Carta a tu alma

Querida Alma bondadosa: Te escribo desde una nube de la que no deja de llover. Eso no es triste, la lluvia me calma. Sentada en este esponjoso nubarrón aprendí a superar el desamor cuando las emociones se me enredaban, y deseaba resbalarme de mi mullido asiento. Me sentí perdida hasta que tropecé con la escritura. A solas conmigo misma, me conocí y dejé de esperar al amor equivocado, ese que mira hacia otro lado.

Te doy la enhorabuena por tu cambio, por tener valor para mirarte al espejo y decidir ser tú misma. Espero que pronto puedas coser los pedazos de tu corazón roto y sonreírle al mundo con más fuerza. No tiembles si tienes miedo, que antes de que enfermes de soledad, te abrazo con mis letras.

Cuando me decidí a cambiar de estilo de vida, mi sonrisa titubeaba de temor. Sentí como si hubiera tomado la decisión a destiempo, pero no. Ahora comprendo que era mi momento, ni antes ni después. Que no estaba preparada para recibirlo porque lo hubiese interpretado del revés. Ya lo dijo Thoreau, no quería llegar a la muerte y descubrir que no había vivido. Esa línea de pensamiento es como un mantra dentro de mi cabeza.

No tengas miedo porque tu trayecto existe, igual que el mío, igual que el de todo el mundo. Lo difícil es ser valiente, como tú, y coger las riendas de tu vida. Lo bonito del viaje de la vida es buscar ese camino, tropezarse y caer, levantarse y aprender, llorar y reír, equivocarse y corregir. Lo bonito de la vida, ¿sabes qué es? VIVIR. Vivir lo malo y lo bueno. Recuerda que no tiene nada de censurable sentirse “desorientado”. No es agradable pero es natural. Es el lado negro que logra que el blanco brille más.

Querida Alma bondadosa, sonríe. No analices tanto y olvida las emociones que estorban. Mira al cielo y acuérdate de mí cuando juegues a dar forma a las nubes. Así se afrontan los problemas con otro matiz pero, además, al sonreír haces mi mundo un poquito mejor y me encoges la cicatriz.

Enloquecí

Estoy loca por ti y por tu candor. Por tus besos y su calor. Por tu Corazón tan repleto de Amor. Por tu fuego y por quemarme con su ardor. Por tu esperanza colmada de verdor. Por una vida junto a ti tintada de color. Por mojar tus lágrimas con las mías y compartir nuestro dolor. Por besarnos las heridas para calmar su escozor. Por dormir sobre tu piel respirando su olor. Por beber de ti el mejor licor. Por respetar los paréntesis de mal humor. Por comprobar a tu lado que la opinión de los demás solo es un rumor. Por exponer nuestras sonrisas al mundo sin ningún temor.

Estoy loca por saborear la Vida junto a tu risa, que es mi mejor motor.

Idioma

Querida amiga:

Ojalá algún día pudieras entender lo que intento recitar de la manera en que me hago menos daño(s). Para mí no es un trabajo. Es un idioma. Una lengua. La única lengua con la que nos podemos besar tú y yo. La única con la que alcanzamos a besarnos.

Ahora que he abierto los ojos para mirarte y después verte sin dar rodeos, a ser sincera primero con mi corazón y después contigo tachando los “pero”, yo no quería dejar pasar otra vez la oportunidad de cogerte de la mano y contarte a caricias un secreto. Te confesaré que mi insistencia por verte era para susurrarte cuánto me encanta tu dulzura y tu mala hostia. Tus bufidos de desesperación y los latidos esculpidos de tu corazón. Que aún ansío darte un beso en vez de dos a las tres de la mañana, que me muero por sanarme de la ausencia de tu cariño en la playa de Ojalá.

Escribir no es mi trabajo, es mi idioma. Mi forma de decir lo que hablando no me atrevo a descubrir. La manera en que me entiendes porque también escribes; porque también lloras cuando tus poemas te estrujan el alma sin compasión. Porque solo otra artista de las palabras puede intuir lo que pretendo desvelar así. Porque hablamos el mismo idioma. Y si ves que mi relato no te seduce, avísame que recojo los restos del cenicero y me voy a escribir bajo otro aguacero, a seguir desenredando en versos mis “te quiero”.

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