Queridas amigas y amigos queridos. Escribo hoy este decálogo ante la ferviente curiosidad del populacho que se está quedando calvo tratando de dilucidar qué cosas son las que preocupan a una madre cuando ¡OMG! es lesbiana. Duda razonable donde las haya y que se hace perfectamente extensible a los padres gays. Homosexuales todos, vaya.
Hoy destapamos el misterio, prepárense todos/as para la sorpresa…
1- Que tenga salud
Que mis hijos crezcan sanos y fuertes. Que puedan desarrollarse con total normalidad. Y también que tengamos acceso a un buen médico y a las medicinas y vacunas que puedan necesitar. Que se les pueda atender siempre que sea necesario. Que tengamos donde llevarlos a las mil de la madrugada envueltos en una manta aunque sea para que después de haber cruzado la ciudad con la peluca del revés y en zapatillas, nos manden para casa con un chute de Apiretal.
(Pues sí. Parece razonable.)
2- Que tengan una buena alimentación
Que estén bien nutridos, que no tengan ninguna carencia que pueda afectar a su crecimiento. Que puedan comer variado y de calidad, no vayan a quedar los críos escuchumizaos, (sí, esta palabra existe), o con un sobrepeso que los condicione, o que se pongan amarillentos o crezcan sin ánimo para la vida. ¡Hombre ya!
3- Que puedan optar a una buena educación.
¿En España? Jajajajaja Aquí igual suena a chiste, pero sí, es motivo de preocupación que las criaturas ejerzan su derecho a estar escolarizados y que puedan tener una educación que les permita explorar el mundo, adquirir conocimientos, desarrollar sus capacidades, realizarse como personas y (en serio) ganarse la vida dignamente algún día… sí, un futuro para ellos.
(Qué curioso.)
4- Que estén y se sientan seguros y protegidos.
A salvo de los peligros y de la gente mala. De todo lo que pueda hacerles daño. Lejos del fuego y del humo y de las cosas que pinchan. De la gente mala. De las aguas heladas, de los clavos oxidados. De los accidentes y de los agujeros del suelo y de la capa de ozono. De los golpes, de las caídas, de los gritos. Y de la gente mala. Sobre todo de la gente mala. Que ellos se sientan seguros, vivan sin miedo, pisen fuerte la calle y después el mundo. Siempre a salvo.
(Pues no piden nada.)
5- Que sean asertivos y posean una autoestima sana.
Por favor. Muy importante. Que no los manipulen fácilmente, que no puedan torcer sus decisiones. Que estén en conexión con su yo, se conozcan bien y sean fieles a sí mismos. Que hagan valer sus derechos, que sepan negociar. Que no los pise la gente sin escrúpulos (que hay mucho “sinescrupulado” por la vida y no, esa palabra no existe). Que tengan libertad para expresarse y que atiendan y traten de comprender la expresión de los demás. (Ahá.)
6- Que estén educados y afinados en la igualdad.
Que no repitan (y no les afecten) los ridículos patrones de nuestra sociedad enferma, carente de valores y de generosidad. Que vean al otro siempre como un igual y el respeto, la tolerancia y las buenas formas sean la fórmula cotidiana de sus días. Que no les hagan sufrir si son, piensan o sienten diferentes. Que no hagan sufrir a nadie por ser, pensar o sentir diferente. Que protejan a las personas más débiles, que no dejen espacio a los abusones. Que puedan mirar a los ojos con su pureza genuina intacta. Que sean buenas personas, no tontas, buenas, con buenos sentimientos, sensibles y empáticos.
(Pero qué bonito. ¡Ay, estos homosexuales con sus utopías homosexualoides! Tanto arcoiris…)
7- Que tengan igualdad de oportunidades.
Sean niños o niñas, negros, blancos, azules o tri-color, avispadillos o lentos, vivan en este país o en cualquier otro incluso más desastroso, que tengan su oportunidad. Que nadie les diga nunca que no pueden hacer algo que ellos quieran conseguir.
(Qué rara esta preocupación, ¿verdad?)
8- Que tengan buenos modelos de referencia.
Que crezcan arropados con buenos valores, buenas costumbres, buenas palabras, buenas personas que les dejen siempre buenos recuerdos, buenas sensaciones, buenos sabores y no vivan entre contradicciones. Entre lo que se debe hacer y lo que hacen los mayores. Lejos del “yo sí, tú no”, los “porque lo digo yo” y los “tú te callas”. Lejos, muy, pero que muy lejos de “los niños: ver, oir y callar”. Que aprendan de nosotros a cuidar de los animales, a respetar la naturaleza, a convivir, a disfrutar del regalo que es siempre el otro.
(Así cualquiera.)
9- Que sean personas autónomas.
Que puedan valerse por sí mismas. Que sepan coser un calcetín, freír un huevo y contratar su fibra óptica. Que se organicen los gastos del mes, la limpieza de su hogar, su higiene personal. Que sepan arreglárselas por sí mismos para que el día que decidan compartir su vida no sea arrastrados por una necesidad sino por una decisión libre de intereses inapropiados.
(Bueno, no está mal.)
10- Que sea feliz.
Libre y feliz. Y haga de su pedazo de mundo un lugar libre y feliz. Donde todos los que se acerquen puedan compartir precisamente eso: Libertad, felicidad. Que irradie felicidad, que la regale a espuertas, que le sobren toneladas para repartir cada día y así sea todos los días de su vida.
(Fíjate tú.) ¿Quién lo iba a pensar? Nuestras preocupaciones son exactamente iguales a las de cualquier madre o padre que ama sus hijos. Como madre me preocupan estas cosas.
No me preocupa lo que le puedan decir en el colegio o en la calle porque tiene dos mamás, o dos papás. No me preocupa lo que piensen o digan personas que no nos conocen y pretendan hacernos daño. No tendrán nada mejor que hacer. No me preocupa lo caduco o lo estrecho de la mente de nadie. No es mi problema.
Me ocupo de lo que tengo en casa.
Me ocupo de que mi hija tenga la confianza, el amor, y la seguridad que le permitan salir airosa de las palabras necias y malintencionadas. Me ocupo de que mi hija tenga autoestima, educación, recursos y herramientas que la protejan frente al desconocimiento y la mala leche ajena y gratuita. Me ocupo de que mi hija aprenda y practique la tolerancia y el respeto incluso con las cabezas que albergan los pensamientos más grises. Me ocupo, de lo mismo que cualquiera.
Así que por favor, que nadie se preocupe de lo que no nos preocupa en absoluto a nosotros. Que en vez de preocuparnos tanto por lo que el otro hace con su vida, igual nos iba mejor si cada cual se ocuparse de lo que tiene en casa. Que no es poco.