Calor

Siempre me sacas los colores más cálidos en mi tapiz pálido, la piel tan caliente que la siente toda la gente, bien cachondo el Corazón latiendo sobre tu colchón, dilatadas las pupilas cuando por su mirada oscilas, me enrojeces las mejillas si me espías a hurtadillas, encharcas mi otoño hambriento de tu madroño…

Desde el alba hasta tu horizonte, el calor nunca quema si pasea por tu frondoso monte.

 

Segunda oportunidad

Repetí curso hasta la saciedad durante toda mi edad para aprender a olvidar por completo la bondad del latir de tu mirar. Ni septiembre, ni el otoño ni ninguna otra franja trimestral le sirvieron a mi Corazón para limpiar la suciedad de tu silencioso recuerdo espectral.

Me dejé engañar por una fantasmal segunda oportunidad. Porque tus palabras fueron una cruel casualidad. Y yo, que nunca he sido valiente para cruzar nuestro umbral, solo me resta escribirte en la oscuridad en vez de sujetar tus pupilas y repetirte mi verdad.

Aún me pregunto por qué no nos concedemos una oportunidad, lluviosa Musa veraz… Una y nada más. Y si no sale bien, tú podrás seguir con tus idas y venidas y yo prometo que, durante una Vida, te dejaré en paz.

 

Espiando el horizonte

Te sueño en lo alto de la montaña más pequeña, en la cima del pico de tu Alma. Siempre espiando el horizonte, buscando respuestas con calma, preguntándome dónde se esconden, si estarán lejos o las encontraré en mi mano, acurrucadas en mi palma.