente y que hay que volverlo a hacer una y otra vez, también es cierto que seguiremos metiéndonos un poquito de vez en cuando y no por eso vamos a culpabilizarnos. 😉
Nunca he estado de acuerdo con la frase: «Ni un paso atrás, ni para tomar impulso», porque en la vida siempre habrá un momento en el que tengamos que retroceder para evitar riesgos innecesarios, riesgos que pueden llevarnos a perder más de lo que pudiéramos ganar y ante los que hay que ser prudente e inteligente, y por eso hasta Pedro negó a Jesús. A la señora no le hace falta saber esa parte de tu vida y a ti si te hace falta su amistad, entonces, si hubiera un rechazo de ella posiblemente se extendería también a tu familia, lo que te haría sentir peor y no hay necesidad de eso. Tal vez entre pláticas puedas ir «tanteando el terreno» pàra conocer lo que ella piensa acerca del tema y así sabrás si puedes decirle la verdad o dejar que las cosas se den por sí solas algún día.
Rogue es normal que te sientas así, plantea el tema a ver qué piensa la señora… Ya luego decides si es correcto decirle o simplemente no. Al final la vida es como es y lo importante es ser feliz.
Creo que no quisiste que tu «mamá coreana» pasara un mal momento. Eso dice que sos una buena persona. Saludos desde Buenos Aires, Argentina.
Muchas gracias por esta entrada… A veces necesitamos saber que no somos las únicas a las que nos pasan estas cosas 🙂